En Suiza no es legal la eutanasia pero sí el suicidio asistido.
Con la eutanasia, el que mata al paciente es un médico o sanitario, por lo general con una inyección letal. En el suicidio asistido, en cambio, se mata uno mismo, tomando un veneno que le ha preparado un médico (a menudo el sanitario le introduce la vía y el suicida sólo ha de darle a un botón).
Pese a que hace 35 años que hay asociaciones que realizan el suicidio asistido y que se dice que está «normalizado» en Suiza, la verdad es que incluso los médicos que lo apoyan intentan involucrarse lo mínimo posible.
El médico «suicidador» prepara la dosis del veneno, pero por lo general intenta no ir a la casa del paciente suicida, no estar presente en ese momento.
Para eso se confía en el «acompañante»… una figura no sanitaria que cobra casi 600 euros por suicidio.
Como dice un reportaje en SwissInfo, «en Suiza, ayudar a las personas a suicidarse es un empleo«.
Cada año se suicidan unos mil suizos… más turistas
Exit, la mayor organización de suicidio asistido, tiene contratados más de 40 personas suicidadores (les llaman asistentes). Según Jürg Wiler, vicepresidente de esa organización, la mayoría son jubilados de más de 65 años, que antes trabajaban de cualquier otra cosa.
Juerg Wiler, satisfecho vicepresidente y portavoz de la empresa de suicidios Exit
Acompañan al suicidio cada año de unos 1.000 suizos o residentes en Suiza. Nada de ir a hospitales, que son lugares llenos de gente acostumbrada a salvar vidas. El 98% en 2019 se suicidaron en su hogar o residencia de ancianos.
El suicidador lleva el veneno y espera a que el suicida lo tome. Una vez muerto, el suicidador espera a que se produzca la rutinaria inspección policial, que ni busca ni encuentra coacción ni coerción sobre el difunto.
Un suicidador de Exit gana 650 francos suizos por muerto (592 euros). Y un dinero extra por desplazamientos (aprovecha para ver el bonito país) y llamadas de teléfono. “Como regla general, un asistente dedica aproximadamente 20 horas a cada caso. Eso equivale a una tarifa de 35 a 40 francos por hora, aproximadamente el equivalente a la paga en trabajos de enfermería”, explica la entidad (o empresa) Exit a Swissinfo.ch.
Un año de formación para ser suicidador
Esas 20 horas implican hablar con el suicida, con sus familiares, amigos, y estar presente en el momento. Para trabajar de suicidador hay que formarse un año y conocer los aspectos médicos, legales y psicológicos del negocio.
Muchos los hacen por ideología, o son personas que han vivido el trauma de la muerte de alguien cercano. Los suicidadores dicen que quieren «ayudar». Cada uno puede «encargarse» de que se maten entre 15 y 30 suicidas al año.
Exit quiere tener más suicidadores. Como es gente mayor, muchos se cansan. Otros, aunque dicen estar contentos de «ayudar», admiten que esta tarea tan especial les afecta. Y Exit prefiere tener suicidadores repartidos por muchas localidades para ahorrar desplazamientos y dietas.
Cuando los suicidas son ricos extranjeros
Exit trabaja sólo con suizos o residentes en Suiza. Es distinta otra asociación de este macabro sector, Dignitas, que acepta extranjeros. Es una empresa de turismo suicida, que gestiona los viajes y el alojamiento y el veneno. Se gana más dinero, porque vienen clientes ricos de todo el mundo con sus acompañantes.
Según SwissInfo, su proceso de entrenamiento y suicidio asistido es casi el mismo que el de Exit. La gran diferencia es que los empleados de Dignitas entregan el medicamento, no las personas contratadas para prestar asistencia. “Once de nuestros 31 empleados tienen esa tarea además de su trabajo normal de oficina”, precisa Silvan Luley, miembro de la organización.
“Los médicos pueden apoyar directamente el suicidio, pero la mayoría no tienen el tiempo ni la experiencia necesaria para ello, así que nos ocupamos de esta parte”, explica Luley, portavoz de Dignitas. Le falta especificar que les falta también la vocación de matar enfermos.
¿Afecta por dentro al suicidador?
Susanna Schmid, exabogada especializada en asuntos juveniles, se hizo suicidadora después de jubilarse a los 60 años. Dice que su trabajo «es muy exigente más que deprimente». Añade que reflexiona un poco más cuando «suicida» personas más jóvenes con enfermedades, las que «a veces dejan atrás a adolescentes o niños pequeños”.
Tanto Exit como Dignitas tienen un sistema de apoyo emocional para sus suicidadores. Según Luley, los asistentes en Dignitas pueden decidir si quieren ocuparse de casos específicos. «Es posible pasar un caso a otro empleado», puntualiza.
Quizá porque matar a un semejante, o ayudar a que se mate, sigue siendo algo que repugna por dentro al ser humano. Incluso al que «suicida» a 15 o 30 al año.
Pero la eutanasia es aún peor
Por mucho que repugne al sentido humano que un país vea bien que exista un oficio que consiste en ayudar a los suicidas a suicidarse, la eutanasia es peor. Estudios en Oregón han demostrado que un tercio de los que piden el suicidio asistido, al final, no se lo aplican. Tienen el veneno a mano, pero esperan a otro día, a lograr tal o cual cosa… y al final mueren de forma natural.
En cambio, con la eutanasia, un profesional, el eutanasiador, se asegura de que el solicitante muera. Y, como dicen las empresas suicidadoras de Suiza, «los médicos tienen prisa».
ReL.