“¡Jesús ha resucitado!” La tumba vacía lugar que desconcierta.

Mons. Cristobal Ascencio García
Mons. Cristobal Ascencio García

Bienvenidos a esta reflexión desde la Palabra de Dios en el Domingo de la Resurrección.

Estamos celebrando la gran fiesta de la Pascua del Señor, un acontecimiento central en la vida de la Iglesia; por un lado, celebramos la alegría de la Resurrección, pero también, recordamos ese periodo de gestación de la Iglesia, el caminar de aquellos seguidores con una presencia distinta de Jesús. Aquellos discípulos necesitaron un tiempo prolongado para asumir la ausencia física de su Señor y disponerse para recibir el Espíritu Santo. Nos encontraremos con un periodo donde Jesús Resucitado lucha con la incredulidad de sus discípulos; a través de sus apariciones les seguirá confirmando en la fe y los seguirá instruyendo para después enviarlos a su misión.

¡Jesús ha resucitado!, ¡aleluya!, ¡aleluya! La alegría de nosotros los cristianos al celebrar este día, es desbordante. La Resurrección de Jesús nos hace recordar que la pasión y la muerte tienen un sentido transitorio, no podemos quedarnos en la pasión, en el sufrimiento, en la derrota; Jesús triunfa sobre la muerte, allí donde todos veían fracaso, Jesús muestra el triunfo. Así comprendemos que Jesús no vino para permanecer en la muerte, sino para salvarnos.

La resurrección no es fácil comprenderla y menos para aquellos seguidores de Jesús, que se encontraban con el dolor a flor de piel, que temían ser descubiertos por los judíos, que se lamentaban en su interior por las actitudes en la hora definitiva con su Maestro.

Hoy lo que el Evangelista san Juan nos presenta, es la experiencia de tres seguidores de Jesús ante la “tumba vacía”. Recordemos que existen dos elementos que la Iglesia ha tomado como signos de la resurrección, que son: “la tumba vacía” “las apariciones del Resucitado”; pero lo esencial, es la actitud de aquellos seguidores de Jesús. Imaginemos la situación que estaban viviendo ante los hechos ocurridos: La aprehensión del Señor y el juicio; la pasión y su muerte en cruz; el sepultar al amigo, al Maestro, al Profeta; son acontecimientos que tuvieron que agolparse en la mente de aquellos seguidores más cercanos, sobre todo, la actitud que habían tenido para su persona en la hora definitiva, allí donde se ocupaba mostrar la adhesión a su persona y a su mensaje, ellos habían huido para salvar la vida. Aquella vida que durante tres años había adquirido un sentido y lo habían dejado todo para estar con Él, ahora se veía truncada por un fracaso humano; ya no estaba el que los había convocado.

Es una mujer, María Magdalena, la que toma la iniciativa de visitar la tumba de su Maestro. Podemos afirmar que sigue llorando a Jesús; en medio de la oscuridad se encamina para llorarlo junto a su tumba, pero lo que ve es la “tumba vacía”, y las dudas se agolpan en su mente, “¿se lo habrán robado?” “¿dónde lo habrán puesto?” “¿por qué cambiarlo de lugar?” “¿No se habían conformado con darle muerte, si no que ahora deseaban desaparecer su cuerpo?”. Sale corriendo a contarlo; llega hasta el lugar donde están algunos de los discípulos recluidos por miedo a los judíos; llega aquella mujer con otra noticia desconcertante: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto. Esa noticia debió caer como balde de agua, debió despabilarlos, moviliza a dos de sus discípulos; se olvidaron de sus temores, de los miedos y salen corriendo para cerciorarse de lo que acaban de escuchar. Eran Pedro y el otro discípulo quienes al llegar a la tumba: ¿qué fue lo que vieron?: la piedra removida, los lienzos puestos en el suelo, el sudario doblado en sitio aparte y la ausencia del cuerpo. Un hecho que a María Magdalena la llevó a pensar que se habían robado el cuerpo. De Pedro, no sabemos qué haya pensado. Del otro discípulo, que sabemos que era san Juan, se dice: “Vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras. Fue el único de aquellos tres que recordó lo anunciado en las Escrituras, que Jesús debía resucitar de entre los muertos. El ver lo llevó a creer.

El Evangelio nos recuerda que los tres primeros testigos de la resurrección de Jesús, tuvieron que dejar sus miedos para salir a buscarlo. No se habla de la persona del Resucitado, se narra “la tumba vacía”, aquel lugar que no pudo retener el cuerpo de Jesús; aquel lugar que contiene las huellas de la presencia del Maestro; los lienzos, el sudario doblado a un lado, signos que indicaban que su cuerpo no había sido robado. Una experiencia que tiene reacciones distintas. María Magdalena corre a contarlo; Pedro ve y quizá las dudas se acrecientan en su mente; el discípulo amado, “ve y cree”.

Hermanos, estamos invitados a dejar nuestros miedos y a salir a buscar a Jesús, no en la tumba que no pudo retenerlo, sino donde se encuentra, en la vida misma, en el hermano que sufre, Jesús está vivo. Jesús hace de lo imposible algo posible. Pensemos: ¿Realmente como cristianos, creemos en la Resurrección? ¿Creemos que Jesús está vivo en la Eucaristía? ¿Creemos que está vivo en el sagrario? ¿Creemos que vive en los demás, en los que luchan por sobrevivir ante tantas dificultades? Si creemos de verdad, ¿cómo debe ser nuestra vida de cristianos? Si Cristo muere y resucita, ¿por qué temer a la muerte? ¿Cómo debería ser una Iglesia que cree y vive con Jesús resucitado? ¿Qué actitudes deberíamos tener los cristianos que creemos que Jesús está vivo?

Hermanos, todos los que creemos en Cristo, que vive Resucitado, tenemos esta gran misión: Animar a los demás a conocer y a disfrutar de los frutos de la Resurrección. Esta Pascua, es una llamada y un envío a empujar al mundo hacia Cristo y no hacia aquellos diosecillos que, hoy nos dan una inyección de vitamina y a la vuelta de la esquina nos dejan desvalidos. La aurora de este histórico día, del triunfo de la vida sobre la muerte, nos llene de vida y de inmensa alegría.

Les bendigo a todos, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Un abrazo y una felicitación para todos! ¡Felices Pascuas de Resurrección!

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Obispo de la Diócesis de Apatzingan