¿Eutanasia al Papa Francisco?

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* El doctor Sergio Alfieri revela al Corriere que el equipo que atendió a Francesco se encontró, tras una crisis, en una encrucijada: «Dejarlo ir o forzarlo». En el primer caso se trataría de eutanasia por omisión, lo cual es moralmente ilícito…

El profesor Sergio Alfieri fue el coordinador del equipo médico que atendió al Papa Francisco en el Policlínico Gemelli durante 38 días. El Dr. Alfieri fue entrevistado el 25 de marzo por Corriere della Sera . La periodista Fiorenza Sarzanini recuerda cuando un día, el 28 de febrero, el Santo Padre, que ya llevaba 14 días hospitalizado, sufrió un broncoespasmo que le provocó una intensa necesidad de aire. Alfieri dice que ese fue el peor momento de su hospitalización porque todos entendían que no podía sobrevivir.

Entonces el periodista pregunta:

«¿Qué hiciste?» .

La respuesta del médico es la siguiente:

Teníamos que elegir entre parar y dejarlo ir o forzarlo y probar todos los medicamentos y terapias posibles, con el altísimo riesgo de dañar otros órganos. Y al final optamos por este camino».

Alfieri añade que, en la elección de la solución a adoptar, intervino Massimiliano Strappetti, asistente sanitario personal del Papa, quien recibió la delegación del Papa para tomar en su nombre decisiones relativas a su salud. Alfieri informó que Strappetti les dijo:

Intenten todo, no nos rendiremos».

Y Alfieri comenta:

Eso es lo que pensábamos todos también. Y nadie se rindió.»

Volvamos a las dos hipótesis descritas por Alfieri : dejarlo ir o intentar todo lo posible para mantenerlo con vida con el riesgo de dañar otros órganos además de los ya dañados.

Desde un punto de vista bioético, la primera opción –dejarlo ir– habría constituido una eutanasia por omisión.

La segunda opción, la finalmente adoptada por el equipo médico, es moralmente legítima porque el fin es terapéutico-salvavidas y no constituye obstinación terapéutica porque se preveían posibles efectos negativos -daños a otros órganos- pero tales probables daños habrían podido ser superados en importancia por el efecto positivo de la salvación del Papa, efecto que es quizá una eventualidad más remota, pero de mayor valor que el daño a los órganos.

Por tanto, las intervenciones implementadas no constituyen obstinación terapéutica porque son proporcionales al resultado esperado.

El principio cardinal que finalmente siguieron los médicos Gemelli fue el de la eficacia: sopesar los pros y los contras , evaluar la cantidad y la calidad de cada uno de ellos y valorar el grado de probabilidad de que se produzcan .

  • Y así, en resumen, el efecto negativo de dañar algunos órganos y la probabilidad extremadamente alta de que tal efecto pudiera ocurrir se pusieron en un lado de la balanza;
  • En el otro lado de la balanza, el efecto positivo de la salvación del Papa y la posibilidad, mucho más remota que los riesgos negativos, de que tal efecto se produzca.

Pero, en comparación con efectos negativos significativos y casi seguros, gana en importancia un efecto positivo mucho más significativo, aunque remoto en su ocurrencia.

Y así, como informa el Dr. Alfieri, cuando una persona está a punto de morir, pero existe incluso una sola posibilidad de salvarla, aunque los riesgos de dañar su salud sean altos y significativos, es necesario perseguir esa posibilidad, es necesario jugarlo todo.

En resumen, el partido valió la pena y el hecho de que el Papa, aunque muy gravemente herido, regresara a Santa Marta confirma la bondad de las decisiones tomadas por los médicos. El juego habría valido la pena incluso si el daño orgánico previsto por los médicos pudiera ser fatal. Porque por un lado habríamos tenido la muerte segura del Papa por desistimiento terapéutico, pero por el otro lado – intentémoslo todo – la muerte no habría sido segura, sino sólo posible, aunque probable y no sólo posible.

Por lo tanto, desde el punto de vista moral y atendiendo al cuadro clínico representado por el Dr. Alfieri, no había dos soluciones éticamente legítimas posibles: no tratarlo o tratarlo.

Pero sólo había una opción, y además necesaria: tratarlo aunque los efectos negativos pudieran ser graves o incluso letales.
Porque no había alternativa, ya que sin tratamiento el Papa seguramente habría muerto.
Dejarlo ir constituiría entonces una eutanasia por omisión: no te administro los cuidados que te permiten vivir para evitarte un sufrimiento importante o un daño físico.

Si, por el contrario, los tratamientos habían configurado una obstinación terapéutica concreta – por ejemplo, terapias capaces de prolongar algunos días la vida del Papa a costa de enormes sufrimientos para su persona – la opción necesaria era abstenerse de la obstinación terapéutica, tolerando la muerte del Papa como un efecto no deseado, porque tertium non datur. Y así, en la eutanasia por omisión no os proporciono los cuidados que son útiles para vivir;

En la negación de la obstinación terapéutica no os proporciono aquellos tratamientos que son inútiles para vivir.

Hemos analizado las palabras del Dr. Alfieri desde una perspectiva bioética porque han provocado amplios y diversificados comentarios en la prensa y en los medios de comunicación, difundiendo la idea de que la opción de la eutanasia había sido evaluada junto a la cama del Papa, aunque luego fue descartada, e implicando por tanto una legitimidad de la misma a nivel moral, incluso si posteriormente se tomara un camino completamente diferente, el único éticamente aceptable, además de obediente: tratar al Papa para no dejarlo morir.

Thomas Scandroglio

Por Thomas Scandroglio.

Viernes 28 de marzo de 2025.

Ciudad del Vaticano.lanuovabq.

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