En este último domingo del año litúrgico celebramos la solemnidad de JESUCRISTO COMO REY DEL UNIVERSO. La iglesia nos invita a contemplar la realeza de Jesús. Ciertamente se trata de una realeza muy particular. La realeza y la soberanía de Jesús son de naturaleza muy diferente a la de los monarcas de este mundo. Jesús mismo lo dijo en el evangelio: “Si, yo soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. El reino de Jesús no consiste por tanto, en el dominio de los pueblos o el sometimiento de los demás; su autoridad no se expresa anexándose territorios o mediante la fuerza de las armas o imponiéndose. Como lo expresamos en las oraciones de la santa misa, el reino de Cristo es un reino de verdad y de vida, un reino de santidad y de gracia; un reino de justicia, de amor y de paz.
El evangelio que escucharemos este domingo (Mt 25, 31-46) presenta una escena del juicio final. El Hijo del Hombre que vino a este mundo de una forma humilde en la figura de un niño, es también el Hijo de Dios y por lo tanto digno de la gloria y el reconocimiento de todos los seres creados, se presenta ahora en el Juicio final, sentado en su trono, acompañado de sus ángeles y rodeado de su gloria. El poder de Cristo glorioso se manifiesta con su autoridad para llevar a cabo el juicio universal. Ante él se reúnen todas las naciones y separa a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.
El evangelio destaca tres aspectos de la forma como Cristo es rey del universo. El primer aspecto es el del pastor. Cristo es el buen pastor que reúne a todas las ovejas dispersas, que las alimenta con su palabra y va en busca de las ovejas perdidas, cura sus heridas y da la vida por ellas. La realeza de Cristo se manifiesta entonces a través del servicio, la dedicación, la entrega y la donación de la propia vida.
El segundo aspecto es el de la victoria. Cristo es rey porque ha vencido la muerte y es el Señor de la vida. Jesús nos ha demostrado su realeza con la victoria sobre la muerte porque ha resucitado. Cristo ha vencido la muerte física con su resurrección, ha vencido además la muerte espiritual, porque con su pasión, muerte y resurrección destruye el poder de satanás y nos da la gracia de la libertad. Él nos libra del poder del pecado y nos da la dignidad de entrar en comunión con él por medio de su misericordia.
Por último, se destaca un tercer aspecto. Cristo es el rey del universo porque él es el juez supremo de todas las naciones. A él toca hacer el juicio universal donde la medida principal será el amor al prójimo, el ejercicio de las obras de misericordia. “Cuando venga el Hijo del Hombre, rodeado de gloria, acompañado de sus ángeles, se sentará en su trono de gloria y serán convocadas ante él a todas las naciones”. La imagen hace alusión a la segunda venida de Jesús; se trata de una llegada donde se presenta con el poder que tiene por el hecho de ser Hijo de Dios, haber resucitado y estar sentado a la derecha del Padre.
Celebrar a cristo rey quiere decir entonces, que Cristo es nuestro rey, que reconocemos su soberanía sobre nosotros y que deseamos que reine dentro de nosotros; quiere decir además que nos comprometemos a seguir a Cristo rey sobre todo a través del servicio a nuestros hermanos; este es el mejor modo de participar en su realeza divina; y que deseamos cooperar con Dios para que el reino de Cristo se establezca y se extienda en el mundo.