La entrada mesiánica de Jesús

Mons. Hipólito Reyes Larios
Mons. Hipólito Reyes Larios

En este día, 28 de marzo de 2021, celebramos el Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, Ciclo B, en la liturgia de la Iglesia Católica, con el cual iniciamos la celebración de la Semana Santa.

La entrada mesiánica. El primer pasaje evangélico de hoy es de San Marcos (11, 1-10) el cual presenta la entrada de Jesús en Jerusalén y se proclama después de bendecir los Ramos y las Palmas. Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey, pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de “David, su padre”. Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación y por eso es aclamado con el grito de “Hosanna” que quiere decir “¡Sálvanos!”. Así el “Rey de la gloria” (Sal 24) entra en su ciudad “montado en un asno” (Zac 9, 9) y conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, no por la astucia o por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad (Jn 18, 37). Por eso los súbditos de su Reino en ese día fueron los niños y los pobres de Dios, que lo aclamaban como los ángeles los anunciaron a los pastores en el día de Navidad. La aclamación “Bendito el que viene en nombre del Señor” (Sal 118, 26) ha sido recogida por la Iglesia en la aclamación de “Santo” de la liturgia eucarística para introducir el memorial de la Pascua del Señor. La entrada de Jesús en Jerusalén manifiesta la venida del Reino que el Rey-Mesías llevará a cabo mediante la Pascua de su Muerte y de su Resurrección (Cfr. CEC 559-560).

La Fiesta de Pascua. El Evangelio de Juan refiere que Jesús celebró tres fiestas de Pascua durante el tiempo de su vida pública. La primera en relación con la purificación del Templo; la segunda con ocasión de la multiplicación de los panes y la tercera con la Pascua de su muerte y resurrección, que se ha convertido en su gran Pascua y en el fundamento de la Pascua Cristiana. Los Evangelios sinópticos hablan únicamente de la Pascua de la Cruz y la Resurrección. La última meta de la subida de Jesús a Jerusalén es la entrega de sí mismo en la cruz para reemplazar los sacrificios antiguos. Se trata de ascender ya no a una tienda hecha por la mano de hombres sino al cielo mismo, a la presencia de Dios (Heb 9, 24) conducido por el amor extremo (Jn 13, 1). Actualmente, la Iglesia saluda al Señor en la Sagrada Eucaristía como el que ahora viene, el que hace su entrada en ella. Y lo saluda simultáneamente como aquel que sigue siendo el que ha de venir y nos prepara para su venida. En nuestra peregrinación terrena hacia Él, sale a nuestro encuentro y nos incorpora a su subida hacia la cruz y la resurrección, hacia la Jerusalén definitiva que, en la comunión de su cuerpo, ya se está desarrollando en medio de este mundo.

Las lecturas de hoy. La primera es del Profeta Isaías (50, 4-7) la cual presenta al misterioso Siervo del Señor que escucha con oídos de discípulo, que conforta con palabras de aliento al abatido, que es insultado y golpeado pero, a pesar de todo, pone toda su confianza en Dios. Es un preludio de la pasión de Jesús y se complementa con el Salmo 21: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has abandonado?”. La segunda es de Filipenses (2, 6-11): Cristo, siendo Dios, no se aferró a su condición divina sino que se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y se humilló. Por obediencia aceptó la muerte de cruz. Por eso, Dios Padre lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre pues Jesús es el Señor. El relato de la Pasión, según San Marcos (14, 1-15, 47), es directo, esquemático y ocular. Abarca tres etapas: el arresto, el proceso y la ejecución. La narración se orienta a la afirmación del centurión romano ante la muerte de Jesús: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

+Hipólito Reyes Larios
Arzobispo de Xalapa

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