Jesús se transfigura, no se transforma.

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos

La transfiguración es un acto propio de Dios, a través de ella, se puede ver su Gloria. «A Dios nadie le ha visto jamás», pero Jesucristo, su Hijo nos lo ha revelado (Jn 1,18). Jesucristo se hace hombre, pero en la transfiguración «hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único» (Jn 1,14). Ahí Jesucristo se muestra como quien es: «El Hijo amado» (Mc 9,7), a quien debemos ver y escuchar, es decir, contemplar.

  1. Para ser TESTIGOS hay que estar cerca

Los discípulos que escoge para estar en este momento crucial de profecía son los más cercanos, los amigos íntimos: Pedro, Santiago y Juan; a quienes había preparado en varios momentos pues ya se habían quedado con Él (Jn 1,39). La intimidad con Dios, la cercanía, la comunión con Él, el amor hacia Él nos permitirá ver su Gloria; aunque eso sólo es para quienes el Padre tenga reservado (Mt 20,20-23). Tratemos de estar cerca de Dios en esta Cuaresma, no nos alejemos de este camino de la Cruz, para poder ser testigos de su Resurrección.

2.  La COMODIDAD de la montaña

 «¡Qué ha gusto estamos aquí!» (Mc 9,5): es la comodidad de la situación que han visto, la lejanía de los problemas, la tranquilidad de la montaña, la cercanía con Dios que les hace decir estas palabras incoherentes.  Sin duda que, al buscar el deseo de felicidad plena, uno quiere quedarse donde se siente bien, donde se está bien, donde hay tranquilidad. Sin embargo, Jesús nos enseña que la pasión es el camino que nos lleva a la gloria de la Resurrección. Vivamos los momentos de gracia de Dios con paz y gozo, sin descuidar el proyecto de la Cruz.

 

3.  El SUFRIMIENTO de la Pasión

Jesucristo les confiesa que va a padecer y morir y que al tercer día «resucitará de entre los muertos» (Mc 9,9). Esa revelación les inquieta, les roba la tranquilidad y el sueño, por eso no quieren bajar de la montaña; sin embargo, Jesucristo les anima «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame» (Lc 9,23), renunciando así a su manera de ser, de pensar y de obrar; pues se tienen que configurar con Él (Mc 3,13-19). El sufrimiento forma parte de la obra redentora de Cristo, al grado de afirmar que “sin sufrimiento no hay redención”. Cristo anuncia su Pasión y ello implica tomar el camino de la Cruz.

Vayamos con Cristo a morir con Él, teniendo la certeza de que es el Hijo de Dios (la voz de la nube es la voz del Padre), no teniendo dudas como el Diablo en el episodio pasado (si de verdad eres el Hijo de Dios….). Hagamos el compromiso durante la Cuaresma de “escuchar al Hijo” (Mc 9,7), meditando su palabra y poniéndola en práctica, sabiendo que no «solo de pan vive el hombre, sino de  toda Palabra de sale de Dios» (Mt 4,4 y Dt 8,3).

Pbro. Crispín Hernández Mateos

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