Saberes y sabores: La Esperanza.

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La Esperanza es referirse al lugar que ocupa el porvenir en la vida, un porvenir de felicidad al cual están llamados todos los hombres. La esperanza de los hombres probados, por ejemplo, a pesar de los presentimientos, desemboca en la noche de la prueba. La esperanza de los místicos colmada con la presencia del creador se siente llegada a su término; el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra.

Todo ser humano tiene clara conciencia que su estar en la tierra es limitado y que más tarde, o más temprano, nos llegará fácil, difícil, trágica, esperada o inesperada, deseada o buscada la muerte: nuestra condición por definición es finita, somos mortales y como consecuencia vamos a morir, pero fíjense que esta misma condición acompaña a todos los seres en la tierra ya sea plantas o animales, compartimos con ellos la condición de lo finito, pero la diferencia es que ellos no son conciertes de dicha condición.

La esperanza es la virtud por la que aspiramos a una vida mejor, como felicidad nuestra. Debe­mos confiar en las promesas y apoyarnos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia, de la vida más allá de la muerte.

Esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, ciertamente, que nos procure el gozo en la prueba misma de la vida diaria en este valle de lágrimas. En toda circunstancia cada uno debe esperar y perseverar hasta el fin.

Para ello debemos lograr lo siguiente:

Derrotar al pesimismo.

Evitar la alegría superflua y vana.

No es verdad que “mientras hay vida hay esperanza”, como suele decirse. La esperanza es el empujón en el corazón. No tengamos miedo de compartir el viaje porque somos compañeros de camino. Todos esperamos. La esperanza no es para gente llena del estómago y que cree tener la vida resuelta; es importante cuidar el corazón. Hemos sido creados para la alegría y para la felicidad, no para replegarnos en nuestros pensamientos melancólicos. Tanta gente que ha transitado por este mundo, profesionistas, campesinos, obreros, amas de casa en busca de un futuro mejor, han luchado tenazmente a pesar de la amargura de un hoy difícil y lleno de pruebas. Ellos luchan animados por la confianza de que los hijos deberían tener una vida más justa y serena; se debe luchar por los hijos, luchar por la familia, por un bienestar con esperanza.

¿Qué sentido tendría vivir sin esperanza en un hoy ya de por sí austero, donde la muerte nos acecha a cada instante? Deberíamos considerar la posibilidad de que somos ciudadanos de otro mundo, como decían nuestros abuelos “aquí vamos de paso” “llegaremos más allá del sol”.

La humanidad siempre ha tenido la esperanza de que haya vida después de la muerte. Desde distintos puntos de vista, esta existencia continua hipotética tiene lugar en un ámbito espiritual, solo la esperanza cierta te garantiza una vida eterna.

Todos los hombres en un momento u otro de su vida se enfrentan a momentos dolorosos como el sufrimiento, la muerte, la enfermedad y demás. Es sólo gracias a la Esperanza, la segunda virtud, que estas realidades adquieren un sentido, convirtiéndose en medios importantes, en un camino para llegar a “la eternidad”. La Esperanza nos da la certeza de que algún día viviremos en la eterna felicidad y nos encontraremos con nuestros seres queridos que ya se han adelantado.

La virtud de la esperanza consiste en confiar con certeza en las promesas de que Dios nos ha hecho. Está fundada en la seguridad que tenemos de que Dios nos ama. Y está basada en la bondad y el poder infinito de Dios, que es siempre fiel a sus promesas.

 

RUAN ANGEL BADILLO LAGOS

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