Felices, porque les seguirán dando el avión

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Parece que terminó el show del avión presidencial, pero no es así. Veamos: este avión que no lo tenía ni Obama, de súper lujo, que el presidente López Obrador anunció desde su campaña que lo vendería porque no puede haber un gobierno rico y con despilfarros para un pueblo pobre, finalmente no se vendió, tampoco se rentó y por último se decidió rifarlo, aunque el premio no sería el avión sino el equivalente a su costo actual, dos mil millones de pesos repartidos en cien premios de 20 millones cada uno.

El presidente tenía que cumplir su capricho y lo hizo prioridad al costo que fuera. El avión no se podía vender porque no es del gobierno; la aeronave nueva tendría un precio de siete mil millones de pesos, pero el gobierno adeuda todavía 3 mil 800 millones de arrendamiento financiero. Y en tanto se determinaba qué hacer con esa nave de lujo que asusta al presidente cada que la ve, se dispuso enviarla a un hangar en California, Estados Unidos, lo que nos costó a los mexicanos más de 78 millones de pesos (por sólo una lavada del avión se erogan cien mil pesos).

Y para comenzar el show de la rifa se trajo la aeronave otra vez a México, se decidió el sorteo con la venta de seis millones de boletos (cachitos), luego se anunció que empresarios prominentes del país, a quienes se les hizo manita de puerco en una cena con tamales de chipilín, habían adquirido la mitad de los boletos (tres millones); un millón de boletos se destinaron a hospitales Covid que los tuvieron que pagar. La Lotería Nacional tuvo a su disposición 685 mil cachitos que el pueblo supuestamente compró (de 30 millones de mexicanos que votaron por AMLO sólo 685 mil compraron boleto).

Fue una larga campaña promocional en la que el gobierno hizo a un lado prioridades como el combate a la pandemia que ya nos deja casi 72 mil muertos, la crisis económica que tiene sin ingresos a veinte millones de mexicanos, o el combate a la inseguridad con una delincuencia organizada que ha regado 60 mil muertes en el país. Nada de eso valía la pena más que la venta de boletos para la rifa no rifa del avión no avión.

Pero el show mediático no tuvo freno, no importa que hayan quedado sin venderse un millón 315 mil boletos. La rifa tenía que hacerse y se hizo, porque éste es un gobierno que cumple. Y de los cien premios sorteados, vea quiénes fueron los ganadores: 42 empresarios, 16 para los vendidos por la Lotería Nacional, 13 adquiridos por el INSABI, 5 sindicatos y 24 no vendidos. ¿Quién ganó entonces?, pues el gobierno, aunque haya sido una ganancia pírrica que nos costará más todavía. El INSABI se olvidó de la compra de medicamentos destinados a niños con cáncer y de los suministros para enfrentar la pandemia, para dedicarse a la venta del millón de boletos que le correspondieron.

Pero falta. Y aquí viene lo bueno: un día antes de la rifa el presidente anunció orgulloso que ya tenían juntado el monto de los premios a pagar (dos mil millones de pesos). Y es que de los 3 mil millones de pesos que se pretendía obtener con la rifa sólo se juntaron 2 mil 300 millones, pero falta pagar 500 millones de pesos del mantenimiento del avión, y 500 millones de pesos para el equipo médico que el presidente había prometido. Todo ello nos dice muy claro que debemos 700 millones de pesos, más los 3 mil 800 millones por arrendamiento financiero del avión.

Y como el avión no se rifó. Ahí sigue el monstruo provocando pesadillas al presidente. Por lo que ahora ¿qué cree usted? ha salido a decir que falta venderlo y que las ganancias que se obtengan serán para los programas de justicia en favor de las mujeres, para el desarrollo y bienestar de los mexicanos y para mejorar los hospitales públicos. Aunque si en realidad se llegara a vender este monstruo, los pocos recursos que queden seguramente se destinarán a los otros caprichos (léase refinería de dos Bocas, aeropuerto de Santa Lucía y Tren Maya).

Y se mantendrá este mismo show, aunque el pueblo bueno y sabio está feliz, feliz, feliz, porque le seguirán dando el avión.

Con información de Nuestra Voz/Editorial 

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