En todas las naciones se analiza cuidadosamente el golpe que para sus respectivos sistemas educativos tendrá la pandemia. En países como Alemania, el ciclo escolar se ha iniciado con toda normalidad, de manera presencial, pero ya algunas escuelas debieron cerrarse al producirse nuevos brotes epidémicos. En Estados Unidos se tiene la decisión de reiniciar también los cursos de manera normal, asunto que sigue siendo polémico.
En México se ha decidido que el ciclo escolar, en lo que mira a la educación primaria, se tenga en línea, pero también y sobre todo por medio de la televisión, iniciativa muy valiosa y solidaria tomada por las televisoras abiertas.
No es asunto fácil, pues supone una cultura tanto de parte de los expositores como de los alumnos. Como es lógico, estas clases por medio de la televisión tendrán horarios reducidos, pues debe darse cabida a los seis grados de primaria cada día, e incluso, el cuarto grado se ha ubicado en el horario de 19:30 a 22:00 horas, que resulta complicado.
La enseñanza secundaria dispondrá de dos horarios, y en lo que mira al bachillerato, la UdeG pretende ofrecerlo en línea, lo que le permite en un primer momento recibir a cuanto alumno quiera ingresar; no sabemos cómo podrá darles seguimiento una vez que se vuelva a la normalidad, ya que eso supone de recursos materiales y humanos.
Pero sin duda el segmento más afectado será la educación privada, sobre todo la dirigida a los grupos sociales medios y a los de escasos recursos, que ya experimentan la baja de matrícula, lo cual pone en riesgo toda su estructura y, sobre todo, su identidad y servicio como alternativa especialmente en lo relativo a la calidad y la integralidad de la educación. Si no se toman las medidas oportunas, muchas de estas escuelas se verán obligadas a cerrar, y difícilmente podrán luego restituirse.
Pero al margen de las diversas iniciativas que se ofrezcan, es un hecho que la calidad educativa en México, ya de por sí tan postrada, está sufriendo un nuevo revés, porque, aunque la afectación sea mundial, es un hecho que siempre sufre más quien se halla en situación más precaria.
En lo que mira a la universidad pública y privada, las clases en línea son la opción.
Los padres de familia experimentan también diversas afectaciones, sobre todo considerando a aquellos que trabajan, y para los cuales la escuela cumplía igualmente funciones de guardería, por otra parte, ejercer como profesores auxiliares de sus hijos no es una tarea para la cual estuviesen preparados.
Sabemos que esta crisis es pasajera, pero no deja de ser altamente aleccionadora.
Con información de ArquiMedios/Editorial