Tres meses después de la publicación del motu proprio Traditionis custodes, algunos obispos franceses han limitado el uso de la misa en latín en sus diócesis. Los fieles apegados a la liturgia tradicional piden el regreso de la paz litúrgica. En todo el país.
Ave María, llena eres de gracia… Las voces de unos cientos de estudiantes y jóvenes profesionales se alzan en las calles del distrito 15 de París. Con fervor, rosario en mano, rezan por el papa, la diócesis de París y la paz litúrgica. Pasadas las siete de la tarde, las campanas del barrio tocaban las vísperas mientras estos jóvenes iban en procesión hacia la capilla de Notre-Dame-du-Lys. Después de un mes de resistencia y de oraciones, por fin han conseguido que se restablezca su tradicional misa vespertina de los miércoles según el misal de san Pío V. Ahora la celebrará en la capilla de un patronato parisino un sacerdote diocesano.
Ya no se ocupará de celebrarla la Fraternidad Sacerdotal de San Pedro (FSSP), que había estado a cargo durante más de trece años. A pesar de la alegría de haber recuperado la misa, los jóvenes siguen sin entender la política del arzobispo Aupetit. El 8 de septiembre, el arzobispo de París decidió unilateralmente dividir por cinco el número de iglesias en las que a partir de ahora se podrían celebrar misas según el rito antiguo. «Suprimir una misa significa suprimir un apostolado, las confesiones, el catecismo…», dice Jean-Etienne, un fiel para el que esta decisión sigue siendo incomprensible.
Y París no es una excepción. En Le Havre, el obispo Jean-Luc Brunin también ha reducido en gran medida las prerrogativas de las comunidades Ecclesia Dei, unas comunidades vinculadas a la celebración de la misa según el rito antiguo. A partir de ahora, «los sacramentos de la iniciación cristiana, así como el sacramento del matrimonio, se prepararán y celebrarán en la comunidad parroquial según los rituales vigentes tras la reforma litúrgica». Lo mismo ocurre con la catequesis.
A 800 kilómetros de distancia, en Grenoble, un comunicado de mons. de Kérimel ha despertado la ira de la comunidad tradicional. Entre otras cosas, la acusa de «preferir faltar a la misa dominical antes que participar en una liturgia aprobada por los santos Pablo VI y Juan Pablo II [misa en francés, ndr]». Aunque de momento no se ha tomado ninguna medida, los feligreses temen que se cancelen sus misas y que sus sacerdotes se vean obligados a marcharse. En Limoges, no ha habido ningún anuncio oficial. Pero los fieles están preocupados porque el Instituto de Cristo Rey Sacerdote Soberano (ICRSP) no ha conseguido la iglesia del centro de la ciudad que en su día prometió su obispo.
«Tengo la impresión de que estamos volviendo a la guerra litúrgica de los años 70», dice alarmada una joven de Grenoble. Más allá de las decisiones diocesanas, el papa Francisco no ha dejado de hacer declaraciones firmes contra las comunidades tradicionales. A principios de septiembre, el Santo Padre confió que quería «poner un límite y basta» al antiguo rito. Unos días después, repitió sus palabras en presencia de los jesuitas eslovacos. Les explicó que la atracción de los jóvenes sacerdotes y de muchos fieles por el misal de san Pío V supone «una regresión» y que habría que luchar contra la «tentación de ir hacia atrás».
A pesar de la «brutalidad» de los comentarios del papa Francisco hacia ellos, los fieles y sacerdotes de la comunidad tradicional no esperaban que los obispos franceses adoptaran tales medidas. El pasado mes de julio, cuando Valeurs Actuelles se reunió con ellos, dijeron que estaban «confiados» y «seguros de que los obispos serían benevolentes» con ellos.
Actualmente, el ambiente es diferente. «Oficialmente, los obispos abogan por el apaciguamiento, pero nos despojan de todas nuestras prerrogativas», lamenta un sacerdote de una comunidad de Ecclesia Dei. «Muestran demasiado celo y actúan sin consultar», denuncia otro clérigo. «Me temo que todo esto revivirá viejas batallas», concluye un sacerdote cercano a los católicos tradicionalistas.
Para hacer oír su voz y que sus obispos descubran la realidad de su comunidad, a los fieles no les falta creatividad. En Grenoble, los feligreses de Saint-André y Notre-Dame-de-l’Isle hicieron una huelga de colectas durante un tiempo. «Fue un gesto decidido, no para poner en peligro las finanzas de la diócesis, sino para ser escuchados. Nuestro obispo tiene una visión equivocada, queremos que descubra nuestra comunidad», explica Aude, miembro de la asociación de fieles. Aunque el obispo, mons. de Kérimel, no les ha visitado desde hace siete años y no ha respondido a su decena de cartas, los fieles consiguieron finalmente una reunión el 7 de octubre. A pesar de todo, parece que la desaparición de la misa en latín de la diócesis ya está decidida.
En París, la retórica es la misma. «Mientras no volvamos a tener nuestra ‘misa de los miércoles’ en Saint-François-Xavier, seguiremos rezando nuestro rosario todos los miércoles por la noche», promete el colectivo Juventus Traditionis. Estos jóvenes, comprometidos con la defensa de la liturgia tradicional, no piensan rendirse y esperan reunirse con el obispo Aupetit. Cuando nos pusimos en contacto con la diócesis de París, no quiso responder a nuestras peticiones. En todas partes, los fieles lamentan la ausencia de diálogo.
A pesar de la duda, la tristeza y el sentimiento de injusticia que sienten los miembros de la comunidad tradicional, todos están esperanzados. Fieles y leales a sus obispos, piden el regreso de la paz litúrgica. En nombre del «sentido común» y la «caridad», el colectivo Juventus Traditionis espera que los obispos reconsideren sus decisiones y mantengan el status quo. «Confío en Dios, su voluntad es la correcta y a partir de ahí todo es posible», asegura un sacerdote de la FSSP. «Estoy convencido de que lo que no tuvo éxito en los años 80 no lo tendrá hoy», concluye uno de sus hermanos.
por Clémence de Longraye.
Valeurs Actuelles.
Traducido por Verbum Caro
para InfoVaticana.