* El cristianismo y el islam no son religiones iguales. Esto es un hecho evidente para cualquier persona con un mínimo de conocimientos teológicos e históricos.
La semana pasada, el obispo Antonio Suetta de San Remo-Ventimiglia dijo a un periódico italiano que el catolicismo y el islam son dos religiones muy diferentes.
La entrevista que Monseñor Suetta concedió a Il Tempo el 6 de enero de 2025 es un ejemplo poco común de claridad y coraje episcopal. En un momento en el que el miedo a contradecir el pensamiento dominante parece haber silenciado a gran parte del episcopado católico, las palabras de Monseñor Suetta resuenan como un gesto de esperanza para muchos fieles, especialmente en Italia.
No es exagerado decir que su intervención se destaca en un contexto eclesiástico –el italiano– hoy negativamente influenciado por la proximidad a Roma, ocupada desde hace tiempo por neomodernistas que han convertido sus puestos de responsabilidad en centros de difusión de ambigüedades doctrinales y derivas pastorales, cuando no de herejías. Se espera que Monseñor Suetta no corra la misma suerte que Monseñor Rey de Fréjus-Toulon (Francia), recientemente destituido de su cargo por defender abiertamente la tradición litúrgica.
Entre los puntos más incisivos de la entrevista está la afirmación de que el cristianismo y el islam no son religiones iguales. Esto es un hecho evidente para cualquier persona con un mínimo de conocimientos teológicos e históricos. En efecto, siempre hay que tener presente que el islam debe ser considerado una herejía del cristianismo, y por tanto una degeneración del mismo.
Sin embargo, las diferencias entre ambas religiones van mucho más allá de la doctrina: se reflejan en sus consecuencias políticas y sociales. Basta con ver el caso de Molenbeek, en Bruselas, un municipio hoy predominantemente islámico donde se aplica efectivamente la sharia, lo que convierte a esta zona en una anomalía jurídica en comparación con el resto de Bélgica. Lo irónico es que esto sucede en la misma sede de la Unión Europea, una institución que ha promovido el relativismo y el multiculturalismo extremo.
Monseñor Suetta, sin pelos en la lengua, al día siguiente de las caóticas celebraciones de Año Nuevo en Milán, durante las cuales muchos inmigrantes islámicos insultaron a Italia y cantaron “Allāhu Akbar”, lanzó una advertencia a quienes siguen afirmando que todas las religiones son iguales.
Monseñor Suetta tuvo el coraje de denunciar un ecumenismo que cae en el sincretismo. Para ser honestos, el Papa Francisco ha sido uno de los principales promotores de esta tendencia, sosteniendo explícitamente (ver la Declaración de Abu Dhabi del 4 de febrero de 2019) que todas las religiones conducen a Dios por igual. Este enfoque, que parece ser más una forma de diplomacia interreligiosa que una auténtica caridad cristiana, ha creado un profundo malestar y vergüenza entre millones de fieles en todo el mundo.
Los musulmanes, por su parte, no dudan en proclamar la superioridad de su fe y afirmar que su objetivo último es la islamización del mundo. Este contraste es tan evidente como desalentador. Mientras que el Islam no hace concesiones, el mundo católico, con raras excepciones como el obispo Suetta, parece empeñado en desmantelar su propia identidad.
Otro aspecto fundamental de la entrevista se refiere al énfasis que Monseñor Suetta pone en los deberes de los migrantes. En una época en la que los derechos parecen dominar todos los discursos, resulta reconfortante escuchar a un obispo recordar lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica :
Las autoridades políticas, en aras del bien común de que son responsables, pueden subordinar el ejercicio del derecho a inmigrar a diversas condiciones jurídicas, especialmente en lo que se refiere a los deberes de los inmigrantes hacia el país de adopción. Los inmigrantes están obligados a respetar con gratitud el patrimonio material y espiritual del país que los recibe, a obedecer sus leyes y a colaborar en el cumplimiento de las cargas cívicas.
La inmigración no puede ser un proceso unidireccional en el que los inmigrantes simplemente reclamen derechos sin ningún compromiso con la integración. Este enfoque se alinea perfectamente con lo que la Iglesia ha enseñado sobre la inmigración desde la época de Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás de Aquino, en su Summa Theologiae (I-II, q. 105, art. 3), presenta uno de los análisis más profundos y realistas jamás elaborados sobre este tema.
El gran Doctor de la Iglesia distingue entre diferentes tipos de inmigrantes, subrayando que la hospitalidad debe estar ordenada al bien común. No todos los inmigrantes son iguales y las naciones tienen derecho a regular la inmigración en función de su compatibilidad con los valores y necesidades del país.
Santo Tomás cita a Aristóteles para recordarnos que la integración es un proceso largo que puede durar dos o tres generaciones. La admisión indiscriminada de extranjeros podría poner en peligro el bien común, sobre todo si no desarrollan un fuerte apego a la nación de acogida.
Monseñor Suetta tocó una fibra sensible al hablar de la inmigración musulmana. La historia europea está marcada por siglos de conflictos con el Islam, que ha buscado constantemente expandirse en el continente. Eventos como las batallas de Poitiers (732), Lepanto (1571), Viena (1683) y otras son testimonio del precio que se pagó por defender el cristianismo. Ignorar esta realidad histórica equivale a negar la evidencia.
La entrevista de Monseñor Antonio Suetta es un llamado a comprender adecuadamente el derecho natural a la inmigración en un momento de gran confusión sobre este y otros temas. Su franqueza representa un soplo de aire fresco para muchos católicos, particularmente italianos, que a menudo se sienten abandonados por un clero demasiado cuidadoso para no contradecir lo políticamente correcto.
El coraje del obispo es un ejemplo brillante de lo que significa ser un verdadero pastor: no tener miedo de proclamar la verdad, incluso a costa de enfrentarse a la persecución, tanto de fuera como de dentro de la Iglesia.
Por GAETANO MASCIULLO.
JUEVES 16 DE ENERO DE 2025.
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