La comisaria de «Igualdad» de la Unión Europea se niega a definir el término «mujer»

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Las democracias occidentales modernas tienen un aspecto curioso: son consideradas impecablemente democráticas incluso cuando la mayoría de su población está en contra del gobierno elegido. Es el caso de Scholz, el canciller alemán, rechazado por el 73% de los alemanes. Quizá sea por eso que el estamento gobernante en Alemania está planteándose ilegalizar el único partido soberanista del país, Alternativa para Alemania (AfD), que sube como la espuma en intención de voto.

Las ganas no faltan y desde hace ya tiempo, cuando el partido, juzgado inicialmente como una excentricidad insignificante del Este, empezó a subir en intención de voto. Ya el año pasado, un tribunal alemán dictaminó que el partido soberanista era una amenaza para la democracia, lo que permitió que fuera espiado por los servicios de seguridad del país.

Ahora, un estudio reciente del Instituto de Derechos Humanos de Alemania explora seriamente la posibilidad de prohibir Alternativa para Alemania (AfD). El estudio dice que la AfD ahora representa un peligro tal para el orden democrático del país «que podría ser prohibida por el Tribunal Constitucional Federal».

AfD puede ser legalmente prohibida porque sus objetivos explícitos son «eliminar el orden básico democrático libre» y «abolir la garantía de la dignidad humana» consagrada en la constitución de Alemania, afirma el instituto. Traducido: pone en peligro el poder de los partidos del consenso globalista.

Ahora es The Telegraph de Londres el que plantea que Alemania está considerando prohibir el partido soberanista, que ya alcanza un 21% de intención de voto en las encuestas, supuestamente como consecuencia de lo que cuentan los servicios de inteligencia, que denuncian el creciente extremismo de sus miembros

Para echar más leña al fuego, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, advirtió en un discurso ante la agencia de seguridad que es responsabilidad de todos «poner en su lugar a quienes desprecian la democracia alemana». Sus palabras se consideran un espaldarazo a la ilegalización de la AfD, después de que Thomas Haldenwang, director del servicio de inteligencia de Alemania, alertara sobre el partido.  «Vemos un gran número de miembros destacados del partido que difunden el odio hacia las minorías en Alemania», señaló Haldenwang.

Qué momento más oportuno: según la nueva encuesta de Insa, un tercio de los alemanes se ha planteado votar a AfD en una elección estatal o federal. Y cuando se le preguntó «¿alguna vez ha pensado en votar por la AfD?», el 33% respondió que sí.

Por otro lado, según la encuesta encargada por el diario Bild, el 62% aún no ha pensado en marcar la casilla Alternativa para Alemania. El 5% no pudo o no quiso dar una respuesta.

En la pregunta del domingo, la AfD añade medio punto al 21% respecto a la semana anterior. La CDU/CSU (26%) y los Verdes (13,5%), por otro lado, perdieron un punto cada uno. El FDP pierde medio punto hasta el siete por ciento.

Ser soberanista en Alemania es un riesgo. No solo pende sobre ellos la amenaza de ilegalización, están permanentemente espiados y se les moteja con los peores calificativos desde la prensa generalista, sino que los «nuevos alemanes» —los millones de inmigrantes que habitan en el país y que ven en el partido un «cierre del grifo»— tienen a sus dirigentes en el punto de mira.

El último en sufrir en sus carnes la violencia política ha sido Andreas Jurca, que emigró a Alemania desde Rumania cuando era niño y es concejal por AfD en Augsburgo, en Baviera, desde 2020. Jurca recibió la semana pasada una brutal paliza por un grupo de refugiados que le reconocieron como miembro de AfD.

Por MARINA RUIZ.

BRUSELAS, BÉLGICA.

LA GACETA.

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