La ‘espiritualidad’ del Sínodo, a cargo de un predicador pro LGBT

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El Papa ha recordado que, en el Sínodo, “no necesitamos una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas”. Y muy bien recordado está, porque la fe es otra cosa. Como es más alto el cielo que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, mis pensamientos que vuestros pensamientos, dice el Señor.

Esto nos indica que, para entender el Sínodo de la Sinodalidad, conviene moverse en otro plano, más espiritual. Para entender la espiritualidad del Sínodo, podemos fijarnos, por ejemplo, en la meditación que ofreció el P. Radcliffe en el retiro para los miembros de la asamblea sinodal el pasado domingo. De hecho, creo que no hace falta ni siquiera leerla entera, sino que bastará con las primeras líneas:

“Cuando el Santo Padre me pidió que predicara este retiro, me sentí muy honrado, pero también nervioso. Soy profundamente consciente de mis limitaciones personales. Soy viejo – blanco – occidental- ¡y hombre! No sé qué es peor. Todos estos aspectos de mi identidad limitan mi comprensión. Por eso les pido perdón por la insuficiencia de mis palabras”

No, no es una parodia, son sus palabras literales. No creo que hagan falta grandes glosas por mi parte. Por supuesto, se podría hablar mucho sobre esa introducción, pero, si hay algo evidente, es que no es catolicismo, sino una mezcla de progresismo enragé, complejos anticatólicos, secularismo y la desembocadura inevitable del pensamiento posmoderno. Todas las consideraciones piadosas que se ofrezcan a continuación serán mero envoltorio de esta ideología inmanente, humana y política (como diría el Papa), aparentemente ajena a un sínodo católico, pero que, previsiblemente, va a ser su núcleo, su fundamento y su conclusión predeterminada.

A esto se le suma una casualidad que parece tener poco de casual: la identidad del predicador. No es un predicador cualquiera de los miles y miles que podrían haberse elegido. El P. Timothy Radcliffe OP, antiguo Maestro de la Orden de Predicadores, es conocido principalmente por su postura relativa a las relaciones entre personas del mismo sexo, contraria a la doctrina de la Iglesia sobre el tema.

En 2012, escribió que era “alentador presenciar la ola de apoyo a los matrimonios gays”.  Si bien el dominico decía que estaba personalmente en contra del matrimonio para personas del mismo sexo, esa oposición no se debía a la inmoralidad de esas relaciones según la moral católica, sino porque no había que “rebajar a las personas gays forzándolas a ajustarse al mundo heterosexual”. Asimismo, dijo que “Dios está presente en todo amor, incluido el amor mutuo de las personas gays” y que “esto debe respetarse y estimarse y protegerse, como sucede con las uniones civiles”, pero que aprobar el matrimonio del mismo sexo era “denegar la ‘dignidad de la diferencia’”

También afirmó que, al considerar la cuestión de las relaciones homosexuales, “no podemos empezar con la pregunta de si están permitidas o prohibidas. Debemos preguntar lo que significan y en qué medida son eucarísticas. Ciertamente, pueden ser generosas, vulnerables, tiernas, mutuas y no violentas, así que, en muchos sentidos, creo que pueden ser expresión de la autodonación de Cristo”.

Asimismo, anteriormente había asegurado, en un artículo publicado en The Tablet, que “no tengo dudas de que Dios llama a los homosexuales al sacerdocio y están entre los sacerdotes más dedicados e impresionantes que he conocido […] y podemos suponer que Dios seguirá llamando a homosexuales y heterosexuales al sacerdocio, porque la Iglesia necesita el don de ambos”. Estas afirmaciones eran su desafío público al documento publicado por la santa Sede en tiempos de Benedicto XVI que decía que la Iglesia no podía aceptar en sus seminarios “a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”.

Teniendo en cuenta que el cardenal nombrado relator general del Sínodo, Jean-Claude Hollerich, tiene opiniones similares sobre el tema, no parece aventurado concluir que estos dos nombramientos no son casuales, sino una indicación de por dónde van a ir los tiros en las asambleas sinodales. Las numerosas consideraciones de los dos clérigos sobre la importancia de estar unidos “en nuestras diferencias», lejos de disipar esa impresión, no hacen más que confirmarla.

Por BRUNO MORENO RAMOS.

INFOCATÓLICA.

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