Un comunicado de la Oficina de Prensa a los periodistas comunicó esta mañana de viernes que el Papa ha decidido soberanamente derogar el plazo de prescripción ya devengado para el caso de Marko Rupnik (ah, las delicias de los Estados absolutistas y sin las garantías básicas de cualquier Estado de derecho y luego pregúntese por qué definimos la estructura actual de la Santa Sede como digna de Corea del Norte)..
Los lectores recordados recordarán que el ex jesuita (ahora excluido de la Orden) está acusado de «absolución del cómplice» y de abuso sexual de decenas de monjas, con actos sacrílegos en el altar.
Recordarán también que la excomunión impuesta por el Santo Oficio había sido revocada por un acto igualmente soberano y arbitrario de Su Santidad. O al menos eso dicen nuestras fuentes autorizadas, a pesar de que el Santo Padre lo haya negado.
¿Con qué propósito se reabre el caso y se deroga el plazo de «prescripción»?
De la lectura textual de la escasa declaración arriba citada (en la que, entre otras cosas, todavía se le honra con el título de Padre, a pesar, como se ha dicho, de la expulsión de la Orden) y del énfasis en el «sufrimiento y la protección de las víctimas», se desprende que parecería ir mal para el excomulgado-rehabilitado.
Pero no se pueden descartar sorpresas, en esta época de gobierno eclesial opaco y oblicuo, y quién sabe si el proceso se ‘arreglará solo’.
«Los gritos, si se saben manejar bien, nadie es culpable y nadie es inocente», enseñó Azzeccaburgli. Y los gritos, en ese momento, dejaron cada decisión al criterio de Su Excelencia. Como hoy en el Vaticano, en definitiva.
Por LUIGI CASALINI.
VIERNES 27 DE OCTUBRE DE 2023.
CIUDAD DEL VATICANO.
MIL.
