Hagamos fuerte la virtud de la esperanza

Pbro. Hugo Valdemar Romero

Hoy la Iglesia da inicio al nuevo año litúrgico que corresponde al ciclo C en el que, de manera especial, leeremos durante los domingos el evangelio de san Lucas.

El Señor Jesús hoy nos habla del final de los tiempos. Habrán, nos dice, señales prodigiosas en el cielo y en la Tierra. Las naciones se llenarán de angustia y miedo por las cosas que vendrán, pero ¡Atención! Todos estos signos de destrucción no llevan a la ruina, no conducen al precipicio de un final terrorífico, sino que son el preámbulo de un acontecimiento formidable. Jesús dice: “Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad”.

En estos cuatro domingos de adviento, el Señor nos pide que hagamos fuerte la virtud de la esperanza. Durante muchos siglos, el pueblo de Israel esperó al mesías y la espera se cumplió en la venida de Jesús, Dios mismo hecho hombre. Su venida, en la humildad de nuestra carne, pasó prácticamente inadvertida. Sólo unos pocos pastores y unos magos de oriente, lo pudieron reconocer. Nació de María virgen en el silencio de la noche sin que fuera un acontecimiento grandioso del que todos se dieran cuenta, pero ahora los cristianos esperamos la segunda venida de Señor.

Decimos en el credo que vendrá a juzgar a vivos y muertos y que su reino no tendrá fin y esta segunda venida no será inadvertida, como fue la primera, sino que será prodigiosa. Todo será sometido al reinado de Cristo, se consumarán el mundo y la historia. Jesús nos dice: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza porque se acerca la hora de su liberación”. El Señor no dice: “Llénense de terror y angustia porque se acerca su destrucción”, sino que pide que levantemos la mirada porque se acerca nuestra liberación, esto es, la destrucción definitiva de la muerte, del pecado y la instauración del reinado de Cristo.

La pregunta este primer domingo de adviento es: ¿En quién o dónde está pues mi esperanza? ¿Qué quiero de esta vida? ¿Sólo espero logros materiales, personales o familiares? ¿En mi corazón vibra la esperanza de que Jesús venga, de que Jesús realice y cumpla todas mis esperanzas y expectativas? ¿Espero mi salvación eterna? ¿Pienso en la vida futura y me preparo para ella?

“Señor Jesús, hoy en tu evangelio me pides vele y haga oración. Concédeme un corazón que esté alerta para que los pecados, los vicios y las preocupaciones de esta vida, no entorpezcan mi mente y aquel día me sorprenda desprevenido. Ayúdame en este adviento a gritar con la Iglesia ¡Ven señor Jesús! Ven, llévame contigo y seré colmado de felicidad”. Feliz domingo. ¡Dios te bendiga!

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