“Hasta que la dignidad se haga costumbre”

Editorial ACN Nº72

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Al asomarse el final del sexenio, la actual administración muestra cada vez más la desesperación a través de justificaciones inverosímiles que deberían suscitar la reflexión profunda entre la ciudadanía, especialmente en cuanto la defensa de sus derechos y garantías como de las primeras obligaciones de las instituciones públicas de los tres poderes en todos los niveles.

Es conocida la aversión del presidente de la República hacia grupos defensores y promotores de los derechos humanos, poniendo sobre ellos la desafortunada tilde asociada al supuesto silencio ante violaciones a los derechos humanos y de ficticia complicidad con el poder del pasado, ese al que al presidente de México le gusta llamar “conservador”.

Esta semana se conoció nuevamente un discurso de odio de AMLO en contra del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, el Centro ProDH. Desde el púlpito de las conferencias matutinas del 30, 31 de mayo y 1 de junio, el presidente de México arremetió nuevamente contra el organismo defensor de los derechos humanos al que puso como aliado del Partido Acción Nacional y del conservadurismo, mientras entronizó a su gobierno como el campeón en la defensa de los derechos humanos ante casos tan dolorosos como el asesinato de los jesuitas de Cerocahui o desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, afirmado filiaciones y preferencias partidistas del Centro ProDH, el cual ha sido blanco del espionaje por autoridades militares.

A lo anterior, el Centro ProDH respondió con el testimonio de más de tres décadas de defensa de los derechos humanos en búsqueda de la justicia y la verdad. En redes sociales, el mismo organismo destacó el seguimiento y la serie de casos en los cuales se ha visto una extraordinaria labor. Su nombre, inspirado en el mártir Miguel Agustín Pro, jesuita fusilado por el gobierno en la guerra cristera, fue causa para que, en 1988, otro jesuita, el padre Jesús Maldonado, ‘Chuche’, fundase el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez A.C., el cual dirigió hasta 1995 en respuesta al agravamiento de la situación del país ante las políticas de ajuste económico que deterioraban las condiciones de vida de los mexicanos e incremento de las violaciones a los derechos humanos.

Desde entonces, el Centro ProDH acompaña a los sectores sociales y personas en grave situación por la violación de sus derechos, trabajadores y campesinos, defensores del medio ambiente y a las familias de los mineros de Pasta de Conchos; denunciado las torturas contra mujeres activistas y de la preocupante militarización de la seguridad pública, además de las denuncias por las vergonzosas masacres cometidas por elementos castrenses como fue en Tlatlaya y la de la noche de Iguala.

Las circunstancias no han cambiado, parecen agudizarse y, como bien afirman diversos organismos internacionales, en el presente gobierno se privilegia la impunidad y la corrupción, se patrocina la militarización en todas las actividades, además de la violación sistemática de los derechos humanos cuando en este sexenio, por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se ha sometido a ser un apéndice ideológico y defensor del poder.

Como bien afirman los obispos de México en el Proyecto Global de Pastoral PGP 2031-2033: “Todo el Pueblo de Dios en su conjunto, estamos llamados, por el bautismo, a trabajar por la reconstrucción

de la paz, a ejercer nuestro sentido profético ante esta situación, no sólo al anunciar con el testimonio el proyecto de Dios, sino denunciando con valor las injusticias y atropellos que se cometen…” Efectivamente, mientras se aproxima el ocaso de este gobierno, las medidas serán cada vez más desesperadas y se tomará, incluso, de las herramientas ilegales para justificar el fracaso. Emprenderla contra los defensores de los derechos humanos es muestra de un enfrentamiento que agudiza una crisis y pone a México al nivel de las peores dictaduras.

Todos somos corresponsables. No se trata de un extraño al que se le pueden violar sus derechos, no se puede pensar que ‘a mí no puede pasarme’. Esta es una causa común que nos toca a todos.

Desde la ACN mostramos nuestra solidaridad con el Centro ProDH y los defensores de los derechos humanos. Hasta que la dignidad se haga costumbre.

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