La alegría y las promesas

Isaías 35,1-6a.10 | Salmo 145 | Santiago 5,7-10 | Mateo 11,2-11

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Este domingo tercero del Adviento resalta la alegría en el SEÑOR como la nota dominante. Todas nuestras celebraciones comunitarias deberían caracterizarse por aportar una paz y alegría que el mundo no puede dar. Cuando la alegría no está provocada por la presencia del ESPÍRITU SANTO en el corazón humano, esa alegría adolece de superficialidad y puede llegar a convertirse en un sentimiento de tedio y aburrimiento. La alegría profunda debería ser el estado normal del cristiano por ser portador de la presencia del ESPÍRITU SANTO, que desde el Bautismo nos acompaña. San Pablo dice: “no pongáis triste al ESPÍRITU SANTO” (Cf. Ef 4,30). Nuestro comportamiento si se aleja de los principios evangélicos impide al ESPÍRITU SANTO actuar como el Defensor o Consolador. Entre los frutos del ESPÍRITU SANTO señalados por el mismo san Pablo, en la carta a los Gálatas se encuentra la alegría: “amor, alegría, paz, fidelidad, bondad, compasión, paciencia, fortaleza, dominio de sí” (Cf. Gal 5,22-23). La alegría del creyente está relacionada con las Escrituras, en las que ha tomado parte principal el ESPÍRITU SANTO revelando a los autores sagrados las cosas de DIOS, sin dejar a un lado las distintas situaciones humanas, en las que la revelación tuvo lugar. Sin embargo, todos los libros sagrados concluyen abiertos a la esperanza y de forma especial los libros sagrados del Nuevo Testamento. Los cuatro evangelios concluyen con la Resurrección del SEÑOR, que llena de alegría a los discípulos y ofrece el pleno contenido a la Esperanza de los hombres: la vida se llena de sentido, porque JESUCRISTO ha resucitado y la Vida Eterna existe. Las cartas de san Pablo y el resto de los escritos concluyen con palabras de bendición que transmiten la paz y el Amor de DIOS. De forma especial el Libro del Apocalipsis finaliza con la entrada de todos los redimidos en la Ciudad Santa de Jerusalén; y en esa ciudad no habrá más llanto, enfermedad o muerte (Cf. Ap 20,1-4). Nada imperfecto o defectuoso tendrá cabida en la Ciudad Santa, en la que no habrá fatiga y cansancio que obligue al descanso nocturno, y la LUZ presidirá cada rincón de la Ciudad Santa, porque DIOS lo será todo en todos (Cf. Ap 22,5). El Apocalipsis es el libro que testifica la victoria de DIOS sobre todo lo malo, sobre los malos y sobre el Malo; y en la otra cara de la victoria está el reconocimiento expreso y permanente de los bienaventurados (Cf. Ap 7,1ss). Al poner en un principio el resultado final, señalamos con claridad el punto al que vamos a llegar. Las promesas del Nuevo Testamento las vivimos con un realismo especial, pues lo que pronto se va a manifestar ya está sucediendo; pero el Antiguo Testamento, que nos recoge las profecías sobre el MESÍAS, todavía tiene mucho que decirnos, pues el MESIAS ha venido y vivimos los tiempos mesiánicos, hasta que por segunda vez vuelva en toda su Gloria. Las promesas antiguas desvelan a su modo la proximidad creciente del SEÑOR. El religioso y devoto israelita debía saber con certeza que el SEÑOR está cerca de su Pueblo. Puede ser que en ocasiones el SEÑOR muestre su indignación al ver cómo su Pueblo se aparta y va tras los ídolos, pero el SEÑOR mantiene sus promesas: DIOS es fiel a su Palabra. La fidelidad de DIOS impide que el hombre caiga en el fatalismo cuando reconoce la transgresión, y aparece ante él un camino de retorno y conversión. La inmutabilidad de las promesas forma la trama profunda de la Esperanza por la que el hombre de Fe camina con alegría. Las promesas de restauración dadas por Isaías, Jeremías o Ezequiel forman parte de nuestra Esperanza, pues su plena realización sólo es posible en los tiempos mesiánicos en los que dichas promesas se pueden cumplir con plenitud: enderezar los caminos, cambiar un corazón de piedra por un corazón de carne o escribir una alianza nueva en los corazones, sólo se puede realizar por la obra directa del ESPÍRITU SANTO que vendrá sobre toda carne, como profetizó Joel, en los tiempos mesiánicos.

El Magnificat

Damos el nombre de Magnificat al canto que sale de los labios de MARÍA después de la Encarnación cuando llega a la casa de Zacarías y su prima Isabel. El canto del Magnificat lo actualiza la Iglesia todos los días en el rezo de Vísperas –Liturgia de las Horas- al atardecer. Es san Lucas quien recoge este cántico que está precedido de los anuncios y promesas del Ángel Gabriel, tanto a Zacarías como a la VIRGEN MARÍA. Los tiempos en los que va a tener lugar el cumplimiento de las profecías y promesas hechas por DIOS en el pasado están a punto de cumplirse. San Lucas pone nombre a los protagonistas del momento cumbre de la historia de la humanidad cuando DIOS se hace hombre en el momento de la Encarnación. Este hecho singular de características únicas transcurre en el espacio privado de unas personas con nombres propios, que pasan desapercibidas, pues a lo sumo aquellos acontecimientos motivan algunas preguntas. El anciano Zacarías, que era sacerdote del turno de Abías en el servicio al Templo, recibe una revelación privada sobre el nacimiento de un hijo suyo en los próximos meses. Esa intervención divina lo llenará de alegría, tanto a él como a sus familiares y conocidos: “no temas Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada, e Isabel tu mujer te dará un hijo a quien pondrás por nombre Juan. Será para ti gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento” (Cf. Lc 1,13-14). La esterilidad en el matrimonio era tenida como una gran desgracia en el Pueblo judío, pues se entendía que los hijos eran signo de la bendición de DIOS, que acrecentaban y fortalecían al pueblo de DIOS: “la herencia que da el SEÑOR a los padres son los hijos; su salario, el fruto del vientre” (Cf. Sm 127,3). La Antigua Alianza va llegando a su término, y después de seis meses el Ángel Gabriel viene a traer un mensaje único a MARÍA de Nazaret: “alégrate, MARÍA, llena de Gracia, el SEÑOR está contigo” (Cf. Lc 1,26) La humanidad en la VIRGEN MARÍA había llegado a una perfección del todo singular, pues el Ángel estaba declarando que MARÍA estaba presidida por la gracia en todo momento y en toda la extensión de su persona. MARÍA era para sí misma un misterio del AMOR de DIOS, que necesariamente debía vivir en la Fe a su modo. El Ángel sigue hablando: “concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo a quien pondrás por nombre, JESÚS. El ESPÍRITU SANTO vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra” (Cf. Lc 1,32.35) MARÍA acepta el Plan Divino como Sierva del SEÑOR: “he aquí la esclava del SEÑOR, hágase en mí según tu palabra” (Cf. Lc 1,38). La alegría de estas fechas de Adviento y Navidad no debieran despistarnos del acontecimiento religioso que celebramos con el misterio de la Encarnación y Nacimiento de JESÚS. Es verdad que, propiamente, la Encarnación tiene su fiesta el veinticinco de marzo, pero ahora los textos del tiempo de Adviento disponen con propiedad la trascendencia de este hecho fundante de todo el resto del edificio cristiano. MARÍA llega a casa de su pariente Isabel, la saluda, y el niño que lleva dentro salta de gozo en su seno (Cf. Lc 1,41). MARÍA es portadora del HIJO de DIOS y de la presencia del ESPÍRITU SANTO, que actúa santificando a Juan el Bautista, y se manifestará a Israel dentro de treinta años. Ahora la alegría en el ESPÍRITU SANTO preside el encuentro de MARÍA e Isabel, de JESÚS y Juan Bautista. La alegría se expresa en gestos y palabras: el niño Juan salta de alegría en el seno de la madre (Cf. Lc  1,14); Isabel con fuerte voz y llena del ESPÍRITU SANTO, dijo…” (Cf. Lc 1,42). Isabel no reacciona con un saludo moderado, modulando la voz en un tono medio; sino que prorrumpe en tono exclamativo. El torrente de Gracia que discurre por las santas mujeres y los hijos respectivos no permite otra cosa que el testimonio del acontecimiento. Estamos ante un episodio similar al que vivirá la Iglesia años más tarde en Pentecostés: la presencia del ESPÍRITU SANTO pondrá en los congregados la proclamación de las maravillas de DIOS (Cf. Hch 2,4-11). La joven VIRGEN MARÍA respondió de forma similar a su pariente Isabel con el canto del Magníficat (Cf. Lc 1,46-55).

La bendición

Tomamos el término bendición en sentido amplio como la palabra que dice bien en el nombre de DIOS. Desde ese ángulo las palabras de JESÚS en general son palabras de bendición para todos los que entran en relación con ÉL. Pero algunas palabras tienen su sentido más específico como el envío a los discípulos para la misión: “cuando entréis en una casa saludad con la Paz, y si allí hay gente de Paz reposará sobre ellos la Paz, si no volverá a vosotros” (Cf. Lc 10,5-6). Este saludo de Paz no es una mera formalidad de cortesía, que no estaría mal. Cuando las personas se sienten amenazadas por agresores de tipo diverso y al mismo tiempo carecen de una protección fiable, entonces entendemos mejor que la paz sea una aspiración y conquista permanente. El hombre religioso entiende que DIOS tiene poder mediante su Palabra para establecer la Paz a su alrededor. JESÚS vinculó el Mensaje del Evangelio a la bendición que trajese la Paz a los corazones de los hombres. Esta Paz evangélica tiene su componente de alegría y lo saben todos aquellos que la experimentan. El dolor y el sufrimiento no van a desaparecer de la historia de los hombres mientras tengamos el actual estado de cosas, pero el SEÑOR quiere hacer llevadera la vida en este mundo, y aligerar en lo posible las cargas y dolores con que nosotros mismos nos afligimos. Las personas estamos en este mundo para bendecir y ser bendecidas. Las palabras construyen o destruyen; y la Palabra de una bendición es creadora, porque el ESPÍRITU SANTO la está ungiendo.

Ríos de Gracia

El profeta Isaías testifica que la Gracia o acción de DIOS va a estar por encima de cualquier oposición. Los ríos de la Gracia se abrirán paso en medio del desierto o de los páramos más áridos: “que el desierto y el sequedal se alegren; regocíjense la estepa y florezca como narciso” (Cf. Is 35,1). La metáfora sigue siendo actual: el desierto ofrece la imagen de una persona o grupo, que no presentan aspectos positivos y se encuentran en caída libre. El desierto sólo ofrece arena y alimañas que pueden acabar con la vida de cualquier persona desprevenida. Convertir lo árido, estepario o desértico en terreno fértil nos resulta milagroso, incluso cuando la ciencia logra algo en ese sentido. Pero nosotros entendemos la validez de esta imagen del profeta Isaías, que es compartida por otros autores sagrados. Sabemos cual es el resultado de una persona tocada por la Gracia cuando se convierte de una vida alejada y estéril como el mismo desierto. Cuando alguien llega a la vida en el ESPÍRITU SANTO después de haber transitado por distintos pedregales y zonas de arenas movedizas; entonces comprobamos en vivo lo que significan de verdad los Sacramentos, que han servido de ríos de Gracia para llevar la Vida de DIOS a esa persona. El valor restaurador de la Gracia devuelve a los alejados a la categoría de personas reconociéndose a sí mismas como tales. Por lo que DIOS va a realizar habrá motivos para el gozo, la alegría y el júbilo. El esplendor de la Gracia será visible para los hombres y aparecerá el esplendor de YAHVEH con más fuerza y poder que lo hizo en el monte Carmelo en tiempos del profeta Elías (Cf. 1Re 18,38), cuando hizo bajar fuego del Cielo para consumir la víctima ofrecida. Lo que está por venir excede sin punto de comparación con lo conocido hasta ese momento. De nuevo debemos señalar el margen de tiempo entre esta Palabra profética y la aparición del MESÍAS y el cumplimiento de la Palabra.

Fortalecidos por la Palabra

“Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón intranquilo: ánimo, no temáis, DIOS viene vengador; es la recompensa de DIOS, ÉL vendrá y os salvará” (Cf. Is 35,3-4). Para caminar en esta vida con buen ánimo tenemos que estar asistidos por el don de Fortaleza, que propicie la perseverancia o permanencia en las promesas que un día fueron dadas. El cumplimiento de todas las promesas está en el mismo DIOS que viene, y también para el israelita de aquel tiempo el SEÑOR se manifestaba entrando en la vida personal. Buen testimonio de lo anterior son los Salmos 15,22 o 138. Son Salmos que testimonian una alta experiencia de encuentro con DIOS y al mismo tiempo abren el horizonte hacia la eternidad. Antes como ahora estaban presentes los de “corazón intranquilo”, aquellos que desearían que la literalidad de las profecías se cumplieran en su breve paso por este mundo. Pero los tiempos de DIOS tienen distinta duración y no coinciden con los nuestros; pero su cumplimiento es cierto y seguro. El SEÑOR viene como Vengador. También el libro de Job califica a DIOS como el Vengador: “yo sé que veré a mi Vengador, mis propios ojos lo verán” (Cf. Jb 19,25-27). Al cabo de los años vivimos muchas situaciones adversas de las que directamente nos sentimos víctimas, y reclamamos Justicia de muchas maneras. En este sentido, DIOS es el gran Vengador que a la víctima le ofrece el salario y la recompensa. Mientras el hombre camine por este mundo siempre habrá un número de fieles que reclamen la Justicia de lo alto para sentirse recompensados por las circunstancias injustas, que ellos no han buscado, pero les han afectado. Este sentimiento tan humano es al mismo tiempo profundamente religioso cuando el hombre de Fe reclama la intervención de DIOS. Los tiempos previstos por la Divina Providencia se conjugan con las intervenciones de su Justicia reclamadas por la oración de sus fieles. Los tiempos presentes multiplican las especulaciones sobre intervenciones divinas directas y extraordinarias. Las propias Escrituras recogen el modelo de las intervenciones de DIOS, que pueden producirse en cualquier momento, pudiendo hacerlo el SEÑOR en la vida particular de las personas, sin establecer una uniformidad universal en la manifestación. DIOS está actuando de forma extraordinaria mediante su Gracia en la vida de todo aquel creyente que lo acepta como Divino Huésped. La Palabra se ha cumplido: “el SEÑOR vendrá y nos salvará” porque después de habernos creado completa su obra dándonos la Salvación. El intervalo entre la creación personal y la Salvación está previsto para el crecimiento y desarrollo espiritual. No conocimos inicialmente al DIOS que nos ha creado, pero lo veremos “cara a cara” (Cf. 1Cor 13,12) cuando seamos salvados. Estaremos salvados, porque nunca más volveremos al estado de criaturas humanas en un mundo adecuado para nuestra realización. La estatura de nuestro crecimiento quedará fijada para siempre por nuestro SALVADOR, JESUCRISTO. Ya no tenemos que volver a este mundo para perfeccionar el crecimiento moral y espiritual como sugieren los reencarnacionistas, pues no tendremos deuda kármica alguna, ya que JESUCRISTO pagó con creces por todos y cada uno de los humanos que acepten este pago y recompensa divina.

Del símbolo a la realidad

“Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo, porque serán alumbradas en el desierto aguas y torrentes en la estepa” (Cf. Is 35,5-6). Llegada la plenitud de los tiempos (Cf. Mc 1,15), en los que aparece JESÚS el MESÍAS, las palabras de Isaías dejan de ser una metáfora referida a la acción de la Gracia sobre los creyentes. Los prodigios, signos y milagros estuvieron presentes en la misión evangelizadora de JESÚS como señales tangibles de la Verdad doctrinal y revelación manifestada. El desierto de Judá o el Negueb se han mantenido como tales desierto hasta el momento presente, pero no son los cambios orográficos o geográficos los que la Gracia quiere operar en los corazones de los creyentes. Pero los milagros que devuelven la vista a los ciegos, la audición a los sordos o el movimiento a los paralíticos, tienen una repercusión personal inmediata, y de forma especial en aquellos tiempos que no podían compensar las limitaciones físicas o minusvalías por ningún otro medio. Un ciego, sordo o paralítico curado era reinsertable de nuevo en la vida social y laboral; pues de otra forma la mendicidad era la alternativa. JESÚS en su predicación aprovechó en cierta medida alguna de estas imágenes para ofrecerse como fuente de Vida y de Gracia: “el que tenga sed, que venga a MÍ y beba, y de su interior manarán torrentes de Agua Viva.- Esto lo decía por el ESPÍRITU SANTO que recibirían todos los que creyeran en ÉL-“ (Cf. Jn 7,37-39). El símbolo y la metáfora están objetivados en la persona misma de JESÚS y en la acción del ESPÍRITU SANTO, que se realizaría de manera normal y ordinaria por el hecho de creer en ÉL. La ceguera, sordera o parálisis que eran importantes en realidad iban a quedar resueltas por la Fe en JESUCRISTO.

Alegría Eterna

“Los redimidos de YAHVEH volverán y entrarán en Síon entre aclamaciones y habrá Alegría Eterna sobre sus cabezas, regocijo y alegría los acompañarán” (Cf. Is 35,10). Los redimidos recorrerán la “Vía Sacra”, que el SEÑOR abrirá en el desierto y “entrarán en Síon entre aclamaciones”. Nosotros hemos recibido respuesta cumplida a esta profecía de Isaías, pues los seguidores de JESÚS en todos los tiempos tendremos que transitar por la “Vía Sacra” que recorrió el MAESTRO para entrar en la Nueva Síon como dice la carta a los Hebreos: “vosotros no os habéis acercado a un monte tangible, sino a la Síon celestial: a la asamblea de los incontables bienaventurados y Ángeles en fiesta” (Cf.  Hb 12,22). Después de seguir el itinerario de la “Vía Sacra”, los redimidos obtendrán “Alegría Eterna sobre sus cabezas, regocijo y alegría los acompañarán”. El destino último de los Bienaventurados no está en este mundo, aunque la experiencia de la bienaventuranza se inicia en medio de las circunstancias que nos rodean. La profecía sigue cumpliéndose, porque en medio de las asambleas cristianas el SEÑOR se manifiesta creando unidad y anticipando la Paz y la Alegría Eterna.

Desde la cárcel

Los evangelios nos hablan del motivo por el que Juan había sido encarcelado: Juan declaraba que era contraria a la Ley la unión de Herodes con Herodías, la mujer de su hermano. La Ley de Moisés admite el divorcio, pero la divorciada no puede contraer una nueva unión con el hermano del que había sido su marido anterior. Sin embargo, la opinión histórica se inclina por conceder un peso preponderante a la capacidad de atracción que poseía Juan, pues lo empezaban a seguir multitudes. Juan Bautista era un “nazir”, alguien que se había consagrado a YAHVEH y los signos externos y visibles lo hacían manifiesto. Además Juan Bautista ofrecía una versión muy especial de la figura del “nazir”, ya que tal condición se mantenía por un tiempo determinado, pero Juan Bautista adopta esa condición para toda su vida. El ascetismo de Juan Bautista atrae de forma especial a los que por esos días mostraban una gran inquietud por la aparición del MESÍAS en cumplimiento de las Escrituras. La autoridad civil no entendía muy bien de aquellas cosas, pues es una posición desde la cual se pesa y mide todo en magnitudes de dinero y poder. El poder político siempre ha sido muy temeroso de los posibles adversarios o enemigos, reales o imaginarios. Juan Bautista no era un enemigo político real, pero es posible que ocupase ese lugar en las alucinaciones etílicas de Herodes.

Mirada retrospectiva

La cárcel es un retiro obligado: Juan Bautista es privado de ejercer la misión para la que él había sido  llamado. No sabemos el tiempo que Juan Bautista ejerció su ministerio profético al que incorporó el rito del bautismo en el río Jordán. Pudieron ser algunos años o meses, pero lo suficiente para reunir en torno suyo a un grupo de discípulos, de los que algunos pasaron a ser seguidores y apóstoles de JESÚS, como es el caso de Andrés y Pedro; Juan y probablemente su hermano Santiago. Ahora Juan Bautista tenía tiempo para revisar su vida y ministerio realizado, sin ahorrar pensamientos a lo que todavía podría hacer si el encarcelamiento no lo hubiese impedido. Por otra parte, sus discípulos le traían a la cárcel las noticias sobre JESÚS de Nazaret, que se manifestaba como el MESÍAS esperado, pero su línea mesiánica no describía las pautas que él, Juan Bautista, había propuesto en su predicación: “ya está el hacha puesta en la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego…” (Cf. Mt 3,10). Y todavía  una cita: “ÉL os bautizará con ESPÍRITU SANTO y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su campo y recogerá su trigo en el granero, y la paja la quemará en el horno que no se apaga” (Cf. Mt 3,12). Juan Bautista mantiene la línea argumentativa de los profetas que ven la inminencia del Día de YAHVEH sobre la humanidad, pues el orden creado necesita profundos reajustes, que sólo la Justicia de DIOS es capaz de realizar. El MESÍAS que predica Juan Bautista es el encargado por parte del DIOS tres veces SANTO para disponer la gran purificación y transformación del Pueblo elegido y la humanidad en su conjunto. Sin duda alguna, Juan Bautista seguía manteniendo su convicción: “es necesario que ÉL crezca y yo disminuya” (Cf. Jn 3,30); pero la conducta de JESÚS le resultó desconcertante: parecía que la urgencia apocalíptica del Bautista no era compartida por JESÚS, que no declaraba una inminencia del Juicio de DIOS y lo dejaba emplazado para un tiempo futuro. Las preguntas que podían abordar a Juan Bautista en la cárcel eran varias: ¿había cambiado el SEÑOR sus planes? ¿Se había equivocado el propio Juan al interpretar el mandato y misión de predicar la conversión y bautizar? ¿La revelación de DIOS sobre JESÚS cuando lo bautizó había sido un espejismo? ¿Se estaba cumpliendo la Palabra de los profetas? Otras muchas cuestiones pudieron venir a la mente de Juan Bautista, que se nos escapan, pero sin duda necesarias para purificar su Fe y hacerla cristiana. La persona y el comportamiento de JESÚS chocaban con todo lo considerado hasta ese momento. La Justicia de DIOS iba a recaer en primer lugar sobre el HIJO inocente para instaurar en el mundo el tiempo de la Gracia. La Ley dada por Moisés llegó hasta Juan Bautista; la Gracia y la Verdad se instauran en el mundo por JESUCRISTO (Cf. Jn 1,17).

Más que signos

Los discípulos de Juan llegan junto a JESÚS y le preguntan: “¿eres TÚ el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?” La respuesta de JESÚS sigue la argumentación de los hechos: “id y decid a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia –el Evangelio-. Y dichoso aquel que no se escandaliza de MÍ” (cf. Mt 11,5-6). JESÚS les había dicho a sus discípulos: “dichosos vosotros, porque muchos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron” (Cf. Mt 13,17) Las curaciones que se producían eran reales. Del símbolo y la metáfora se había pasado a los hechos concretos y tangibles. La paciencia de DIOS empezaba a ser conocida por los discípulos del Bautista y por Juan mismo; y por otra parte, DIOS estaba comprometido con el hombre en clave de Encarnación: antes que el hacha cortase el árbol desde la raíz, habría que agotar otras alternativas recogidas en el Plan de DIOS siempre misterioso: “mis planes no son vuestros planes; y mis caminos no son vuestros caminos” (Cf. Is 55,8). A Juan Bautista se le encargó “preparar el camino al SEÑOR” (Cf. Is 40,3); pero el propio JESÚS era el CAMINO (Cf. Jn 14,6), y superaba cualquier otro itinerario espiritual.

Importancia de Juan Bautista

JESÚS valora a Juan Bautista y lo califica como “el más grande nacido de mujer, aunque el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él” (Cf. Mt 11,11) La grandeza humana de Juan no iba a ser obstáculo para su grandeza en el Reino de los cielos, pues Juan Bautista dio pruebas sobradas de una gran humildad. Juan rehuyó atribuirse cualquier rasgo mesiánico y tuvo la fortaleza e integridad de estar al servicio del ENVIADO de DIOS y en ningún caso le correspondía a él liderar al Pueblo de DIOS. Ni era una caña cascada por el viento del desierto, obligado a realizar una misión que no quería; y tampoco era un falso profeta ensoberbecido, como los que aparecerán en aquel mismo escenario del desierto de Judá pocos años después. Por otra parte, la molicie de los palacios puede hacer una alusión a Herodes y el coro de aduladores que frecuentaban sus orgías y festejos. Juan Bautista es una figura de un recio ascetismo santificado en el seno de su madre (Cf. Lc 1,41).

Carta de Santiago 5,7-10

La carta de Santiago mantiene una doctrina que liga de forma directa la Fe y las obras. La posesión de los bienes tiene que ser revisada pues la adquisición indebida o la falta de solidaridad se denuncian con especial gravedad. Todos los elementos contenidos en este escrito se enfocan bajo la inminencia del corto destino en este mundo y la inminente Venida del SEÑOR. No valen el disimulo y los subterfugios: el cristiano tiene que asumir su responsabilidad ante el SEÑOR y la comunidad.

La venida del SEÑOR

“Tened paciencia hermanos hasta la Venida del SEÑOR. El labrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardándolo con paciencia hasta recibir las lluvias tempranas y tardías” (v.7). El crecimiento del fruto de la tierra de un día para otro es inapreciable, pero se está produciendo. De la misma forma que este pequeño avance escapa a la mirada, el crecimiento del Reino de DIOS y la proximidad de la Venida del SEÑOR siguen su curso. La paciencia en la espera por parte del labrador obtiene como resultado el fruto de lo que se  ha cultivado. De la misma forma la paciencia en la espera del SEÑOR que viene da como resultado las condiciones personales que hacen exitoso el encuentro. Santiago en esta carta exhorta a desprenderse de la avaricia, y tiene duras palabras contra la riqueza mal adquirida. El rico avariento se destruye a sí mismo.

Una Caridad fuerte

“Fortaleced vuestros corazones, porque la Venida del SEÑOR está cerca” (v.8). Esta exhortación es un mensaje común para todos en el ámbito cristiano: un corazón fuerte es lo mismo que una Caridad activa y auténtica. No es otro el mensaje central de JESÚS en los evangelios y del resto de los autores sagrados en el Nuevo Testamento. En otros versículos de esta carta, Santiago declara sin atenuantes los lados oscuros de las comunidades, que debieran estar repletas de la acción del ESPÍRITU SANTO, y por tanto de la Caridad cristiana. En su Venida el SEÑOR desea encontrar a su Iglesia bien dispuesta.

Juicios humanos

“No os quejéis unos de otros hermanos para no ser juzgados, mirad que el JUEZ está ya a las puertas” (v.9). Celos, envidias y rivalidades, también están presentes en las comunidades cristianas; y eso levanta juicios y críticas que destruyen la fraternidad cristiana. Si alguien tiene que juzgar es “el SEÑOR, que está a la puerta y llama” (Cf. Ap 3,20).

El testimonio de los profetas

“Tomad como modelo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en Nombre del SEÑOR” (v.10) La designación de profetas por parte de Santiago puede aludir tanto a los canónicos del Antiguo Testamento, que sufrieron, en definitiva, por ser ministros de una palabra ungida que abría el camino hacia la aparición del MESÍAS; pero también se puede dirigir a los que recibieron el carisma de profetas tras Pentecostés y han testimoniado a JESÚS  con sus palabras, e incluso con su vida. San Pablo recoge el carisma profético en algunas de sus listas de dones y carismas (1Cor 12,10;Rm 12,6). El profeta es el que predica y declara el “kerigma” como centro de su predicación, al estilo de san Pedro en Pentecostés: “tenga en cuenta  toda la casa de Israel, que DIOS ha constituido SEÑOR y CRISTO, a este JESÚS, que vosotros habéis crucificado” (Cf. Hch 2,36). Esta pública confesión de Fe es conmovedora cuando está ungida por el poder del ESPÍRITU SANTO. Su proclamación provoca conversiones y disensiones, que en determinado momento el profeta va a percibir y sufrir. El SEÑOR llega y alcanza en esa misma predicación a los de corazón bien dispuesto.

La paciencia de Job

“Mirad como declaramos dichosos a los que sufrieron con paciencia. Habéis oído sobre la paciencia de Job en el sufrimiento y sabéis el final que el SEÑOR le dio, porque el SEÑOR es compasivo y misericordioso” (v.11). Es muy oportuno por parte de Santiago traer como modelo a Job, que perdió todas sus cosas materiales hasta límites extremos, perdiendo incluso la salud con dolencias que lo hacían rechazable según las leyes de la pureza ritual. La paciencia de Job no excluye la tensión espiritual de unos diálogos con DIOS agrios en distintas ocasiones. Pero Job no se levanta de sus cenizas y del saco en el que está sentado, hasta que DIOS con claridad le habla y redime de la terrible prueba. Particularmente la prueba de Fe que Job sostiene es apocalíptica, es decir, se somete al juicio de DIOS y sale absuelto, porque DIOS es el MISERICORDIOSO.

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