Francisco recurre a todos los Cardenales ante la situación financiera del Vaticano

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A pesar de que Francisco se ha reservado la definición de la política financiera del Vaticano para con un estrecho grupo de cardenales, ahora sin embargo envió una carta a todos los integrantes del «Colegio Cardenalicio», en lo que parece ser un gesto desesperado por mejorar las finanzas del aparato dirigido por la Santa Sede.

El envío de la carta, con fecha 16 de septiembre pero divulgada apenas hoy, viernes 20 de septiembre, ha llamado poderosamente la atención, en virtud de que el pontificado de Francisco ha tenido como uno de sus sellos distintivos la escasez consulta y comunicación con todo el cuerpo cardenalicio.

La totalidad de las decisiones sobre el manejo financiero del Vaticano la ha decidido Francisco a lo largo de su pontificado, tanto de forma personal como con carácter restringido mediante un Grupo de Cardenales con los que periódicamente se reúne.

Ahora, sin embargo, trata de hacer extensivo el esfuerzo a todos los cardenales. Les pide un esfuerzo adicional para alcanzar un déficit cero en las finanzas del Vaticano, aún cuando ciertamente la casi totalidad de los integrantes del Cuerpo cardenalicio no tienen injerencia alguna en el manejo de los recurso financieros de la Santa Sede.

El texto de la carta que hoy se ha hecho pública es el siguiente:

A los Venerables Hermanos del Colegio Cardenalicio Queridos hermanos,

Hace diez años iniciamos la reforma de la Curia Romana y, a través de la Constitución Apostólica Predicate Evangelium, se estableció la nueva organización de la Santa Sede, precisando sus principios rectores y fines. Ecclesia semper reformanda: este fue el espíritu que animó la reforma, para garantizar que la Curia Romana asista al Sucesor de Pedro en el ejercicio de su supremo oficio pastoral para el bien y servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares.

Si esta actualización representa un testimonio de vitalidad y gracia, conocemos la dedicación y el esfuerzo de mujeres y hombres comprometidos en adaptarse a este movimiento de renovación. Vosotros, hermanos cardenales, en la función de auxiliar al Romano Pontífice en el gobierno de la Iglesia universal, tenéis la tarea de acompañar a cuantos han estado implicados en este proceso de transformación. A pesar de las dificultades y, en ocasiones, de esa tentación de inmovilidad y rigidez ante el cambio, en los últimos años se han logrado muchos resultados. Gracias por la ayuda que has brindado y continúas brindando. Con estas premisas, quiero ahora abordar una vez más uno de los temas que más caracterizó a las Congregaciones generales antes del Cónclave: la reforma económica de la Santa Sede.

Los últimos años han demostrado que las peticiones de reforma planteadas en el pasado por muchos exponentes del Colegio Cardenalicio eran clarividentes y permitieron adquirir una mayor conciencia de que los recursos económicos al servicio de la misión son limitados y debe gestionarse con rigor y seriedad porque los esfuerzos de quienes han contribuido al patrimonio de la Santa Sede no son en vano.

Por estas razones, ahora es necesario un mayor esfuerzo por parte de todos para que el «déficit cero» no sea sólo un objetivo teórico, sino una meta realmente alcanzable. La reforma ha sentado las bases para la implementación de políticas éticas que permitan mejorar el desempeño económico de los activos existentes. A ello se suma la necesidad de que cada Institución trabaje en la búsqueda de recursos externos para su misión, poniéndose como ejemplo de gestión transparente y responsable al servicio de la Iglesia.

En términos de reducción de costes, debemos dar un ejemplo concreto para que nuestro servicio se realice con espíritu de esencialidad, evitando lo superfluo y seleccionando bien nuestras prioridades, fomentando la colaboración mutua y las sinergias.

Debemos ser conscientes de que hoy nos enfrentamos a decisiones estratégicas que debemos tomar con gran responsabilidad, porque estamos llamados a garantizar el futuro de la Misión. Las instituciones de la Santa Sede tienen mucho que aprender de la solidaridad de las buenas familias.

Así como en estas familias quienes disfrutan de una buena situación económica acuden en ayuda de los miembros más necesitados, las organizaciones que registran un superávit deben contribuir a cubrir el déficit general. Esto significa velar por el bien de nuestra comunidad, actuando con generosidad, en el sentido evangélico del término, como condición indispensable para pedir generosidad también desde fuera.

En conclusión, les pido que acojan este mensaje con valentía y espíritu de servicio y que apoyen las reformas en curso con convicción, lealtad y generosidad, contribuyendo proactivamente con sus conocimientos y experiencia al proceso de reforma.

Cada una de las Instituciones de la Santa Sede forma un solo cuerpo con todas las demás: por tanto, la auténtica colaboración y cooperación hacia el único fin, el bien de la Iglesia, representa una exigencia esencial de nuestro servicio. Con este espíritu y esta conciencia os pido que acompañéis nuestro trabajo con fidelidad y confianza.

Del Vaticano, 16 de septiembre de 2024.

Francisco.

CIUDAD DEL VATICANO.

VIERNES 2O DE SEPTIEMBRE DE 2024.

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