La “cultura de la cancelación”, conocida también como la “cultura del woke” es una rama pujante de la corrección política que se está imponiendo con fuerza en Occidente, primero en Estados Unidos y ya presente en muchos otros países.
Estatuas derribadas, libros proscritos, obras de teatro suspendidas, personajes demonizados y sobre todo una historia malinterpretada y leída desde una óptica ideológica de izquierda radical son la base en la que se sustenta esta corriente nacida en campus universitarios de EEUU bajo una aparente rebelión contra la “opresión” el “odio”, el “racismo” o la “discriminación”.
Pero en el fondo la “cultura woke” se traduce en una sumisión acrítica ante la corrección política mediante una culpabilización de los grandes personajes y momentos de la civilización occidental de base cristiana.
Esto lleva a sus ideólogos a querer imponer que una persona blanca no pueda traducir la obra de una poetisa de raza negra o que se fomente la persecución furibunda contra un personaje que ayudó a miles de nativos americanos como San Junípero Serra, a quien acusan de “racista” y «esclavista».
Sobre este asunto habla Mathieu Bock-Côte, sociólogo canadiense que acaba de publicar un libro sobre este asunto, La Révolution Racialiste. Y precisamente la cuestión racial es la que se ha utilizado para abrir el camino del “woke”.
Mathieu Bock-Côté se ha atrevido a escribir un libro sobre la cultura woke
En una entrevista con Famille Chretienne, Bock-Côté define esta nueva ideología como una “forma de antirracismo pervertido que empuja a definir las sociedades occidentales y el conjunto de las relaciones sociales que las estructuran según el criterio racial. Todo se divide entre una mayoría ‘blanca’, por un lado, y minorías ‘racializadas’, por el otro. El primero sería dominante, los segundos dominados. Los blancos deben hacer penitencia y son racistas sólo por el color de su piel, y las personas racializadas son la nueva categoría mesiánica”.
Y lo que empezó como una cuestión racial se ha trasladado ya a la ideología de género e incluso al cuestionamiento de la civilización occidental de base cristiana. En su opinión, se trata “de una corrección política radicalizada, presentándose como hipersensible a las demandas de aquellos que dicen hablar en nombre de las minorías. Quien no sea ‘woke’ es considerado un insensible, se la acusa de falta de empatía”.
En cuanto a la “cultura de la cancelación, este sociólogo asegura que es el “método fuerte del wokismo que pretende desterrar del espacio público a quienes de una u otra forma se oponen a las reivindicaciones de esta supuesta diversidad”.
“Si no te sometes a la teoría del racismo sistémico es una prueba de que eres cómplice del orden racista, ya que te niegas a nombrarlo y a participar en su desmantelamiento, y por tanto estás participando en la consolidación del orden racista”, comenta Bock-Côté sobre una ideología que ha tenido gran acogida en el mundo del entretenimiento, los medios de comunicación y también ya en la política.
Por tanto, el objetivo de los defensores de la ideología “woke” es “reeducar por completo a la población, deconstruir sus prejuicios y sus sesgos implícitos”. Y los pueblos occidentales son ahora tratados –añade el sociólogo- como categorías contrarrevolucionarias a liquidar, como en otros tiempos fueron los vendeanos”.
Para Bock-Côté hay un claro vínculo entre la ideología de género y este pensamiento racial: “Si somos capaces de convencer a una población de que el hombre y la mujer no existen, entonces todo es posible, todo se puede decir: es como si llegáramos a decir que lo real es totalmente manipulable, que puede disolverse en cualquier ortodoxia ideológica. Estamos llegando a una forma de gran inversión ideológica: lo masculino y femenino se convierten en categorías ideológicas reaccionarias, y la fluidez del género se convierte en la nueva base antropológica de la identidad sexual. Así, la sociedad se convierte en un campo de reeducación ideológica”.
Churchill ha sido una de las víctimas de la cultura woke, cuya estatua ha sido vandalizada
Por otro lado, el autor canadiense denuncia el carácter cuasi religioso que se está dando a esta cultura de la cancelación: “sueñan denunciando los ‘privilegiados’ ontológicos de las sociedades occidentales y también con liberarse del mal renaciendo en el mundo como aliados de las minorías para acompañarlos en el camino de la emancipación”.
Igualmente, Bock-Côté denuncia la intolerancia del wokismo, donde “el adversario se presenta como el enemigo de la humanidad. Es un xenófobo, un racista, un odiador. Debemos levantar una cruzada contra él. Cabe precisar que esta ideología ya no se limita a la universidad sino que se despliega en los medios de comunicación, e incluso, y quizás sobre todo, en las grandes empresas que se transforman en talleres de reeducación ideológica como vimos con Coca Cola, donde se impuso la capacitación a los empleados para aprender a ser ‘menos blancos’”.
En un artículo en La Nef que recogía Religión en Libertad, este sociólogo advertía que “la ola Woke parece llevárselo todo por delante. Pero es imprescindible plantear una firme resistencia. Y no se podrá hacer mientras no se logre desvelar su estrategia de manipulación del lenguaje, que nos introduce en un mundo paralelo, un mundo lleno de definiciones alternativas, que trunca la relación con lo real y nos obliga a ir evolucionando según los dictados de ideólogos acusadores que consideran que quienes les plantan cara merecen el destierro social: con razón se habla de cultura de la cancelación”.
Y concluía asegurando que “esto implica también que no hay que contentarse con oponer a la ideología Woke una simple referencia al sentido común. Ante este impulso ideológico violento que ejerce una especie de hechizo sobre las nuevas generaciones (quienes a menudo no conocen otro lenguaje que ése y se socializan íntegramente a través de las redes sociales, donde lo Woke es dominante), es preciso volver a los principios fundamentales sobre los que se apoya la civilización que quiere aniquilar”.
J. Lozano / ReL
07 mayo 2021