El Karma es una excusa que se instauró socialmente como elemento de control, con la creencia de que lo que hagamos se nos regresa. Sin embargo, si la causa y efecto fueran tan lineales, nuestro libre albedrío estaría condicionado por lo que vamos a recibir y no tendría sentido hacer el mal. Pero aun así sabemos que el mal existe.
Nosotros los católicos creemos en el pecado, como un hecho que ofende a Dios, sin embargo, no es el pecado el problema, sino nuestra falta de amor hacia Él lo que nos hace mal.
La relación que tenemos con el pecado está ligada a nuestra intención de querer hacer las cosas bien o no. En esos términos, si pecamos es porque queremos. Esta lógica tiene por sí sola varias fallas. Si bien tenemos libre albedrío e inteligencia para comprender qué está bien y qué está mal, también tenemos que entender que no pecar es una gracia que Dios nos da si se la pedimos con fe.
Además de que no pecar es un regalo de Dios, también existen ciertos condimentos que hacen que seamos más propensos al pecado. Uno de ellos es la existencia de heridas emocionales de nuestra infancia, las cuales se agrupan en 3 tipos: Abandono, agresión y abuso sexual.
Estas 3 heridas, que hemos recibido a lo largo de nuestra vida desde el vientre materno, son grandes condicionantes de nuestra necesidad de aliviar el dolor con pecado. Dicho de otra forma, el pecado es atractivo y se presenta como un alivio frente al dolor causado por nuestras heridas. Es así como podemos caer en las drogas, en la gula, en el sexo sin control, etc.
Por eso es importante que, si queremos no pecar más, comprendamos que tenemos heridas y que tenemos que sanarlas, de lo contrario vamos a seguir buscando el pecado como paliativo para nuestro dolor.
Sanar las heridas, es el único camino para amar a Dios. Por eso el padre mandó a su hijo para que nos sanara y que así no pecáramos más. Es así como en el camino para amarlo a Dios comprenderemos que el pecado no tiene sentido y solo así dejaremos de pecar. Pero mientras sigamos creyendo que existe el Karma y que esa es la motivación para no hacer el mal, seguiremos cayendo una y otra vez en el pecado.
¿En estos términos, te parece que tiene sentido hablar del Karma?
Mi invitación hoy es a que no pienses en el pecado en ti mismo, sino en las heridas que te llevan a pecar. Indaga sobre tu historia y conoce tu pasado para pedirle a Dios que te sane. Si quieres conocer tus heridas, te invito a que hagas clic en este enlace para que completes el Inventario de Heridas Emocionales. Una herramienta que te ayudará a iniciar un camino de liberación de la mano de Cristo.