Honor a quien honor merece

Editorial ACN Nº62

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Este 28 de marzo, Juan Sandoval Íñiguez, arzobispo emérito de Guadalajara y cardenal de la Iglesia católica, cumple 90 años. Longa vida y ministerio fecundo cuyo examen no es sencillo reflejando una parte esencial para comprender la historia contemporánea de la Iglesia de México.

Natural de Yahualica, en la cristera región de Los Altos de Jalisco, Juan Sandoval, no tuvo una vida sencilla a diferencia de otros clérigos. Padeció enfermedades como el paludismo que, en aquellas épocas de los años 30, era difícil de curar. De familia campesina, ingresó muy joven al seminario de Guadalajara donde partió a Roma para realizar estudios propios del sacerdocio. Ordenado en 1957, sus experiencias en Roma gozan del testimonio por haber conocido a Pío XII y Juan XXIII. Su ministerio como formador de las futuras generaciones de sacerdotes estuvo de la mano de otros clérigos de reputada memoria como José Salazar López, arzobispo de Guadalajara, quien influyó en su ministerio.

Su paso como formador durante 27 años fue un tiempo en el que permaneció ajeno los problemas políticos y sociales de Jalisco. Obispo coadjutor de Ciudad Juárez en 1988, se curtió en una diócesis desconocida cuando no había salido de Jalisco, su tierra natal, para volver a ella después de vivir en la fronteriza diócesis en 1994. Ese sería su despertar al mundo.

Vivió en el ojo del huracán y no han sido pocas las controversias que tocaron su vida. En 1994, su designación al arzobispado tapatío era precedido de la tremenda crisis desatada entre el gobierno y la Iglesia a raíz del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en 1993. Su enfrentamiento con el procurador Jorge Carpizo le ganó un enemigo encarnizado valiéndole, además, un detrimento de su fama como cuando se le detractó instaurándole una causa penal por los delitos de narcotráfico y asociación delictuosa, mismos que jamás fueron probados,

Pero Jorge Carpizo murió como vivió, en medio de la controversia. En 2012 fallecía, “de manera imprevista y sospechosa”, según escribió Sandoval, ese enemigo que juró poner en la cárcel al sucesor del cardenal Posadas si él seguía en las pesquisas e investigaciones para esclarecer la verdad en torno al magnicidio que cumplirá 30 años en mayo próximo.

Gozó de la especial predilección de Juan Pablo II. En 1994, el nuncio Prigione le dio la noticia de ser elegido para portar el capelo junto con Adolfo Suárez, arzobispo de Monterrey. El largo pontificado del prelado, de 1994 al 2011, significó un tiempo en el que fue criticado por sus firmes convicciones en torno a la moral católica, la defensa de la fe y no transigir con los poderes de este mundo; no obstante, fue amigo de políticos, supo ganarse su amistad jugando al golf o gozando de la buena mesa. Se echó en la bolsa a gobernadores del Estado e incluso es memorable la famosa “macrolimosna” de Emilio González Márquez para la construcción del santuario de los mártires, misma que fue devuelta a las arcas estatales por orden misma del cardenal debido a las polarizaciones desatadas en la sociedad jalisciense.

Hoy, llega a la novena década de vida con el reconocimiento de la Iglesia de México. Un estilo pastoral que le enfrentó a poderosos e incluso, aun en la jubilación, sigue provocando controversias. Sus enemigos, lo ponen en el infierno. El pueblo católico le da su justo lugar en el cielo, pero nunca a medias tintas, nunca en el purgatorio. Honor a quien honor merece. Felicidades don Juan Sandoval, cardenal y arzobispo emérito.

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