La Cruz cristiana

2Crónicas 36,14-16.19-23 | Salmo 136 | Efesios 2,4-10 | Juan 3,14-21

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

La Resurrección de JESUCRISTO es el hecho que ofrece una relectura de todo lo anterior, presentado en el Nuevo y Antiguo Testamento. Vivimos la Cuaresma cada año con la presencia renovadora del ESPÍRITU SANTO, porque JESÚS ha resucitado; y miramos a la Cruz sabiendo que en todo su dramatismo no imperó el fracaso, sino que la Cruz se volvió signo de victoria. La Palabra de JESÚS a Nicodemo se cumple: “lo mismo que Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre” (Cf. Jn 3,14). La serpiente es el símbolo del Malo, del Diablo o Satanás, que pone en movimiento el pecado entre los hombres. El Hijo del hombre -JESUCRISTO- dará muerte a la serpiente asumiendo o cargando con el mal inoculado a todos y cada uno de los hombres. Quien mire a la Cruz quedará sano como aquellos afectados por la mordedura de la serpiente (Cf. Nm 21,6ss). El veneno de la serpiente es el pecado, que no es otra cosa que odio a DIOS y destrucción del hombre como hijo de DIOS. Los cristianos miramos a la Cruz como la fuente de la Divina Misericordia que perdona nuestros pecados, restablece las heridas y consecuencias originadas; y nos da la certeza de la Salvación o de una eternidad con DIOS. La llamada desde la Cruz es universal, porque representa el momento de mayor revelación; “cuando YO sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia MÍ” (Cf. Jn 12,32). JESÚS no entrega su vida por “muchos”, sino por todos los hombres, aunque no todos lo quieran aceptar. Proclamamos un solo DIOS, y un solo SEÑOR, JESUCRISTO, que entrega su vida para la Salvación de todo el género humano. Cuando las imágenes del SEÑOR salen a la calle, exponiendo los distintos momentos de su Pasión y muerte, presentan la imagen plástica de cada secuencia y mueven a la devoción, al recogimiento, a la contrición, la adoración o la acción de gracias, porque la imagen que tenemos ante nosotros es la representación de la humanidad del HIJO de DIOS. La belleza desborda la imagen misma y transmite la bendición que en ese instante se vive como una experiencia espiritual, religiosa y cristiana, porque en ningún momento deja de estar la presencia de CRISTO que vive, mostrándose ahora doloroso y sufriente. La Cruz cristiana no está vacía, pues en ella está CRISTO, que se ha dejado clavar en ella con los nombres de todos los hombres. Nos adelantamos a la Vigilia Pascual y decimos: “dichosa la culpa que mereció tal REDENTOR”. No es reiterativo meditar cada año, de manera detenida, por qué muere JESÚS en la Cruz, aunque parte de la respuesta la sepamos. En la Cruz hay contestación creciente para entender algo más sobre la Justicia de DIOS, el problema del mal en el mundo, el pecado personal y las estructuras sociales que procuran el pecado y la degradación del hombre. No sólo la Cruz es fuente de entendimiento del infinito Amor Misericordioso de DIOS, sino que se convierte en fuente de Gracia y Fortaleza para asumir las propias cruces pequeñas y limitadas, pero sentidas de manera pesada, e incluso llevándonos al límite de las propias fuerzas. Entonces la Cruz de JESÚS se vuelve en nuestro particular Cirineo, y nos despierta fuerzas donde no las había. La Pasión de CRISTO es el núcleo denso de los cuatro evangelios, la lección magistral del único MAESTRO. Todos “mirarán al que traspasaron” (Cf. Jn 19,37); porque en ese hombre clavado en la Cruz está la respuesta a los interrogantes fundamentales y permanentes de todos los hombres. La máxima conspiración satánica, que clava a JESÚS en la Cruz, se encuentra allí mismo con su propia muerte. La cualidad moral y espiritual de JESÚS, que muere, es la del SANTO de DIOS (Cf. Jn 6,69) El enemigo y padre de la mentira desde el principio, no puede soportar su Presencia, y él mismo se precipita a la separación abismal de una oscuridad cegadora, que le impidan ser deslumbrado, pues “sus obras le niegan acercarse a la LUZ” (Cf. Jn 3,20).

La predicación de la Cruz

El ESPÍRITU SANTO da a la Iglesia el día de Pentecostés una predicación que se repetirá hasta el final del mundo: “tenga en cuenta toda la Casa de Israel, que DIOS ha constituido SEÑOR y CRISTO a este JESÚS, que vosotros habéis crucificado” (Cf. Hch 2,36). El camino hacia DIOS sigue los pasos del CRUCIFICADO, porque desbordando todos los cálculos ha resucitado. JESÚS está vivo y conserva las señales propias de haber pasado por el martirio de la Cruz. El rescate de los hombres no fue un paseo placentero; estuvo acompañado, por otra parte, de las insidias y conspiraciones malévolas inspiradas por el pecado de los hombres. JESÚS quiere ser presentado y predicado a todos los hombres como “manso y humilde de corazón” (Cf. Mt 11,29), que acoge comprensivamente a todos los pecadores arrepentidos para sanar sus heridas y aliviar el peso de su carga. La predicación de la Cruz de JESUCRISTO no es una acusación condenatoria hacia nadie, pero tiene que mantenerse el hecho de su muerte expiatoria por razón de nuestros pecados, perdonados a renglón seguido, acogiéndonos a su infinita Misericordia. Esa predicación dada el día de Pentecostés se propone universalmente, quedando el hecho significado en la pluralidad de gentes congregadas para escuchar a los Apóstoles asistiendo a la proclamación de las maravillas de DIOS en su propia lengua (Cf. Hch 2,11). La maravilla principal, por la que debemos dirigir toda nuestra alabanza a DIOS es la Redención o Salvación de nuestras vidas. Después de aparecer en la existencia, en este mundo, nada tiene más importancia que la seguridad de la Salvación que nos da una Vida Eterna con DIOS. Pese a todo, las palabras de JESÚS se cumplen: “la Salvación nos viene de los judíos” (Cf. Jn 4,22). JESÚS es judío, desarrolla la misión en medio del pueblo judío destinatario de las promesas (Cf. Rm 9,6). En otro lugar, san Pablo nos dice: “DIOS no  revoca los dones ofrecidos” (Cf. Rm 11,29). A pesar de haber dado muerte al HIJO de DIOS, los primeros que escuchan el Mensaje de Salvación son aquellos que habían pedido o presenciado la muerte de JESÚS con mayor o menor indiferencia. La Resurrección de JESÚS es la victoria también de la Divina Misericordia para todos los hombres, especialmente recordada en el tiempo de cuaresma. DIOS no quiere echarnos en cara nuestros pecados, sino que los reconozcamos con sinceridad y vivir la experiencia interior de su perdón. DIOS no quiere hijos espiritualmente muertos: “no quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta de su conducta y viva” (Cf. Ex 33,11). La predicación es el medio previsto para tocar los corazones y transformarlos: “cómo invocarán el Nombre del SEÑOR, si no tienen Fe; cómo van a creer, si nadie les predica; cómo se va a predicar, si no se es enviado” (Cf.Rm 10,14-15) No vale cualquier predicación o anuncio de Salvación. San Pablo pone las bases de su evangelización al comienzo de la primera carta a los de Corinto: “me envió CRISTO a predicar, y no con palabras sabias para no desvirtuar la Cruz de CRISTO; pues la predicación de la Cruz es una necedad para los que se pierden, mas para los que se salvan, para nosotros, es Fuerza de DIOS” (Cf. 1Cor 1,17-18) Tengamos presente, que la mayor parte de los textos del Nuevo Testamento antes de constituirse en Escritura fueron inicialmente predicación, por lo que su lectura asidua y meditación tiene los efectos de la Palabra ungida por el ESPÍRITU SANTO. La Palabra predicada de hoy tiene que fundamentarse en esta predicación canónica, que encierra el contenido de revelación.

La ciencia de la Cruz

Lo que enseña la Cruz no corresponde al conocimiento abstracto. Las conclusiones dadas por el acercamiento a la Cruz no pertenecen al campo de las conclusiones dadas por las premisas de un silogismo. La Cruz proporciona luz y conocimiento en el campo de la adoración, la confianza y el encuentro personal con el SEÑOR. La Cruz es el Nuevo Árbol de la Vida, del que surge un conocimiento sin sombra de mal alguno, no como aquel otro que encerraba bien y mal, y por su atractivo captó la atención del hombre, sucumbiendo a sus efectos (Cf. Gen 2 y 3). San Pablo lo expresa muy bien en la carta a los Filipenses: “todo lo considero pérdida, en comparación del conocimiento de CRISTO, mi SEÑOR, y éste crucificado” (Cf. Flip 3,8). Salvo el discípulo Juan, quienes están al pie de la Cruz cuando muere JESÚS son las santas mujeres: MARÍA, la Madre de JESÚS, Salomé, María la de Cleofás y María  Magdalena (Cf. Mt 27,55-56; Mc 16,40-41; Lc 23,49; Jn 19,25). Después de aportar, la mujer, igual dotación genética para la concepción de un nuevo hijo de DIOS, la mujer es la que acoge y gesta la  vida humana hasta que está dispuesta para nacer. El proceso de gestación y nacimiento es doloroso, pero vence el sentido de maternidad impreso en la naturaleza de la mujer. No es, por tanto, una anécdota que las santas mujeres vencieran múltiples barreras para estar al lado de JESÚS muriendo en la Cruz. Había una percepción y certeza de que aquella muerte daría paso a una vida nueva y distinta, que estaba en sintonía con su condición de mujeres y madres. Hay que considerar sin fisuras, que está muriendo en la Cruz el mismo HIJO de DIOS, que nació de MARÍA Virgen, predicó y mostró con solvencia que traía un Nuevo Mensaje y una nueva Presencia de DIOS al mundo. Aceptando aquel destino, la Cruz de JESÚS se estaba convirtiendo en el punto clave para todo hombre y toda la historia del hombre. DIOS nos abraza misericordiosamente en la Cruz de su HIJO. Nuestros pecados sólo quedan perdonados por la sangre del CORDERO de DIOS inmolado en la Cruz. La Justicia de DIOS recayó sobre su HIJO y en ÉL sólo podemos encontrar nuestro revestimiento de justicia y santidad. La humanidad pidió que su sangre recayera sobre los presentes y la descendencia (Cf. Mt 27,25); y el sentido de este desafío a la Justicia Divina puede tener dos vertientes: la sentencia de culpabilidad condenatoria, y la otra redentora si hay arrepentimiento. La sangre redentora del CORDERO puede blanquear nuestras vestiduras para presentarnos delante del trono de DIOS (Cf. Ap 7,14). La queja por las injusticias sufridas personalmente quedan sanadas y respondidas cuando miramos al CRUCIFICADO. Hace dos mil años que ocurrieron los hechos históricos, pero su recuerdo debe ser un memorial, que actualice la eficacia espiritual de un unos acontecimientos imborrables para la eternidad. Ahora nos postramos ante la Cruz de JESÚS para encontrar la Paz del SEÑOR en medio del dolor personal. Ahora nos ponemos de rodillas, pues no entendemos la muerte prematura de un hijo o un ser querido muy próximo. El fracaso personal nos abruma y no tenemos palabras ni respuestas a los porques; pero si alguien tiene derecho a quejarse de un fracaso humano injustificado es JESÚS muriendo en la Cruz. ÉL se convierte en la Puerta por la que entramos y salimos para encontrar Vida en abundancia (Cf. Jn 10,10 ). En la cruz, JESÚS ha desbordado todos los límites humanos para adentrarnos en el infinito Amor de DIOS donde se encuentran las respuestas que podemos estar buscando. En este sentido, la Cruz nos sugerirá que en más de una ocasión aceptemos el no-saber y acentuemos el camino de la confianza incondicional, pues podremos formular preguntas que en esta vida no tendrán respuesta, y puede ser que en la otra tampoco. JESÚS nos advirtió que los Ángeles no sabían cuándo se produciría el fin del mundo (Cf. Mt  24,26).

Últimos reyes

El segundo libro de Crónicas relata la situación de los reyes de Israel antes del destierro a Babilonia y el retorno del mismo bajo el reinado de Ciro el rey de los Persas. Exequias y Josías son dos reyes que aparecen como monarcas fieles a la Alianza, pero después de la muerte de Josías las potencias de alrededor van poniendo reyes a su gusto y conveniencia, que llevan a Israel al distanciamiento de los compromisos de la Alianza con YAHVEH. Como consecuencia de lo anterior, Nabuconodosor lleva deportados a los israelitas a Babilonia durante cincuenta o setenta años, y vuelven cuando Ciro, rey de los persas, decide que cada grupo de su imperio restablezca el culto a sus propios dioses, de tal modo que los israelitas pudieron volver a su tierra, reedificar la ciudad de Jerusalén y el Templo que había sido destruido. Nos movemos entre el año quinientos noventa y siete y el quinientos treinta y ocho, pero tampoco el regreso fue uniforme y total, aunque la nostalgia por la propia tierra y el Templo quedase en sus oraciones: “cómo cantar un canto de Síon en tierra extranjera. Si me olvido de ti Jerusalén, que se me paralice la mano derecha, que se me pegue la lengua al paladar, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías” (Cf. Slm 136,4-6).

Particularidad de Israel

Debemos considerar en algún momento la singularidad del pueblo de Israel, porque nos interesa observar el modo que DIOS ha tenido para revelarse a los hombres. El territorio ocupado por los hebreos salidos de Egipto liderados por Moisés, pertenece al país de los cananeos. Es la tierra de Canán, la que YAHVEH entrega a los israelitas porque aquellas gentes realizaban todo tipo de cultos contrarios a la dignidad del hombre: sacrificios humanos, prostitución sagrada, invocación de muertos y todo tipo de magia negra. En los cinco primeros libros de la Biblia se resalta que la tierra es de YAHVEH y la entrega a quien quiere. La serie de acontecimientos que acompañan al Pueblo elegido están dispuestos para ser depositario de una revelación única entre todos los otros pueblos existentes. Este punto es crucial, pues el monoteísmo no era concebido por las antiguas culturas. Por otra parte no era reconocido un DIOS trascendente totalmente diferente de los hombres y al mismo tiempo interesado por cada detalle de la vida de sus hijos. El Pueblo de Israel es el Pueblo de la Biblia, que recoge la singularidad de la revelación de DIOS. Israel es insignificante en todos los otros factores de carácter social, político, militar o cultural. Fue un pequeño territorio, habitado por unos miles de personas, y disputado por todos, pues se encontraba en el lugar de paso entre el imperio egipcio y el babilónico o el persa, en otro momento. Pero DIOS elige a este pueblo para manifestarse. La Biblia es el gran tesoro, que hace grande al Pueblo de Israel. La Escritura afirma que todo es creado por YAHVEH; y por tanto la creación no es eterna y los ídolos no tienen consistencia. El culto al sol y la luna queda desmitificado, pues son astros que aparecen en el cuarto día de la Creación (Cf. Gen 1,16-19). El hombre no es un producto de las peleas entre dioses de un olimpo más próximo o lejano, sino que es obra directa de DIOS (Cf. Gen 2,7; 4,1). Lo creado tiene un comienzo y tendrá un final; y no nos movemos en un eterno retorno. Al tiempo que trascendente, DIOS no deja de tratar con los hombres especialmente a través de sus profetas: “nada hace DIOS sin revelarlo antes a sus profetas” (Cf. Am 3,7). El profetismo bíblico es único en la historia de las religiones. Toda la Escritura, a pesar de gran diversidad de autores, estilos y géneros literarios, mantiene una línea vertebradora que dará como resultado la aparición del MESÍAS con unas características únicas, pues estará por encima de cualquier profeta anterior y cerrará la revelación dada al Pueblo elegido.

Últimos acontecimientos

El segundo libro de Crónicas cierra de forma sumaria su relato, que ofrece dando cuenta de los reyes de Israel. Sedecías es el último rey de Israel elevado al trono por Nabuconodosor, pero Sedecias no cumple con lo pactado y Nabuconodosor destruye Jerusalén y el Templo. Tampoco Sedecías tiene en cuenta la palabra del SEÑOR que le llega a través del profeta Jeremías (Cf. 2Cro 36,13). Como en otras ocasiones la desobediencia a la Palabra del SEÑOR trae desgracias, que una vez desencadenadas cambian la vida de las personas drásticamente, y con resultados indeseados. Jeremías es el profeta principal, que está en Jerusalén por aquellos años y sufre coacciones y persecución, de parte, principalmente, de los que rodean al monarca que era un hombre joven.

El desorden se generaliza

“Todos los jefes de los sacerdotes y el Pueblo multiplicaron sus infidelidades según las costumbres abominables de las gentes y mancharon la Casa de YAHVEH, que ÉL se había consagrado en Jerusalén” (v.14). Parece ser que velar por mantener el camino de la virtud es cansino y se cede a la disipación. Da la impresión que no son valoradas las gracias dadas por el SEÑOR, que proporcionan paz interior, dominio de sí mismo y equilibrio en las relaciones con los demás y las cosas que nos rodean. La tentación hacia las emociones fuertes parece arrastrar con frecuencia. Recordamos el comentario de los israelitas por el desierto: “nos da náusea este pan sin cuerpo” (Cf. Nm 21,5), refiriéndose al maná. El culto a los ídolos de los extranjeros no dejaron de influir y contagiar a los propios israelitas, que eran los depositarios del monoteísmo yavista -YAHVEH es el único DIOS-. En todo este desajuste estaban implicados de forma directa los propios sacerdotes, que debían guiar al Pueblo, por lo que el mal ofrecía pocas vías de solución, y la dura corrección divina no se iba a retrasar por más tiempo.

La  misión profética

“YAHVEH, el DIOS de sus padres, les envió avisos por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su Pueblo y de su morada” (v.15). El ALTÍSIMO no se desentiende de las verdaderas necesidades de su Pueblo. Con insistencia la Biblia refiere que YAHVEH es un DIOS celoso, no porque presente rasgos que podríamos calificar de patológicos, sino que DIOS busca el perfeccionamiento del hombre para equiparlo a su misma santidad. La atención del SEÑOR mantiene su Palabra dada por la tierra que un día fue prometida. Aunque parezca una digresión, observamos que Israel sigue siendo un caso único, pues ningún otro Pueblo recupera su tierra después de diecinueve siglos y restablece la lengua original perdida. La razón de lo anterior nos la ofrece el texto: “pues YAHVEH tenía compasión del Pueblo y de su morada”.

Autosuficiencia

“Pero ellos se burlaron de los mensajeros de DIOS y despreciaron sus palabras, y se mofaron de sus profetas, hasta que subió la ira de YAHVEH contra su Pueblo” (v.16). El Pueblo elegido es calificado con frecuencia como gentes de dura cerviz (Cf. Dt 9,13). Los hombres salimos adelante por la fidelidad de DIOS a su propio compromiso con nosotros. La obra de DIOS es su Pueblo y cada uno de sus hijos en particular; pero el alcance de este objetivo no aparece con claridad ante nuestra mirada; y DIOS muestra una infinita paciencia para continuar dando los pasos debidos a lo largo de la historia. La arrogancia de aquellos que se burlaban de los profetas es semejante a los agnósticos y ateos del presente, que son capaces de convertir en superstición las pruebas que hacen razonable la creación del cosmos, y por tanto la existencia de DIOS como el CREADOR de todo lo visible. El profeta tenía la misión de llevar convicción religiosa a los que se proponían como los guardianes de las esencias religiosas del Pueblo.

Final del culto

“YAHVEH entregó a Nabuconodosor todos los del Santuario. Todos los objetos del Templo, los tesoros de la Casa de YAHVEH y de su jefes, todo se lo llevó a Babilonia” (v.17-18). Con todo detalle estaban dispuestos los utensilios para el culto en el Templo; y de forma especial los relacionados con los sacrificios y las ofrendas diarias del incienso. También el conquistador se llevó el Arca de la Alianza, que era un gran relicario de madera de acacia con revestimiento de oro, especialmente la plancha superior presidida por los querubines también oro. No quedaba en el Templo instrumento alguno para el ejercicio del culto por parte de los sacerdotes, y esto anunciaba la destrucción del Templo que sería interpretado como el abandono por parte de YAHVEH a su Pueblo y las promesas dadas. Pronto el Pueblo reaccionaría y haría el correspondiente examen de conciencia, dando paso a un tiempo de gran fecundidad religiosa, pero ahora en el exilio.

La destrucción se hizo visible

“Los babilonios incendiaron la Casa de DIOS y derribaron las murallas de Jerusalén, dieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos los objetos preciosos” (v.19). El conquistador vence de forma definitiva cuando destina todo al anatema y deja tras de sí una tierra del todo calcinada. Es difícil imaginar una desgracia mayor que la originada por la pérdida de todos los enseres, la tierra y la propiedad en pocas horas o días. Las personas así desposeídas no encuentran apoyo en nada. Si a eso añadimos la situación de los ancianos, enfermos o disminuidos físicos; entonces nos acercamos un poco a la magnitud de la catástrofe. El profeta Jeremías les había dicho que se prepararan para echar raíces en la nueva tierra donde iban en calidad de esclavos, pues tardarían en volver, alrededor de setenta años, dos generaciones aproximadamente.

Cautividad

“Los que escaparon de la espada, Nabuconodosor los llevó cautivos a Babilonia, y fueron esclavos de él y de sus hijos, hasta el advenimiento de los persas” (v.20). El esclavismo formaba parte del sistema económico primitivo; y los vencedores en una guerra podían hacer esclavos a los vencidos que eran hábiles para el trabajo en los distintos oficios. No todos tenían que realizar los trabajos más serviles, sino que de forma inteligente podían ser ocupados en las labores para las que mostrasen mejores cualidades. Parece que el exilio en Babilonia no fue en exceso humillante, aunque distintos Salmos y libros como el de Ester o Tobías nos dicen algo de la nostalgia de la tierra de Israel. La evacuación de aquel territorio no había sido total, y quedó un resto, de los que algunos emigraron a Egipto contra el criterio de Jeremías.

La desolación

”Para que se cumpliese la Palabra de YAHVEH por boca de Jeremías, hasta que el país haya pagado sus sábados descansará todos los días de la desolación, hasta que se cumplan los setenta años” (v.21). Este es un texto que refleja algo del Juicio Divino: DIOS ha evaluado y dictado sentencia, y la Palabra se cumple. De muchas formas el SEÑOR procuró evitar que llegase ese momento, pero el comportamiento del Pueblo lo hizo inevitable, pues la conversión brilló por su ausencia. De nuevo entran en juego el tiempo y la Gracia de DIOS. Nuestra condición humana es lenta para aprender y las advertencias dadas por la Divina Sabiduría son ignoradas o directamente rechazadas. Las acciones tienen consecuencias: si sembramos muerte eso mismo cosecharemos; si difundimos el bien y la verdad, de sus frutos recogeremos. De la misma forma que la Gracia puede actuar en silencio y calladamente; así también el mal tiene sus modos clandestinos de moverse hasta que estalla delante de nosotros y destruye.

DIOS es SEÑOR de la Historia

“Así habla Ciro rey de los persas: YAHVEH el DIOS de los Cielos me ha dado todos los reinos de la tierra. ÉL me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén -Judá- quien de entre vosotros pertenezca a este Pueblo sea su DIOS y con ÉL suba” (v.23). De DIOS es la Creación, la historia de los hombres y en cierta medida el corazón de cada uno. Ciro representa al hombre que mantiene un recinto interior suficientemente receptivo para distinguir una Palabra de Verdad. El politeísmo no había ahogado el corazón de aquel rey que se convirtió en un instrumento de YAHVEH para restablecer al Pueblo elegido en su tierra. Las cosas irán con un poco de lentitud con respecto a lo que nos indica este versículo, pero el libro de Crónicas termina bien y dispone las cosas para un buen regreso: la reconstrucción del Templo como lugar por excelencia de la Presencia de YAHVEH dentro de la ciudad Santa, Jerusalén.

Domingo “laetare”

Los cuarenta días previos a la Pascua, que constituyen el tiempo de cuaresma, no pierden el sentido festivo, porque realizamos todas nuestras celebraciones con el fondo de la resurrección del SEÑOR; y por tanto con la certeza de la victoria, que disipa cualquier sombra de duda sobre la fidelidad de DIOS a sus promesas. La Cuaresma dispone el ánimo a la conversión continua, pero con la fuerza y el horizonte de la Esperanza cristiana. Algunos predicadores urgen a la conversión inmediata y total a sus fieles, poniendo mucho énfasis en el grado de incoherencia de los presentes. La conversión no termina hasta unos segundos después de haber dejado este mundo; y mientras tanto la conversión -cambio- es una tarea diaria, a la que no se puede renunciar. Nadie se convierte en totalidad mientras camine por este mundo, pues las decisiones diarias constituyen peldaños en la escala personal. La alegría también debe estar presente en la Cuaresma, pues si la conversión nos acerca a DIOS, estaremos participando con mayor intensidad de su Divina Misericordia, que es siempre fuente de alegría.

JESÚS bajó del Cielo

”Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre” (Cf. Jn 3,14). Estamos en el diálogo con Nicodemo, y el evangelista san Juan recoge una serie de sentencias dadas por JESÚS que van referidas a su condición preexistente con el PADRE y a la misión en medio de nosotros con carácter redentor. JESÚS no deja de establecer relaciones entre su persona y misión con la Revelación dada por DIOS en los hechos salvadores de la Antigua Alianza. El libro de Números recoge la picadura de las serpientes que sufre el Pueblo por sus protestas (Cf. Nm 21,6-9). La serpiente es la representación indeseable del pecado, que aparece intrusamente reptando en el Paraíso con el fin de hacer caer al hombre en la maldad del pecado (Cf. Gen 3,1ss). Conocemos de sobra el resultado de aquella primera inoculación del veneno de la serpiente en las vías espirituales del hombre. La serpiente, diablo o satanás, continúa realizando su destrucción en medio de los hombres que le dan cabida. JESÚS se ofrece como libertador del pecado y de satanás; y todos aquellos que lo miren a ÉL con la confianza de ser perdonados y sanados, obtendrán el perdón y la salud eterna. Lo que hizo Moisés en el desierto fue un signo profético de la realidad verificada en JESUCRISTO. La elevación de JESÚS sobre la tierra tiene dos momentos: la secuencia última de la Pasión, en la JESÚS es clavado y levantado en la Cruz; y el momento de la Resurrección en el que JESÚS asciende al PADRE: “me voy a mi PADRE y a vuestro PADRE, a mi DIOS y a vuestro DIOS” (Cf. Jn 20,17). En cada paso que JESÚS da por este mundo, según el evangelio de san Juan, nos encontramos con la universalidad de su misión y la doble naturaleza de su persona, en la que confluyen con claridad la humanidad y la divinidad. JESÚS no vino a atraer a unos pocos hacia SÍ, sino a todos, y ni uno menos. Otra cosa distinta es el modo de hacer llegar su llamada y el momento de la misma. Nunca debemos pasar por alto, que DIOS cuenta con vías ordinarias y otras extraordinarias, que son desconocidas para nosotros en estos momentos.

La  Vida Eterna

“Para que todo el que crea en ÉL tenga vida Eterna” (v.15). Dos condiciones íntimamente relacionadas para acceder a la Vida Eterna -Cielo- ofrecido por JESÚS: ser liberado y absuelto del pecado por JESÚS y creer en ÉL como el HIJO único de DIOS. A JESÚS le importa que vivamos en este mundo con la mirada puesta en la vida Eterna, pues el tiempo aquí es de una brevedad inapreciable con respecto a la Vida Eterna, que el evangelio de san Juan reitera en los principales discursos de JESÚS.

El motivo del desvelo divino

“Tanto amo DIOS al mundo, que dio a su HIJO único, para que todo el crea en ÉL no perezca, sino que tenga Vida Eterna” (v.16) De nuevo se reitera la preocupación divina para que alcancemos la vida Eterna. Este deseo ardiente de DIOS nace de su mismo AMOR: “tanto amó DIOS al mundo, que envió a su HIJO único”. DIOS nos manifiesta su AMOR con una acción sin precedentes, enviando a su único HIJO. Sabemos en qué condiciones envía DIOS a su único HIJO: afrontando los mismos riesgos que la existencia plantea a cualquier ser humano. Este comportamiento de DIOS nos resulta desconcertante, pero JESÚS no obtuvo más ventajas que las derivadas de su comportamiento personal, y tuvo que enfrentarse al riesgo de ser eliminado por Herodes, o ser rechazado por distintas personas y grupos sociales. Hizo valer su condición divina cuando estaba en juego el cumplimiento de su misión, como en el momento en el que algunos de su pueblo se disponen a despeñarlo por un barranco (Cf. Lc 4,29); o en Jerusalén   un grupo quiere apedrearlo (Cf. Jn 8,59.10,31).

Envío del HIJO

“DIOS no ha enviado a su HIJO al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por ÉL” (v.17). En estos versículos tenemos tres rasgos principales que especifican el “envío de JESÚS” o su misión en este mundo con respecto a todos los hombres: en primer término, JESÚS refiere su sacrificio en la Cruz expiando los pecados de todos los hombres, que tienen como origen el odio y engaño de la serpiente primordial o satanás; JESÚS está entre nosotros, porque el PADRE ama incondicionalmente a los hombres por ÉL creados con todas las deficiencias que nos acompañan, pero somos rescatables; y en tercer lugar, la absoluta santidad de DIOS es compatible con su Divina Misericordia, de tal forma que el Juicio Divino no aparece en primer término de forma condenatoria, pues si así fuese muy pocas personas alcanzarían la Salvación. La obra de la Redención está dispuesta de tal manera, que el HIJO no necesita condenar a nadie directamente: “DIOS no ha enviado a su HIJO al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por ÉL” (v.17). De otras muchas formas, el evangelio de san Juan y las cartas de san Pablo registran esta verdad, que de no ser profundizada es malentendida y escandalosa para algunos, que se preguntan: entonces, ¿es que DIOS no nos va a juzgar? Y se puede responder con otra pregunta: ¿es que DIOS necesita hacer otra cosa que manifestarnos su AMOR para que veamos nuestra vida como en un espejo y realicemos personalmente nuestro propio veredicto?.

Valor de la Fe

“El que cree en ÉL no es juzgado, pero el que no cree en ÉL ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del HIJO único de DIOS” (v.18). El contenido del segundo precepto del Decálogo se amplía. La segunda Palabra dice: “no tomarás el Nombre de DIOS en vano” (Cf. Ex 20,7). DIOS en su HIJO toma Nombre de uso común dentro de la cultura judía. Ese nombre, JESÚS, unido íntimamente a la persona y obra que protagoniza, se convierte en normativa para todos los hombres: “al Nombre de JESÚS toda rodilla se dobla en el Cielo, en la tierra y en los abismos; y toda lengua proclama que JESUCRISTO es SEÑOR para Gloria de DIOS PADRE” (Cf. Flp 2,10-11). La invocación personal actualiza la Presencia de JESÚS al que llamamos con toda atención, sincera intención y con todo el afecto del que disponemos. Una invocación así es verdaderamente salvadora. El SEÑOR no se hace esperar y “llega con su salario, habiéndole precedido la recompensa” (Cf. Is 40,10). Para esa invocación realizada fue necesaria una gracia especial, que el SEÑOR concede con objeto de hacerse presente, sanar y liberar. La Gracia de DIOS está al inicio, en todo el proceso y al final del mismo. Nos salva el Nombre de JESÚS o la Fe en JESÚS, que se concreta en una relación de confianza. Esta Fe se va ejercitando con aciertos y momentos de oscuridad necesarios para el crecimiento. Sólo se puede pronunciar rectamente el Nombre de JESÚS cuando el ESPÍRITU SANTO que es AMOR mueve nuestros corazones: “nadie puede decir JESÚS es SEÑOR, si no es bajo la acción del ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 12,3). DIOS quiere ampliar el número de aquellos, que a semejanza de Bartimeo no dejan de pronunciar el Nombre de su HIJO para recibir de ÉL las innumerables gracias, que necesitamos para la Salvación: “JESÚS, HIJO DE David, ten compasión de mí” (Cf. Mc 10,46-48).También JESÚS nos preguntará: “¿qué quieres que haga por ti?” (Cf. Mc 10,51) Bartimeo sabía lo que le pasaba: estaba ciego y quería ver. ¿Qué es lo que nosotros queremos ver? ¿Cuál es la ceguera que nos afecta? Ver, conocer o amar, son términos intercambiables en la Escritura y de forma especial en el evangelio de san Juan. De JESÚS en el Evangelio vemos en tanto que el Amor desvela algo de ÉL.

LUZ o tinieblas

“El juicio está en que vino la LUZ al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la LUZ, porque sus obras eran malas, pues todo el que obra el mal rechaza la LUZ y no va a la LUZ, para que no sean censuradas sus obras” (v.19-20). Uno de los grandes engaños propagados en nuestros días es el que pretende convencer de la coherencia total, y se formula: “ no tienes nada de lo que arrepentirte, pues todo lo que te ha sucedido no lo puedes cambiar, y por lo tanto todo está bien y es correcto. Hayas hecho lo que hayas hecho, olvídalo”. En esta trampa viven atrapadas muchas personas, que padecen las consecuencias de acciones pasadas propias, e incluso de una herencia recibida, que opera “hasta la tercera y cuarta generación” (Cf. Ex 20,5). Los actos tienen consecuencias y ocultar esta realidad es una gran insensatez. Muchas personas se han convencido, que el aborto es un medio anticonceptivo sin reparar en el daño irreparable al ser engendrado y a la madre gestante, que puede enterrar el hecho durante un tiempo en su conciencia, pero las consecuencias serán inevitables. Una familia en la que la blasfemia sea un hábito, de forma especial por parte de los padres, acarrea un sinfín de influencias infernales, que afectarán a los hijos. Para los pecados propios, el SEÑOR ha dejado el Sacramento de la Reconciliación, previo arrepentimiento, que desata las cadenas del pecado personalmente realizado. Pero también se sufren las consecuencias, como estamos diciendo, de la herencia recibida, que deberán ser resueltas mediante oraciones de liberación, pues en ese caso no existe pecado personal por el que sea necesario pedir perdón. El traficante de droga acarrea sobre sí mismo un cúmulo ingente de influencias tenebrosas y las transmite hacia los que dependen de él, que sufrirán sus consecuencias. Hemos comentado en otras ocasiones los efectos de personas que han practicado la “guija” o directamente el espiritismo: no sólo ellas, sino también los lugares en los que se han realizado dichas prácticas pudieron quedar infestados de influencias espirituales maléficas que se manifiestan externamente con fenómenos extraños. Las personas agentes de estas prácticas deben realizar una buena confesión sacramental, y en ocasiones recibir la asistencia de un exorcista por causa de posesión intermitente. Los lugares infestados por presencias satánicas requieren la bendición de liberación de un sacerdote, que actualiza el Poder de JESUCRISTO para devolver al Reinado de DIOS lo que insensatamente fue entregado a Satanás. San Juan no exagera cuando afirma que existen personas que rechazan la LUZ, porque sus obras son malas. Los grupos satánicos o esotéricos se pueden promocionar en internet. La facilidad para verse enganchado en alguna red maléfica es enormemente fácil en estos momentos; y estas personas, en principio, no quieren nada con la LUZ dada por JESUCRISTO. Providencialmente, llegados a un cierto fondo, en el límite de las propias fuerzas, se dejan ayudar por alguien que les tiende una mano en el Nombre del SEÑOR. Algunos se rehabilitan, pero el camino es arduo y largo, y cualquier concesión a lo anterior provocará la caída y el fracaso. Algunos lugares de apariciones marianas, como Lourdes, Fátima o Guadalupe, actúan como verdaderos faros de LUZ y se producen conversiones tumbatibas de personas que habían realizado pactos con Satanás o llevaban sobre sí el peso de grandes robos u homicidios. No es fácil la conversión del traficante de órganos, armas o personas en las redes de inmigración ilegal y de la prostitución. Pero, incluso estas personas, si se arrepienten obtienen el perdón por parte del SEÑOR con gracias suficientes para iniciar una nueva vida alejados de los grandes pecados a los que estaban habituados. JESÚS es siempre más fuerte, que las distintas formas en las que el Mal se pueda presentar.

De verdad en verdad

“Pero el que obra la verdad se acerca  a la LUZ, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según DIOS” (v.21). Este es el camino que DIOS había pensado para el hombre desde el principio cuando fue creado: caminar de bien en bien, de verdad en verdad; de Fe en Fe. Pero el común de los mortales elegimos el camino híbrido del “bien y del mal”, que nos sigue trayendo problemas, conflictos, contiendas, tensiones, animadversiones, rencillas y un sin número de dificultades. La tela de araña maléfica es tan compleja, que muy pocas personas pueden llevar una vida en la que no reciban el daño de otros o involuntariamente lo provoque. Hemos permitido que en nuestro campo la cizaña fuera plantada junto con el trigo (Cf. Mt 13,30); y las consecuencias no son las mejores. La Gracia de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, que nos es dada por el incondicional AMOR del PADRE, plantea desde el Evangelio el Proyecto previsto desde antiguo: “recapitular todas las cosas en CRISTO” (Cf. Ef 1,10). Este horizonte final puede tener sus primeros estadios en este mundo si por un verdadero milagro de DIOS la humanidad mira a CRISTO masivamente y acoge la acción de la Gracia. Para el hombre es imposible, pero DIOS tiene el Poder suficiente para realizarlo, si mínimamente los hombres nos disponemos a colaborar. Perdamos el miedo a la LUZ, que es JESUCRISTO.

San Pablo, carta a los Efesios 2,4-10

La doctrina central de san Pablo se repite en esta carta a los Efesios: nuestra rehabilitación y acercamiento a DIOS no se debe a las propias obras, sino a la Fe en JESUCRISTO, por el cual somos salvados. En este capítulo segundo, el Apóstol les recuerda la situación en la que se encontraban antes de recibir el Mensaje: “A vosotros que estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales vivisteis en otro tiempo según el proceder de este mundo, según el príncipe del imperio del aire, según el espíritu que actúa en los rebeldes” (v.1-2). El Mal y sus agentes ejercen influencias contrarias a las indicaciones que conducen a DIOS. DIOS da al hombre capacidad para dirigir el timón de su vida, pero los cantos de sirena hacen que nos desviemos de la ruta adecuada. San Pablo quiere resaltar de nuevo la precaria situación en la que se encontraban los de Éfeso antes de recibir el Mensaje de una vida nueva en CRISTO. Las primeras etapas del converso son de gran compromiso, pero el proceso largo de maduración puede enfriar el ardor inicial. Una comunidad de conversos inicialmente puede representar una gran fuerza espiritual, y llegar a deslumbrar en algunos momentos. Iluminar no es lo mismo que deslumbrar. El cristiano tiene que ser luz de la LUZ que es JESUCRISTO, pero el que ha de brillar es ÉL. En los versículos siguientes, san Pablo, ofrece el argumento clave para bajar un cierto hinchazón que termine en vanagloria: “el que se gloríe, que se gloríe en el SEÑOR” (v.10).

La Divina Misericordia

“DIOS, rico en Misericordia, con el gran Amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos nos vivificó juntamente con CRISTO -por Gracia habéis sido salvados-“ (v.4-5) Pareciera que san Pablo está haciendo una síntesis de “La parábola del hijo pródigo” (Cf. Lc 15,11ss). También la encíclica de san Juan Pablo II recoge el título de este versículo para hablar del infinito Amor de DIOS: “Rico en Misericordia”. Aquellas palabras del padre de la parábola resuenan aquí: “preparemos una gran fiesta -banquete-, pues este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida;  estaba perdido y lo hemos encontrado” (Cf. Lc 15,23-24). Como bien sabemos, san Pablo no refiere parábolas, sermones o milagros de JESÚS, pues se centra en el núcleo del Mensaje Pascual: JESUCRISTO muerto y resucitado. Pero la gran parábola de la Divina Misericordia la resume san Pablo en estos breves versículos.

Un lugar nuevo

”Con ÉL nos ha resucitado, y nos ha sentado con ÉL en los Cielos con CRISTO JESÚS; a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundancia de su Gracia en CRISTO JESÚS” (v.5-6). Para indicar la igualdad con DIOS se utiliza la expresión: “sentarse a la derecha del PADRE”: la igualdad de dignidad, sabiduría y poder. Pero también nosotros encontramos un lugar en el nuevo estado en el que esta el SEÑOR: “me voy a prepararos sitio, cuando vaya y os lo prepare, volveré y os llevaré CONMIGO, para que donde YO estoy estéis también vosotros” (Cf. Jn 14,2-4). Toda Gracia y bendición nos viene de DIOS por medio de JESUCRISTO nuestro único intercesor. Después recurriremos a la VIRGEN, de forma especial, a los Santos y a los Ángeles que representan diversos grados en la intercesión ante el SEÑOR, del que procede toda Gracia: “por ÉL recibimos gracia tras Gracia” (Cf. Jn 1,16). Lo que ahora se nos está dando en bendición y Gracia, está destinado a manifestarse en la eternidad en la contemplación de DIOS con todos los Ángeles y Santos. Los siglos venideros, o la eternidad, es el verdadero destino de la Salvación que DIOS nos da en su HIJO.

La Fe es un don de DIOS

“Habéis sido salvados por la Gracia mediante la Fe, y esto no viene de vosotros, sino que es un don de DIOS. Tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe” (v.8-9). Atribuimos la formación de nuestra biología al resultado de la acción de DIOS sobre los elementos químicos y biológicos por ÉL creados. Modelando nuestra naturaleza, DIOS nos ha provisto de un cuerpo que es un verdadero filón de enigmas y conocimiento para la ciencia. Pero además, DIOS nos infunde el aliento de vida que unido a nuestra condición física forma una unidad y nos especifica como seres humanos a su imagen y semejanza. Nuestra dimensión espiritual también tiene que ser modelada por DIOS a lo largo de los años durante el tránsito por este mundo. Recibimos sacramentos, bendiciones, dones espirituales, carismas y otras acciones de la Gracia para el perfeccionamiento moral y espiritual. De gracia en gracia, DIOS nos va modelando a imagen de su HIJO al que quiere ver en nuestros corazones: “hechura suya somos, en CRISTO JESÚS, en orden a las buenas obras, que de antemano dispuso DIOS que practicáramos” (v.10). Las nuevas obras, si son tales, tienen esta categoría porque viene movidas por la Gracia. Despojar la solidaridad o la acción social de protagonismo o vanagloria es una acción directa de la Gracia. Buscar el bien del prójimo sin esperar recompensa es una acción de la Gracia. Disponerse a prescindir del aplauso circundante va camino de la verdadera humildad. Anticiparse a las necesidades del prójimo con discreción es obra de la Divina Providencia.

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