Guerrero, Pelosi y el aborto

Editorial ACN Nº19

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El 17 de mayo, el estado de Guerrero se sumó a la colección de siete entidades que despenalizan el aborto. Calificada como una “puesta a la vanguardia” en el Estado, a juicio del grupo parlamentario de morena, se da a las mujeres el “derecho a decidir sobre su vida y su cuerpo” y acabar con la problemática relativa a la mortandad de mujeres por abortos clandestinos particularmente en las más pobres, además del acceso a la información sobre derechos sexuales y reproductivos.

Ciudad de México, Oaxaca, Baja California, Sonora, Colima, Veracruz e Hidalgo toleran el aborto legal. Con Guerrero, esta entidad se suma a esta serie de fichas que seguirán cayendo a raíz de la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de septiembre de 2021 al indicar que cualquier ley que penalice el aborto es inconstitucional. Al caer Guerrero, las manifestaciones que rechazaron la despenalización fueron tan reactivas como estériles. Entre estas, la de la Iglesia católica de la provincia eclesiástica de Acapulco.

El 18 de mayo, través de un largo mensaje, el arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González y los obispos José de Jesús González Hernández de la diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Joel Ocampo Gorostieta de Ciudad Altamirano y Dagoberto Sosa Arriaga de Tlapa, dieron a conocer la estrategia para seguir en la defensa de la vida, enfatizando su “tristeza” por las reformas aprobadas sin haber escuchado a las voces en contra, además de los argumentos ya sabidos: la defensa y dignidad de la vida humana, la existencia de la vida desde el momento de la concepción y el largo proceso de desarrollo de un embrión hasta su viabilidad para el nacimiento, que el aborto es una forma de violencia muy grande y que la vida es un don de Dios a ser protegida por la familia y la comunidad.

Las intenciones de los obispos apuestan al fortalecimiento de la pastoral familiar, el apoyo a las mujeres embarazadas bajo este dilema y enseñar el valor de la vida en la catequesis infantil, actividades que deberían formar parte de la misión de toda diócesis de forma ordinaria, pero que no han dado suficientes resultados, sobre todo, por la alta incidencia de mujeres que acuden al aborto seguro.

Según la Secretaría de Salud de la Ciudad de México, de abril de 2007 a junio de 2021, 237 mil 643 mujeres han solicitado la práctica del aborto en las 21 clínicas, centros de salud y hospitales del gobierno capitalino. Los mayores porcentajes de abortos fueron practicados sobre mujeres en las etapas de secundaria y preparatoria. Y aunque estos son cifras oficiales de una entidad, evidentemente podrían ser mayores por los abortos practicados en clínicas privadas, además de los datos de los estados donde ya se tolera.

A diferencia de los casi derrotistas mensajes en México, en Estados Unidos un ejemplo parece dar una lección. El 19 de mayo, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, envió una notificación a la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata por el 12 distrito que comprende a la ciudad de San Francisco, Nancy Pelosi, afirmando que la representante no debe ser admitida a la Sagrada Comunión.

Según el arzobispo Cordileone, en base al magisterio del Concilio Vaticano II de los pontífices Juan Pablo II, Francisco y conforme a la ley canónica, Pelosi “no ha repudiado públicamente su posición sobre el aborto y continúa refiriéndose a su fe católica para justificar su posición y recibir la Sagrada Comunión”, tal situación le impone la grave decisión de privarla de la eucaristía”, confirmación que ha sido ampliamente difundida en medios y aplaudida por otros prelados como decisión valiente impuesta contra quienes han venido pregonando al aborto como derecho de las mujeres.

En México, quizá sea el momento de estudiar tal decisión. Muchos legisladores y políticos se dicen católicos e, incluso, entran en profundas relaciones con los obispos para mantener respaldo y respeto entre instituciones. Pero comunicados y lamentaciones ya no son suficientes. Y tampoco se trata de confrontación. Simplemente es decir a los abortistas que la vida no puede manipularse al antojo de la política e ideologías.

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