Según el Observatorio del Centro de Documentación Judía Contemporánea, en el primer trimestre de 2020 se cometieron 79 actos de antisemitismo en Italia, con una tendencia al alza en comparación con los dos años anteriores. «Es necesario preguntarse sobre la real penetración de las enseñanzas del Concilio en nuestras comunidades», subraya Monseñor Ambrogio Spreafico, presidente de la Comisión Episcopal Italiana para el Ecumenismo y el Diálogo, en el Subsidio para la presentación de la XXXII Jornada para la profundización y el desarrollo del diálogo entre católicos y judíos, que se celebra el domingo 17 de enero. «Este proceso de comprensión y diálogo – subraya el prelado, obispo de Frosinone-Veroli-Ferentino – todavía necesita ser asumido y convertirse en cultura, es decir, en una forma de pensar, hablar, escribir y vivir». Ante los micrófonos de Radio Vaticana Italia, Monseñor Spreafico trazó un balance actualizado del camino común.
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R. – Diría que en los últimos años se han hecho progresos y sobre todo se ha enriquecido el diálogo, porque, además de las comunidades judías italianas y los rabinos, desde Toaff hasta Di Segni y muchos otros, se ha establecido una muy buena relación con los principales rabinos, no sólo europeos, sino también americanos y sobre todo israelíes. Yo, con la Comunidad de Sant’Egidio, he tenido la oportunidad en los últimos años de establecer estrechas relaciones con los rabinos principales de Israel y creo que esto nos ha permitido entendernos mejor. Creo que también han comprendido mejor el trabajo que la Iglesia Católica está haciendo precisamente para intensificar la relación con el judaísmo, con las raíces de nuestra fe que son precisamente las raíces judías. Son raíces que encontramos en la Sagrada Escritura, que también para nosotros es el fundamento de la vida cristiana. Así que creo que estamos trabajando bien.
Pero también es cierto que el Observatorio del Antisemitismo del Centro de Documentación Judía ha registrado un aumento progresivo de los actos de antisemitismo en Italia. Esto nos plantea preguntas como creyentes…
R.- ¡Sin duda! En primer lugar, quisiera decir que es vergonzoso y dramático cómo, incluso durante esta pandemia, hay personas que utilizan estereotipos antisemitas para buscar las causas de lo que está sucediendo. Estos fenómenos nos cuestionan y sobre todo nos llevan a preguntarnos si, incluso dentro de nuestras propias comunidades, no hay todavía semillas de antisemitismo y malentendidos que surgen de una cierta lectura de la Biblia. La Iglesia ha hecho mucho al respecto. Recuerdo ese hermoso documento de la Pontificia Comisión Bíblica, firmado por el entonces Cardenal Ratzinger, sobre las escrituras hebreas en la Biblia cristiana. Es un texto que da una interpretación que todos deberíamos conocer del Nuevo Testamento precisamente para evitar la creación, incluso en nuestras comunidades, de una forma totalmente errónea de pensar acerca de lo que es el antiguo Israel y el Israel de hoy. Por lo tanto, creo que la catequesis y la enseñanza renovada deben incluirse dentro de esta respuesta a una mentalidad que está dramáticamente extendida, incluso donde no hay comunidades judías e incluso en este momento está saliendo a la luz de manera vergonzosa.
Usted recientemente recordó una declaración del Papa Pío XI: «Como católicos somos espiritualmente semitas». ¿Qué significa esta raíz para nuestra fe hoy en día?
R.- Significa que debemos comprometernos en el conocimiento del judaísmo a través del encuentro, la relación y el estudio. El judaísmo no es sólo el Antiguo Testamento – que sería mejor llamar el Primer Testamento – sino que es una larga historia de fe y cultura que también ha marcado a nuestra Europa. Durante su visita a la Sinagoga de Roma en 1986, San Juan Pablo II habló de los judíos como nuestros «hermanos mayores» y durante su visita a la Sinagoga de Maguncia en 1980 habló del «pacto nunca revocado» de Dios con Israel. Todo esto debe cuestionarnos y ayudarnos a redescubrir esta raíz de la que nace nuestra fe. Puede parecer banal, pero mucha gente olvida que Jesús, María, José y los Apóstoles eran judíos. Tal vez a veces olvidamos y por lo tanto no aprovechamos esta riqueza que es parte de nuestra herencia de fe y cultura.
La Jornada de este año está dedicada a una reflexión común sobre Qohelet, un libro bíblico apropiado para la meditación en tiempos de pandemia…
R. – Sí, es verdad, y fue una coincidencia porque con el rabino Di Segni habíamos elegido meditar a lo largo de los años sobre las «Cinco Meguilot», es decir, los cinco pergaminos, los cinco libros bíblicos que, según la tradición judía, se rezan en determinadas fiestas. Bueno, el último es precisamente el Qohelet y ocurrió este año, el año de la pandemia. Es una reflexión sobre la fragilidad de la vida, sobre la dificultad de entender los tiempos y de responder a todas las preguntas que se nos hacen en este momento tan difícil. Creo que Qohelet es, en última instancia, una reflexión sobre la condición existencial que estamos viviendo. Nos hemos enfrentado, y nos estamos enfrentando, a la lucha por comprender el origen de la pandemia, a pesar de los avances de la ciencia y el logro de las vacunas. Hemos descubierto que como seres humanos somos frágiles. Pues bien, Qohelet expresa precisamente el espíritu de un tiempo difícil, lleno de preguntas, que es muy similar al nuestro. La sabiduría se cuestiona a sí misma, la ciencia se cuestiona a sí misma y aún hoy luchamos por encontrar las respuestas correctas y nuestra sabiduría se enfrenta a la incertidumbre. Esta es el Qohelet: yo diría que es una gran reflexión sapiencial, que debe ayudarnos a vivir sabiamente en este tiempo para adentrarnos en las profundidades de la realidad que vivimos sin olvidar la fragilidad y debilidad de la que estamos hechos. Somos el polvo de la tierra, dice el libro del Génesis, y quizás nunca antes hayamos experimentado esto como en este tiempo. Pero también descubrimos, con el Qohelet, que en este polvo está la presencia de Dios, está su amor. Esto no debemos olvidarlo nunca.
Con información de Vatican News/Fabio Colagrande