Homilía del Obispo de Campeche del domingo XXXIII T.O.

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AMAR IMPLICA SOLIDARIDAD 

La semana pasada, la parábola de las 10 vírgenes nos invitaba a esperar la venida del Señor con vigilancia y fidelidad. Esa es una sabiduría que no se corrompe, y que siempre se convierte en una luz esplendorosa. Ahora, la parábola de los talentos añade un aspecto más: Hay que preparar la venida de Jesús con laboriosidad responsable, solidaria y creativa, puesto que somos administradores de los dones recibidos, de los cuales deberemos dar cuentas. El “talento” era una medida de peso antigua, que equivalía a casi 22 kgs de plata o de oro.

Son tres los personajes que reflejan sendas actitudes respecto a los dones recibidos. Los primeros dos hacen efectiva la gratuidad hacia Dios, que se convierte en tarea para el hombre. Los dones recibidos de Dios se invierten con sagacidad, y, por consiguiente, se multiplican.

El tercer servidor, por el contrario, no cree en la bondad de su Señor, y considera que es inútil corresponder a Dios. El temor lo vence. Se quiere mostrar demasiado prudente, pero peca por exceso. Por eso, se deja arrastrar por sus personales pretensiones.

EL TEMOR Y LA ENVIDIA ENTIERRAN LOS TALENTOS 

Quien percibe a Dios como Padre y acepta su fidelidad amorosa corresponde a la gracia recibida con las cosas recibidas en este mundo (talentos), y estará en alegría eterna de la comunión con Dios. El fiel administrador de las pequeñas cosas pasajeras se prepara para recibir las “muchas” posesiones de los bienes eternos e incorruptibles.

El que considera a Dios como “hombre duro” no se preocupa por hacer fructificar el Evangelio y los dones de la vida cristiana, se aleja ya desde esta vida del verdadero Dios y se apega a los afectos del mundo. En una homilía el papa Gregorio Magno pronunció: “Esconder en tierra el talento es emplear el ingenio en asuntos terrenales”. San Hilario, por su parte, interpreta que esconder el talento en tierra es dejarse llevar por la envidia y no querer participar en la salvación de los demás, pues la pasión corporal sepulta la gloria de la predicación.

Dios quiere a los hombres libres, responsables y creativos, capaces de descubrir con su inteligencia las posibilidades de negociar con los dones recibidos. El trabajo de los talentos, en el tiempo presente y durante la ausencia del Amo, está guiado por un sentido de vigilante espera.

Vigilar significa, en este contexto, disponernos a hacer presentes, a través de nuestro propio compromiso diario y del encuentro con los otros, los signos de este mundo nuevo que nace en el amor, en la solidaridad entre las personas y en la transformación material de las realidades.

COLECTA A FAVOR DE INUNDADOS 

Este Evangelio litúrgico coincide con la colecta que se lleva a cabo en la Diócesis de Campeche para apoyar, un poco, la dramática situación que viven múltiples familias en los estados vecinos de Tabasco y Chiapas. Sin dejar de lamentarnos, también, de la dolorosa destrucción que envuelve a algunos países centroamericanos.

A propósito, en su reciente Carta Encíclica «Fratelli Tutti» Nº 36, el papa Francisco nos motiva a la ayuda mutua: «Si no logramos recuperar la pasioìn compartida por una comunidad de pertenencia y de solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes, la ilusioìn global que nos enganÞa se caeraì ruinosamente y dejaraì a muchos a merced de la naìusea y el vaciìo… El ‘saìlvese quien pueda’ se traduciraì raìpidamente en el ‘todos contra todos’, y eso seraì peor que una pandemia».

La solidaridad de unos con otros contribuirá al bienestar de todos. Digamos con el Salmo 127:

¡Dichoso el que teme al Señor! 

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