Junio: mes del Sagrado Corazón de Jesús, no del orgullo gay

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El mes de junio es el mes del Sagrado Corazón de Jesús.

¿Y eso qué significa? ¿Es el mes de una víscera?

No. Es el mes de la caridad.

¿Y qué es la caridad?

La caridad es la virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor a Dios. La caridad es una virtud teologal infundida por Dios en nuestras almas; tiene de suyo una dimensión sobrenatural y siempre es fruto del amor de Dios.

El amor, tiene muchas dimensiones y manifestaciones, desde el «cariño» a los animales o el aprecio por las cosas, al amor paternofilial, conyugal o de amistad. El amor es una realidad natural; la caridad, sobrenatural.

El cardenal Sarah dijo: «El término amor ya existía antes de Cristo pero es Él quien nos enseña la cima del amor que es precisamente la caridad. El auténtico amor lo aprendemos de Cristo…, es por ello que no hemos de confundir la auténtica caridad cristiana, que tiene su origen en Dios, con la solidaridad típica de las ONG y de las organizaciones de la ONU, que tratan de debilitar el arraigo de la «caritas» en Dios, reduciendo su razón de ser a una pura filantropía».

«El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado». (Romanos 5, 5).

La caridad viene del Espíritu Santo, viene de Dios mismo. Es más: la Caridad es Dios mismo. Por eso vivir en Caridad es vivir en Cristo. Y para ello, debemos vivir en gracia de Dios:

  • Cumplir los mandamientos,
  • Confesarnos con frecuencia,
  • Comulgar en gracia de Dios: alimentarnos del Pan del Cielo, del Sacramento de la Caridad, donde late realmente el Corazón de Cristo: único medio para transformar nuestro corazón de piedra y hacerlo semejante al suyo.
  • Vivir en coherencia, practicando las obras de misericordia: amando a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por Dios. La vida cristiana ha de cumplir y hacer que resplandezca la Caridad: no sólo el amor, sino la Caridad. No solo el amor natural, sino por encima de todo, el sobrenatural: el que solo puede venir de Dios, el que hace milagros:

El que creyere y fuere bautizado, se salvará; mas el que no creyere, se condenará.

A los que crean, les acompañarán estas señales: en mi nombre echarán los demonios, hablarán lenguas nuevas, tomarán en sus manos serpientes y, si bebieren ponzoña, no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos y estos recobrarán la salud.

Marcos 16

De las tres virtudes teologales, sólo la caridad permanece en el cielo. La fe no nos hará falta porque veremos directamente el rostro de Dios; y la esperanza, tampoco, porque ya no tendremos que esperar más lo que ya estaremos gozando junto a los santos y a los ángeles. Pero la Caridad perdura más allá de la muerte, porque contemplar a Dios es gozar la felicidad y la bondad eternas y plenas y eso es la Caridad, esa es la realidad de Dios mismo. Bondad infinita, felicidad eterna y caridad perpetua.

La Caridad, que es lo más sublime, el don más divino que el hombre puede recibir de Dios, sufre ataques constantemente: es ridiculizada, banalizada, desacralizada… Satanás odia a Dios, odia al hombre (que ha merecido que Dios mismo entregara su vida en la cruz para su salvación) y odia la Caridad. El Maligno es lo contrario de la caridad: por eso propone al hombre una parodia grotesca de la caridad, reduciendo el amor al sexo más animalizado y grosero.

La ONU y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Club Bilderberg, El Foro de Davos, la Agenda 2030… toda la plutocracia mundial – masónica y luciferina – pretende convertir el mes de la Caridad – el mes del Sagrado Corazón de Jesús y del Corpus Christi – en el mes de la depravación, de la impudicia, de la obscenidad y de la lujuria. Todas esas instituciones o grupos de poder son instrumentos del Anticristo para imponer su reino de maldad, de pecado y de muerte. Los desfiles del orgullo gay son marchas que pretenden profanar las calles que Cristo santifica en las procesiones del Corpus.

El mes del orgullo de la plutocracia y del Anticristo representa el odio a Dios, la blasfemia, la impudicia, lo obsceno… No solo se enorgullecen de su lujuria. No solo es una muestra se soberbia. Además esas manifestaciones expresan odio a Dios mismo y a la Iglesia. Manifiestan la impiedad, la blasfemia y la apostasía de una buena parte de la sociedad otrora cristiana y que ahora ha decidido adorar a Lucifer, en lugar de a Dios.

Rezar en las calles está prohibido por esta sociedad enferma. No nos permiten rezar el rosario delante de los abortorios. Pero se permiten las exhibiciones obscenas más groseras, vulgares y deleznables: eso es libertad de expresión. La oración silenciosa, en cambio, es ofensa intolerable.

Dice la Carta a los Gálatas (capítulo 5, 19-23):

Las obras de la carne son manifiestas, a saber: fornicación, impureza, lascivia, idolatría, hechicería, odios, discordias, celos, iras, ambiciones, disensiones, facciones, envidias, embriagueces, orgías y otras como éstas, de las cuales os prevengo, como antes lo hice, que quienes tales cosas hacen no heredarán el reino de Dios.

Los frutos del Espíritu son: caridad, gozo, paz, longanimidad, afabilidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. 

¿Qué debemos hacer ante todo esto?

Seguir el ejemplo de María: humildad y caridad. Ella nos enseña a amar, a adorar a Dios, a confiar en su Hijo incluso en las peores circunstancias: nos enseña a aguantar al pie de la cruz en silencio, sin abrir la boca. Nos enseña a rezar y a esperar en Dios. Pero también nos muestra el camino del servicio callado y humilde. La Llena de Gracia está plena de Caridad.

No seamos descorteses, no nos irritemos, no tomemos en cuenta el mal. Esperemos en el Señor, confiemos en Él. La Caridad todo lo espera, todo lo excusa, todo lo tolera. La Caridad nos enseña a amar a nuestros enemigos: a quienes nos humillan y nos desprecian; a quienes nos insultan y nos odian. «Perdónalos, Señor, que no saben lo que hacen».

Amemos a todos por amor de Dios.

Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen,para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre malos y buenos y llueve sobre justos e injustos.

Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los publícanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los gentiles?

Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre, celestial.

Mateo 5

La Caridad todo lo puede. La Caridad procede de Dios y nos conduce a Dios. Los impíos trataron de acabar con el Verbo Encarnado en la cruz. Pero Cristo resucitó y en la Cruz destruyó la muerte y derrotó al pecado para siempre.

Ahora bien, el amor a Dios nos obliga a defender su Santo Nombre. La caridad no es excusa para el silencio cobarde ante blasfemias y sacrilegios; ni justifica la pasividad ante las injurias a Dios, a la Santísima Virgen María o a los Santos. Levantemos la voz y demos la cara ante los impíos: «Se cambiarán vuestras fiestas en luto, vuestros cantos en elegías», dice el Señor. Respondamos siempre el mal con el bien y al odio con amor. Recemos por quienes nos odian para que se conviertan. Rezar por alguien es una forma de amarlo. Amemos sin límites. Y pidamos insistentemente que venga a nosotros el Reinado de Dios: ¡Ven, Señor, no tardes!

Dichoso el que teme al Señor.

¡Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera!

Por Pedro L. Llera,

InfoCatólica.

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