La ‘Economía de Francisco’ no existe

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Hoy comienza la primera de las cuatro MasterClass relacionadas con la producción agroalimentaria y energética. Participan en el evento como expositoras, Ingrid Neuque, del pueblo mhuysqa de Colombia y Patricia Gualinga kichwa, de Sarayaku, Ecuador.

La expresión ‘Economía de Francisco’ se parece a la de ‘Iglesia de Francisco’ en el sentido de que ninguna de las dos existe. La Iglesia es ahora y siempre la Iglesia de Cristo o podemos cerrar el negocio y dedicarnos a cualquier otra cosa. La expresión concita la inquietante idea de que hay una iglesia nueva, distinta, con cada Papa, o quizá con cada Papa de cierta altura e iniciativa, o, a lo peor, que esto de ahora es lo verdadero y lo anterior fue un ensayo. Papas hemos tenido literalmente a cientos, y si no se cumplen las profecías de los milenaristas, aún tendremos otros tantos. Me tranquilizaría enormemente que Su Santidad desautorizara el extendidísimo uso de la etiqueta.

El caso de la Economía de Francisco es, naturalmente, más inocuo, pero igualmente inexistente. No porque no puedan aplicarse modelos económicos distintos de los que han existido (aunque el margen es mucho menor de lo que creen muchos), sino porque Francisco, aunque ha hablado abundantemente del asunto, nunca ha propuesto un modelo operativo.

Francisco desea una economía más humana, que no deje atrás a los descartados, más inclusiva y sostenible. Pero, ¿es que alguien desea una economía inhumana, que suma en la pobreza a la población dejando el poder económico en manos de unos pocos, que excluya y no se sostenga? Calificar de ‘modelo económico’ esos deseos -’sueños’, en su vocabulario habitual- es como imaginar que la preferencia por líderes altruistas y honrados es un modelo político. Los modelos económicos aplicables son los que cuentan con la naturaleza humana tal como es, no esperando transformarla mágicamente por decreto. Eso es algo que ni el propio Dios se permite a Sí mismo.

Pero aunque todo sea indeciblemente vago y desiderativo, sí parece que Francisco tuviera barruntos del sistema que prefiere, y como muestra la presencia de esos indígenas en las MasterClass, no excesivamente tranquilizador. El Sínodo de la Amazonía se dedicó en parte a dibujar un cuadro idílico de tribus paleolíticas con una esperanza de vida que ronda los treinta años y que han sido incapaces de subvenir a necesidades que casi cualquier ser humano del planeta considera básicas.

El Papa ha dicho varias veces que “el centro del Evangelio son los pobres”. Afortunadamente, lo ha dicho siempre en cartas personales o conversaciones informales, y así puedo seguir creyendo sin conflictos que el centro del Evangelio es Cristo. Pero en este énfasis sobre la pobreza no parece existir un deseo de acabar con ella, sino una idealización del pobre, lo que suele llamarse ‘miserabilismo’. Eso combina regular con la afición a los grandes nombres, a las ‘celebrities’ del tipo de Chelsea Clinton o Anthony Fauci que llenan esos mismos congresos, seminarios y eventos varios. Se diría que entre Jeffrey Sachs y los representantes del pueblo mhuysqa hay un enorme hueco ahí en medio. Es el que representamos esa categoría tan poco exótica y glamurosa de la gente corriente, del montón.

Quizá esa adanista preferencia por la pobreza sea la que explica que se haya mostrado siempre tan especialmente cercano y entrañable con los líderes de tiranías de izquierdas, incluyendo al finado Fidel Castro y su encantador hermano, y también la causa de que no quiera disgustar al nuevo sátrapa lamentando la represión de las protestas cubanas.

 

Por Carlos Esteban.

Infovaticana.

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