Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el Domingo de La Ascensión del Señor.
Ya han pasado 40 días desde la Resurrección del Señor y hoy celebramos la fiesta de la “Ascensión”, el triunfo definitivo de Cristo o su paso glorioso a los cielos. No es que se haya marchado y tengamos que sentir la orfandad, Jesús sigue estando presente de una manera distinta. Podemos decir que llegó el tiempo de los Apóstoles, llegó el tiempo de que la Iglesia naciente comparta con los demás la experiencia del amor de Dios, que ha tenido en la persona de Jesús.
En el ciclo B escuchamos hoy al Evangelista San Marcos, pero el cronista de la Ascensión es San Lucas, quien nos deja más detalles en la primera lectura.
Teológicamente, la Ascensión es una consecuencia de la Resurrección. El que ha vencido a la muerte, el viviente, no podía estar destinado a una vida en las coordenadas del tiempo y del espacio. La Ascensión es la vuelta al Padre, pero lleva nuestra humanidad. Como lo dice San Ambrosio: “Bajó Dios, subió hombre”; es decir, el que descendió era sólo Dios, el que ascendió era Dios y hombre. Jesús no se va, simplemente deja de ser visible; con su Ascensión no nos deja huérfanos, sino que vive entre nosotros con otras presencias. Jesús sigue presente, pero de manera distinta.
En su Ascensión, los Apóstoles no esperaban lo que vieron: se elevó y una nube lo cubrió. Estaban mirando
el cielo sin saber si debían estar tristes o alegres. Dos seres angélicos los sacan de su ensimismamiento: “Galileos, ¿qué hacen allí parados, mirando al cielo?”. Los vuelven a la realidad, ha llegado su hora, es hora de trabajar, de continuar la obra del Señor. No están solos, Jesús los acompaña con una nueva presencia, así lo dice San Marcos 16,20 “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían”.
Todo está cumplido por Jesús y todo queda por hacer a la Iglesia naciente. Jesús les expresa con un verbo en imperativo: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura”. Esto es un mandato, no les dijo ‘si quieren vayan…’. Jesús sabía las dificultades que tenían que pasar, por eso no los dejaría solos; siempre acompañó a la Iglesia que nacía, siempre fue delante de sus predicadores disponiendo los corazones de aquellos que recibirían el Evangelio. Por caminos diversos, con modos distintos, Jesús sigue acompañando a la Iglesia en su misión. Como evangelizadores no estamos solos, Jesús sigue presente, sigue llevando su obra adelante a través de nosotros. Así está en cada padre o madre de familia que, lejos de dormirse en un ambiente relativista y peligroso, transmiten a sus hijos las verdades de la fe y los valores más fundamentales. Está en cada sacerdote que lejos de asustarse ante un mundo que no le comprende y le exige demasiado, presenta sin temor lo que considera primordial y no secundario.
Hermanos Agentes de Pastoral, el mandato de Jesús sigue siendo un imperativo para todos nosotros: “Prediquen el Evangelio a toda creatura”. Aunque pareciera que no ha cambiado nada, que las cosas siguen igual y a pesar de ese aparente fracaso, debemos ir por todo el mundo a bautizar, a predicar el Evangelio, a luchar contra el egoísmo y la soberbia. La única garantía es la fuerza del Espíritu Santo.
El mandato y el Evangelio siguen siendo los mismos, lo que ha cambiado es la cultura en la cual se encuentra inmerso el ser humano; esa cultura que moldea la manera de pensar, de sentir, y eso conduce a una manera concreta de actuar. Pero una persona que tiene en el centro de su vida a Dios, actuará de acuerdo a los mandatos del Señor. Es muy distinto el actuar de una persona alejada de Dios.
Hermanos, no olviden que todos somos evangelizadores y lo hacemos incluso sin saber, ya que, cuando actuamos en la vida ordinaria estamos dando un testimonio de la vivencia que tenemos con el Resucitado, porque predicamos el Evangelio no sólo con palabras sino sobre todo con el testimonio de vida.
Estoy consciente de que nos encontramos en un cambio de época; hoy los cambios van muy acelerados, parece que importa sólo el presente y el ser humano ha perdido la perspectiva de futuro. Una época marcada por lo digital, por la tecnología. Nos encontramos con jóvenes moldeados por esta cultura y es normal, a estos jóvenes, a estos niños, a estas nuevas generaciones, debemos predicarles el Evangelio. Como Agentes de
Pastoral hemos de buscar los métodos, las formas más adecuadas para llevarles el Evangelio en este mundo tan complejo. Debemos aprender a usar la tecnología como herramienta que nos sea de utilidad en la evangelización. Busquemos todas las maneras posibles para llevar a estas nuevas generaciones a que tengan un encuentro con Jesús.
El deseo de Jesús fue y sigue siendo, que su mensaje llegue a todas las personas, para que puedan vivir de una manera fraterna. Mi deseo es que unidos todos, consagrados, laicos, quienes militan en la política y empresarios, maestros y dirigentes de instituciones, luchemos por vivir la fraternidad. En este tiempo de campañas electorales, esperamos que nuestros políticos no se queden en discursos vacíos y cargados de retórica, en descalificaciones para ganar adeptos y triunfar en las elecciones, sino que realmente se preocupen y se ocupen de las necesidades de nuestra sociedad. El Evangelio no es sólo para conocerse, sino que debe vivirse en todos los sectores de nuestra sociedad. Por eso, hemos de dar un paso más: Proclamemos que Cristo está vivo y que es Él el futuro y vida de nuestro País, de la humanidad. ¿Nos atreveremos a predicar eso o nos quedaremos mirando al cielo?.
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!.