La espera vigilante

Éxodo 17,3-7 | Salmo 94 | Romanos 5,1-2.5-8 | Juan 4,5-42

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Oración, ayuno y limosna, quedan señalados al comienzo de la Cuaresma como los medios apropiados para intensificar la vida cristiana. Gradualmente nos dirigimos hacia el desenlace final de la misión de JESÚS en este mundo, que sabemos acaba en el Gólgota como paso previo a la Resurrección. Mientras tanto, la Liturgia anticipa la consideración de la acción del ESPÍRITU SANTO, que es el don de la Pascua, pero también encuentra un lugar señalado a lo largo de estos días. En realidad el ESPÍRITU SANTO es el artífice de la Liturgia entre otras acciones, y también tiene mucho que decirnos en este periodo cuaresmal. “Cuando el NOVIO les sea arrebatado, entonces ayunarán” (Cf. Mc 2,20). A través de los ritos litúrgicos y otras mediaciones, tenemos próxima la acción del ESPÍRITU SANTO; y contribuimos a la comunión con el ESPÍRITU SANTO con el ayuno cuaresmal, a ejemplo de los primeros cristianos: “Un día que estaban orando y ayunando, dijo el ESPÍRITU SANTO, separadme a Pablo y Bernabé para la misión que les tengo  reservada” (Cf. Hch 13,1). Desde los comienzos de nuestra religión se entendió el beneficio del ayuno equilibrado para disponer al fiel a las mejores condiciones para el encuentro con el SEÑOR. El ESPÍRITU SANTO se hizo entender a través de alguno de los hermanos con un don de profecía acreditado. La fiabilidad del don de profecía dentro de la comunidad se corrobora por la presencia de varios hermanos que ostenten ese mismo carisma. Este don aporta grandes beneficios pues confiere a la Palabra un carácter y unción que afecta a la mente y el corazón de los presentes. Los que hemos sido bautizados también debemos vivir la renovación espiritual en el tiempo de Cuaresma con la impronta penitencial propia del tiempo litúrgico. El evangelio de hoy, el encuentro de JESÚS con la mujer samaritana, muestra un punto fuerte aludiendo al agua viva: “aquel que beba del agua que YO le dé, se convertirá en él en una fuente que salta hasta la vida eterna” (Cf. Jn 4,14). Ciertamente, el ESPÍRITU SANTO tendrá su entrada solemne en la Iglesia el día de Pentecostés, pero no permanece ausente el resto del tiempo litúrgico, en el que se mantiene también la regla de oro del discípulo que sigue a JESÚS: “el que quiera venir CONMIGO, que se niegue a sí mismo, cargue con su Cruz, y sígame” (Cf. Lc 9,23). El ayuno y la negación de uno mismo están en perfecta sintonía. La voluntad de DIOS o la voluntad de JESÚS las vamos a cumplir cuando renunciemos a algo que nos estorba, y lo hagamos por Amor a DIOS. La sencilla ascesis de los pequeños ayunos dan lugar al ESPÍRITU SANTO a configurarnos un poco más con CRISTO, el Siervo de YAHVEH.

Dos líneas ascéticas

El ayuno es motivo para preguntar a JESÚS: “¿Por qué los discípulos de Juan Bautista y los de los fariseos ayunan, y los tuyos no lo hacen?” (Cf. Mt 9,14). La respuesta de JESÚS es amplia: “No pueden ayunar los amigos del NOVIO mientras el NOVIO está con ellos. Días vendrán, en que el NOVIO les sea arrebatado, y entonces ayunarán” (Cf. Mt 9,15). El fondo del ayuno como medio ascético es de carácter cristológico; es decir, gira en torno a la persona misma de JESUCRISTO. En el evangelio de san Juan, el Bautista ofrece esta misma concepción de JESÚS, pues él, el Bautista, se alegra por la relevancia que va tomando el NOVIO (Cf. Jn 3,29) Juan Bautista se siente como el amigo próximo del NOVIO, y puede ser así con toda justicia. Sabemos que la dieta de Juan Bautista era por sí misma un ayuno continuo, pues “se alimentaba de saltamontes y miel silvestre” (Cf. Mt 3,4) Los alimentos mencionados entraban en la categoría de alimentos impuros. Los saltamontes eran impuros como todo insecto o molusco que se caracterizan por su exoesqueleto. Todo ser terrestre o marino que no sea vertebrado lleva el sello de impuro. La miel silvestre estaba expuesta a llevar consigo distintos insectos que la hacían impura. Por tanto, Juan Bautista dentro de su incuestionable ascetismo, sin embargo era una persona impura a los ojos de los garantes de la religiosidad oficial. Eso no impidió que Juan Bautista fuera un hombre de DIOS: “el más grande nacido de mujer” en palabras del propio JESÚS (Cf. Lc 7,28). El ayuno propuesto por Juan Bautista va en la línea de la inminencia del Día del SEÑOR, en el que se manifestará haciendo justicia a todos los hombres. El mensaje de Juan Bautista no muestra un horizonte de Bienaventuranza Eterna después de la manifestación del Día del SEÑOR, en el que todo quedará ordenado según la Divina Justicia. Juan proclama un bautismo de penitencia y consecuentemente el ayuno propuesto a sus discípulos tiene esta finalidad. Sabemos por el libro de los Hechos de los Apóstoles, que el grupo de discípulos de Juan Bautista prosiguió paralelamente al grupo de discípulos que siguieron a JESÚS; y san Pablo encontrará en Éfeso a unos discípulos del Bautista, que recibieron el ESPÍRITU SANTO por la imposición de manos del Apóstol (Cf. Hch 19,1-7). Los discípulos de JESÚS no ayunan, porque el NOVIO está con ellos.

En ausencia de JESÚS

El ayuno cristiano es perfectamente válido y necesario. Cualquier ayuno es auténtico y eficaz si expresa la ausencia de JESÚS -el NOVIO-. El verdadero ayuno es permanecer o estar fuera de la proximidad consoladora de JESÚS. Esta ausencia se denomina también desolación; y representa la ausencia sensible, aunque tal ausencia no debiera de ser de presencia real. El ayuno cristiano está uno o varios peldaños por encima del ayuno penitencial, que por otra parte puede ser necesario. JESÚS tiene unas palabras clarificadoras: “no se echa vino nuevo en odres viejos, pues revientan los odres y se pierde el vino. A vino nuevo, odres nuevos” (Cf. Mt 9,17). Por la penitencia y los sacramentos de la Iniciación Cristiana fuimos transformados en hombres nuevos -odres nuevos-, que vivimos hasta el final de nuestros días por este mundo la presencia y la ausencia del SEÑOR -del NOVIO-. En el estado actual la Divina Presencia viene a nuestro corazón en forma de consolación espiritual y desolación; y ambas maneras están dispuestas para intensificar la unión con el SEÑOR. La desolación, Cruz, esa unión es segura e indiscutible. El ayuno cristiano se establece, entonces, a través de todos aquellos medios que mediante la renuncia conduzcen a una mayor unión con JESUCRISTO. El camino del cristiano alterna los tiempos de encuentro, celebración, fiesta y oración, con otros de ausencia aparente, desierto, soledad o desolación; aunque permanezca la profunda convicción fundamentada en las palabras de JESÚS, “sabed que YO estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Cf. Mt 28,20).

Renuncias

El ayuno es renuncia, desprendimiento, desasimiento, relegar con determinación, decir no a lo que estorba en el camino por el que se sigue a JESÚS. Uno de los frutos del ESPÍRITU SANTO mencionados por san Pablo es “el dominio de sí” (Cf. Gal 5,23). DIOS nos pide algún acto positivo y claro de renuncia a cosas pequeñas, que no nos perjudican de ningún modo, pero están en el área del me apetece. No sólo en tiempo de Cuaresma, sino para cualquier fecha del año es recomendable el ejercicio de renuncia o desprendimiento de algo ofrecido por Amor al SEÑOR. Los actos de renuncia más meritorios son aquellos que pasan desapercibidos a los ojos de los otros, pues no hace falta ni aporta beneficio dar la impronta de persona ascética. Recordamos en ese sentido las palabras de JESÚS que indican que el ayuno no lo note la gente, sino el PADRE que ve en lo escondido (Cf. Mt 6,16-18). Como podemos observar, el ayuno abarca un campo más amplio que el estrictamente alimentario, sin que lo dejemos de tener en cuenta; y en primer lugar atendiendo a las indicaciones hechas por la Iglesia en cuanto a la abstinencia y a los días prescritos de ayuno. Para un ayuno prolongado la costumbre de la Iglesia ha sido la de realizar una sola comida fuerte en el día y algún alimento ligero por la mañana y por la noche. Muy pocas personas pueden realizar un ayuno prolongado a pan y agua durante días; y mucho menos el llevado a cabo por JESÚS durante cuarenta días en el desierto, sin comer ni beber nada en todo el tiempo. Sabemos que el organismo corre grave riesgo sin beber en poco tiempo, agravándose al no ingerir ni el agua que pudieran llevar los propios alimentos sólidos. DIOS no quiere excentricidades; y las heroicidades, en todo caso, las concede ÉL cuando lo cree oportuno. Cuando el ayuno se traduce en desasimiento da grandes beneficios. Alguien dedica un tiempo prolongado a ver televisión basura y decide apagar ese tiempo de televisión y encender la inteligencia y la luz de su espíritu con lecturas, música o imágenes de contenido espiritual. Es posible que tenga que vencer un cierto síndrome de abstinencia, pues la televisión basura es adictiva. Gran ayuno sería la acción antes señalada. Como en las otras vertientes de la ascesis cristianas, también para el ayuno rige la Caridad como eje central.

Un signo mesiánico

Cuando el autor sagrado del libro del Éxodo escribe el pasaje de la roca golpeada de la que mana agua para dar beber al Pueblo, no calculaba la repercusión de esa imagen bíblica. Los israelitas se querellan contra Moisés, porque sienten la sed del desierto. Moisés, a su vez, presenta la situación al SEÑOR, que le indica cómo proceder “pasa delante del Pueblo, acércate al Horeb, golpea la roca con el cayado de Aarón, y de la roca saldrá agua suficiente” (Cf. Ex 171-9). El monte Horeb, o Sinaí, es el lugar de las grandes revelaciones de DIOS al Pueblo a través de Moisés. En ese mismo monte está la roca de la que proviene el agua suficiente para que el Pueblo no perezca por el desierto. En medio de la protesta, DIOS atiende al Pueblo necesitado. El Pueblo siempre insatisfecho, que reclama mayor bienestar, nos retrata a los hombres de cualquier época. El acontecimiento providencial de DIOS para el Pueblo tendrá su zona gris en el recuerdo, y aparecerá como el día de la protesta en Masá y Meribá. El Salmo noventa y cuatro hará memoria del acontecimiento: “no endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras” (Cf. Slm 94,8-9). El texto del Éxodo concluye: “¿está YAHVEH entre nosotros?” (Cf. Ex 1,7)

Significado de la montaña y la roca

Israel recién liberado de la esclavitud acampa en la falda del monte de la revelación. El Pueblo elegido llegaba a un lugar especial abarcado por la Presencia Divina. En aquella montaña santa, YAHVEH estaba a punto de conceder grandes revelaciones al Pueblo, a través de Moisés. El agua de la roca, que satisfizo la sed física era figura de la revelación a punto de manifestarse para constituir como Pueblo a los allí congregados. No estaban huérfanos, pertenecían al Pueblo elegido por YAHVEH, quien les iba a mostrar las instituciones en las que se fundamentaba el pacto mutuo o Alianza. Moisés recoge la revelación dada por YAHVEH para su Pueblo: las Diez Palabras, o Decálogo, el Código de Santidad para regular la convivencia social, el correcto diseño del Arca de la Alianza, de la Tienda del Encuentro, y la institución sacerdotal en la persona de su hermano Aarón e hijos. Del Monte Horeb brotan las bases espirituales y doctrinales que vertebran al Pueblo elegido. DIOS se manifiesta con Poder ante el Pueblo, pues la revelación que éste recibe está cargada de unción y Poder. No era posible dar a los israelitas este tesoro espiritual en medio de los egipcios, por esa razón tenían que salir de allí y enfrentarse al desierto guiados y sostenidos por DIOS mismo. Moisés cargará con la duda del Pueblo “¿está DIOS en medio de nosotros?”, y acabará sus días viendo la Tierra Prometida, pero sin entrar en ella; anunciando la muerte extramuros de JESÚS, que cargando con los pecados de todos muere fuera de las murallas de Jerusalén.

JESÚS es la ROCA

En este tercer domingo de Cuaresma consideraremos, que JESÚS es la fuente del ESPÍRITU SANTO y desde nuestros corazones salta hasta la “Vida Eterna” (Cf. Jn 4,14). No será el cayado de Moisés, a través del que se manifestaban los grandes signos de poder, sino la Fe transformada en sed de DIOS, que se muestra visible y próximo en su HIJO, JESUCRISTO. Sobre la Palabra de JESÚS constituimos la vida en este mundo, como si de cimientos de roca se tratase (Cf. Mt 7,24-25) Sin JESÚS la vida es del todo estéril, porque nada aprovecha para la Vida Eterna: “sin MÍ no podéis hacer nada” (Cf. Jn 15,5). JESÚS se acerca a cada uno de nosotros sin imposiciones, mostrando su comprensión y compasión con nuestra condición humana pobre y débil. Así es como se acerca JESÚS a la samaritana que acude al pozo a sacar el agua que necesita. Todavía no ha llegado la Pascua, pero la Liturgia nos aproxima a uno de los pasajes donde se revela con propiedad la acción del ESPÍRITU SANTO como autor  de la conversión y de la iluminación que nos abre a la Vida Eterna. JESÚS es la ROCA de la que brota un agua que nos regala el salto de esta vida a la Vida  Eterna; porque de esta vida a la otra no existe continuidad, sino un cambio radical para el que habremos de ser asistidos.

Alrededor del mediodía

El evangelista san Juan se encarga de aportar detalles geográficos, e incluso horarios para enmarcar el encuentro de JESÚS con la mujer samaritana. La localidad era Sicar, en Samaria, y el lugar exacto el pozo de Jacob. JESÚS estaba cansado del camino, y era la hora sexta, por lo que  ya se dejaba sentir el calor, pues JESÚS volvía de regreso a Galilea. Después de haber celebrado la Pascua.

“Dame de beber”

El pasaje nos acerca al acontecimiento que tendrá lugar en un futuro próximo. A la hora sexta, en los instantes últimos previos a la muerte, JESÚS sentirá la sed torturadora de la deshidratación (Cf. Jn 19,28). Vemos que el cansancio del camino y la sed añadida, siendo reales, sirven a JESÚS para establecer la conversación con la mujer samaritana, que se extraña, y se lo hace saber: “¿cómo tú siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?” (v. 9). Ciertamente, los evangelios sinópticos relatan el desaire que les propician los samaritanos cuando les pidieron hospitalidad; y la reacción de Santiago y Juan fue de gran indignación, a punto de pedir que bajara fuego del cielo (Cf. Lc 9,54), a semejanza del profeta Elías (Cf. 2Re 1,10).

El Don de DIOS

“Si conocieras el don de DIOS, y quién es el que te pide, dame de beber…” (v.10). En aquel momento la mujer no tenía motivos para conocer quién era JESÚS, pero ÉL se lo plantea como una meta a conseguir. A lo largo de este encuentro la mujer vivirá la transformación personal que es propia de la acción del ESPÍRITU SANTO. Aquel judío cansado va a mostrar otras facetas. En cualquier caso, el mensaje es permanente: para conocer a JESÚS necesitamos del Don de DIOS, que es la Tercera Persona de la santísima TRINIDAD; y para conocer al ESPÍRITU SANTO hemos de acercarnos a la revelación que nos hace JESÚS especialmente en este evangelio de san Juan. En todo momento somos discípulos, que recibimos las lecciones según nuestra confianza en DIOS.

El Agua Viva

“Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que YO le dé jamás tendrá sed, y se hará en él una fuente que salta hasta la Vida Eterna” (v.13-14) JESÚS es el MAESTRO que habla con perfecto conocimiento de las verdades que está proponiendo. Para ÉL la Tercera Persona de la TRINIDAD no es una abstracción, ni una realidad que permanezca en la penumbra. JESÚS habla del ESPÍRITU SANTO con todo el conocimiento personal del mismo, y sabe cuál es su papel en el proceso salvador de los hombres. Por estas y otras razones, JESÚS puede hablar al corazón de la samaritana con una convicción que ella percibe de forma especial. JESÚS es el MAESTRO porque transmite lo que sabe y lo que conoce de forma directa. Las enseñanzas humanas dependen en gran medida de los medios pedagógicos y simbólicos empleados, sin embargo JESÚS puede hablar directamente a las conciencias, o al corazón,  con el mínimo de apoyos humanos.

Dame del Agua Viva

La mujer samaritana le pide a JESÚS de esa agua especial para ahorrarse volver al pozo a sacar agua. Observemos que aquella mujer acude al pozo a una hora en la que no hay nadie habitualmente, y la razón puede estar en lo que sigue. El agua que ofrece JESÚS y ahora pide la mujer la tiene que recibir acompañada de su marido. JESÚS le dice: “anda, llama a tu marido, y vuelve acá” (v.76). La mujer confiesa que no tiene marido, aunque convive con un hombre y JESÚS le relata su situación y antecedentes. La mujer admirada reconoce a JESÚS como profeta. La mujer muestra inquietudes religiosas independientemente de su situación particular y pregunta a JESÚS: ¿Debemos adorar aquí, en Garizín o en Jerusalén? (v.20). La respuesta de JESÚS supera la religiosidad oficial, por lo que JESÚS se empieza a revelar como alguien superior a los profetas: “llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores, adorarán al PADRE en espíritu y verdad, pues esos son los adoradores que el PADRE busca” (v.20-23). El espíritu del hombre ha de estar unido al ESPÍRITU SANTO para adorar verdaderamente (Cf. Rm 8,16.26), de lo contrario se puede estar en el templo más enriquecido en lo material, pero la adoración real no está garantizada. El verdadero lugar de la adoración en este mundo está en el corazón del hombre. Cosa distinta es que los templos acondicionen el ambiente más propicio para la actitud del verdadero adorador. JESÚS sigue enseñando en línea con lo dado en el Antiguo Testamento: “DIOS es espíritu -no es material-“ (v.24). DIOS no está  sujeto a ninguna representación material.

El MESÍAS  ha llegado

Dice la mujer: “sé que va a venir el MESÍAS y cuando ÉL venga nos lo enseñará todo” (v.25). El judío cansado que le había pedido de beber se estaba revelando como el MESÍAS. De forma muy sintética refleja este pasaje que el conocimiento de DIOS, de JESUCRISTO y de las realidades concernientes a la Fe, se mueven dentro de procesos de conocimiento, que en realidad duran toda nuestra vida. Llegados a este punto, JESÚS le dice: “YO SOY, el que contigo habla” (v.26). Mediante el diálogo y el encuentro se revela el YO SOY tanto en el  Horeb como en el pozo de Jacob a la samaritana, y deja abierta la puerta para el diálogo y el encuentro con todos aquellos que decidan formar parte de su discipulado.

El SALVADOR  del mundo

“Nosotros mismos hemos oído y sabemos que ÉL es el SALVADOR del mundo” (v.42) La que viene por la escucha de la Palabra despertó a los habitantes de aquel pueblo de Samaria. JESÚS se quedó con ellos dos días después del encuentro con la mujer en el pozo de Jacob. En todo episodio evangelizador aparece como hecho capital la conversión. Pero aquellos samaritanos se dejan convencer inicialmente por el testimonio de la mujer. La lección es inmediata: “DIOS elige en ocasiones a lo despreciable de este mundo” (Cf. 1Cor 1,27-28). JESÚS no da a nadie por perdido: la mujer había tenido cinco maridos, y el hombre con el que convivía en la actualidad no era marido suyo. La vida de esta mujer podría rellenar muchos capítulos para una telenovela. A nosotros nos queda la admiración por la categoría de JESÚS, que no obedece a títulos humanos. JESÚS deja la estela del VERBO encarnado y su Palabra mueve discretamente los corazones a la conversión, o al cambio de vida hacia DIOS. Aquella mujer salió del ostracismo y dio la cara por JESÚS ante sus vecinos, que de ella no poseían buen concepto. Este capítulo cuarto es la síntesis de un camino, que puede abarcar toda esta vida.

A los discípulos

También el evangelista recoge una enseñanza para los discípulos, que venían con JESÚS a la Galilea, después de realizar un ministerio bautismal semejante al de Juan Bautista (Cf. Jn 4,1-2). La lección se iría completando a lo largo del tiempo con distintas expresiones. El Evangelio que ellos predicarán tiene un núcleo fundamental: la unión entre el PADRE y el HIJO. JESÚS aprovecha la ocasión para decirles a la vuelta del poblado a donde habían ido a comprar víveres: “mi alimento es hacer la Voluntad de mi PADRE y llevar a cabo su obra” (v.34). La tarea evangelizadora será ardua y en ella intervendrán discípulos con muy diversos carismas: unos sembrarán y otros recogerán el fruto (v.38). Estamos en los capítulos iniciales del evangelio de san Juan, y JESÚS añade a la enseñanza de sus discípulos una nota de juicio y cierre de una etapa: “YO os digo, alzad vuestros ojos y ved los campos que blanquean ya para la siega. El segador recibe el salario y recoge el fruto para la Vida Eterna” (v.35-36) El Mensaje que trae JESÚS es la única y definitiva Palabra que DIOS tiene para los hombres, y los discípulos allí presentes son los transmisores iniciales de la misma. No es fácil sopesar la responsabilidad del encargo recibido y los discípulos tendrán lecciones similares en múltiples ocasiones.

San Pablo, carta a los Romanos 5,1-2,5-8

La justificación por la Fe

Aunque nos empeñáramos no podríamos agotar el contenido de la afirmación que inicia este apartado. Ríos de tinta han corrido para escribir sobre un asunto que es nuclear para el hombre creyente, y al mismo tiempo resulta un asunto misterioso, que sólo la audacia espiritual de san Pablo pudo abordar con cierta amplitud y seguridad. La imperfección humana es muy grande. Las raíces del pecado son profundas; y las sombras que el pecado proyecta vuelven gris la policromía del ambiente. La frase lapidaria de Jeremías emerge con dolor en muchos momentos: “nada más falso y enfermo que el corazón del hombre” (Cf. Jr 17,9). El hombre necesita al REDENTOR que lo sane y lo salve. De nuestra parte habremos de poner algo, pero si falta la Gracia cualquier intento es fallido. Se nos da un margen pequeño, pero suficiente con objeto de tomar la decisión adecuada; y para esa parte que nos toca también ha de venir la Gracia en nuestra ayuda. El juicio que hacemos es muy imperfecto, y más aún cuando se realiza a modo de auto evaluación. Sólo DIOS es JUEZ justo, lo cual no quiere decir que por ello nos vaya a condenar. Pero DIOS en su juicio nos hará reconocer la verdad de los hechos. Es esencial que el Juicio de DIOS sea verdadero, sin sombra alguna de falsedad, pues de otra forma se acabaría la Vida Bienaventurada, y el Cielo no existiría. No puede haber mentira, en ningún grado,  en el Cielo. La perfección que DIOS nos propone para alcanzar la santidad, sólo ÉL la puede dar. La actitud permanente del hombre ante lo que tenemos por delante es la de confiar en DIOS. La Fe activa es la confianza en DIOS. ÉL es quien lleva a término la obra transformadora con la misma paciencia del relojero que coloca en su sitio las piezas más diminutas. En otras ocasiones, el SEÑOR será como el experto cirujano realizando una microcirugía. El objetivo final es la perfección que sólo ÉL conoce y puede dar. En el tránsito por este mundo haremos suficiente con no estorbar la obra de DIOS.

El justificado vive en paz

“Habiendo recibido de la Fe nuestra justificación, estamos en paz con DIOS por nuestro SEÑOR JESUCRISTO” (v.1) DIOS nos ha perdonado de todas nuestras culpas por la Cruz de JESUCRISTO, y el reconocimiento de este hecho nos da el perdón de DIOS y la paz interior. La Gracia nos ha perdonado, justificado y como fruto inmediato nos habita la paz de DIOS.

El Amor de DIOS

La vida del cristiano debe entenderse como una historia de Fe. La itinerancia de Abraham contemplada en la primera lectura del domingo anterior, es una prueba del modo concreto y objetivo de vivir la Fe. “Las tribulaciones de la vida forjan un ánimo paciente; la paciencia da como resultado la virtud probada; la virtud probada da como resultado la Esperanza que no defrauda, porque el Amor de DIOS viene a nuestros corazones por el ESPÍRITU SANTO que nos es dado” (v.3-5). El ESPÍRITU SANTO viene en nuestra ayuda, pero no viene a sustituirnos. Esta operación del ESPÍRITU SANTO es resaltada por san Pablo en distintos lugares, lo mismo que en el evangelio de san Juan: “el ESPÍRITU SANTO vendrá y os recordará lo que YO os he dicho” (Cf. Jn 14,26). Algo tiene que haber en nuestra mente o en el corazón, para que el ESPÍRITU SANTO lo modele y perfeccione. Así también las pruebas dolorosas, los sufrimientos o las dificultades nos pueden destruir o fortalecer, según seamos asistidos por la acción del ESPÍRITU SANTO. Gracias al ESPÍRITU SANTO el daño que el pecado y la muerte dejaron en nosotros van a ser transformados y se abre un nuevo horizonte, que antes no existía: la Esperanza se vive como la certeza en las promesas dadas por JESUCRISTO. Esta Esperanza no defrauda, no es una utopía vacía. La Esperanza cristiana mantiene el signo de la fortaleza de ánimo, que encontramos especialmente en el que sufre. La Esperanza ofrece la certeza de otra Vida que será eterna.

CRISTO murió por los pecadores

Cientos o miles de veces habremos oído esa verdad: “CRISTO murió por los pecadores”; pero el razonamiento de san Pablo resalta la locura de Amor de DIOS por el hombre: “por un justo todavía habrá quien dé la vida; pero por un pecador, nadie arriesga”. Sin embargo CRISTO dio la vida por nosotros cuando éramos pecadores y esa es la prueba de que DIOS nos ama” (v.7-8). JESÚS había dicho: “no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores; no he venido a curar a los sanos, sino a los enfermos” (Cf.  Lc 5,31-32). Las celebraciones de la Cuaresma atraen las gracias que activan las promesas dadas en la Palabra.

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