Imposición de ceniza

Pbro. Crispín Hernández Mateos
Pbro. Crispín Hernández Mateos
  1. TODAVÍA ES TIEMPO. CONVIÉRTANSE A MI DE TODO CORAZÓN

Dios siempre nos da tiempo para arrepentirnos, siempre nos espera, incluso con los brazos abiertos hasta que nos decidamos regresar a la casa paterna (Lc 15,11-32). Cualquier tiempo es bueno para convertirse, pero la cuaresma, es el tiempo favorable, puesto que se nos ofrecen múltiples medios que nos auxilian en este camino de la conversión. Dios espera de nosotros un cambio radical, desde lo más profundo de nuestro ser, desde nuestro corazón (ese que no engaña ni es falso como los labios). Volver a Dios nuestra mirada es el cometido de la Cuaresma, meditar sobre su misericordia es el objetivo central: a través de los viacrucis, ayunos, oraciones y abstinencias. Debemos cambiar la actitud para ser buenas personas.

  1. MISERICORDIA SEÑOR, HEMOS PECADO

Al sabernos derribados (no aniquilados / 2ª Cor 4,8-9) por el pecado, imploramos la misericordia divina, única esperanza factible de ayuda para el ser humano. Apelamos a lo esencial de Dios: su amor y su misericordia, razón por la cual, Él vuelve su mirada compasiva hacia nosotros y nos llena el corazón de esperanza de ser amados para siempre (MV # 2). Jesucristo nos vino a mostrar el rostro misericordioso (misericordiae vultus) del Padre, por lo cual, sabemos que Dios nos ama y nos invita a conocerlo, para tener vida eterna. Necesitamos hablar a  Dios con sinceridad, con honestidad y humildad: bajando la cabeza y poniendo la mano en el pecho, de rodillas (Lc 18,9-14). Pidamos perdón.

  1. NO PRACTICAR LAS OBRAS DE PIEDAD DELANTE DE LOS HOMBRES PARA QUE LOS VEAN

Ni la limosna, ni la oración, ni el ayuno. Para que tenga valor ante Dios deben permanecer en secreto. Si la limosna se pregona  se podría obtener una alabanza o reconocimiento de los hombres, pero no de Dios (en realidad se busca beneficiarse a sí mismo y no a los demás). Si la oración se hace en público (con gritos y ademanes) se podría agradar a los hombres pero no a Dios. La oración tiene que ser íntima, privada, personal, en confianza, en secreto. Si el ayuno se da a conocer pierde su sentido espiritual, es mejor ofrecerlo desde el corazón  y no desde los labios. El ayuno mortifica al cuerpo y fortalece el alma. Busquemos agradar a Dios y no a los hombres, obtengamos su perdón, no la vanagloria de los hombres.

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