Hipocresías progresistas: cuando al crimen de millones lo llaman «derecho»

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Hoy, 12 de agosto, fue atacado a puñaladas en Nueva York el escritor Salman Rushdie.

Es de origen indio y nacionalizado británico, quien en 1988 publicó una novela –Los Versos Satánicos– que fue considerada blasfema por las autoridades religiosas iraníes, con el fallecido ayatollah Ruhollah Jomeini a la cabeza.

Jomeini además emitió un edicto religioso (fatwa) en febrero de 1989 que condenó a muerte al escritor, al considerarlo un apóstata, es decir, un renegado de la fe, por cuanto Rushdie no sólo había afirmado en el texto en cuestión que ya no creía más en el Islam, sino que además eligió como el personaje principal al ángel Gabriel (Gibreel Farishta, en idioma urdú), en versión profana y mundana, a una prostituta llamada Ayesha (cuyo nombre coincide con el de la esposa más joven de Mahoma), llama bastardo al patriarca Abraham, otro personaje llamado Salman Farsi (el mismo nombre de un compañero histórico del Profeta), etc.

No hay que olvidar que el edicto no tiene fecha de vencimiento, porque su emisor ha fallecido.

Es indudable que la novela en cuestión constituyó toda una provocación para los creyentes musulmanes, una verdadera blasfemia, es decir, ofensa o injuria contra la majestad divina, en este caso Allah, totalmente condenable en el contexto de la religión islámica.

De ninguna manera esta actitud provocativa justifica de nuestra parte que se haya condenado a muerte -paradójicamente, de por vida- al señor Rushdie, si bien objetivamente éste último, en forma adrede o inconsciente, no lo sabemos, ofendió la fe de todos los que profesan la fe musulmana, que han encontrado motivos para condenar al escritor.

En minutos la noticia del atentado que puso al borde de la muerte a Salman Rushdie recorrió el mundo, a través de los medios de comunicación internacionales y de las redes sociales, condenando el ataque de un “fanático” del que hasta ahora se sabe poco y nada.

Pero estos mismos medios de comunicación están mostrando una actitud canalla e hipócrita, porque estos últimos años han silenciado o apenas han comunicado el asesinato de 8 cristianos (prendidos fuego en vida) y la destrucción de cientos de hogares en Pakistán, el asesinato de 68 cristianos en dos estados de Nigeria, y que en el curso de un año -1 de octubre de 2020 al 30 de setiembre de 2021- hayan silenciado que fueron asesinados 5.898 cristianos en el mundo, 6.175 fueron detenidos y 5.110 iglesias fueron atacadas (según informe de la organización internacional Open Doors). Sólo por mencionar algunos, que nunca han merecido las primeras tapas de los diarios ni la información condenatoria en los medios audiovisuales nacionales e internacionales.

Pero mucho más grave es la hipocresía moral (¿o esquizofrenia a la enésima potencia?) de estos mismos medios que durante casi medio siglo se han ocupado de promocionar la legalización del crimen más espantoso y horrendo que ha sufrido la humanidad: el asesinato “legal” prenatal, el aborto, que en países como Argentina ha sido llamado eufemísticamente “interrupción voluntaria del embarazo”. Asesinato masivo que constituye un verdadero genocidio u holocausto demográfico, ya que anualmente se les impide nacer a alrededor de 60 millones de seres humanostotalmente indefensos y absolutamente inocentes.

Pero es público y sabido que los propietarios de esos grandes medios -en rigor de verdad, formadores de opinión y propagadores de los criterios y pautas que han justificado e impulsado hasta la fecha la injusta concentración de la riqueza mundial y el genocidio prenatal- son los ultra minoritarios y poderosísimos dueños de la Alta Finanza internacional, impulsores del Nuevo Orden Mundial Liberal-Progresista en exclusivo y absoluto beneficio propio, que se permiten condenar al conjunto de la población mundial “a ser felices, pero sin ser dueños de nada”.

Un Orden Mundial que se está mostrando cada vez más despiadado, cruel, depredador e injusto, amoral y soberbio, que se horroriza de un acto criminal religioso pero que durante medio siglo se ha dedicado a promocionar, promover y justificar el genocidio más espantoso e injustificado que haya conocido la historia de la humanidad, más propio de trogloditas que de seres humanos.

José Arturo Quarracino
12 de agosto de 2022

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