Jesús mostró un destello de su divinidad

Bienvenidos a este II Domingo de Cuaresma

Mons. Cristobal Ascencio García

El camino cuaresmal nos está llevando del desierto, “tentaciones”, a la montaña, “transfiguración”. En este segundo domingo de cuaresma contemplamos el hecho de la Transfiguración de Jesús; se dio en presencia de los tres Apóstoles más allegados al Maestro; hecho que se da en medio de la oración profunda e íntima de Jesús. Aparecen dos personajes importantes del Antiguo Testamento: Moisés el gran legislador del pueblo escogido y Elías el profeta de fuego, quienes encarnan para el pueblo de Israel la ley y los profetas. Ellos mantienen su rostro apagado, sólo Jesús irradia luz en su rostro. Ellos vienen a conversar con Jesús y no a dar mensaje alguno. Pedro, que era uno de los tres, no acaba de comprender y ofrece hacer tres chozas; pone a los tres en el mismo plano, no ha captado la novedad de Jesús, pero gracias a la voz que surge de la nube entenderá: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. La voz es un imperativo, hay que escuchar a Jesús, ya que su palabra y su vida nos descubren al verdadero Dios.

El relato ¿qué nos dice en este tiempo de cuaresma?

1°- ¿A dónde nos lleva el Evangelio de hoy? El texto en sus inicios dice: “Subió al monte a orar” Jesús ora intensamente a Dios para que no le falten las fuerzas en su éxodo, en su ida a Jerusalén. La Transfiguración se da en un ambiente de oración. Sabemos que orar es entrar en comunicación con Dios. En ese ambiente de oración se transfigura. Lo afirmamos, sólo la oración, el diálogo de manera constante con Dios, será capaz de transformar nuestras vidas desde el interior. Debemos preguntarnos ¿cómo es mi oración? ¿dialogo con Dios? ¿busco espacios solitarios o tranquilos para orar? Es momento oportuno para ver nuestro compromiso cuaresmal en torno a la oración ¿cómo estoy orando esta cuaresma?

2°- El misterio confunde: En la actitud de Pedro, nos damos cuenta que podemos confundirnos, desorientarnos. Pedro pone a Jesús en el mismo nivel que Moisés y Elías; aún no comprende la novedad de Jesús. Quizá muchos de nosotros seguimos confundidos, anclados en el Antiguo Testamento, tomando a Jesús como un personaje bíblico que nos dejó algunos mandatos para aprenderlos de memoria, pero que no transforma nuestra vida. Pedro desea la gloria sin pasar por la pasión: “Maestro, sería bueno que nos quedáramos aquí”. No comprende que no puede haber gloria sin cruz; que no hay amor verdadero sin sacrificio. Es de gran importancia que en esta cuaresma pensemos: ¿Quién es Jesús para mí? ¿Trae alguna novedad a mi vida? ¿Qué imagen tengo de Jesús? ¿Será la correcta? ¿Deseo la gloria quitando la cruz de mi fe?

3°- Es a Jesús al que debemos escuchar. En medio de aquella confusión de Pedro, surge desde la nube aquella voz que lo aclara todo: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Podemos entender que la voz de Moisés como gran legislador y la voz de Elías como gran profeta de fuego, apuntaron a la venida de Jesús; ahora, debemos escuchar la voz de Jesús. Pensemos: ¿Cómo escuchamos la

voz de Jesús? ¿Dónde escuchamos su voz? ¿Cómo muestro que escucho la Palabra de Jesús?

Hermanos, es tiempo de cuaresma y momento propicio para buscar un espacio en nuestra vida diaria para la oración; por más preocupaciones y ocupaciones que tengamos en la vida, debemos alimentar esa relación con Dios que sólo se puede profundizar en la oración.

Hermanos, aquella voz surgida de la nube y dirigida a los tres Apóstoles, sigue sonando en nuestros oídos: “Este es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”. Reflexionemos en primer lugar: ¿Estamos escuchando la voz de Jesús? En el número 83 del documento final del XVI Asamblea General del Sínodo de los Obispos, sobre la sinodalidad, encontramos lo siguiente: “Jesús es plenitud de toda la Revelación, y los lugares donde podemos escuchar su voz, son: En la liturgia, en la tradición viva de la Iglesia, de su Magisterio, en la meditación personal y comunitaria de la Escritura, a través de las prácticas de piedad popular, a través del clamor de los pobres y de los acontecimientos de la historia humana, a través de los elementos de la creación, Él habla también en la conciencia personal de cada uno”.

En segundo lugar hermanos, no podemos quedarnos sólo en la escucha; esa palabra de Jesús que escucho: ¿la llevo a la práctica? ¿esa palabra sigue siendo significativa para mi vida?

Los dos elementos esenciales que no debemos perder de vista son: escuchar la voz de Jesús y ponerla en práctica, hacerla vida. No caigamos en ser asiduos escuchadores de la Palabra de Jesús y vivir a nuestro antojo; no nos parezcamos a esas piedras de los ríos que pasa el agua sobre ellas y no penetra en su interior. No seamos cristianos de Comunión y Misa dominical y durante la semana vivamos a nuestro gusto, a nuestro antojo. Soy consciente que no es fácil para todos poner en práctica la Palabra de Jesús; por ejemplo, muchos hermanos nuestros que están inmersos en el crimen organizado, también han escuchado el Evangelio, también han recibido algún sacramento, también fueron al catecismo; pero esa palabra de Jesús no ha sido significativa en sus vidas.

Hermanos, Jesús mostró un destello de su divinidad en la transfiguración; esa transfiguración a la que todos estamos invitados, pero pasando primero por el camino al calvario. Nos invita a levantar los ojos a lo alto, pero con los pies bien puestos en la tierra. Esa gloria la conseguiremos después del camino de la pasión.

No podemos olvidar que estamos en el año jubilar; la Iglesia a través de la voz del Papa Francisco sigue acercando la misericordia a todos; pensemos: ¿He escuchado el llamado a la misericordia? ¿He ganado alguna indulgencia? En este año que recordamos que somos “peregrinos de esperanza”: ¿Cómo escucho la voz de Jesús? Abramos nuestros ojos y nuestros oídos: ¿Dónde y cómo escucho la voz del Maestro?

¿Su voz es significativa para mi vida? ¿No estaremos haciendo oídos sordos a esa voz?

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Feliz domingo para todos!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan
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