En estos primeros días de su pontificado hemos asistido a algunas decisiones importantes del Papa (por ejemplo, volver a vivir en el Palacio Apostólico y encabezar la procesión del Corpus Domini), pero también el regreso de símbolos o gestos simbólicos, igualmente importantes (y no sólo formales) por el significado al que remiten.
Además del uso de la muceta (que a los bergoglianos más obstinados les ha hecho subir la sangre a los ojos más que la muleta roja al toro), ha «vuelto» el gesto de homenaje que muchos fieles han rendido con gusto y orgullo al Santo Padre: el beso del anillo (precedido, en muchos casos, de la genuflexión).

En esas ocasiones es gratamente sorprendente ver no sólo la alegría de los fieles al poder expresar visiblemente su reverencia al Papa (no a la persona de Robert Francis Prevost), sino también la humildad de León XIV al recibir tal homenaje al ministerio que ejerce « con temblor y temor «.
Otra circunstancia sorprendente es que muchos prelados, laicos vaticanos y eminentes vaticanistas (incluido Tornielli) parecen hacer alarde de la omisión de este gesto (que para ellos sería incluso «protocolo») mientras que los «simples» fieles no tienen problema en hacerlo espontáneamente (fotos y vídeos también al pie del post).

Dos ejemplos ex plurimus son, el primero, los fieles que fueron a rendir homenaje al Obispo de Roma que acababa de ser instalado en la Catedral de Roma (San Juan de Letrán).El pasado domingo 25 de mayo lo dijo Antonio Conte, entrenador del Nápoles, durante la audiencia reservada al equipo al día siguiente de la victoria del Scudetto.
PD.
AVISO: Un autor (hincha del Inter) fue maltratado por realizar esta publicación.

LUIGI CASALINI.
CIUDAD DEL VATICANO.
VIERNES 20 DE MAYO DE 2025.
MIL.