Comienza el camino cuaresmal, tiempo propicio para ser conducidos por el Espíritu en el desierto de nuestra existencia; allí donde podemos encontrarnos con nosotros mismos, con nuestra más cruda realidad y dejarnos enseñar por el Maestro Jesús. Así podremos tener esa experiencia semejante a la del pueblo de Israel y del mismo Jesús, para salir de la esclavitud y entrar a la tierra prometida.
Hoy escuchamos del Evangelista San Lucas el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Nos presenta ese encuentro entre el tentador que es Satanás, quien pretende desorientar a Jesús que es el Hijo de Dios quien viene a cumplir una misión salvadora.
Las tentaciones se resumen a tres, que abarcan al ser humano completo, como dirá Fiódor
M. Dostoievski: “En las tentaciones de Jesús se resumen las grandes aspiraciones del ser humano, esas tentaciones ante las cuales se rinde la persona humana, esas tentaciones que nos centran en nosotros mismos y nos apartan de Dios”. La finalidad del tentador fue apartar a Jesús de su misión; quería que mostrara su mesianismo desde una perspectiva diferente, desde un dominio sobre las personas; pero Jesús no es vencido por el tentador, no es apartado de Dios; nos da ejemplo de que al diablo se le puede vencer. Hablar de Satanás y de sus tentaciones en un mundo como el nuestro, es algo pasado de moda y que nadie desea escuchar. Se ha perdido el miedo al diablo y el santo temor a Dios; se tiene una indiferencia hacia Satanás, pero también hacia Dios. Ya lo dijo el escritor Lewis en su obra cartas del diablo a su sobrino: “Conviene que el hombre crea que no existo, es la mayor estrategia para seducirlo y hacerlo caer…”.
Hemos escuchado una batalla entre Satanás y Jesús; una batalla donde el tentador pone el mejor ‘cebo’ para seducirlo, que es “presentar un mesianismo lleno de gloria y de poder”. Un mesianismo que da pan a todo el que le pida (milagrero). Un mesianismo que tiene el poder de todos los reinos de la tierra y a través de ese dominio puede lograrlo todo (el poder de dominio). Un mesianismo espectacular rodeado de ángeles que lo protegen (fama). Jesús rechaza este tipo de mesianismo, nos queda claro que vence a Satanás en el desierto, pero también aparece claro, que Satanás no se da por vencido y escuchamos en el Evangelio: “Concluidas las tentaciones, el diablo se retiró de Él, hasta el momento oportuno”; esto nos quiere decir que las tentaciones no sólo fueron en el desierto, Jesús fue tentado a lo largo de su vida, incluso en la cruz tiene la última tentación; Jesús vence al diablo en todo momento y nos enseña que podemos vencerlo si queremos, porque tenemos de nuestra parte al mismo Dios.
Contemplamos que Jesús, a pesar de ser el Hijo amado del Padre y a pesar de estar lleno del Espíritu Santo, tuvo que combatir al diablo. Hermanos, también nosotros tenemos un enemigo invisible espiritual que busca apartarnos de Dios; que por envidia busca destruir la obra de Dios, que somos cada uno de nosotros. El maligno se presenta de manera positiva, pone el ‘cebo’ para que caigamos. El Papa San Pablo VI, hablaba de “un agente obscuro y enemigo, el demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo espiritual, pervertido y pervertidor”. Hermanos, no cerremos los ojos, es preocupante cuánta perversión se propone para todos, pero especialmente para los niños, los más inocentes e indefensos, a través de las ideologías, que por desgracia las promueven y las quieren hacer leyes, muchos de aquellos hermanos nuestros revestidos de autoridad que fueron elegidos para cuidar a los ciudadanos buscando sólo el bien común: ¿Qué bien común va a traer la ley del aborto o las
ideologías de género y otras vertidas en las leyes? Las leyes han de ser dadas para proteger la vida y no para destruirla. No olvidemos que la tentación parte siempre de una mentira; para lograr convencer a obrar el mal el diablo miente y engaña siempre, es muy astuto.
Digamos una palabra sencilla sobre cada tentación:
1ª. Satanás le propone a Jesús que se presente como un reformador social. Le propone a Cristo que reduzca su función redentora a una reforma social; que convierta las piedras en pan, primero para sí y después para los demás. Ese gran sueño que han tenido los pueblos de contar con el vientre satisfecho; ese pan que hace alusión al dinero, al confort, al placer, al paraíso en la tierra. Ese materialismo de distinto color que se presenta como lo más importante y que hoy domina en el mundo. Recordemos que Jesús trae la Palabra de Dios, que si es aceptada, traerá el pan de la tierra por añadidura; Jesús sabe que con sólo pan no consigue el amor, pero que, con el amor, se puede conseguir el reparto equitativo de los bienes materiales.
2ª. La tentación del uso de Dios. Satanás propone el mesianismo milagrero y fosforescente. Le pide a Jesús que se arroje del templo como entrada triunfal, eso haría que todos se pongan de pie tras Él. Es la carrera detrás del milagro, como dicen algunos: “que se haga el milagro, aunque venga del diablo”; muchos prefieren una mentira brillante a cien verdades grises. El diablo incita a Jesús a usar a Dios, poniéndolo al servicio de sus intereses o de su misma misión. Este dilema sigue muy presente en los cristianos de hoy, lo podemos formular así: ¿El triunfo o la santidad? Se trata de saber si hay que eliminar la cruz para hacer un cristianismo más llevadero. Recordemos que Jesús reúsa la espectacularidad a partir del milagro.
3ª. La tentación del poder: En esta tentación es donde el diablo muestra su verdadera naturaleza; no sabemos qué admirar, si la audacia o el descaro con que pide ser adorado. El diablo se muestra como un ídolo, como lo que él quisiera ser: un antidiós. Pretende que Jesús se contente con el mundo y se olvide de las almas. El diablo lo tienta para inducir su mesianismo por otros derroteros; aunque Jesús le enseña al diablo que existe un poder que no es de este mundo, un poder que camina por las sendas del amor, del fracaso aparente y de la cruz. Jesús sabe que el poder corrompe; desde la altura de un trono, es difícil o casi imposible amar. El trono aleja, la cruz acerca. Jesús sabe que su redención con oro sería una conquista, no una redención. Jesús comienza derrotando al demonio y a las falsificaciones del mesianismo.
Jesús rechaza el atajo de un triunfo fácil, cargado de popularidad, de gestos espectaculares. Él se decide a llevar el proyecto de Dios, aunque sea marcado por el dolor. ¿Nuestro proyecto es el de Dios?
Entremos en ese desierto cuaresmal, donde alejados del ruido podamos escuchar la voz de Dios para escrutar nuestro interior y podamos darnos cuenta si estamos apostando por el proyecto de Dios o seguimos nuestros propios proyectos guiados por el afán de poder, de fama, guiados por el orgullo.
Preguntémonos: ¿Lo que hacemos humana y religiosamente concuerda con el proyecto de Dios, o revestidos de un ropaje religioso, caminamos por senderos alejados de Dios?.
Planeemos: ¿Qué tipo de oración marcará mi Cuaresma? ¿De qué me voy a abstener?
¿Cómo voy a realizar la caridad?
Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!