Homilía dominical del arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en la 108 Jornada Mundial del Migrante y Refugiado.

Guillermo Gazanini Espinoza
Guillermo Gazanini Espinoza

HOMILÍA
XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
“108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado”
Ciclo C
Am 6, 1. 4-7; 1 Tim 6, 11-16; Lc 16, 19-31.

“Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen” (Lc 16, 29).

In láak’e’ex ka t’aane’ex ich maya kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal. Bejla’e’ k’iinbejsik u 108 u meyajil yóok’ol kab ti’ máako’ob táanxel lu’umilo’ob, yeetel Papa Francisco ku t’aanko’on ka’a meyajtik te yóolkol kaabal yeetel le maaxo’ob táanxel lu’umilo’ob. U T’aanil Yuumtsile’ te domingoa ku ta’anko’on aayik’alo’ob yéetel óotsililo’ob káa u pa’ako’ob le baax má tu bisko’ob u muchmeyajo’ob. Waa ka aantik maako’ob táaxel lu’umil taan a beetik junp’éel Ma’alob kuxtal.

Muy queridos hermanos y hermanas, les saludo con el afecto de siempre y les deseo todo bien en el Señor. Hoy celebramos la 108ª Jornada Mundial del Migrante. Todos sabemos que hay muchos yucatecos viviendo y trabajando en los Estados Unidos, desde donde envían recursos económicos para la supervivencia de sus familias, pero ahora la gran novedad es que Yucatán se ha convertido en un lugar de paso para muchos migrantes que llegan a través del mar, para tomar la carretera. Ya alguna vez los detuvieron en un punto de Halachó, en la frontera con Campeche. Algunos cuantos migrantes se han quedado entre nosotros al menos por un tiempo.

El mensaje del Papa Francisco para esta 108ª Jornada, se titula: “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”, en el que el Santo Padre nos invita precisamente a eso, a “construir el futuro con los migrantes y los refugiados (lo cual) significa también reconocer y valorar lo que cada uno de ellos puede aportar al proceso de edificación. Me gusta ver este enfoque del fenómeno migratorio en una visión profética de Isaías, en la que los extranjeros no figuran como invasores y destructores, sino como trabajadores bien dispuestos que reconstruyen las murallas de la Nueva Jerusalén, la Jerusalén abierta a todos los pueblos (cfr. Is 60,10-11)”. Al final de esta homilía, rezaremos la oración del Sumo Pontífice para la presente Jornada.

Precisamente en el santo evangelio de hoy según san Lucas, Jesús propone la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón, en la cual el rico se vestía de púrpura y telas finas banqueteando espléndidamente cada día; mientras que el pobre Lázaro yacía a la puerta de la casa del rico, cubierto de llagas y ansiando comer las migajas que sobraban de su mesa; pero el rico nunca se preocupó por ayudar al pobre.

El nombre de Lázaro tiene un significado muy hermoso, pues quiere decir: “El ayudado por Dios”. Así pasaba con aquel pobre hombre a quien nadie ayudaba, pero encontraba su apoyo en el Señor para sobrevivir. Es notorio que Jesús no le ponga ningún nombre al hombre rico de la parábola, porque en el ambiente social, la gente rica tiene renombre, con un apellido que solía ser muy conocido. Ahora bien, “epulón”, no es ningún nombre sino un adjetivo que califica a las personas comelonas, que banquetean en abundancia. En cambio, la gente suele ignorar el nombre de los pobres, pues los consideran como personas sin importancia. Aquí vemos una vez más, que los criterios de Dios son muy distintos a los criterios de los hombres.

La consecuencia en la parábola fue que al morir el pobre fue llevado al seno de Abraham, como llamaban los judíos al lugar de salvación; mientras que el rico al morir simplemente fue enterrado. Jesús describe un diálogo que el rico sostiene con Abraham, desde las llamas del lugar de castigo donde se encontraba, hasta el lugar de salvación donde se estaba Lázaro con Abraham. El rico suplicaba que Lázaro fuera enviado a refrescarle la lengua con la punta de su dedo mojado, pero Abraham le dice que no se puede cruzar de un lado a otro, porque hay un abismo infranqueable entre ambos lugares. Como bien sabemos, el cielo se conquista aquí y ahora, en cambio, con la muerte acaban nuestras oportunidades de hacer méritos para ganar un lugar junto al Señor.

También aquí en la tierra existe un gran abismo entre ricos y pobres, sin embargo, aquí sí es posible cruzar ese abismo. El pobre cruza el abismo cuando no envidia al rico por lo que tiene, alabando día a día al Señor sin amargura, y hasta comparte de lo poco que tiene con otros igual o más necesitados que él.

De hecho, los pobres migrantes cruzan valerosamente los grandes abismos de nuestras fronteras. El rico cruza el abismo cuando respeta a los pobres, tratándolos de igual a igual; cuando paga salarios justos a sus trabajadores; cuando promueve el empleo, arriesgando su dinero; cuando comparte de sus bienes a los necesitados; cuando ayuda al pobre para que sea protagonista de su propio desarrollo; cuando alaba al Señor reconociendo que de Él ha recibido todo cuanto tiene, valorando más los bienes morales y espirituales que los materiales. Igualmente, el rico cruza este abismo cuando colabora en la misión de la Iglesia de acoger, proteger, promover e integrar a Cristo en la persona del migrante.

En la primera lectura, el profeta Amós amonesta a todos aquellos que practican una falsa religión, en la que sólo importa el culto, sin que éste tenga trascendencia a la vida. Se trata de la gente que vive para pasarla lo mejor que puede, pero en abundancia y derroche, sin tener en cuenta las desgracias de sus hermanos. A esto sentencia el profeta: “Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos” (Am 6, 7). En el Salmo 145 se nos presenta a un Dios que ama al hombre justo, un Dios que hace justicia al oprimido.

En la segunda lectura, san Pablo exhortaba al joven obispo Timoteo, y ahora nos exhorta el Señor a todos nosotros, si queremos ser hombres y mujeres de Dios, a llevar “una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre” (1 Tim 6, 11), a luchar en el noble combate de la fe para conquistar la vida eterna. Nuestra vida, si es auténticamente cristiana, supone la lucha interior de cada uno de nosotros para vencer toda tentación.

Unidos al Papa en oración, pidamos por todos los migrantes:

Oración del Papa Francisco para la 108ª Jornada Mundial del Migrante

Señor, haznos portadores de esperanza,
para que donde haya oscuridad reine tu luz,
y donde haya resignación renazca la confianza en el futuro.

Señor, haznos instrumentos de tu justicia,
para que donde haya exclusión, florezca la fraternidad,
y donde haya codicia, florezca la comunión.

Señor, haznos constructores de tu Reino
junto con los migrantes y los refugiados
y con todos los habitantes de las periferias.
Señor, haz que aprendamos cuán bello es
vivir como hermanos y hermanas. Amén.

Que tengan todos una feliz semana. ¡Sea alabado Jesucristo!

+ Gustavo Rodríguez Vega
Arzobispo de Yucatán

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