Jorge Luis Borges, Agatha Christie y decenas de intelectuales del mundo pidieron a Paulo Vl mantener Misa tradicional

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El nombre de la conocida escritora figura entre los firmantes de una exhortación a la Santa Sede realizada en 1971 para que «reconsiderase con la máxima gravedad la tremenda responsabilidad con la que quedaría ante la historia del espíritu humano si no consintiese en dejar en vigencia perpetua la Misa tradicional».

 

El 28 de abril de 1969, Pablo VI promulgó el novus Ordo Missae, culmen de la obra del Consilium ad exsequendam constitutionem de Sacra Liturgia al que el pontífice había encomendado la revisión de los libros litúrgicos y la aplicación de las reformas relacionadas con una más activa participación de los fieles, como el uso de las lenguas nacionales y la concelebración. Un año después, en mayo de 1970, estaba preparado el nuevo Misal. Se trataba, como ha observado el historiador jesuita Giacomo Martina, de «una auténtica revolución litúrgica, mucho mayor que la del tridentino».

Así lo explica el historiador Roberto de Mattei en su libro Concilio Vaticano II. Una historia nunca escrita, que recoge, asimismo, las críticas y reticencias que se dieron cuando entró en vigor el nuevo rito. Críticas que provenían de algunos miembros eminentes de la jerarquía, así como de muchos teólogos y laicos:

«En octubre de 1969, los Cardenales Ottaviani y Bacci presentaron a Pablo VI un «Breve análisis crítico del Novus Ordo Missæ», redactado por un selecto grupo de teólogos de varias nacionalidades. En la carta que dirigieron al Pontífice se afirmaba que «el Novus Ordo Missæ (…) representa, tanto en su conjunto como en sus aspectos concretos, un impresionante alejamiento de la teología católica de la Santa Misa, tal como fue expresada en la XXII sesión del Concilio de Trento, en el que, estableciéndose definitivamente los ‘cánones’ del rito, se erigió una barrera insalvable contra toda y cualquier herejía que pudiese menoscabar la integridad del misterio».

El mismo Mons. Ferdinando Antonelli, Secretario de la nueva Congregación para los Ritos, que había seguido todo el itinerario de la reforma litúrgica, desde Pío XII hasta Pablo VI, había expresado el 23 de julio de 1968 a Mons. Benelli, sustituto en la Secretaría de Estado, sus «preocupaciones sobre la reforma litúrgica que está cada vez más caótica y aberrante». También la parte progresista reconocía que el Novus Ordo Missæ reflejaba una nueva teología del «pueblo de Dios» que camina en la Historia: una visión eclesiológica inmanentista, que presuponía el sacerdocio común de los fieles, muy diferente – según Alberigo – de aquella de la Mediator Dei o de la Mystici Corporis de Pío XII.

También comenzaron a multiplicarse las exhortaciones de fieles de todas las nacionalidades que pedían el restablecimiento o, por lo menos, la «par conditio» de la Misa tradicional. Entre estas exhortaciones se encontraba un memorandum de 1971 en el que más de cien eminentes personalidades de todo el mundo pedían a la Santa Sede «que reconsiderase con la máxima gravedad la tremenda responsabilidad con la que quedaría ante la historia del espíritu humano si no consintiese en dejar en vigencia perpetua la Misa tradicional».

Roberto de Mattei señala que entre las firmas que suscribían este escrito figuraban nombres tan conocidos como el de la escritora Agatha Christie. Entre los signatarios de esta petición también se encontraban Jorge Luis Borges, Graham Green, Romano Amerio, Marcel Brion, Henri de Montherlant, Augusto Del Noce, Robert Graves, Yehudi Menuhin, Malcolm Mudderidge, Marius Schneider o Bernard Wall.

 

Infovaticana.

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