La Divina Misericordia

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

Este domingo celebramos la Divina Misericordia, es decir, el amor compasivo de Dios por el ser humano, un amor que se traduce en perdón, en paz y en alegría. Veamos.

«La Paz esté con ustedes»

La paz es un atributo esencial de Dios: «Yahveh- Paz» (Jue 6,24), es el efecto de la bendición de Dios (Nm 6,26) y representa la plenitud de la vida (cf. Ml 2,5). La paz de Dios genera fecundidad (Is 48,19), bienestar (Is 48,18), prosperidad (Is 54,13), ausencia de temor (Lv 26,6) y alegría profunda (Pr 12,20). La promesa de paz, que recorre todo el Antiguo Testamento, halla su cumplimiento en la Persona de Jesús, por ello, la paz es el bien mesiánico por excelencia, que engloba todos los demás bienes salvíficos. La paz de Cristo es la reconciliación con el Padre (Ef. 2,14).[1] La paz es la armonía interior entre el pensamiento, la emoción, la decisión y la actitud. La paz produce pensamientos claros, emociones equilibradas y actitudes acertadas. La paz es un “orden basado en la verdad, establecido de acuerdo con las normas de la justicia, sustentado y henchido por la caridad y…realizado bajo los auspicios de la libertad.” (Juan XXIII)

«Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor»

Jesucristo, Evangelio viviente, llena de alegría el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Él. El Evangelio y el Papa Francisco nos invitan insistentemente a la alegría. «Alégrate» es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). Juan salta de alegría en el seno de su madre Isabel, cuando es visitada por su prima María, que lleva en su vientre al Salvador (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: «Mi espíritu se llena de alegría en Dios, mi salvador». Jesús mismo «se llenó de alegría en el Espíritu Santo» (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: «Os he dicho estas cosas para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea plena» (Jn 15,11).[2] La alegría plena brota del Espíritu santo, que nos conduce a un encuentro vivo con el Padre y el Hijo. No sólo es un estado de ánimo sino una actitud transparente, fruto del encuentro permanente con Dios. El que vive y está alegre contagia a los demás, con su buen carácter y su forma de ser. Es mejor vivir alegres que amargados.

«La misericordia del Señor es eterna» Sal 117

La misericordia es el amor compasivo de Dios por el ser humano (DM # 15; cf. MV # 11); es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida (MV # 2); es la vía que une a Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre (MV # 2). La misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón (MV # 9), la cual, siempre será más grande que cualquier pecado y a la que nadie podrá poner un límite porque procede directamente de Dios (MV # 3). Jesucristo es el rostro de la misericordia del Padre. La misericordia de Dios es eterna, gratuita, salvífica y redentora.


[1] Cf. Compendio de la DSI # 488, 489, 491 y 492.

[2] Cf. EG # 1 y 5

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