Ir más allá de las fronteras

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos
  1. CURÓ A MUCHOS ENFERMOS DE DIVERSOS MALES Y EXPULSÓ A MUCHOS DEMONIOS (v. 34)

La plenitud de la vida solo la puede otorgar Dios, quien nos creó por amor y para vivir en el amor. Esta gracia sólo se puede conseguir si estamos en comunión con Él, libres del mal y de todo aquello que nos denigra. Dos situaciones que nos aquejan son el mal y la enfermedad, con las cuales se puede vivir, pero no tener una vida plena, llena de paz y felicidad. Jesucristo “pasó toda su vida haciendo el bien”, “curando a las personas de todo mal y dolencia” (Cf. Hch 10,38), esto significa que no está de acuerdo con la enfermedad ni con el mal. Por eso, dentro de lo esencial de su misión es expulsar de mal del ser humano, para que pueda vivir su vida de manera plena.

 

  1. JESÚS SE FUE A UN LUGAR SOLITARIO PARA ORAR (v. 35)

Diversos pasajes del Evangelio nos muestran la actitud de comunión que tiene Jesús con su Padre, pues se retiraba al monte para orar a solas con su Él (Lc 5,16; 6,12; 22, 41. Mc 1,35 y 6,46). La oración era primordial en la vida de Jesús y no hacía nada en su vida, sin antes subir al monte para orar. Incluso, antes de morir, pasó toda la noche haciendo oración (Lc 6,12 y 21,27.41), pues en las manos de su Padre estaba su misión, hasta el final.

¿Qué nos otorga la oración? La oración nos permite conocer con claridad la voluntad de Dios, aceptarla y ponerla en práctica en nuestra vida diaria. Quien hace oración siempre está dispuesto a servir. Hacer oración purifica el alma y abre el entendimiento; quien la hace de modo permanente es capaz de discernir los signos de los tiempos y escuchar la voz de Dios en los acontecimientos de la vida.

 

  1. VAMOS A LOS PUEBLOS CERCANOS PARA PREDICAR ALLÁ EL EVANGELIO (v. 38)

Jesucristo entiende y comprende que la voluntad de su Padre es que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1ª Tim 2,4), por ello, sabe que su misión no se detiene en Judea, Galilea o Samaria, tiene que ir más allá de esas fronteras, por eso se le encuentra también en Tiro y Sidón (Mt 15,21 y Mc 7,24). Predicarles el Evangelio a ellos es decirles que “también son hijos de Abraham” (Lc 19,9), o sea, hijos de la Promesa. Jesucristo tiene bien claro que “no vino al mundo a ser servido sino a servir y dar la vida por todos” (Mt 20,28). Esta misión la comparte a la comunidad de sus apóstoles: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio” (Mc 16,15), es una misión a la que la Iglesia y todos los bautizados estamos llamados a realizar (EN # 60). Llevemos este Evangelio a quien no lo conoce, rechaza o está lejos de él. ¡Vayamos a evangelizar!

 

Pbro. Crispin Hdez. Mateos

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