La alegría

Sofonías 3,14-18a Salmo: Isaías 12,2-6 Filipenses 4,4-7 Lucas 3,10-18

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

El tercer domingo de Adviento se le denomina Domingo Gaudete o Domingo de la alegría, porque está muy próxima la celebración del nacimiento del SALVADOR, que se anunciara a los pastores con cantos angélicos marcados por la alegría de las promesas que se están cumpliendo para todo Israel: “os anuncio una gran alegría que lo será para todo el Pueblo, hoy en la ciudad de David os ha nacido el SALVADOR, que es el CRISTO, el SEÑOR” (Cf. Lc 2,10-11). La alegría que los Ángeles transmiten proviene del Poder de DIOS. Las promesas dadas a lo largo de los siglos se están cumpliendo: DIOS es fiel a su Palabra y se revela a los sencillos. La alegría religiosa es poderosa, porque llena de seguridad el corazón de la persona piadosa. De vuelta del penoso exilio en Babilonia, el escriba Esdras considera imperiosa la necesidad de proclamar de nuevo la Ley al Pueblo, con objeto de afianzar los principios de vida que hagan posible la restauración de la ciudad, el Templo y de forma especial la restauración espiritual de cada uno. Después de escuchar la proclamación de la Ley y la explicación de los levitas, las lágrimas de arrepentimiento y consolación surgieron como una profunda moción del ESPÍRITU de DIOS. En el fondo estaba siendo una poderosa acción de DIOS en el corazón de su Pueblo, y el escriba Esdras orienta aquel acontecimiento celebrativo, para que el Pueblo congregado abra sus corazones a la alegría religiosa, que ha de completar aquella transformación interior: “Nehemías el gobernador, Esdras el sacerdote escriba, los levitas que explicaban al Pueblo, dijeron a todos : este día está consagrado al SEÑOR vuestro DIOS. No estáis tristes ni lloréis, pues todo el Pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Les dijeron también, id y comed manjares grasos, bebed bebidas dulces y mandad raciones a quien no tiene nada preparado, porque este día está consagrado a nuestro SEÑOR. No estéis tristes, la alegría de YAHVEH es vuestra fortaleza” (Cf. Nhm 8,10). Era importante la reconstrucción de Jerusalén, las casas, murallas defensivas y principalmente el Templo; pero toda esa tarea que estaba por hacer, se quedaría de nuevo vacía, si no había un sincero interés por rehacer la vida religiosa según lo mandado por el SEÑOR a Moisés y los profetas. El DIOS de Israel es un DIOS vivo, que se muestra muy cercano, siendo ÉL más alto que los propios Cielos (Cf. Is 55,8-11). “El SEÑOR es un fuego devorador y es un DIOS celoso” (Cf. Dt 4,24). A DIOS le importan los hombres y la Biblia multiplica los rasgos que, a riesgo de humanizar a DIOS, lo hacen entrañable para cada uno de sus hijos. Se entiende mejor la cita de Nehemías, entonces, al fijarnos en la alegría propiamente de DIOS. El DIOS de la Biblia, que se revela a través de esta Escritura, no es el resultado de proyección personal mediante abstracción. DIOS se revela y da a conocer a través de encuentros personales con los distintos profetas, indicando al mismo tiempo, que su objetivo es el corazón de cada uno de sus  hijos. DIOS se alegra con el buen vivir de su hijos, y en esa alegría de DIOS se fortalece el espíritu del hombre. De DIOS es verdaderamente la paz, el descanso y el júbilo, y todo el resto son imitaciones, algunas mejores y otras directamente perjudiciales. La alegría que proviene de DIOS no está en la estridencia, sin que por ello pierda intensidad. La alegría está en la bienaventuranza, que debe dar comienzo en este mundo como experiencia personal para ser completada por toda la eternidad en el Cielo, siendo DIOS mismo la fuente. Como a los israelitas vueltos del exilio, también a nosotros el SEÑOR quiere transmitirnos su alegría mediante la Revelación de su Palabra, un verdadero proceso de conversión que nos renueve como hijos de DIOS reconciliados. El descanso semanal, que para nosotros es el Domingo, pertenece a la expresa Voluntad de DIOS por la que debemos establecer unos tiempos frecuentes que lleven a elevar el corazón “hacia los bienes de allá arriba donde mora CRISTO” (Cf. Col 3,1-2). Descansando en el SEÑOR en el día de fiesta nos hacemos partícipes de la alegría del SEÑOR que inunda el corazón de sus hijos. No todo pueden ser alegrías en esta vida, pero tampoco tenemos capacidad para soportar una aridez espiritual continua, salvo casos muy especiales que están fuera del estándar. JESÚS nos convoca a todos a formar parte del grupo que vive la PAZ -Shalom- que el da al grupo reunido el Primer domingo por la tarde (Cf. Jn20,21). La alegría como fruto de la Caridad y la Esperanza está fundada para el cristiano en JESUCRISTO, porque vivimos el tiempo de Adviento basados en el hecho cierto que JESÚS, el HIJO de DIOS, ha nacido, pero volverá glorioso, sin relación alguna con el pecado (Cf. Hb 9,26-28).

La profecía de Sofonías

El escrito de Sofonías gira en torno al “Día de YAHVEH”, que es un tiempo de juicio para devolver el orden perdido. El Pueblo será salvado gracias a la presencia de un resto fiel, y la historia continuará con un Pueblo renovado. El profeta Sofonías ejerce su ministerio probablemente en tiempos del rey Josías, coincidiendo con el profeta Jeremías. Las medidas tomadas por Josías para volver a una práctica religiosa conveniente, parece ser que no obtiene grandes resultados. La degradación de costumbres sigue los pasos de las prácticas idolátricas, oponiéndose abiertamente a la Voluntad del SEÑOR. Ante el culto pagano generalizado, el SEÑOR se propone “aventarlo todo de la faz de la tierra” (Cf. Sf 1,2). En algún momento la purificación incluirá parte de los hombres: “no sólo animales, aves del cielo y peces del mar, sino que extirparé hombres de la faz de la tierra” (Cf. Sf 1,3) Como la intervención del rey Josías no fue suficiente y los israelitas volvieron al culto de los baales, que terminaron haciéndose en las azoteas de las propias casas; entonces se producirá una intervención divina ”extirparé de este lugar lo que queda de Baal, y el nombre de sus sacerdotes, los que se postran en los terrados ante el ejército del cielo -culto a los astros-; los que se postran ante YAHVEH y al mismo tiempo juran por Micón” (v.4). La corrupción había llegado al Templo de Jerusalén “que estaba lleno de violencia y de fraude” (v.9). Está justificada la intervención del SEÑOR cuando la perversión ha llegado al lugar más santo: el Templo. Para el profeta, la decadencia del lugar sagrado propicia el hundimiento del orden social. El Día de YAHVEH es un tiempo de profunda renovación y purificación. Cuando parece que no existen apoyos, DIOS dice que ÉL está cerca (v.7b). Para ese Día el SEÑOR mismo prepara un gran banquete y “consagra a sus invitados” (v. 8). DIOS continúa con su obra, a pesar de los obstáculos puestos por el hombre. “Cercano está el Día de YAHVEH; cercano, a toda prisa viene amargo el ruido del Día de YAHVEH” (v.14). Por aquellos años se darán los sucesos del destierro y esclavitud por parte de Babilonia. Gran destrucción perdiéndolo todo e incluso la vida en bastantes casos. La guerra entraña la destrucción extrema, y el dolor, fracaso y ruina, que se vuelven reveladores de una cara desconocida de la vida. Sofonías lo anticipa así: “Día de angustia y aprieto, Día de devastación. Día de tinieblas y oscuridad, Día de intensa niebla” (v.15). La lectura espiritual de estos versículos nos permite aplicarlos a cualquier tiempo o época, pues el alejamiento de DIOS provoca vacío, desconcierto y oscuridad. Cuando falta la presencia de DIOS en los corazones de los hombres, se necesitan más policías por las calles para mantener un orden incluso precario. La inseguridad dentro de la convivencia provoca miedo en la población y el miedo es un poderoso paralizante. Una situación así no es soportable por mucho tiempo y las sociedades colapsan: las destruyen o se aniquilan ellas mismas. Las profecías de carácter privado dadas desde hace décadas pronostican la literalidad de las palabras de Sofonías sobre el Día de YAHVEH como preámbulo necesario para un cambio de época destinado a materializar el ideal del Reino de DIOS en este mundo, y se vean con claridad los valores evangélicos cifrados en el Nuevo Testamento. La fórmula que sintetiza el nuevo tiempo fue dado por la santísima VIRGEN de Fátima, Portugal, en las apariciones de mil novecientos diecisiete. El mensaje a los tres niños fue: “mi Inmaculado Corazón triunfará”. Viene muy bien meditar la breve profecía de Sofonías, que se divide en tres capítulos. Ninguna palabra de la Escritura es ociosa o sobra. Sofonías nos está diciendo cuándo DIOS está dispuesto a intervenir teniendo en cuenta nuestro modo de proceder. Por eso la profecía de Sofonías sobre el Día de YAHVEH es modificable en algunos términos teniendo en cuenta nuestra conducta o respuesta a la Divina Voluntad. Las apariciones de la santísima VIRGEN a lo largo de estos últimos años nos quieren ahorrar muchos sufrimientos, y tan sólo nos pide que modifiquemos para bien nuestra conducta. Las calamidades en muchos casos son evitables, pero la cerrazón de unos y otros puede precipitarnos por las pendientes de las guerras generalizadas con la retahíla de males asociados: epidemias, enfermedades, pérdidas de los propios bienes, colapso financiero, hambre y robos masivos. Se incrementarán los refugiados de guerra, y se irá imponiendo la ley del más fuerte. Tenemos a buen número de insensatos gobernantes que juguetean con guerras generalizadas, y piensan que ellos y sus familias saldrán indemnes. Desde las trincheras espirituales sólo nos queda el esfuerzo por una coherencia de vida y la súplica, adoración y acción de gracias al SEÑOR. El trípode espiritual, que soporta la vida cristiana, con el que iniciamos cada Cuaresma resulta siempre oportuno: oración, limosna y ayuno. La oración frecuente que nos disponga en la Presencia de DIOS. La limosna es lo mismo que mantener un espíritu de servicio desinteresado hacia los otros con una actitud de verdadero Amor fraterno. El ayuno se entiende en sentido estricto y de modo amplio, tratando de reducir lo superfluo y de proponer pequeñas renuncias al SEÑOR, que “no buscó en momento alguno su propia satisfacción (Cf. Rm 15,3). Con san Pablo reconocemos que “la noche está avanzada…” (Cf. Rm 13,12). Las palabras de la santísima VIRGEN sobre el triunfo de su Inmaculado Corazón algo tendrá que ver con el interior renovado que habrán de tener los que protagonicen una nueva época en el curso cristiano de la humanidad. El Día de YAHVEH no concluye con la purificación, pues la transformación deberá completarse con una nueva efusión del ESPÍRITU SANTO de amplias dimensiones. Los versículos dados para la primera lectura, en este tercer domingo de Adviento inducen a pensar en la alegría del hombre nuevo en CRISTO.

El Resto de Israel

Después de convocar a todas las naciones, el SEÑOR dejará un resto que le será fiel. ”He decidido reunir a las naciones, congregar a los reinos, pues por el celo de mi fuego toda la tierra será devorada. Volveré puro el labio de los pueblos para que invoquen todos el Nombre de YAHVEH y me sirvan bajo un mismo yugo” (Cf. Sf 3,9). DIOS es fuego devorador (Cf Dt 4,24) y transformador, que puso en marcha la Iglesia de JESUCRISTO purificando a un puñado de personas, especialmente los Doce Apóstoles, con el fin de proveerlos de la Palabra del Evangelio. Un resto mínimo quedaba encargado de propagar el fuego recibido. El fuego de DIOS empezó a encender muchos corazones, y Sofonías y el resto de los profetas amplían el campo de esta acción espiritual por parte de DIOS. Toda la tierra, todos los hombres estamos llamados a recibir el don de una profunda transformación espiritual de acuerdo con el Amor y la santidad de DIOS. Un evento espiritual de estas características puede ser considerado como Venida del SEÑOR, la cual debe ser también objeto de toda expectación. Tenemos apoyos en la Escritura para considerar este tipo de venidas intermedias del SEÑOR antes de la venida final con la que el SEÑOR cerrará la historia de los hombres, que ÉL ha creado y redimido. Sofonías contempla la purificación de los pecados -de los pecadores- por este fuego devorador, dando al acontecimiento un carácter también judicial: “en aquel Día no tendrás ya que avergonzarte de todos los delitos que cometiste contra MÍ, porque quitaré del medio a los culpables orgullosos, y no volverás a engreírte en mi Santo Monte. YO dejaré en medio de ti un resto humilde y pobre, que se acogerá al Nombre de YAHVEH. El Resto de Israel ya no cometerá más injusticias, no dirá  mentiras…” (Cf. Sof 3,11-13).

Los nuevos tiempos

“Lanza gritos de gozo hija de Síon, lanza gritos de júbilo Israel alégrate de todo corazón Israel. Ha retirado YAHVEH las sentencias contra ti, ha retirado a tu enemigo” (Cf. Sol 3,14-15a). En el mundo no se entiende que la alegría está en DIOS, porque se confunde excitación de los sentidos con la alegría. Muchos dicen sentirse bien cuando realizan deportes de alto riesgo, porque les proporcionan fuertes emociones. Se confunde la alegría con la euforia proporcionada por altos niveles de decibelios en un concierto musical con frecuencia unido al consumo de drogas. En los estados de ánimo anteriores nunca se encontrará la alegría espiritual. Nos muestran estos versículos, que las expresiones religiosas del Pueblo de Israel encauzan toda la vitalidad y gestualidad de la persona hacia la alabanza al SEÑOR, porque los miedos se han disipado y la alegría del corazón responde a la gran liberación espiritual, que se está produciendo. De tal manera que la liberación mueve a la alabanza más intensa y ésta, en sí misma, actúa de medio liberador. Gritos, clamores, vítores, están al servicio de la alabanza porque se está viviendo la liberación dada por el SEÑOR de todas las ataduras.

La comunidad

”YAHVEH está en medio de ti y ya no temerás ningún mal. Aquel día se dirá a Jerusalén, no tengas miedo no desmayen tus manos” (Cf. 3,15a-16) La fortaleza de Israel no está en su capacidad militar, en sus extensos territorios o en grandes fortificaciones. El activo que lo puede hacer grande es el monoteísmo centrado en YAHVEH. DIOS está en medio de su Pueblo mientras éste acepte sus bendiciones y protección. Los preceptos del SEÑOR no son difíciles de cumplir, pues están en los labios y el corazón de quienes los han de practicar (Cf. Dt 30,11-16). Cuando el sacerdote bendice al Pueblo con la Bendición Aarónica (Cf. Nm 6,22-27), YAHVEH está en medio del Pueblo. Cuando el Nombre del SEÑOR es invocado sobre el Pueblo, ÉL se hace presente (Cf. Jr 14,10). Todos los dones espirituales nos son dados en los tiempos mesiánicos por el Nombre de JESUCRISTO, que debe ser invocado como el único Nombre que salva (Cf. Flp 2,11). El SEÑOR estará en medio de nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Cf. Mt 28,20). La confesión sin fisuras de la condición de JESÚS de Nazaret como el HIJO de DIOS garantiza que los poderes infernales no tendrán la última palabra (Cf. Mt 16,18).

La alegría que viene de DIOS

“YAHVEH está en medio de ti, un poderoso Salvador. ÉL exulta de gozo por ti, te renueva con su Amor, danza por ti con gritos de júbilo” (Cf. Sof 3,17). Cuando llega la plenitud de los tiempos (Cf. Mc 1,15), la aparente metáfora de este versículo se convierte en realidad. JESÚS muestra ante los suyos el gozo del ESPÍRITU SANTO (Cf. Lc 10,21-24). Las cosas de la evangelización constituyen motivos de gran alegría para los que las viven. Permanecer unidos a JESÚS es fuente inagotable de Paz y alegría mesiánica (Cf. Jn 15,11-17). Allí donde se dan los frutos del ESPÍRITU SANTO está el SEÑOR: “Amor, alegría, paz…” (Cf. Gal 5,22). Somos testigos de la venida del SEÑOR que nos asiste con sus dones como primicias de los bienes eternos imperecederos, y de una mayor presencia suya en medio de las vicisitudes de este mundo. Nos resulta familiar la mirada simultánea al SEÑOR que está viniendo y la celebración próxima de su nacimiento entre nosotros. El inicio de los evangelios dan testimonio del siguiente versículo, que cierra la primera lectura de este domingo: “como en los días de fiesta, YO quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio, que pesa sobre ti” (Cf. Sof 3,18). Las Bienaventuranzas de san Mateo (Cf. Mt 5,1-12) prometen los bienes espirituales de la Vida Eterna ya en esta vida, en la medida de lo posible. San Marcos inicia el Evangelio de JESÚS el CRISTO, el HIJO de DIOS (Cf. Mc 1,1) con la proclamación de la inminencia del Reino de DIOS (Cf. Mc 1,15). San Lucas dispone la acción del ESPÍRITU SANTO al comienzo de todo como el agente principal de los acontecimientos, que se van a suceder inmediatamente (Cf. Lc 1,17, 26-38; 41-45; 2,25-38). El Prólogo del evangelio de san Juan es una presentación solemne de lo que el VERBO de DIOS realizará en medio de nosotros (Cf. Jn 1,1-18). Por difícil que apremien las noticias inquietantes, la alegría mesiánica no desaparecerá de este mundo.

Anuncio de Juan Bautista

La propia presencia de Juan Bautista daba a su predicación una gran seriedad e importancia. Juan fue santificado desde el seno materno (Cf. Lc 1,17) vivió en el desierto vestido con pieles de camello, alimentándose con langostas y miel silvestre. Predica un bautismo de conversión y lo hace a orillas del río Jordán, para significar la purificación y el cambio de vida que pide la conversión. La voz de Juan Bautista comienza a resonar como el eco entre las montañas, y pronto se le acercan personas de clases sociales distintas, fariseos, militares, gentes sencillas; y también admite seguidores que desean conocer de cerca sus enseñanzas aprovechando la proximidad siempre beneficiosa de una persona que desprende santidad con su presencia y palabras. Juan Bautista es heredero de la tradición profética más recia y no ofrece concesiones a la mediocridad. A lo largo del río Jordán, san Lucas dispone el ministerio del Bautista, que resulta la “voz que clama en el desierto, preparad el camino del SEÑOR, enderezad sus sendas. Todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso será enderezado y lo pedregoso será allanado” (Cf. Lc 3,4-5). Se entiende la intención tanto del profeta Isaías como de san Lucas, pero no debemos rellenar los valles o eliminar las montañas; pero conviene derribar la presuntuosidad de la soberbia o la sima profunda de la apatía, pereza o dejadez. La sinuosidad de un camino puede darse sin remedio por la orografía del lugar. En el campo de la conducta hablamos de caminos derechos o torcidos para dar a entender buenas o malas conductas. La buena conducta puede exigir un giro para mejorar, en el momento preciso. Un camino lleno de piedras u obstáculos es difícil de transitar. Si alguien se dedica a quitar obstáculos nunca llegará a destino, pues en la siguiente curva aparecerán nuevos impedimentos. Alguien tiene que dejar libre el camino para que sea transitable. DIOS mismo se ofrece, mediante su Divina Providencia, a guardarnos en nuestros caminos, pues el remover obstáculos puede ser superior a las propias fuerzas. San Mateo y san Lucas muestran la indignación de san Juan Bautista por la situación del momento presente y la actuación de las clases dirigentes: “¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente, raza de víboras?” (Cf. Mt 3,7; Lc 3,7). Lo decía el Bautista a quienes creyéndose preferentes, elegidos o especiales, decían de sí mismos que eran “hijos de Abraham”, pero sin atender verdaderamente a su perfeccionamiento y crecimiento en la Fe; por eso el Bautista les decía: “de estas piedras, DIOS puede sacar hijos de Abraham, por lo tanto, no os engañéis” (Cf. Lc 3,8). La imagen del Hacha puesta en la raíz del árbol habla de la inminencia del juicio propio del Día de YAHVEH: “ya está el hacha puesta en la raíz de los árboles, y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Cf. Lc  3,9). Una imagen similar la empleará JESÚS en la alegoría de “La Vid y los sarmientos” (Cf. Jn 15,1ss). También el sarmiento que no da fruto es cortado y echado al fuego por parte de los Ángeles al servicio del PADRE, que es el viñador. El horizonte espiritual de Juan Bautista era el Día de YAHVEH, y tenía razón en marcar un tono de urgencia a su predicación, pero le faltaban elementos, que sólo JESÚS podía aportar. Se da la continuidad, pero los tiempos son distintos: “la Ley y los Profetas llegan hasta Juan, la Gracia y la Verdad vienen por JESUCRISTO” (Cf. Jn 1,17).

La gente pregunta a Juan

“La gente le preguntaba….” (v.10) Juan aparecía como un asceta digno de crédito y confianza, y podía ofrecer, por tanto, una buena orientación. No era él el CRISTO, pero manifestaba con su vida, que era un hombre de DIOS. Los nuevos tiempos requieren desprendimiento y ayuda fraterna: “el que tenga dos túnicas, que reparta con el que no tiene; y el que tiene para comer que haga lo mismo” (v.11). Se trata de atender a las necesidades más básicas que sostienen la vida presente. Es de máxima urgencia atender.

Publicanos

“Vinieron también publicanos a bautizarse, y le preguntaron; ¿maestro, qué debemos hacer? Juan Bautista les dijo: no exijáis más de lo que está fijado” (v.13). Juan no les pide que renieguen de su ocupación, que para la mayoría estaba muy mal vista. Los publicanos recaudaban los impuestos para Roma. Parte del cobro de los impuestos se lo quedaban ellos. Además cada jefe de recaudadores tenía a su alrededor otros cobradores de impuestos, que a su vez se llevaban una parte. La carga impositiva sobre el Pueblo podía resultar pesada, y en algunos casos confiscatoria, perdiendo la propiedad en el caso de agricultores. Roma no entraba en las particularidades mientras lo acordado con el jefe de recaudadores correspondiente fuese lo convenido. No eran pocas las quejas de los que se sentían extorsionados por los impuestos de los publicanos, por eso la actuación de Juan Bautista. Con su predicación, el Bautista estaba mejorando el orden social de aquella región, cosa que no quisieron ver las autoridades de su tiempo.

Soldados

“Preguntaron también a Juan unos soldados: ¿nosotros qué debemos hacer? Él les respondió: no hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas y contentaos con vuestra soldada” (v.14). El brazo policial o militar representa la fuerza coactiva de las disposiciones políticas o administrativas, en caso de no ser cumplidas. Roma además de el dinero de los impuestos, lo que quería era orden social, y los soldados romanos eran la garantía, aunque aquella región creaba algún contratiempo a la metrópoli. En este momento, Roma también se servía de los virreyes, Herodes Antipas y sus hermanos, hijos de Herodes el Grande. Algunas revueltas se produjeron y también los soldados estaban vigilantes para ver en qué paraba el Bautista con sus seguidores. Estos que se acercaron a Juan por cuestión espiritual tienen un mérito especial, pues con toda seguridad eran extranjeros de servicio en aquella región. Para el que puede ejercer la coacción es muy fácil deslizarse hacia la extorsión o el chantaje. Aunque Roma era generosa con los militares con cierta trayectoria, sin embargo la ambición no conoce límites para algunos.

¿Quién era Juan?

“Como el Pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones a cerca de Juan, si no sería él el CRISTO. Juan respondió a todos: yo os bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. ÉL os bautizará en ESPÍRITU SANTO y fuego” (v.15-16). Forma sencilla y directa de significar la Esperanza Mesiánica: el Pueblo estaba a la espera. El Pueblo era religioso y la religión ocupaba el espacio principal de la vida de cualquier judío de aquel tiempo. Desde la época de los Macabeos hasta aquel momento se habían multiplicado los escritos de carácter apocalíptico, con lo que se da en llamar literatura intertestamentaria, que va desde el tiempo antes señalado hasta la aparición de los textos del Nuevo Testamento o la destrucción de Jerusalén y el Templo para los judíos. Se iba a producir un cambio de época como nunca antes había sucedió ni tendrá lugar; por tanto es comprensible que hasta los espíritus más opacos se percatasen que algo importante estaba para suceder. Juan Bautista estaba en el punto de mira y presentaba todos los requisitos para que así sucediese. La postura de Juan Bautista ante la perspectiva mesiánica se mantiene como modelo de actitud y comportamiento: en ningún momento quiso apropiarse de algo, que no le pertenecía, pero la corriente ambiental le podía empujar y presentar como el Mesías por la fama acumulada. Para un narcisista aquella oportunidad hubiera sido la más propicia y esperada. Juan Bautista acreditaba su humildad y probaba que era un hombre DIOS. JESÚS dice que “Juan es el más grande nacido de mujer” (Cf. Lc 7,28).

El día de la siega

“En su mano tiene el bieldo para limpiar su campo y recoger el trigo en su granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga” (v.17). El Día del SEÑOR en el que intervendrá “el que puede más que Juan” llevará a término el Juicio de DIOS sobre el mundo, que es el campo. Quedarán separados unos de otros, según el camino elegido durante la vida. El grano de trigo está destinado al granero y la paja será echada en el horno de fuego que no se apaga. Es la ira divina que irrumpe de forma inminente para llevar a término lo anunciado por los profetas. La perspectiva de los hombres no se adapta bien a los tiempos de DIOS. Incluso los espíritus más santos, en este mundo presentan apreciaciones erróneas sobre el momento en el que los acontecimientos se van a producir. El presente de DIOS desajusta los cálculos de los que habiendo entrado en la contemplación del misterio, vuelven al tiempo de los hombres. Todo se va cumplir, las cosas van sucediendo, pero la historia transcurrida ofrece una lección magistral, que todos debemos aprender. DIOS tiene más de una manera de hacer las cosas, y las puede realizar atendiendo a consideraciones de mérito y Gracia, que escapan a nuestro cálculo y consideración. En los primeros tiempos ya el apóstol san Pedro aprendió que “para DIOS mil años son como un día, y un día como mil años” (Cf. 2Pe 3,8). Por otra parte cualquier juicio pertenece en último término al SEÑOR como dice san Pablo: “aunque mi conciencia no me condena, no por eso quedo absuelto. No hagáis juicio alguno, esperad que venga el SEÑOR” (Cf. 1Cor 4,4-6).

La exhortación

“Con muchas exhortaciones, anunciaba Juan a las gentes la Buena Nueva” (v.18). La exhortación se muestra pronta a ser realizada. Ante la acción extraordinaria que DIOS va a llevar a término, el profeta siente en su interior el ardor de la Palabra, que parece incontenible en su corazón y lucha por ser comunicada, al estilo del profeta Jeremías, que sentía la Palabra como fuego devorador (Cf. Jr 20,9). La Buena Nueva como Mensaje que viene del PADRE será dado por JESÚS, que es el único que ha visto al PADRE (Cf. Jn 14,8). La Buena Noticia es reconocida cuando el Mensaje llega a los gentiles para anunciarnos que somos hijos adoptivos de DIOS destinados a ser santificados por el Amor (Cf. Ef 1,3ss).

San Pablo, carta a los Filipenses 4,4-7

Las palabras de san Pablo sobre la alegría, que vienen recogidas en esta carta tienen un especial valor, pues van dirigidas a los de Filipo desde la cárcel. En circunstancias difíciles, el Apóstol mantiene vivas las virtudes teologales y de modo especial la alegría que va ligada a la Esperanza. Dice san Pablo en este mismo escrito: “he aprendido a contentarme con lo que tengo; se andar escaso y sobrado; estoy avezado a todo y en todo, a la saciedad y al hambre, a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en AQUEL que me conforta” (Cf. Flp 4,11b-13).

La alegría cristiana

“Estad siempre alegres en el SEÑOR. Os lo repito: estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El SEÑOR está cerca” (v.4-5). Las virtudes teologales que están enraizadas en el corazón del bautizado, constituyen la fuente de Gracia suficiente para mantener la Paz y la alegría que brota del ESPÍRITU SANTO y salta hasta la Vida Eterna (Cf. Jn 4,14). Algo de la Bienaventuranza Eterna hay en el corazón del que se mantiene en el SEÑOR en las luchas y en las pruebas. Los dolores y fracasos se sienten pero no hunden al cristiano en la desesperación porque algo del Cielo habita en su corazón, y allí sólo hay bondad y verdad, paz y alegría sin fin.

La figura de este mundo pasa

“No os inquietéis por cosa alguna. Antes bien, presentad a DIOS vuestras peticiones mediante la oración y la súplica acompañada de la acción de gracias” (v.6-7). San Pablo no propone un heroísmo barato, que hiciese posible una impasibilidad ante los acontecimientos. La condición del cristiano, a semejanza de JESÚS, es la de alguien compasivo, que participa de los dolores y sufrimientos, de las alegrías y los éxitos de los hermanos; pero en todo mantiene la Paz interior que da la Presencia del SEÑOR. A ello contribuye de forma especial la oración realizada en toda ocasión -oración continua-, presentada al SEÑOR mediante el diálogo confiado, la súplica del pobre y la acción de gracias por los dones ya recibidos, establecen la actitud conveniente del cristiano que vive para DIOS en medio del mundo.

La Paz como fruto del ESPÍRITU SANTO

“La Paz de DIOS que supera todo conocimiento custodiará vuestros corazones y vuestro conocimiento en CRISTO JESÚS” (v.7). JESÚS nos lo dice: no doy mi Paz como la da el mundo” (Cf. Jn 14,27). JESÚS es el que trae al mundo el Nuevo Shalom, la Paz Mesiánica. Establecida la Paz del SEÑOR en los corazones de los hombres, la ciencia del SEÑOR transformará los modos de vivir, las estructuras sociales y el panorama del mundo. Este ideal, que a su modo contemplaba Isaías (Cf. Is 11,1ss) sigue pendiente, pues las previsiones dadas a la evangelización en el Nuevo Testamento, evangelios y cartas incluidas, todavía no se han cumplido de forma general. El SEÑOR está cerca, Maranatha.

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