Hay una “vacuna” poderosa para la peor de la pandemias: el mundialismo totalitario que nos impone una sociedad “mátrix”, sin valores ni principios. Esa “vacuna” está surgiendo nueva entre los pueblos hispánicos: se llama La Nueva Hispanidad, también llamada por algunos La Iberosfera.
Hagamos un poco de historia.
El Imperio Español resultó un conjunto de pueblos americanos, principalmente divididos en tres grandes provincias, articuladas con un mismo régimen económico, cultural y administrativo. El objetivo evangelizador de signo católico estuvo en el eje de toda la llamada conquista de América por parte de España, que fue dotando de instituciones administrativas a todo el territorio con una gran autonomía. En el orden cultural, el español se constituyó como lengua de toda la América hispánica. Religión, lengua y orden administrativo articularon la región más próspera del planeta a principios del siglo diecinueve. Los tres virreinatos, Perú, Méjico y Río de la Plata podían comerciar, con mínimas restricciones, con China, todo el Oriente y la región europea a través de España.
Poco antes de la descomposición del Imperio, éste era más fuerte y competente que el Imperio Británico, con una moneda más apreciada en el Oriente que la libra esterlina. Hasta entonces habían fracasado todos los intentos por parte de Inglaterra de apartar a España del territorio americano. Cuando España se va, deja más de veintiocho universidades en toda América, y numerosos centros de enseñanza menores. Los institutos religiosos se encargan de organizar centros hospitalarios y de alfabetización de los aborígenes.
En algún momento España tenía que modificar el estatuto de relación con las provincias de ultramar, pero la forma en que se llevó a cabo fue traumático para España, y los objetivos para los territorios americanos, después de la des-hispanización, no se cumplieron. Dos ejemplos: México capital y Lima estaban por encima en su nivel de vida, del que tenían en ese momento Londres o París. El valor de la moneda americana era superior al de la libra esterlina, y los banqueros ingleses no podían permitirlo.
La revolución para la independencia, como siempre, no la hicieron los indígenas, sino las élites.
Llegados al punto anterior conviene hacer un balance del resultado que ofrece el proceso de separación de España: ¿mejoraron en algo los pueblos inducidos a la ruptura? ¿Fueron capaces de mantener el nivel económico y cultural?
Un apartado especial lo ocupa el indigenismo. No fueron los aborígenes los que buscaron la separación de España. Ahora se reivindica el papel del indígena para borrar las huellas de la identidad mestiza americana y borrar así cualquier huella de cristianismo. El propio idioma español lleva una importante carga de humanismo cristiano, que se pretende eliminar mediante el lenguaje inclusivo y las lenguas identitarias, que siempre son minoritarias y locales. Este es un medio de fracturar la sociedad, romper la comunión entre pueblos y favorecer la atomización del individuo, que así se vuelve más débil y desprotegido.
La Nueva Hispanidad está despuntando en todos aquellos que entran en una corriente revisionista de la Historia. No se pueden mantener los bulos de la leyenda negra promovida principalmente por Inglaterra, Francia y Estados Unidos; además de Italia y los Países Bajos. Diversos nombres resaltan entre los autores que promueven una revisión de la historia, y ofrecen una visión cabal de la pendiente seguida por los países hispanos, que no ha cesado hasta nuestros días.
Es muy probable que los mismos agentes que estuvieron moviendo los hilos de la separación de España estén hoy procurando rematar la faena en la consecución de un globalismo, que pueda comprar a precio de saldo el potencial humano y económico, en materias primas, que ofrecen los territorios americanos.
Una Nueva Hispanidad para una renovada resistencia.
La dimensión humanista no se puede omitir de cualquier acción que el grupo social lleve a término. Es preciso hacer justicia a los hechos y desbancar la leyenda negra, poniendo en relación a todos aquellos que ofrecen una visión justificada de lo que aconteció, sin ánimo de crear una leyenda rosa. La verdad de los hechos aporta raíces e identidad; y con eso ya nos estamos enfrentando a la disolvente ingeniería social, que amenaza con destruir cualquier parcela de nobleza dentro de los grupos humanaos.
Pueden surgir estrategias efectivas, porque existen contenidos auténticos que desenmascaran las grandes mentiras de la desmembración americana, y sienten las bases para equipar de nuevo una reacción frente a los mercenarios que masacran a su propio pueblo.
Las líneas de fuerza a tener en cuenta deben ser similares a las que construyeron el Imperio, al que los pueblos americanos pertenecían. Subditos de la Corona, de pleno derecho, al igual que los españoles peninsulares.
Las lenguas indígenas pueden pervivir dentro de la lengua que hablan entre seiscientos y setecientos millones de personas en el mundo. Este es un patrimonio que no se puede dilapidar, como algunos pretenden en España. La religión sigue aportando principios a la vida de las sociedades y de las personas, que es preciso impulsar. La cultura deberá girar alrededor de unas humanidades que devuelvan a la persona su papel en el mundo. Otros objetivos sociales y políticos tendrían que ir a perfilar un nuevo concurso de los países que pensamos en español.
Y así ir formando esta idea de Nueva Hispanidad, capaz de aportar resistencia y valores suficientes para detener la cultura de la muerte global.
Para eso, hoy jueves oiremos lo que nos aportan los invitados al nuevo ENCUENTRO Familia.Vida.Libertad: Sady Chávez, profesora bilingüe en Texas cubano-española. Antonio Moreno, doctor en Historia, sevillano. Jeffrey Kihien-Palza, analista político, peruano-estadounidense, y moderados por nuestra ya habitual María Herrera, doctora en derecho, abogada y asesora de acTÚa FAMILIA.
Será una piedra más en la construcción de la casa del nuevo hispanismo.
Pedro Mejías, Pablo Garrido y equipo de documentación de acTÚa FAMILIA