Jesucristo, maestro cualificado para aprender a vivir.

Mons. Rutilo Muñoz Zamora
Mons. Rutilo Muñoz Zamora

En aquel tiempo, llegó Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.  Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: «¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús le ordenó: «¡Cállate y sal de él!» El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: «¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen». Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea (Mc 1, 21-28).

Desde pequeños tenemos quien nos va enseñando lo que necesitamos para poder vivir. En la familia son los papás quienes tienen esta tarea fundamental que realizan de acuerdo a lo que ellos han aprendido y vivido, y también según el ambiente, la clase social, las convicciones, etc.

Cuando llega la edad para empezar a asistir a la escuela, serán los maestros, quienes tendrán una parte importante en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes. Con su ayuda colaboran en la formación de nuevas generaciones de personas para todos los ámbitos de la vida familiar, social y profesional. Hay también maestros, personas fuera del ámbito magisterial formal, que por sus conocimientos y entrega hacen mucho bien a la sociedad; que se comprometen para buscar superar situaciones de injusticia, o para hacer realidad proyectos y causas en bien de los demás, y que son capaces de dar todo, inclusive hasta la vida.

Seguramente que conocemos historias de estos grandes maestros, líderes, que han aportado mucho en la vida de sus pueblos, inclusive a nivel nacional y mundial. Y lo característico de estos grandes maestros es que lo que enseñan, anuncian, proponen, ellos buscan vivirlo. No se han quedado sólo en elaborar una doctrina, o comunicar conocimientos, sino lo han llevado a la práctica con su ejemplo. Por eso han tenido una buena aceptación y mucha gente los ha escuchado, los han apoyado e inclusive los han seguido, porque su vida ha sido congruente con lo que enseñan. Un ejemplo es el gran Mahatma Gandhi (1869-1948), el cual luchó intensamente por la independencia de su país, India, que estaba bajo el dominio del Imperio Británico. Después de llevar una vida cómoda, al darse cuenta de las injusticias que se estaban dando, empezó a viajar por todo el país para conocer a fondo la situación. Así es como inicia el movimiento para poco a poco promover la independencia de la India, la cual se lograría en 1947. Y lo hizo utilizando la lucha pacífica, con estrategias de no-violencia. También defendió la paz mundial como vínculo de unión entre todas las naciones. Fue nominado cinco veces al premio Nobel de la Paz, pero nunca se lo dieron.

¿Cómo debe ser un maestro en nuestro tiempo? No será tu maestro aquel a quien escuches, sino aquel de quien aprendas; ni lo será aquel que te dé explicaciones, sino aquel que deje en tu corazón huellas de su enseñanza; ni lo será el que te invite a entrar por la puerta, sino el que te descorra la cortina; ni aquel que te ofrezca sus palabras, sino aquel que excite en ti sus mismos estados espirituales. (Sor Marly O.P. Dominica contemplativa).

En el mensaje del Evangelio de este domingo tenemos a Jesucristo que fue a la sinagoga y se puso a enseñar, y los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas. Nos preguntamos: ¿Cómo enseñaba Jesús, qué clase de maestro era? Lo característico de su enseñanza, de su palabra, era que iluminaba la realidad, la vida concreta de las personas. Su mensaje llegaba al corazón de los oyentes, y a muchos los llevaba a un cambio de vida. Y la fuerza de su autoridad se veía en el dominar el mal, en liberar a los que estaban enfermos y poseídos por el maligno. También admira su forma de enseñar con sencillez y claridad, con un lenguaje que podían entender las mayorías. No era sólo un gran comunicador, sino el maestro que llega profundamente a la vida de las personas. Y lo más admirable en él es que con su palabra, con su mensaje prolonga la fuerza de su amor a todos, para llevarlos a experiencias de conversión. Claro, es el Mesías Salvador, el que demostrará que su mensaje de amor, de servicio lo asume plenamente, hasta dar la vida por los que ama.

Nuestras familias, la vida de las comunidades católicas y los ambientes de toda la sociedad requieren hoy de personas que colaboren de forma positiva, convincente, para proponer caminos, formas y medios concretos para mejorar la vida de todos, superar los vacíos existenciales.

La persona de Jesucristo y su doctrina, será en cualquier época, como la actual, un modelo por excelencia para enriquecer la educación integral de todos, porque lo que él nos comunica está cimentado en su vida cargada de un amor sin límites y es universal.

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Obispo de la Diócesis de Coatzacoalcos