La Divina Maternidad de la Santísima Virgen, merecedora del título de Corredentora

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Astiterunt reges terræ, et principes convenerunt in unum, adversus Dominum, et adversus Christum ejus (Sal 2, 2). 

Los reyes de la tierra y los príncipes se han aliado contra el Señor y contra Cristo

 

El Salmo que da comienzo al Primer Nocturno de Maitines de este día declama sucintamente. Rompamos sus ataduras; echemos de nosotros su yugo! 

¿No es esto lo que hemos estado viendo suceder ante nuestros ojos durante mucho, demasiado tiempo?

¿No quieren los poderosos y la élite romper todo vínculo con Dios y rebelarse contra su santa Ley?

¿No buscan desfigurar la imagen del Creador en la criatura y la semejanza de la Santísima Trinidad en el hombre?

¿Y cuántas veces somos nosotros mismos tentados a sustraernos del dulce yugo de Cristo, acabando por hacernos esclavos del mundo, de la carne y del diablo?

 

Toda la liturgia de hoy resuena con la indignación de la Divina Majestad; de la consternación del Padre providente ante la rebelión de sus hijos; del dolor del Hijo por la ingratitud del hombre; del amargo chasco del Paráclito ante la loca obstinación en el mal de los que se hacen ciegos a la Verdad y sordos a la Palabra de Dios.

El silencio de la Esposa del Cordero, que ayer se desnudó en sus altares, recordando el reparto de las vestiduras de su Señor, nos remite a la severa liturgia del Calvario, a la solemne acción sagrada de la Pasión, cuyo divino celebrante entonó la antífona Deus, Deus meus, quare me dereliquisti? 

 

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 21,1), lo que fue malinterpretado por quienes presenciaron ese ritoEliam vocat iste

 

Está llamando a Elías – decían los presentes, sin saber que tenían ante sí al Dios Encarnado que estaba cumpliendo, ante sus ojos, exactamente lo que David había profetizado en el Salmo veintiuno.Speravit in Domino, eripiat eum: salvum faciat eum, quoniam vult eum

 

Esperó en el Señor, que lo libre: que lo salve, ya que lo desea

 

Y repetían, como leemos en la Pasión: Si Filius Dei es, descende de cruce! 

 

¡Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz! 

 

Y otra vez: Diviserunt sibi vestimenta mea, et super vestem meam miserunt sortem

 

Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes . 

 

Al pie de la Cruz, los soldados tiraron los dados por la vestidura sin costuras del Señor, sin saber que con este gesto participaban en la representación sagrada profetizada por la Escritura.

¡Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz! Que estupidez. No entendieron que precisamente porqué ese hombre desfigurado por los tormentos del Pretorio, la flagelación, la coronación de espinas, la subida al Gólgota y la crucifixión era el Hijo de Dios, no quería descender de la cruz

 

El sacrificio de un hombre, aun el más heroico y atroz, nunca hubiera podido reparar la infinita gravedad del pecado original y de los pecados de todos los tiempos: para poder redimirnos de ser hijos de la ira y restaurarnos a la del orden de la Gracia, era necesario que en esa cruz muriera Dios, o más bien el Hombre-Dios, Aquel que desde toda la Eternidad había respondido Ecce, venio -He aquí que vengo-a la voz del Padre

 

Aquel que en vista de cuya Encarnación la Sabiduría divina había preparado a la Virgen Inmaculada, el más digno tabernáculo del Altísimo – Domus Aurea – la Casa de Oro, el Arca de la nueva y eterna Alianza, el Trono de la SabiduríaFoderunt manus meas et pedes meos: dinumeraverunt omnia ossa mea

 

Han traspasado mis manos y mis pies: han contado todos mis huesos Y aquellas manos santísimas, esos pies benditos que fueron atravesados ​​por clavos, aunque la costumbre romana era que los condenados sólo fueran atados a la cruz, debieron abrir los ojos de un pueblo que oyó esas palabras repetidas en las sinagogas, palabras que los Sumos Sacerdotes sabían de memoria, palabras que los doctores de la Ley enseñaban a los niños judíosPotaverunt me aceto, advertía el Salmo

 

– me dieron de beber vinagre mientras un soldado intentaba dar de beber al Señor agonizante con una caña.

Deberíamos preguntarnos si la ignorancia del pueblo judío debido a la corrupción del Sanedrín no suena como una terrible advertencia para los Sumos Sacerdotes de hoy, quienes son igualmente responsables de la ignorancia del pueblo cristiano; y si la amenaza que los Sumos Sacerdotes veían entonces en el manso Nazareno que hacía milagros y predicaba el Evangelio, al punto de tramar enviarlo a la muerte por mano de la autoridad civil, no hiciera temblar a los Sumos Sacerdotes presentes, que aún hoy recurren a los reyes de la tierra ya los príncipes para impedir Su Reino, con la única intención de mantener su poder y prestigio social.

Vinea mea electa, ego te plantavi: quomodo conversa es in amaritudinem, ut me crucifigeres, et Barabbam dimitteres? Sepivi te, et lapides elegi ex te, et ædificavi turrim. 

 

Estas son las palabras del Responsorio del Primer Nocturno

 

Oh mi amada viña, fui yo quien te plantó: ¿cómo pudiste darme frutos amargos, hasta crucificarme y liberar a Barrabás? te cerqué; Quité las piedras de tu suelo; Construí una torre de vigilancia para ti

 

A esta viña, cultivada con tanto esmero, la Sabiduría Divina grita su amorosa y atormentada advertenciaConvertere ad Dominum Deum tuum

 

Convertíos al Señor vuestro Dios.– y lo repite durante los dolores de la Pasión, al contemplar la traición de Jerusalén, la apostasía de Israel. Temblamos, queridos hijos, al pensar cuán grande es el tormento de Nuestro Salvador al contemplar la traición de aquellos que, redimidos por Su Preciosísima Sangre y comprados al precio de tanto sufrimiento, hoy condenan una vez más al Señor a muerte y elige liberar a Barrabás.  Tamquam ad latronem existis cum gladiis et fustibus comprehendere me: quotidie apud vos eram in templo docens, et non me tenuistis: et ecce flagellatum ducitis ad crucifigendum

 

Has salido a prenderme, como ladrón, con espadas y garrotes: diario estaba Yo con vosotros en el templo enseñando, y no me prendisteis; y he aquí, me llevais a ser azotado y crucificado

 

Todos los días hemos oído al Señor enseñando en nuestras iglesias, por boca de Sus Ministros, y hoy hay quienes se mueven contra Él con espadas y garrotes, como si fuera un malhechor. Adversus Dominum, et adversus Christum ejus

 

Contra el Señor y contra su Cristo.

Y si el tormento del Señor traicionado por sus seguidores, abandonado por sus Apóstoles, y negado y dejado solo a merced de sus enemigos no es suficiente para movernos a detestar nuestras infidelidades, pensemos en el dolor espantoso de Su Santísima Madre, que concibió, amamantó y crió al Hombre-Dios, lo vio hacerse adulto y lo acompañó durante treinta años para verlo traicionado por aquellos a quienes más había beneficiado, enviado a morir por aquellos que solo unos días antes. lo había aclamado como Hijo de David y Rey de Israel.

 

Contemplemos a Nuestra Señora de los Dolores, cuyo Inmaculado Corazón fue traspasado por una espada, y permanezcamos de pie al pie de la Cruz junto a San Juan

 

En aquellas terribles horas la Divina Maternidad de la Santísima Virgen debía conocer de manera única e íntima la Pasión de su amadísimo Hijo, para merecerle el título de Corredentora

 

A Su tormento por los sufrimientos de Nuestro Señor se añadió Su sufrimiento por nuestros pecados, causa de tanto dolor por el Salvador. Cada uno de ellos traspasó el Sacratísimo Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, uniendo místicamente al Divino Hijo y  a la Purísima Madre en la Pasión. Esto debería bastar, queridos hijos, para hacernos aborrecer nuestros pecados y estimularnos no sólo a convertirnos, sino a hacer de cada respiro, de cada latido de nuestro corazón, de cada pensamiento, motivo de alivio y consuelo para Ellos,

En el silencio de la Parasceve, cuando la misma naturaleza asiste en silencio a la inmolación de Dios – ¡de Dios! – casi incrédulos ante la dureza de tantos corazones, postrémonos ante la Cruz, repitiendo con San Venancio Fortunato las solemnes palabras del himno con el que acompañaremos al Santísimo Sacramento desde el Sepulcro hasta el altar:

¡Oh Crux, ave, spes unica!

¡Salve, oh Cruz, nuestra única esperanza!

Doblemos la rodilla ante el madero de la salvación consagrado por el Nuevo Adán.

Salve ara, salve, victima.

Salve, altar; Salve, víctima.

Bienaventurado el hombre en cuyos brazos ha colgado el precio del mundo

habiendo hecho un balance del cuerpo, tomó los despojos del infierno .

Árbol bendito, cuyas felices ramas dieron a luz

la riqueza que restauró el mundo;

La viga que hizo pesar ese Cuerpo

que levantó la presa esperada del infierno.

Hagamos nuestros los versos consoladores de Crux Fidelis:

Dobla las ramas, el árbol alto, las entrañas sueltas

la rigidez el que dio la natividad

para que extiendas los miembros del reino arriba con un tronco manso.

Dobla tus ramas, árbol anciano,

relaja tu médula interior y tu rigor,

suaviza esa dureza nativa,

y estirar suavemente sobre tu madera

los miembros del Rey celestial.

Canta, en lengua, el laurel de la gloriosa lucha

y en el trofeo de la cruz, di un noble triunfo

cómo vence el Redentor sacrificado del mundo.

Canta, mi lengua, la gloria

de la lucha victoriosa,

y el trofeo ganado en la Cruz.

Habla del noble triunfo:

el Redentor del mundo conquistado

inmolándose a sí mismo.

Y que así sea.

 

+ Carlo María, Arzobispo

15 abril 2022

Buen viernes-

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