Evangelizador es todo aquel que lleva a los demás la Buena Noticia del Reino de DIOS. ¿Es posible en nuestros días realizar la tarea del evangelizador? La respuesta sigue siendo afirmativa, porque desde el minuto uno de la evangelización hasta su término la obra evangelizadora se realiza gracias a la presencia del ESPÍRITU SANTO. Desde hace décadas, allá al comienzo de los años ochenta, san Juan Pablo II destacó tres rasgos para la evangelización, que se calificó de nueva pero en realidad los tres rasgos son aplicables en cualquier época: “nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones”. Cuarenta años después algunos métodos tendrán que ser nuevos y las expresiones también; pero lo más importante es el fuego que el ESPÍRITU SANTO pone en el corazón del evangelizador. Pentecostés no se ha consumido en una primera efusión del ESPÍRITU SANTO y quedó extinguido, sino todo lo contrario: las dificultades añadidas al paso del tiempo y de los acontecimientos, van creando nuevos focos de LUZ, a partir de los cuales surgen los nuevos testigos mucho menos apoyados en recursos humanos. Las metodologías y las expresiones de la Fe teniendo en cuenta los moldes culturales cambiantes, constituyen dos grandes líneas de fuerza, que deben ser tenidas en cuenta, pero no son definitivas o esenciales. La clave siempre vigente en la evangelización es la presencia del ESPÍRITU SANTO que actúa preferentemente a través del hombre débil. San Pablo lo dice así: “no he venido a vosotros con elocuencia y palabras de humana sabiduría, para que vuestra Fe no se apoye en la ciencia humana, sino en la manifestación del ESPÍRITU SANTO” (Cf. 1Cor 2,1-5). La clave de la evangelización es el evangelizador mismo ungido por el ESPÍRITU SANTO, y todo el resto es el aderezo que los medios humanos aportan para ser útiles si el SEÑOS así lo dispone; o por el contrario, alzan una barrera construida por la confianza puesta en los medios y recursos humanos. En el campo de la evangelización también se ha entrado en el engaño de la sustitución de los contenidos por la relevancia de los medios y métodos que canalizan los contenidos, sustituyéndolos en ocasiones. Una dinámica grupal puede resultar muy entretenida y hacer de su desarrollo un espacio muy agradable, pero estar vacío de contenido religioso y espiritual. Es bueno conocer las nuevas tecnologías y utilizarlas como nuevos canales a través de los cuales se extiende el Mensaje. Es bueno, también, conocer las nuevas expresiones culturales que llevan mensajes a los niños, jóvenes y adultos, para ver si es posible insertar en ellos el Mensaje cristiano. Al mismo tiempo, el Mensaje trae consigo condiciones propias, por lo que el evangelizador tiene que discernir los elementos de los métodos y las expresiones que se ajustan a la difusión del Mensaje a través de ese medio propuesto.
El bautizado es un militante
El libro de Job nos dice que el hombre está en este mundo cumpliendo una milicia (Cf. Jb 7,1); y san Pablo le dice a Tito que el militar no se puede ocupar de otras cosas (Cf. 2Tm 2,3), porque la preparación para difundir el Mensaje exige su dedicación. En el ámbito militar, como bien sabemos, no todos poseen el mismo grado de competencia y responsabilidad, pero tienen en común unos principios y valores, que son irrenunciables para estar en la milicia. El bautizado que no paralizó el crecimiento de su Bautismo permanece en la “batalla espiritual”, que se va librando con el fin de abrir paso a la presencia del Reino de DIOS. San Pablo en la carta a los Efesios nos dice: “nuestra lucha no es contra los poderes de este mundo, sino contra los principados y dominaciones de las tinieblas” (Cf. Ef 6,12) La batalla cultural del momento presente es en realidad una contienda entre entidades espirituales que nos superan abiertamente, y no podemos protegernos o combatir, si no es en el Nombre de JESUCRISTO. La militancia cristiana debe aflorar con naturalidad entre las formas de vida cotidiana. El libro de los Hechos nos dice que los cristianos eran bien vistos por el pueblo (Cf. Hch 2,47). En aquellas circunstancias iniciales de persecución, los cristianos se reunían por las casas y su fraternidad sencilla y en el SEÑOR era un signo en sí mismo, que apreciaban los vecinos. No todos están llamados a la predicación para dirigirse a grupos amplios de personas, pero cualquier cristiano marca en su trato cercano un perfil con sus creencias y valores. El que está en la milicia defiende algo; ¿qué ha de defender el cristiano? La respuesta es directa: a JESUCRISTO como el único SALVADOR de todos los hombre; enviado por el PADRE para anunciar a todos el Amor de DIOS. Lo podemos referir de otras formas, pero decir y hacer sobre la extensión del Reino de DIOS es el cometido central del bautizado.
Crecimiento personal y formación cristiana
Desde el inicio observamos que el cristiano nace en el Bautismo y debe crecer en el conocimiento del Mensaje de JESÚS: “haced discípulos, bautizando en el nombre del PADRE, del HIJO y del ESPÍRITU SANTO enseñándoles a guardar todo lo que YO os he mandado” (Cf. Mt 28,19). La cosa no termina en el Sacramento del Bautismo como acto litúrgico que señala el acontecimiento, sino que el cristiano sigue el curso de la Gracia señalado por el conocimiento de JESÚS y su Mensaje. Al tiempo que los bautizados nos tornamos más conscientes del don recibido vamos difundiéndolo. La naturaleza propia del Bautismo es la descrita en la parábola del grano de mostaza (Cf. Mt 13,31-32): la semilla que da origen a la planta es muy pequeña, pero al crecer se hace un arbusto en el que las aves encuentran sustento para hacer nidos. El bautizado unido a JESUCRISTO está llamado a contagiar paz, bondad y fiabilidad, que son apreciadas por una buena parte de personas. La presencia de algunas personas es en sí misma un testimonio cristiano y hasta cierto punto una predicación, pero en los tiempos que corren habría que dar un paso más y plantear algún objetivo sencillo semejante al siguiente: durante la semana habré de hablar de forma expresa a alguien sobre JESUCRISTO. Es fácil poner un mensaje, una reflexión o un análisis en las redes sociales, y llegar con ello a un buen número de personas. No sabemos el efecto beneficioso que puede tener una palabra dada en el Nombre del SEÑOR. A través de una frase o reflexión en el momento adecuado se produce un cambio importante porque el SEÑOR mismo ilumina esas palabras, que alguien recibe en una situación de crisis.
Cuatro columnas
Es decir poca cosa al emplear la comparación de las cuatro patas de una mesa para aludir a la cita de Hechos 2,42: “los hermanos eran asiduos a la Enseñanza de los Apóstoles, a la Fracción del Pan; a las oraciones y a la comunión”. Después de haber sido bautizado, el cristiano tiene que seguir creciendo y desarrollando su vida en CRISTO. Estamos iniciando un año civil, que nos marca unos objetivos. Otros tienen previsto para nosotros en este año una serie de acontecimientos con los que nos pretenden influir. Los ingenieros sociales no cesan de prever escenarios en los que los ciudadanos seamos lo más dóciles posible a sus requerimientos. Otros diseñan lo que debemos hacer, decidir, pensar y si fuera posible también sentir. Algo debemos hacer para ser los dueños de lo que verdaderamente nos conviene realizar, pensar y decidir. La cita mencionada recoge un sencillo esquema para una diócesis en su conjunto, una parroquia en su desarrollo pastoral, y el cristiano particular que decida hacerse con una espiritualidad en consonancia con el Bautismo recibido. El evangelizador es un cristiano que va creciendo en su Fe. El evangelizador anuncia a JESUCRISTO al que va conociendo como su SALVADOR y mantiene una relación de creciente confianza en su Amor providencial. El evangelizador lo es, en la medida de lo posible, en su propia casa y lo comparte con otras familias. El evangelizador busca la manera de permanecer más tiempo cada día en la Presencia de DIOS.
Primera columna: la enseñanza de los Apóstoles
Los bautizados no sólo tenemos que leer la Biblia, y no sería poca cosa, sino que el Antiguo y Nuevo Testamento tienen que pasar el filtro del testimonio de los Apóstoles. San Pablo a su discípulo Timoteo, al que había nombrado responsable de la Iglesia en Éfeso le insiste en distintas ocasiones sobre el papel crucial de la Escritura: “toda Escritura inspirada es buena para enseñar, argüir, exhortar y guiar” (Cf. 2Tm 3,16). Toda enseñanza requiere un mínimo de organización o sistematización de los contenidos para ser conocidos y ofrecerlos a otros mediante un proceso de aprendizaje. Nuestra lectura de las Escrituras tiene que seguir la misma línea señalada por san Lucas con los discípulos que se encaminaban a Emaús, el Domingo de Resurrección por la tarde: “JESÚS se les acercó, sin que lo reconocieran, y les enseñó todo lo que se refería a ÉL en la Ley y los Profetas” (Cf. Lc 24,15.25-27). La meditación de la Palabra alimenta el alma. La meditación aplica el entendimiento de forma analítica a un texto, del que pretendemos extraer un contenido de conocimiento para nuestra guía. Recibida la enseñanza y meditado el contenido también el propio corazón puede arder en el fuego de la Verdad como el de aquellos amigos de JESÚS, en principio tristes y desanimados (Cf. Lc 24,13-14). La Enseñanza de los Apóstoles, que mira toda la Escritura buscando en ella la presencia de JESUCRISTO es buena para argumentar o “argüir”. De la abundancia del corazón habla la lengua (Cf. Lc 6,45). Si la lectura y meditación es asidua, entonces con facilidad tendremos bagaje para argumentar y defender los valores cristianos, los principios en los que se basa nuestra Fe y cuestiones a cerca de las modas del momento. Frente a la dictadura del relativismo no debiéramos plantear con Caridad y claridad las opciones y alternativas propuestas en el Evangelio. JESÚS nos dice en san Juan: “el que guarda mi Palabra me amará, y el PADRE también lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él” (Cf. Jn 14,23). No es menor la parte que nos ocupa de conocimiento y trasmisión de la Palabra de JESÚS, pues en ello nos va la inhabitación de DIOS en nuestros corazones por Gracia. Una vez que el VERBO se ha revelado, puso su tienda entre nosotros (Cf. Jn 1,14); entonces, toda la Palabra revelada adquiere un nuevo significado que tiene al VERBO como su núcleo central. La Enseñanza de los Apóstoles es necesaria para exhortar. Los numerosos matices que adquiere el lenguaje humano tiene su correspondencia en la aplicación de la Palabra de la Escritura. En determinados casos la entonación de la palabra y su contenido nos advierte severamente y con gravedad de algo. Generalmente la urgencia de una advertencia no nos gusta cuando rompe un capricho, pero se vuelve salvadora si evita dar un paso en dirección al abismo ético o espiritual. La verdadera exhortación es una palabra ungida por el ESPÍRITU SANTO con una fuerza especial, con la que el SEÑOR asiste a los padres, a los educadores y a los pastores acreditados. La Palabra como Enseñanza de los Apóstoles está para guiar, conducir u orientar. La Palabra de la Escritura remite a las cosas que están más allá, aquellas que van a venir y nos importan de manera fundamental. El que asume la Palabra como guía se convierte a sí mismo en guía para otros. Los padres son guías de sus hijos; los educadores y profesores lo son de sus alumnos. Los sacerdotes son guías especiales de aquellos que les son encomendados y, en principio, maestros cualificados para dar a conocer la Enseñanza de los Apóstoles.
Segunda columna: la Fracción del Pan
La Fracción del Pan es el ritual que verifica la EUCARISTÍA en la comunidad cristiana. Como nos dice el Concilio Vaticano II, la “EUCARISTÍA es fuente y meta de la vida cristiana” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 11). JESÚS nos dice en san Juan: “de la misma manera que YO vivo por el PADRE, el que me coma vivirá por MÍ” (Cf. Jn 6,57). La participación asidua, también, al Sacramento de la EUCARISTÍA es de capital importancia, pues entramos en una especial comunión con toda la humanidad glorificada de JESÚS y su dimensión divina de VERBO de DIOS. La tangibilidad de este milagro sólo se nos puede dar a reconocer por Gracia, pues como bien sabemos supera todos los sentidos. Sin embargo DIOS se abaja de nuevo en este Sacramento porque lo necesitamos para la Vida Eterna y la presente. Se puede decir que la Iglesia nació y creció alrededor de la EUCARISTÍA, pues los cristianos se reunían en las casas y partían el Pan con alegría (Cf. Hch 2,46). La Presencia Eucarística de JESÚS resultó un factor diferencial que fue separando a la comunidad cristiana de la Sinagoga y el Templo. El cristiano es depositario de la “tradición que viene del SEÑOR” (Cf. 1Cor 11,23), y de la que se convierte en trasmisor. El cristiano y evangelizador renueva cada día sus fuerzas con el alimento de los fuertes, porque viene de DIOS; y al mismo tiempo de los débiles, porque es el alimento que por Gracia se destina a los débiles que ponen en DIOS su Esperanza. Cada día lo pedimos: “danos hoy nuestro Pan de cada día…” (Cf. Mt 6,11). Como el maná en el desierto, cada día temprano es necesario madrugar para encontrarlo y restablecer las fuerzas para continuar el camino de la vida. La EUCARISTÍA es vínculo de unión con CRISTO y con los hermanos, por eso la EUCARISTÍA construye la Iglesia.
Tercera columna: las oraciones
Dice el Salmo: “siete veces al día te alabo por tus santos juicios” (Cf. Slm 118,164); y la Iglesia sigue manteniendo este esquema septenario de oración: oficio de lectura, laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas. En todas estas horas litúrgicas la Iglesia entona Salmos y otras oraciones extraídas de los distintos libros de la Biblia. La ruptura con el Templo al principio no fue inmediata, y los Hechos de los Apóstoles señalan como Pedro y Juan fueron al Templo a la hora de nona (Cf. Hch 3,1). La oración comunitaria es vital para la vida de la Iglesia y su misión evangelizadora; lo mismo que la oración personal indicada por JESÚS: “cuando ores, entra en tu aposento, cierra la puerta; y ora a tu PADRE que ve en lo secreto, y ÉL te recompensará” (Cf. Mt 6,6) La recompensa del PADRE no puede ser otra que la dispensación de las gracias necesarias en ese momento para continuar en la vida cristiana. La Gracia por excelencia de la oración es la certeza de haber entrado en comunión con el SEÑOR, pues “sólo DIOS basta”, como dice santa Teresa.
Cuarta columna: la comunión
Lo que se resalta en cuanto a la comunión es la comunicación de bienes: “todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Vendían sus posesiones y sus bienes y repartían el precio entre todos según la necesidad de cada uno” (Cf. Hch 2,44-45) Esta economía de reparto lleva implícita la espera inmediata del SEÑOR en su Segunda Venida. Las cosas en las comunidades paulinas no era de este carácter literal en cuanto a la comunión de bienes, pues el mismo san Pablo trabaja para no depender económicamente de sus comunidades, y sabemos que se ocupoba en la confección de tiendas y prendas de abrigo con la lana de Cilicia especial por su dureza, impermeabilidad y dificultad para trabajarla. El libro de los Hechos relata dos casos concretos de aportación de los bienes personales a la comunidad: el de Bernabé (Cf. Hch 4,36). En este apartado reviste cierta perplejidad el caso de Ananías y su mujer Safira, que recibieron un castigo máximo por sustraer parte del precio obtenido por la venta de sus bienes, a la hora de entregarlo a los Apóstoles (Cf. Hch 5,1ss). La razón de la muerte de ambos al defraudar se establece en la intención de mentir al ESPÍRITU SANTO (Cf. Hch 5,3). Este último dato nos ofrece una clave de interpretación más ajustada a la realidad, pues la gravedad de los hechos está en romper la comunión en el ESPÍRITU SANTO por la mentira, la avaricia y la desconfianza en la Providencia Divina. Somos administradores de todo lo que tenemos y el único dueño es DIOS. Esta última afirmación ayuda al creyente a situarse correctamente ante la vida presente, que es pasajera: “la figura de este mundo se termina” (Cf. 1Cor 7,31). Se comparten los bienes, que a su vez fueron recibidos, siendo los más importantes aquellos que se refieren al crecimiento espiritual y moral, pero es necesario proveer a las necesidades inmediatas, porque el hambre, la enfermedad, la casa o el vestido, constituyen las necesidades de orden primario: “tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; estuve enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Cf. Mt 25,35-36). Nosotros en el Credo afirmamos nuestra Fe en la “comunión de los santos”, que incluye la unión espiritual y real con todos los bautizados en este mundo y los bienaventurados que han alcanzado la beatitud y están en el Cielo para siempre. Por otra parte, la comunión practicada en esta vida con los semejantes se convierte en una acción evangelizadora de primera magnitud. Es lastimoso que se entienda la labor de Cáritas como una oficiana distribuidora de un banco de alimentos. Las cáritas parroquiales deberían visibilizar la caridad efectiva de la parroquia en concreto y la comunidad viva que la constituye.
Zabulón y Neftalí
Las distintas parcelas del territorio palestino toman nombre de los hijos de Jacob. Había tenido lugar la división del reino a la muerte de Salomón, y las tribus de Zabulón y Neftalí quedaban en la región de Galilea donde iba a tener lugar la mayor parte de la predicación de JESÚS. Isaías se adelanta algo más de seiscientos años a la manifestación del MESÍAS en un territorio que está alejado de Jerusalén y del Templo. El Reino de DIOS en este mundo necesita un territorio concreto y una organización religiosa y social. DIOS no elige la urbe romana, o cualquier otra ciudad importante de la cuenca mediterránea. JESÚS va a nacer en un pueblo, que no estaba registrado en la Biblia con relación al MESÍAS y se predicará el Evangelio del Reino de DIOS a unas gentes que están en el límite o frontera con la gentilidad. Nazaret no ofrecía atención especial alguna, hasta el punto de manifestarlo con cierto desdén uno de los primeros discípulos, Natanael, cuando Felipe le dice: “hemos encontrado al MESÍAS, a JESÚS de Nazaret. Y Natanael le responde: ¿de Nazaret puede salir algo bueno? (Cf. Jn 1,46). No estaba en los cálculos de nadie la aparición del MESÍAS en la región de Galilea y para colmo en uno de los pueblos más escondidos e insignificantes.
Luz y tinieblas
“El Pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; los que vivían en tierra de sombras una luz les brilló” (Cf. Is 9,1-2). El profeta contempla en DIOS la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte o del bien sobre el mal. El Pueblo aunque en la tierra prometida a los padres, todavía sigue caminando, ahora espiritualmente. Tampoco dejó el Pueblo elegido de dirigirse a otros pueblos manteniendo como única seña de identidad su credo religioso. Pero en la época de JESÚS había en el territorio palestino un número suficiente de israelitas, que daban contenido preciso al Pueblo elegido, en la tierra que el SEÑOR les había entregado. El Pueblo elegido siempre fue minoritario, pequeño y escaso de recursos, salvo el reinado de David y Salomón, en que adquirió algo más de preponderancia. Esta irrelevancia como potencia militar y política tenía que suplirla con la dependencia de la Providencia Divina, que entre luces y sombras se mantuvo en la época de los Jueces. La monarquía debía cumplir con el papel de una intermediación vicaria entre YAHVEH y el Pueblo. Las cosas no fueron en ese sentido la mayor parte de las veces y el Pueblo se vio sumido en luchas estériles, que le provocaron sólo dolor y sufrimiento. El Pueblo que caminaba en medio de estas tinieblas y sombras de muerte vio por medio de los profetas una LUZ que empezaba a brillar y despuntaría en todo su fulgor en un futuro próximo: el SEÑOR está cerca y se manifestara el EMMANUEL. El profeta Isaías, de forma especial, preconizará el restablecimiento de la Paz con un carácter cósmico y universal, para lo que YAHVEH contará con el resto elegido del Pueblo. Todo el esplendor y grandeza culminarán en Jerusalén, pero estamos ante una profecía en la que se hace misteriosamente partícipe a otras regiones de la Tierra.
La alegría mesiánica
El UNGIDO –MESÍAS- está inmerso en “óleo de alegría” (Cf Is 61,3; Slm 45,8). “Sobre ellos acrecentaste el regocijo hiciste grande la alegría, alegría por tu Presencia en la siega, cual se alegran repartiendo botín” (Cf. Is 9,2b). Será una muestra de la alegría mesiánica la ciudad de Samaria cuando a través del diácono Felipe la acción del ESPÍRITU SANTO realice numerosas curaciones (Cf. Hch 8,5-8) La Paz que trae el MESÍAS es a su vez un ungüento de alegría que impregna a todos los presentes. Cuando el discípulo del MESÍAS desea la Paz o pronuncia en el nombre del SEÑOR ese saludo, entonces se transmite una bendición que renueva interiormente a sus destinatarios. Esta experiencia la vivirán muchos de los coetáneos de JESÚS al verlo y oírlo; cuando sean curados o perdonados; en el momento de un encuentro o en la despedida que muchos reproducen en medio de aclamaciones y alabanzas por los dones recibidos (Cf. Mc 1,45; Lc 18,43).
Los yugos se quiebran y las cadenas se rompen
“El yugo que les pesaba y la vara es rota como en el día de Madián” (Cf. Is 9,3). Fue épica la victoria de Gedeón contra los madianitas (Cf. Jc 7,19-21), y quedó en la memoria del Pueblo y los profetas. En aquella ocasión YAHVEH acabó con la rapiña y extorsión de unas gentes que arruinaban los cultivos y sembrados de los israelitas, ocasionándoles grandes perjuicios. Gedeón con trescientos soldados, con teas y trompetas sonando en medio de la noche dieron la victoria a Israel. La contienda espiritual al que alude este pasaje de Gedeón se vuelve con todo su realismo en los tiempos de JESÚS. El yugo degradante al que Satanás somete al hombre puede romperse con el poder de JESÚS. La liberación de yugos, cadenas y varas de castigo por parte del enemigo del hombre, hace recuperar la verdadera condición a los hijos de DIOS.
El tiempo se ha cumplido
“JESÚS recorría toda la Galilea, enseñando en su sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, y curando toda enfermedad y toda dolencia del Pueblo” (Cf. Mt 4,23). De forma sumaria, san Mateo en este versículo, precisa el cumplimiento de la profecía de Isaías declarada en la primera lectura de este domingo. JESÚS recorría toda la Galilea y repetidas veces pasa por Cafarnaum, cruza el Mar de Galilea, se desplaza a Betsaida en la Decápolis, o va a su pueblo donde había crecido. Por caminos, descampados, plazas, calles, patios de casas o desde una barca a la orilla del Lago, JESÚS propone, enseña o predica el Mensaje, que está constituido por la Buena Nueva del Reino. El Amor Misericordioso de DIOS ha llegado a los hombres de una forma que supera los anuncios más atrevidos de los profetas, hasta el punto que resulta difícil ubicar la mesianidad de JESÚS en las previsiones del Antiguo Testamento. La Gracia de DIOS se desborda en JESÚS en todos los sentidos: perdona los pecados, libera endemoniados, cura enfermos, anuncia la Vida Eterna superando absolutamente los estadios espirituales del Seol, y se revela como el HIJO único del PADRE. La predicación de JESÚS ofrece y revela una visión del todo inédita sobre DIOS. La Divina Misericordia de la parábola del hijo pródigo (Cf. Lc 15,11ss) es muy difícil de aceptar para algunos, pues la Ley abocaba al hijo rebelde a la exclusión total. El Reino de DIOS comenzaba en Galilea con la predicación de JESÚS y los signos que lo acompañaban. Aquellas señales dejaban la estela del ESPÍRITU SANTO, en aquel momento perfectamente desconocido, pero una condición nueva iba naciendo en los corazones de muchos galileos, que dejaban de ser ciudadanos de segunda o tercera clase con respecto a los de Jerusalén: “los pobres reciben el Evangelio” (Cf. Lc 7,22). No obstante, JESÚS participa de las reuniones, oraciones y lecturas de la Escritura en las sinagogas, y los sábados acude a la sinagoga que le resulte más cercana; y de esta manera da a entender que no viene a disponer una drástica ruptura con la religión de Israel, sino a darle la plenitud que esa revelación necesita: “no he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a darles cumplimiento” (Cf. Mt 5,17). Pero la superación del Mensaje de JESÚS no fue entendida y aceptada por las autoridades religiosas, que debían dar el visto bueno. A pesar de todos los inconvenientes, el Reino de los Cielos quedó establecido en este mundo, porque la acción de JESÚS sigue manifestándose.
La Ley llegó hasta Juan Bautista
Juan Bautista será precursor de JESÚS en la prisión y la muerte martirial. “apresado Juan, JESÚS se retiró a Galilea” (Cf. Mt 4,12). JESÚS dispuso su residencia en Cafarnaum y desde allí comenzó su predicación: “convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado” (Cf. Mt 4,17). El Reino de los Cielos llega en el momento que JESÚS toma la palabra e inicia su predicación. Las señales, y de forma especial la expulsión de Satanás, ponen de relieve que en la tierra se está dando una presencia y fuerza que no es de este mundo: “si YO expulso los demonios con el Dedo de DIOS es que el Reino de DIOS ha llegado a vosotros” (Cf. Lc 11,20). Los pecados pueden ser perdonados, porque el Reino de DIOS está en medio de los hombres: “hay poder en la tierra para perdonar pecados” (Cf. Mc 2,10). Los discípulos serán testigos de excepción de todos estos signos, y JESÚS les dirá: “muchos desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron” (Cf. Mt 13,17). El Reino de DIOS estaba manifestándose extraordinariamente, porque JESÚS, el hombre-DIOS, tenía conciencia de quién era y se manifestaba como el HIJO de DIOS, el ENVIADO. La predicación de JESÚS renueva la exhortación de Juan el Bautista: “!convertíos!” (Cf. Mt 3,2). El Reino de DIOS está cerca, o en medio de nosotros, pero la libertad humana para aceptarlo o rechazarlo juega un papel definitivo.
JESÚS reúne los primeros discípulos
La misión de JESÚS precisa del discipulado para darle continuidad. Pedro y Andrés; Santiago y Juan, que están preparando las redes para volver a pescar, son llamados por JESÚS. JESÚS pasaba por la orilla del Lago y los llamó. De nuevo la descripción del momento traspasa aquellas circunstancias concretas y se convierte en la forma permanente que JESÚS tiene de llamar a sus seguidores. El Lago simboliza en un momento dado al mundo, y en otros a la Iglesia zarandeada en medio de sus tensiones. JESÚS sigue pasando y llamando. El paso de JESÚS tiene siempre un carácter pascual –paso- o de Resurrección. El paso de JESÚS a su lado no los deja indiferentes. La llamada expresa da sentido al paso de JESÚS y todo seguidor sentirá de alguna forma una experiencia de vida nueva interior, de Resurrección, porque el SEÑOR está pasando y llamando. Además de la ocasión cumbre de una llamada vocacional, los pasos y llamadas del SEÑOR se repetirán en la vida de todos bautizados con el fin de mantener e incrementar la vida cristiana y su capacidad evangelizadora. Pedro y Andrés; Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, dejaron las redes al instante, pues se fiaron de la Palabra de JESÚS: “YO os haré pescadores de hombres”. JESÚS cumplirá su Palabra, y moldeará a sus discípulos durante tres años de misión junto a ÉL. Un ejercicio de aprendizaje, discipulado y enseñanza prolongado, que será actualizado por la efusión del ESPÍRITU SANTO en Pentecostés. Sin duda alguna el grupo de los Doce que se va a completar a partir de los cuatro iniciales, son buenas personas; pero el MAESTRO es único. El grupo de los Doce nos representa a todos los bautizados, da cimiento a la Iglesia Apostólica y ofrece la continuidad a la misión de JESÚS hasta el final de los tiempos.
San Pablo, primera carta a los Corintios 1,10-13.17
Las cartas de san Pablo a los Corintios son un modelo de tacto pastoral por parte del Apóstol, que conjuga con acierto la autoridad y la flaqueza personal; la exhortación y el sentido del humor que llega hasta la ironía. Los de Corinto tenían una gran imagen de sí mismos, y san Pablo no los defrauda en la medida de lo posible: “no carecéis de ningún don de Gracia a los que esperáis la revelación de nuestro SEÑOR, JESUCRISTO” (v.7). Entre ellos se había dado una gran variedad de dones y carismas, por lo que se sentían con cierta superioridad espiritual, el Apóstol con una paciencia infinita les ayuda a mirar al carisma principal de la Caridad (1Cor 13), que es la cumbre de toda la vida cristiana. Sin la Caridad todo el resto es inútil: “Fe para mover montañas, conocimiento de lenguajes arcanos, dones de curación y milagros; dones de profecía y de interpretación de lenguas (Cf. 1Cor 13,1ss). Sin la Caridad cualquier capacidad espiritual se torna una entrada al Maligno.
Divisiones en la Iglesia de Corinto
“Os conjuro, hermanos, por el Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO, a que tengáis entre vosotros un mismo hablar y no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio” (v.10). Este es uno de los textos que rompe la visión idílica que en ocasiones se proyecta sobre los primeros tiempos del Cristianismo. Encontramos tensiones en el mismo grupo de discípulos que sigue a JESÚS, y se reproducen vivamente en este caso con los cristianos de Corinto. Es necesario precisar unos criterios básicos, asumidos como principios para mantener un mismo juicio sobre cuestiones fundamentales. No es posible dividir la Fe y doctrina de JESÚS en facciones particulares. Es verdad que gracias a las tensiones habidas en los primeros siglos del Cristianismo se esclarecieron las verdades del Credo que hoy profesamos. Las verdades que compendiamos en el Credo son una conquista que duró varios siglos. Esto nos da idea de la responsabilidad por guardar el patrimonio doctrinal recibido o “el depósito de la Fe “ (1Tm 1,20). Los de Cloe llevaron noticias a san Pablo sobre las disensiones en las comunidades, y el Apóstol valora el riesgo que eso supone, por lo que reacciona con dolor y energía al mismo tiempo: “os conjuro, hermanos, por el Nombre de nuestro SEÑOR JESUCRISTO”. Es una forma de elevar la palabra al rango del juramento y sobre la que ya no cabe apelación. No hay excusa alguna para la rectificación y es necesario volver cuanto antes a la unidad de doctrina, que el Apóstol les transmitió. “JESUCRISTO no está dividido” y todo lo que exceda este principio viene del Maligno. A lo largo de estas líneas sabremos que el Evangelio impartido tuvo una poderosa presencia del ESPÍRITU SANTO, para que cualquier afirmación o doctrina se fundamente en DIOS fuera de cualquier criterio humano particular.
La predicación
“No me envió CRISTO a bautizar, sino a predicar el Evangelio; y no con palabras sabias para no desvirtuar la Cruz de CRISTO” (v.17). Se daba una cierta confusión al considerar que el ministro del Bautismo daba unos rasgos particulares y creaba escuela. San Pablo insiste en una sola doctrina basada en la Cruz de CRISTO, que fue impartida con la autoridad y poder del ESPÍRITU SANTO con multitud de señales. Por tanto, no había motivo alguno para dividir a la Iglesia de Corinto en rivalidad y oposición entre los seguidores de Apolo, del apóstol Pedro, o del mismo Pablo; porque CRISTO no está dividido. El mensaje de esta lectura encuentra especial actualidad en estos momentos.