Fiesta de la Asunción

Jeremías 38,4-6.8-10 | Salmo 39 | Hebreos 12,1-4 | Lucas 12,49-53

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

Mañana vamos a celebrar la solemnidad de la Asunción de la VIRGEN MARÍA. En el Credo confesamos la Fe en la “resurrección de la carne y en la Vida Eterna”, como frutos especiales de la Redención. El Reino de los Cielos iniciado por JESÚS en este mundo es una realidad plena en el más allá, que se abre de forma clara después de haber fallecido. La vida presente la experimentamos limitada en el tiempo, vulnerable y muy frágil; sin embargo deseamos vivir. El Concilio Vaticano II nos trasmite: “la VIRGEN inmaculada preservada inmune de toda mancha de culpa original, terminado el curso de la vida terrena, en alma y cuerpo fue asunta a la Gloria Celestial y enaltecida por el SEÑOR como Reina del Universo, para que se asemejara más plenamente a su HIJO, SEÑOR de los que dominan y vencedor del pecado y de la muerte” (Cf Lumen gentium, n. 59). Pío XII, que proclamó el dogma de la Asunción, en mil novecientos cincuenta, realizó consultas previas a todos los obispos para recabar un criterio conjunto que diese expresión al sentir de la Iglesia. Las voces a favor de esta verdad de Fe vienen pronunciándose desde los primeros momentos del Cristianismo, pues la tradición se inserta en el tiempo de los mismos Apóstoles que fueron testigos del acontecimiento. Se transmitieron dos versiones de los hechos: dormición y muerte real. El papa Pío XII en la bula de la proclamación del dogma habla de elevación del cuerpo de la VIRGEN a los Cielos. El cuerpo de la VIRGEN fue llevado al Cielo después de su muerte, o de su dormición. El hecho capital de este dogma está en afirmar la incorruptibilidad del cuerpo de la VIRGEN MARÍA que permaneció sin pecado, y por tanto podía ser preservada de cualquier corrupción física. La VIRGEN MARÍA fue templo perfecto del ESPÍRITU SANTO (Cf. 1Cor 6,19); y ámbito humano perfecto para la gestación de la dimensión humana del HIJO de DIOS. La VIRGEN MARÍA dio pruebas cumplidas de estar “llena de Gracia” (Cf. Lc 1,28) en cualquiera de los instantes de su vida en este mundo. Las aspiraciones de la persona creyente que tiende a la santidad sobre la vida eterna quedan muy bien reflejadas en los versículos que san Pablo dedica al efecto, en la segunda carta a los Corintios. Siendo esto así para cristianos convertidos y muchas heridas espirituales a las espaldas, cuánto más no sería la aspiración de la VIRGEN MARÍA por estar unida para siempre en cuerpo y alma con su DIOS, que hizo en ELLA maravillas –cosas grandes- (Cf. Lc 1,49). El Concilio reconoce que la santísima VIRGEN MARÍA llegada al Cielo después de su Asunción fue proclamada como Reina del Universo. No sólo debemos considerar y atender al deseo particular de la VIRGEN, sino que la Asunción pertenece al mismo Plan de Salvación Universal establecido por DIOS para toda la humanidad. El papel desempeñado por la VIRGEN MARÍA no resta nada al protagonismo de JESÚS como único SALVADOR. Que MARÍA siga realizando por toda la eternidad la misma función que la desempeñada en la “Boda de Cana, “haced lo que ÉL os diga” (Cf. Jn 2,5), no reviste dificultad alguna. Comprobamos a lo largo de los siglos que en todas las apariciones marianas se repite la misma intermediación: la VIRGEN MARÍA siempre está señalando quién es el único SALVADOR: JESÚS su HIJO, por la acción extraordinaria del ESPÍRITU SANTO, que es también el HIJO del PADRE Celestial. La evangelización en América obtuvo velocidad de crucero, a partir de la aparición de la VIRGEN MARÍA a Juan Diego, en mil quinientos treinta y uno: “¿a caso no estoy yo aquí que soy tu MADRE?” Estas palabras de la VIRGEN siguen resonando de muchas formas en toda el área hispanoamericana y la cristiandad en su conjunto, de muchas maneras. Asunta al Cielo, la VIRGEN MARÍA, realiza con plenitud su tarea maternal hacia todos los hombres. ELLA no tiene nada que ver con divinidades femeninas ligadas a la naturaleza como en ocasiones la quieren relacionar algunos. La vinculación de la VIRGEN MARÍA responde a la especial comunión con su HIJO y la TRINIDAD y en la misión maternal hacia los hombres redimidos por JESÚS.

Proximidad a JESUCRISTO

Para comprender algo más de la Asunción de la VIRGEN MARÍA conviene fijarnos en el grado de proximidad del fiel a JESUCRISTO y sus repercusiones. “JESÚS llamó a los que quiso para que estuvieran con ÉL y ser enviados” (Cf. Mc 3,13-14). Entre los discípulos, el apóstol es el más cercano a JESUCRISTO, porque es llamado de forma expresa con el objetivo de recibir la formación espiritual adecuada y ser enviado. La oración del Padrenuestro enseñada por JESÚS en la versión de san Lucas, predispone a concluir, que esta oración específica del apóstol sólo se puede rezar en el mismo ESPÍRITU de JESÚS, que clama en los corazones ¡ABBA! (Cf. Lc 11,2; Rm 8,15). San Pablo llega a convertirse en un modelo de seguidor de JESUCRISTO, lo mismo que san Juan o san Pedro. Ya en la prisión con la posibilidad real de finalizar sus días, san Pablo confiesa a los de Filipos que para él lo bueno es “estar con CRISTO” (Cf. Flp 1,23), y es lo que más desea, aunque prevé que por el bien de sus comunidades todavía permanecerá entre ellos. El deseo de estar con el SEÑOR responde en primer término a la voluntad o Designio Divino de conformarnos todos en la unidad perfecta con CRISTO (Cf. Jn 17). Esta plenitud y destino final se realizan de forma especial en la VIRGEN MARÍA y no es necesario realizar un gran esfuerzo para comprenderlo, porque nadie, ninguna criatura, ha podido estar más cerca de la Segunda Persona de la Santísima TRINIDAD, que la VIRGEN MARÍA. Todas las generaciones llamamos a MARÍA “bienaventurada” (Cf. Lc 1,48), porque DIOS la llamó primero, y no cesa de atraerla hacia SÍ de forma especial. Nosotros llamamos a MARÍA “la bienaventurada”, porque DIOS le concedió una santidad especial desde un principio, haciendo que la atmósfera propia de la VIRGEN fuera la del mismo Cielo. Convergen por tanto en la Asunción de la VIRGEN dos fuerzas que se retroalimentan: la expresa llamada del SEÑOR para completar el enaltecimiento de su MADRE, y el deseo imperioso de MARÍA de estar en plenitud de presencia ante su HIJO.

Los intermediarios

Una cierta corriente protestantizante pretende borrar de las prácticas católicas la intercesión de los santos, y de forma especial la intermediación de la VIRGEN MARÍA. Está muy bien recalcar e insistir que el INTERCESOR ante el PADRE es JESUCRISTO en virtud de su sacrificio redentor, pero ocuparíamos varias páginas exponiendo la función y tarea que ofrecen los intermediarios. DIOS pudo desde siempre actuar de forma directa en todos y cada uno de sus hijos dentro del género humano, pero no lo ha hecho de esa forma. Para forjar un Pueblo busca a los patriarcas; para transmitir su voluntad al Pueblo, elige profetas. Antes de alcanzar el culto de adoración “en espíritu y verdad” (Cf. Jn 4,23), la religiosidad transitó por siglos de culto externo presidido por los sacerdotes levíticos o saduceos. Hasta los difuntos esperaban, en la época de los Macabeos, la intercesión de un culto expiatorio por sus almas (Cf. 2Mac 12,46). Tenemos pasajes evangélicos muy sugerentes: los cuatro amigos que llevan al paralítico ante JESÚS, y este hombre es curado por la Fe de los que lo llevaban (Cf. Mc 2,1ss); la curación del criado del centurión en la versión de san Lucas cuenta con dos tandas de intermediarios, sin que el propio centurión aparezca ante JESÚS, que alaba de modo especial la fe de aquel (Cf. Lc 7,2-10); y la intermediación de la VIRGEN MARÍA en la Boda de Caná, que se completa con la escena relatada por san Juan al pie de la cruz: la humanidad va a estar siempre en una lamentable carencia de la Gracia, por lo que la intercesión de los santos y de la VIRGEN debe ser una constante. En el Credo confesamos públicamente nuestra Fe en la “comunión de los santos”, que sugiere de forma inmediata la permanencia de unos lazos más allá de la muerte. Algunos piensan que si damos tarea a los Ángeles y a los santos, DIOS se queda sin nada que realizar y daría una impresión de ociosidad. Estos mismos pueden pensar que con el descanso del sábado indicado en el Génesis, ya con eso tiene bastante. Independientemente de la ironía, comprobamos como a lo largo de los siglos la presencia de la VIRGEN MARÍA en el curso de los acontecimientos de la humanidad ha sido un faro que no ha cesado. Los grandes santuarios marianos dispersados a lo largo de la geografía de la Cristiandad hablan por sí solos. Las conversiones espirituales, sanaciones físicas y milagros martillean de forma permanente la increencia contumaz. La VIRGEN MARÍA después de su Asunción a los cielos permanece entre nosotros como la voz profética más genuina: “haced lo que ÉL os diga” (Cf. Jn 2,5). 

El profeta

“Todo fue hecho por la PALABRA: y dijo DIOS…” (Cf. Gen 1,2ss; Jn 1,3) y el hombre creado a “imagen y semejanza de DIOS” (Cf. Gen 1,26) está en condiciones de escuchar la PALABRA y responder a ELLA. El pecado vino a enturbiar la comunicación entre DIOS y los hombres, pues “todos pecaron” (Cf. Rm 5,12), pero siempre ha permanecido un resto capacitado para escuchar la PALABRA y transmitir su Mensaje a todos. En el estudio comparado de las religiones no se encuentra un fenómeno profético como el recogido en la Biblia. La singularidad de los profetas bíblicos es una señal de la religión del único DIOS. El profeta de la PALABRA ejerce una intermediación semejante a la realizada por Moisés entre DIOS y el Pueblo elegido, que pidió a Moisés que fuese él quien realizara la interlocución con YAHVEH, pues a los demás les resultaba sobrecogedora la presencia e impronta divina (Cf. Ex 19,19). Los profetas están tomados de entre los hombres para escuchar a DIOS y hablar a los hombres de las cosas que DIOS quiere transmitir. El profeta no es un adivino o un medium que establece contacto con los espíritus desencarnados del más allá. El profeta advierte, en todo caso, de las acciones futuras de DIOS que tienen un significado salvífico. La adivinación está expresamente condenada por la Ley, pues trata de sustituir a DIOS por otras entidades supuestamente más asequibles a las fuerzas humanas. Cuando el verdadero profeta predice algún acontecimiento desagradable tiene un carácter de advertencia, de tal forma que su cumplimiento está siempre condicionado hasta el último momento. Un ejemplo significativo de esto último es la profecía de Jonás: DIOS lo manda a Nínive a predicar, que dentro de cuarenta días Nínive sería destruida; pero el arrepentimiento de la población con el rey a la cabeza canceló el castigo. En las verdaderas apariciones marianas puede haber mensajes con advertencia de castigos por las conductas desviadas de las personas y de los grupos humanos. Las palabras de la VIRGEN van encaminadas a la corrección y la conversión en orden a la santidad. Los mensajes de la VIRGEN a veces también se dirigen a la Iglesia en cuanto institución, y como en otros tiempos el profeta Jeremías, las palabras de la VIRGEN ponen negro sobre blanco lo que pasa y puede ocurrir dentro de la Iglesia, si las cosas siguen los mismos derroteros. Un ejemplo: La VIRGEN, en la Salette, Francia, se aparece a Melania y Maximino y les hace saber las consecuencias de continuar el mismo estado de cosas en la Iglesia y en el mundo. La fecha de las apariciones de la Salette data del 19 de septiembre, de mil ochocientos cuarenta y seis. Los acontecimientos sucedidos en los cien años siguientes en Europa y el mundo, incluyendo a la Iglesia misma ofrece materia para un detenido análisis. En Garabandal, Cantabria, España; a partir del mil novecientos sesenta y uno, antes que diese comienzo el Concilio Vaticano II, la VIRGEN da sobre todo de la Iglesia una semblanza que no gusta nada a las autoridades eclesiásticas de la diócesis cántabra, que descalifican tales apariciones; sin embargo los años posteriores ratificaron tristemente las advertencias dadas por la VIRGEN. Actualmente las tensiones dentro de la Iglesia son notables y para nada favorecen la Fe de los fieles. ¿Nuevos riesgos de fractura y división en el seno de la Iglesia? De estas cosas viene advirtiendo la VIRGEN desde la Salette, Fátima y Garabandal.

El profeta Jeremías y su tiempo

La primera lectura de hoy, del profeta Jeremías relata uno de los tiempos más dolorosos del Pueblo elegido: la deportación en régimen de esclavitud a Babilonia. Se pierde la patria, las posesiones particulares por escasas que estas fueran, y desaparece la libertad. La dominación del Imperio babilónico no se ejerce a modo de invitación, sino de una cruenta dominación: el Templo es saqueado y destruido, las ciudades arrasadas, las mujeres violadas y los más jóvenes deportados y esclavizados. La debacle parece completa y sin posibilidad alguna de remisión, las promesas de antaño dadas por YAHVEH al Pueblo a través de los profetas da la impresión de haber quedado en suspenso. DIOS atenderá siempre al arrepentimiento sincero y su Divina Misericordia no se hará esperar. Pero a Jeremías le toca su misión y ministerio en los momentos cruciales de la invasión y deportación, por lo que sus palabras no van a gustar a los oyentes.

El mal menor (Jr 38,4-10)

El profeta Jeremías procura minimizar los daños que se van a producir, pero no lo quieren escuchar. La Palabra del SEÑOR viene sobre el profeta: “así dice el SEÑOR, quien se quede en esta ciudad morirá de espada, de hambre o de peste; pero quien se entregue a los caldeos vivirá y eso saldrá ganando” (v.2). Este mismo consejo le dará al rey para que salve la vida, pero no le hará caso y verá morir a sus hijos terminando por último con él. El profeta Jeremías estaba ligado al templo como el profeta Ezequiel, y por tanto tomaba parte del asesoramiento al rey, pero con una clara diferencia del resto de los profetas cortesanos que falseaban los pretendidos oráculos y los adaptaban a lo que el rey y los suyos querían oír. De los aduladores y falsos profetas también da buena cuenta la Biblia con todas las consecuencias nefatas para la Fe y la vida civil. Decimos con Qohelet: “lo que nos parece que nunca ocurrió; en realidad, ya ha sucedido. Nada nuevo bajo el sol” (Cf. Qh 1,9). La verdad es que la historia no se repite, pero algunas constantes se mantienen. Perdura en el tiempo la corrupción, la mentira, el despotismo y el afán desmedido de riquezas. El poder que cabalga a lomos de esas bestias no se detiene ante nada, y sobre todo cuando advierta en frente alguna debilidad. El Pueblo judío era insignificante militarmente, podía ser abatido por cualquier potencia de rango medio; y su única defensa estaba en la protección divina que había dilapidado; por tanto el Pueblo estaba del todo desguarnecido. En la desolación del destierro, YAHVEH se hará con un resto con el que continuará la realización de sus promesas.

Acallar la voz del profeta

“Hágase morir a ese hombre, porque con sus palabras desmoraliza a los guerreros y a toda la plebe” (v.4). La solución al problema: matar al mensajero. Es engañoso y falso que el problema no exista si de tal cosa no se habla. El remedio estaba en las decisiones tomadas por todos y cada uno para volver a YAHVEH. La deportación a Babilonia tuvo dos fases: la primera en el quinientos noventa y siete y la segunda más destructiva a los diez años. Entre la primera y segunda etapa hubo oportunidad para la conversión y vuelta a YAHVEH, pero no sucedió. El profeta insistía: “sin remisión será entregada esta ciudad en manos de las tropas del rey de Babilonia, que la tomarán” (v.3).

El bien del Pueblo

Cuando la falsedad en un amplio espectro se instala en el poder, la cosa pinta muy mal, pues cualquier verdad chirriará, herirá de forma intolerable y esa voz hay que apagarla como sea. Dicen los contrarios al profeta: “este hombre no procura el bien del Pueblo, sino su daño” (v.4b). El poder lo va consiguiendo poco a poco, que sólo quede una voz, la suya, autorizada para decir al Pueblo lo que es bueno, aquello que beneficia el bien común. Siempre el poder ha adormecido con “pan y circo” las conciencias del pueblo para subordinarlo de la forma más indolora posible, pero inevitablemente letal. Allí estaban aquellos para señalar y acusar ante el rey, que era la máxima instancia de la justicia, la intolerable afrenta de Jeremías que era la única voz disidente del coro de hipócritas que rodeaba al rey Sedecías.

Rehén del halago

No faltaba a la cabeza del Pueblo elegido el psicópata narcisista, que alimentaba y necesitaba al equipo de palmeros falsarios. El rey continúa el juego y les dice: “ahí lo tenéis –a Jeremías- en vuestras manos; pues nada podría el rey contra vosotros. Ellos se apoderaron de Jeremías y lo echaron a la cisterna” (v.6). La intención de aquellos era dejar morir al profeta de hambre y hundido en el barro. El pozo era lo suficientemente profundo y Jeremías no tenía posibilidad alguna de salir por sus propias fuerzas. La profecía no es “gracia barata”, en el decir de Bonhoeffer, y tiene su coste en la persona misma del profeta que se convierte en intermediario que padece vicariamente por el mismo Pueblo al que exhorta. Jeremías enterrándose en el lodo del pozo es la viva imagen del Pueblo que ha de ser rescatado porque está a punto de ser triturado y convertido en un barro similar al que aprisiona al profeta.

Auxilian a Jeremías

Uno de los eunucos avisa al rey que Jeremías ha sido echado al pozo y se va a morir de hambre; y Sedecías encarga al eunuco que disponga de treinta hombres para rescatar a Jeremías, pues el cálculo es que el profeta se morirá de hambre lo mismo, ya que no queda pan en la ciudad. Las disposiciones políticas tienen muchas aristas y raramente son lo que parecen a primera vista. La acción generosa y humanitaria del rey tenía su trastienda, retranca o reserva. Los versículos siguientes muestran que Sedecías tomaba en consideración la palabra del profeta, aunque no le gustase y le concedía un tratamiento frívolo como al que le gusta jugar con distintas alternativas, sin respetar la validez de lo auténtico: algo que sigue estando de moda. Esto es cierto, lo otro también tiene parte de verdad, lo de más allá parece verosímil; y se concluye diciendo: da igual una cosa que otra, sin medir el peso o rango de las distintas proposiciones. Este tipo de proceder es el que mejor encaja dentro de las decisiones políticas. Debemos tener en cuenta que el rey en Israel debía concretar una teocracia, siendo él vicario de YAHVEH para el Pueblo. Esta modalidad del ejercicio del poder político era común a todos los pueblos, y lo específico del rey israelita era el monoteísmo y el compromiso de hacer vigente las cláusulas de la Alianza. 

El que VIENE

JESÚS el VIVIENTE, el que estaba muerto, pero ahora vive por los siglos de los siglos, se muestra como “el que es, el que era y el que viene” (Cf. Ap 1,8). Y a la pregunta sobre lo que ha venido a realizar el HIJO de DIOS a la tierra los evangelios ofrecen distintas respuestas todas ellas en relación. En el evangelio de hoy, JESÚS ha venido para “traer fuego a la tierra” (Cf. Lc 12,49). JESÚS viene para salvar al Pueblo de los delitos (Cf. Mt 1,21). En la sinagoga de Nazaret, JESÚS se revela como el UNGIDO que viene a dar la vista a los ciegos…(Cf. Lc 4,18-19).JESÚS viene para mostrar quién es el PADRE (Cf. Mt 11,25-27; Lc 10,21-22). En las palabras de la consagración del Pan, en la Última Cena, JESÚS propone de forma solemne el sentido de su vida y su muerte, que redunda en el perdón de los pecados y establecimiento de una Nueva Alianza (Cf. Lc 22,19-20). En el Prólogo del evangelio de san Juan quedan establecidas las acciones del VERBO que se corresponden de forma directa con su misma condición de Segunda Persona de la Santísima TRINIDAD. El VERBO está presente en la creación de todo lo existente; ÉL es la Vida y la Luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo (Cf. Jn 1,4). Por su poder, a los que lo reciben, les da el ser hijos de DIOS (Cf. Jn 1,12). JESÚS es el PAN de VIDA, que “baja del Cielo para dar la Vida al mundo” (Cf. Jn 6,33). JESÚS se propone a SÍ mismo como la fuente de la que mana el ESPÍRITU SANTO (Cf. Jn 7,37-38.). “JESÚS es el BUEN PASTOR que viene para que tengamos Vida y Vida en abundancia” (Cf. Jn 10,10). JESÚS viene para que sus amigos aunque hayan muerto tengan vida (Cf. Jn 11,25). JESÚS estará volviendo a rescatar a cada uno de los suyos, “para que donde ÉL esté, lo acompañen cada uno de los que lo han seguido en este mundo” (Cf. Jn 14,3). JESÚS vino para enviar del PADRE al ESPÍRITU SANTO, desde el mismo momento de su Exaltación (Cf. Jn 16,7). JESÚS es el vínculo de unidad, que el PADRE establece con todos sus hijos (Cf. Jn 17). JESÚS es el que viene a dar testimonio de la Verdad como declara ante Pilato (Cf. Jn 18,37).

Fuego en la tierra

“He venido para arrojar un fuego a la tierra, y cuánto desearía que ya estuviera encendido” (v.49). Estamos en los últimos versículos del capítulo doce de san Lucas, y en el itinerario que el evangelista marca como “Subida a Jerusalén”, que dio comienzo en capítulos anteriores. Esta expresión desprende un tono de gravedad y exigencia que irá acentuando a medida que los acontecimientos vayan acercándonos al desenlace de la muerte en Cruz. El fuego del ESPÍRITU SANTO, la  Promesa del PADRE o el PARÁCLITO, será el Don de la Redención por excelencia. La Segunda Persona de la TRINIDAD, JESÚS de Nazaret muere en la Cruz, para que DIOS mismo, en la Tercera Persona de la TRINIDAD, sea nuestra herencia. DIOS paga el crimen de la humanidad con su mismo AMOR. Este fuego todavía no está ardiendo, en el modo que JESÚS desearía. El ESPÍRITU SANTO estaba sobre ÉL y los discípulos también participaban de su presencia en algún grado, pero el ESPÍRITU SANTO no estaba dado en plenitud y la evangelización se hacía penosa en ocasiones. JESÚS no se recata de manifestar por momentos la dureza de la misión emprendida, que terminará con el sacrificio máximo de su vida. Puestas en perspectiva histórica las palabras de JESÚS siguen de plena vigencia: la acción del ESPÍRITU SANTO encuentra en el conjunto del género humano notables dificultades para implantar el Reino de DIOS en este mundo. Sin embargo los cristianos no debemos perder de vista ni por un momento este deseo grave y ardiente de JESÚS sobre la manifestación del Divino Fuego que calcine las obras muertas de los hombres y dé paso a una era verdaderamente cristiana, en la que los valores del Reino sean claros y manifiestos. La Redención se hizo para devolver a DIOS su misma Creación, pero con el carácter de santidad previsto en su designio eterno. El hombre no puede seguir matando a sus semejantes como algo inevitable, e impreso en la dialéctica de la historia. El hombre no puede robar y explotar a sus semejantes con la única meta de la avaricia personal. El hombre no puede mentir y falsear presentando los perjurios como verdades. DIOS no ha creado al hombre para un estado de cosas como el anterior. El sacrificio de JESUCRISTO en la Cruz se merece otra cosa bien distinta, y los hombres por nosotros mismos no damos muestras de arreglarlo con las propias fuerzas. 

El Bautismo martirial

“Con un Bautismo tengo que ser bautizado, y qué angustiado estoy hasta que se cumpla” (v.50). La conciencia mesiánica de JESÚS lo avisaba de las grandes obras del PADRE y del destino martirial que estábamos preparando los hombres. Antes de subir al Cielo, JESÚS habría de descender a los abismos más profundos de la miseria humana (Cf. Flp 2,8). Es el mismo evangelio de san Lucas el que relata que JESÚS exuda sangre en Getsemaní durante la oración anterior al prendimiento (Cf. Lc 22,44). En aquella hora un Ángel vino a confortar a JESÚS, pues en los hombres no encontró apoyo alguno. En la soledad humana más absoluta, JESÚS afronta las horas finales de tránsito por este mundo. Bautizar significa “sumergir”, y JESÚS se estaba adentrando en las espesas tinieblas del pecado humano, que lleva siempre la impronta satánica. La batalla, por tanto, se debía ventilar en dos frentes: la gran maldad de los comportamientos humanos perfectamente definibles y tangibles, y las fuerzas infernales que se estaban abriendo paso hasta crear una atmósfera irrespirable que se llega a manifestar en las tinieblas que invaden al mundo en aquellas horas punta del deicidio (Cf. Mt 27,45).

El  Mensaje de Paz se vuelve espada

“¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división” (v.51) ¿Qué estaba sucediendo? JESÚS había venido como Príncipe de la Paz  (Cf. Is 9, 6). El príncipe es el primero, el que encabeza la causa del Pueblo. El nacimiento del SALVADOR había sido anunciado por los Ángeles como el que traería la Paz a los hombres de buena voluntad (Cf. Lc 2,14). “El Sermón de la Montaña”, en san Mateo (Cf. Mt 5,6 y 7), y “el Sermón de la Llanura” en san Lucas (Cf. Lc 6) no dejan lugar a dudas. El envío de los discípulos por parte de JESÚS estuvo significado por la trasmisión de la Paz mesiánica allí donde llegasen los evangelizadores. ¿Estaba creciendo el rechazo por encima de la aceptación del Mensaje evangélico? ¿Se acabó la bonanza de las multitudes apiñadas alrededor de JESÚS escuchando su Palabra con total complacencia? ¿Se acabaron los días casi idílicos de la evangelización en la Galilea? ¿El nuevo escenario dado por las instituciones del Templo iban a mostrarse inasequibles a la novedad del Evangelio? JESÚS llorará mirando al Templo y a Jerusalén por el rechazo a su Mensaje mesiánico (Cf. Lc 19,41). La Divina Misericordia se volvió para las autoridades religiosas un atentado a las propias instituciones, que no podían concebir ni soportar que el MESÍAS tuviera un carácter universal y excediera los límites del Pueblo elegido con un Mensaje de Amor para todos los hombres. Creían aquellos que tal doctrina supondría la disolución de la Ley con todas sus cláusulas, y en gran medida estaban en lo cierto. El Mensaje de JESÚS daba pleno cumplimiento a la Ley Antigua, al mismo tiempo que la dejaba sin efecto; pero en ningún caso iba a suponer la anulación del Templo ni la desaparición del Pueblo de las promesas. La acción evangelizadora es siempre transformadora y no toma parte en las revoluciones violentas.

Diálogo o confrontación

“Desde ahora estarán cinco en una casa y estarán divididos tres contra dos y dos contra tres” (v.52). La comunidad de fe que debía surgir dentro de la religión de los padres está resultando imposible. El diálogo debería existir para encontrar en el Mensaje de JESÚS y su persona el cumplimiento preciso del núcleo profético incluida la Ley. No es posible pensar en el restablecimiento de las tribus de Israel, de la Jerusalén como punto de confluencia de todas las naciones sin el dinamismo cristiano. La religión judía nunca se abrió a una vocación universal, que por otra parte late en los profetas principales. San Pablo es para algunos judíos un gran traidor, pero representa un ejemplo de asimilación del Cristianismo y superación de un Judaísmo que cumplió su papel hasta el momento en el que JESÚS dio comienzo a su misión en la Galilea: con un programa bien definido: “se ha cumplido el tiempo, está cerca el Reino de DIOS; convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). Es representativo también el caso de Nicodemo, recogido en el evangelio de san Juan (Cf. Jn 3,1ss), que va por la noche a ver a JESÚS, sabiendo que el MAESTRO se retiraba a Getsemaní a orar cuando estaba en Jerusalén. Éste reconoce en JESÚS algo totalmente diferente: “nadie puede hacer los signos que tu haces, si DIOS no está con él”. Nicodemo tenía un corazón abierto al diálogo, sin embargo la mayoría del Sanedrín, de los legistas y toda la clase sacerdotal estaban abiertamente en contra de JESÚS, y su oposición intentaron hacerla notar en la misma Galilea desde el primer momento.

Los lazos familiares

El cristianismo se difunde desde las casas principalmente como acredita el libro de los Hechos de los Apóstoles. La ruptura con el Templo y la sinagoga tuvo sin duda una repercusión familiar; y se tuvieron que haber vivido escenas de confrontación entre padres e hijos; nueras cristianas y suegras judías de religión; y al revés. La conducta estricta de los judíos hacia los alimentos tuvo que chocar frontalmente contra la apertura total de JESÚS hacia los mismos. La cuestión de los alimentos siendo un asunto doméstico, sin embargo reviste para el fiel judío una seña de identidad que no quiere perder bajo ningún concepto. Las abluciones antes de las comidas o el rigor en el cumplimiento del sábado, tuvieron que motivar enfados y riñas domésticas. Pero la cuestión de controversia por excelencia tenía que centrarse en la consideración de la mesianidad de JESÚS de Nazaret: desde hace dos mil años este es el asunto nuclear pendiente del Judaísmo con respecto al Cristianismo. Desde el momento que un judío de religión admite a JESUCRISTO como el MESÍAS anunciado por los profetas, en ese preciso instante tal persona se ha hecho cristiana y ha cambiado de religión. El debate sigue en la actualidad y continúa la confrontación abierta en distintos ambientes. En otro ámbito la discusión sigue abierta entre las distintas confesiones cristianas, algunas con cierta afinidad y otras con grandes discrepancias. La unidad de los creyentes en CRISTO es esencial para que el mundo crea (Cf. Jn 17,21).

Carta a los Hebreos 12,1-4

Los capítulos once y doce de esta carta a los Hebreos resalta la comunión de los creyentes por la Fe en el mismo DIOS providente. La Fe de los que ahora vivimos nos pone en comunión con todos los anteriores que nos han precedido; siendo nosotros, al mismo tiempo, el eslabón que da continuidad para las generaciones futuras de creyentes. Crecemos en la Fe apoyados también en la Fe de los que nos han precedido. Las historias ejemplares de los antepasados en la Fe nos permiten a los creyentes del presente crecer como adultos y afrontar el futuro con sabiduría y responsabilidad. Decía el sabio: “si no conoces lo que sucedió antes que nacieses, serás siempre un niño”. Esto vale para los hechos históricos que forman nuestras raíces, y también para el crecimiento en la Fe. Es verdad que nos separan miles de años de los protagonistas bíblicos, y resulta difícil la comprensión de algunos comportamientos, pero las lecciones de sus vidas con luces y sombras tejen la trama de una Historia de Salvación, que es la historia de la Fe. La lectura de la Biblia es algo obligado e imprescindible para madurar en la Fe. Frente a lo que se nos escapa o no comprendemos debemos profesar una devoción filial que nos disponga ante DIOS, mucho más real que las formas literarias, en las que la Revelación está expresada en el libro sagrado.

Somos multitud

“Teniendo en torno a nosotros tan gran número de testigos, sacudamos todo el lastre y el pecado que nos asedia y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone” (v.1). El concepto de “mártir” o “testigo” es intercambiable: todo mártir es testigo de la Fe, pues entrega su vida por JESUCRISTO; y todo testigo padece a lo largo de su largo camino en la vida un lento martirio, que lo va confirmando en la confesión de JESUCRISTO como su único SALVADOR. Sólo el SEÑOR tiene la vara de medir a unos y otros, y a nosotros sólo nos queda agradecer el resultado final de cada uno como muestra del infinito AMOR de DIOS. Alrededor nuestro siguen acompañándonos multitud de intercesores y protectores con los que los lazos de sangre o amistad vividos en este mundo adquieren un nuevo rango, y perviven pues la comunidad de bienaventurados se está formando con cada uno de los hermanos que deja este mundo para unirse a la asamblea celestial. Miles y miles, miríadas de miríadas aprecia el autor sagrado del Apocalipsis (Cf. Ap 5,11;7,9). Hay momentos privilegiados en los que la confluencia de asambleas se produce. En las misas que celebramos estamos convocados los que peregrinamos por este mundo y algunos de los hermanos que han dejado este mundo y por designio divino participan conjuntamente con nosotros del inaudito milagro de la transubstanciación: el momento en el que el pan y el vino dejan de serlo para convertirse en el CUERPO y la SANGRE de JESUCRISTO. En este punto de nuevo se abre el Cielo y DIOS irrumpe en el altar de su Iglesia. Es un momento especial para la adoración en el que somos acompañados por nuestros Ángeles y nuestros hermanos fallecidos.

Todavía en camino

“Fijos los ojos en JESÚS, en quien se consuma la Fe; el cual en lugar del gozo que se le proponía, soportó la Cruz, sin miedo a la ignominia” (v.2). Nuestra vida presente es un complicado campo de prueba, y son numerosos los retos que es necesario resolver. Para una carrera de fondo hay que fortalecerse con buena alimentación, hábitos correctos y un ejercicio suficiente y adecuado. DIOS no quiere hijos amargados en este mundo, pero tampoco disipados. El autor sagrado ofrece la regla de oro: fijar  la mirada en JESÚS que no atendió al gozo inmediato, sino que mantuvo en todo momento la mirada puesta en la misión singular a ÉL encomendada. La Redención por la cruz dejó de ser una opción para convertirse en un imperativo dispuesto por el pecado del hombre actualizado en las circunstancias históricas que rodearon la vida y la muerte de JESÚS. Nos guste o no, esto marcó el destino en lo sucesivo de cada uno de los seguidores de JESÚS: “si morimos con ÉL, viviremos con ÉL; si sufrimos con ÉL, reinaremos con ÉL; si lo negamos, también ÉL nos negará; si somos infieles, ÉL permanece fiel” (Cf. 2Tm 2,11-13). La verdadera salida de las penumbras de esta existencia es la Vida Eterna, y quien busque otra cosa caminará de decepción en decepción. Y la Vida Eterna es el don del único SALVADOR, JESUCRISTO.

Signo de contradicción

“JESUCRISTO soportó la Cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del Trono de DIOS. Fijaos en ÉL, que soportó tal contradicción de parte de los pecadores, para que no desfallezcáis faltos de ánimo” (v.3). Los evangelios, de modo especial, levantan acta notarial de los acontecimientos de la Salvación. Sólo DIOS puede convertir el dolor en fuerza salvadora para la Vida Eterna y la misma muerte en resurrección. Estos dos hechos marcan la gran incomprensión de los judíos, que sentían profundamente herida su sensibilidad religiosa ante la predicación que se hacía del MESÍAS sufriente, cargado con los pecados de todos (Cf. Is 53,4), y crucificado como el peor de los malhechores. Los hombres provocamos el drama del deicidio, y DIOS pacientemente lo acepto con AMOR infinito, para que el AMOR destilado de aquel horror surtiese de gracias y beneficios espirituales para todos. Pero a cada uno de los seguidores del MESÍAS se ofrece el privilegio de participar en alguna medida de este mismo proceso que entraña sufrimiento, muerte y Resurrección. Cada cristiano padece y está marcado por el signo de contradicción: DIOS ama a su HIJO infinitamente, pero el HIJO en determinado momento experimenta una soledad total. Con todo, no debemos asustarnos, pues nuestra participación no se acerca ni de lejos a los padecimientos de CRISTO, y tampoco  caeremos en los mismos abismos de soledad.

La lucha contra el pecado

“No habéis resistido todavía hasta llegar a la sangre en la lucha contra el pecado” (v.4). Con mucha probabilidad el autor sagrado se está refiriendo al pecado de apostasía, pues para luchar contra él la alternativa era el martirio cruento. Los “lapsi” eran aquellos que ante la persecución volvían al culto de los dioses del Imperio Romano, o del emperador mismo, que en tiempos de Decio, en la década de los noventa, exigió ser reconocido en vida como “Dominus et Deus” –Señor y Dios-. Los emperadores hasta entonces habían reclamado su atributo de divinidad para después de la muerte, aunque alguno se sintiese en vida descendiente directo de algún dios. Ante la pérdida de una batalla importante, las autoridades podían atribuir la derrota al enfado de los dioses del Imperio por no recibir el reconocimiento adecuado. Un recurso fácil era culpar a los cristianos de traicionar al Imperio por no sacrificar a sus dioses. Algunos cristianos acusados, perseguidos y obligados cedían a ofrecer sacrificios a los dioses del Imperio. Para los “lapsi” había retorno a la comunidad cristiana después de un tiempo prolongado de penitencia pública, que se visibilizaba de forma especial en las celebraciones litúrgicas. En nuestros días la insensibilidad ante el pecado contribuye a una continua apostasía silenciosa. Existe en general una preocupación burocrática por los que abandonan la Fe en JESUCRISTO, pero se adolece en nuestro Occidente de un verdadero espíritu misionero. A muy pocos cristianos, pastores incluidos, les quema por dentro la deserción de tantos bautizados. El impulso misionero, kerigmático y catequético resulta episódico. El secularismo está ganando una batalla de consecuencias impredecibles: si a DIOS no se le espera en la vida de una gran mayoría, hablar del pecado resulta un sin sentido, pues tal cosa es una ofensa al que no se tiene en la más mínima consideración. Las encuestas que dan una impronta de las preocupaciones del hombre en la sociedad occidental, DIOS ocupa un lugar próximo al cincuenta. La preocupación por el perfeccionamiento religioso no existe para la mayoría. 

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