Esperando una palabra

Pablo Garrido Sánchez
Pablo Garrido Sánchez

A todos en algún momento nos ha tocado esperar la palabra importante de algún facultativo con el resultado de una prueba de diagnóstico. La palabra autorizada disipa las incertidumbres y restablece la tranquilidad suficiente para afrontar la vida cotidiana. La palabra calificadora de un profesor se traduce en una nota, que condiciona la vida familiar, y se espera con cierta necesidad para plantear las próximas actuaciones individuales o familiares. Cuenta José María Zavala, en su último libro entrevista a Jacinta González, una de las cuatro videntes de  Garabandal, la escena que vivió Jacinta esperando ocho horas para saludar a  santa Teresa de Calcuta, en uno de los últimos episodios de enfermedad padecidos por la santa. La madre Teresa no recibía visitas, pero debido a la cierta amistad que se profesaban, había accedido a recibir a Jacinta que acudió a visitarla, esperando ocho horas en el pasillo para ser recibida. La espera tenía como finalidad un breve encuentro, que se iba a sustanciar con unas breves palabras. Las breves palabras de una persona sabia o santa quedan grabadas y no se olvidan; y todavía con más intensidad si van dirigidas de modo directo y personal. Las palabras de una lectura en la Santa Misa o alguna palabra de la homilía del sacerdote se pueden fijar a fuego en el corazón del fiel participante en la liturgia. Esta semana, el día diecisiete, celebramos la memoria de san Antonio Abad, que vivió mas de cien años con estilo de vida austero y retirado en la oración. Un día el santo entró en la iglesia y se estaba leyendo el evangelio en el que se  indicaba al hombre rico que vendiese todos los bienes y los repartiera su valor entre los pobres. San Antonio entendió que aquella palabra iba dirigida a él en toda su integridad, y actuó en ese sentido sin dilación alguna. No todos en aquella asamblea percibieron aquella palabra de la misma forma; pero el santo la recibió dirigida a él por parte de DIOS. Por tanto, las palabras importantes que nos vienen de DIOS son más que simples fórmulas verbales. La receptividad de Antonio, aunque sin duda existía, no era suficiente para operar un resultado tan decisivo. Lo que iba a tener lugar era un cambio de vida radical, pues modificaría su estilo de vida acomodado, para pasar a la situación de una persona que habría de desempeñar tareas correspondientes a la escala social más baja de su tiempo. Aquella palabra escuchada en la Misa, que señalaba la venta de los propios bienes para dárselo a los pobres, llevaba una unción especial dada por el ESPÍRITU SANTO. La palabra escuchada venía cargada con poder y autoridad para Antonio de forma especial. Era DIOS quien directamente estaba hablando al corazón del santo. La Palabra desplegó un poder extraordinario en una persona elegida como interlocutora válida según el Plan de DIOS. Otras muchas personas en aquella celebración escucharon la misma lectura, pero no a todas el SEÑOR tenía pensado hablar de la misma forma.

 

Buscamos interlocución

Vamos difundiendo mensajes y recibiéndolos. Vivimos interactuando con los mensajes que nos van llegando. Pero lo anterior es algo muy general, que debe concretarse o someter a un cierto proceso de selección, pues de lo contrario hay un riesgo de ahogarse en un océano de mensajes inservibles que agotan y no aportan nada importante. No se trata de movernos veinticuatro horas al día en modo trascendente, pero tampoco despilfarrar el tiempo en banalidades que atrofian y al final ni siquiera entretienen. Las primeras palabras recogidas en el evangelio de san Juan pronunciadas por JESÚS van en la línea de la interlocución “¿qué buscáis?” (Cf. Jn 1,38). Recordamos la escena: Juan, el discípulo amado, y Andrés, hermano de Pedro, habían escuchado al Bautista hablar sobre JESÚS. Da la impresión que aquellos discípulos más jóvenes estaban muy avanzados en el camino espiritual, y el Bautista no tuvo mayores inconvenientes para ayudarles a entender sobre la identidad del MESÍAS. Aquellos discípulos, por su parte, no desperdiciaron la ocasión y al ver a JESÚS que volvía del desierto se fueron tras ÉL. La pregunta de JESÚS a los dos discípulos en aquel momento todavía del Bautista es crucial para cualquier persona: “¿qué buscas?”. Dependiendo de lo que estemos buscando será el resultado. Todas las personas no buscamos las mismas cosas, aunque haya algunas búsquedas comunes. Todo el mundo busca el modo de ser feliz, aunque algunas vías para esa búsqueda sean raras o contraproducentes en el fondo. Todo el mundo busca un mínimo de estima o aprecio por parte de los otros. Todo el mundo busca el mejor modo de vivir la existencia mientras ésta se mantenga en unos umbrales soportables para el dolor y el sufrimiento. En definitiva, todo el mundo busca de acuerdo con las tendencias más primarias de la supervivencia. Pero la búsqueda por la que pregunta JESÚS a Juan y Andrés supera el común denominador de las búsquedas habituales. De nuevo es bueno señalar que estos dos discípulos del Bautista eran relativamente jóvenes, y por los sinópticos pertenecían al gremio de los pescadores: Andrés trabajaba con su hermano Pedro; y Juan lo hacía con Santiago y los jornaleros que los acompañaban en las faenas de pesca (Cf. Mc 1,16-20). Estos dos discípulos tenían establecido un medio de vida, que los situaba en la clase media de aquel tiempo, pues el Mar de Galilea mantenía abundancia de pesca. Por otra parte, su estatus laboral les permitía dedicar días en el año para recibir la enseñanza del Bautista. Tenemos, pues, unos rasgos de dos discípulos jóvenes del Bautista, que tenían cubierta su vertiente  profesional y mostraban inquietudes espirituales y religiosas con las características propias del Bautista, que por el tono de su predicación no estaba dispuesto a perder el tiempo con individuos superficiales e inconsecuentes. Aquellos dos discípulos tenían inquietudes religiosas de gran calado, y por eso se mantenían al lado del Bautista. Juan y Andrés sintonizaron con las elevadas expectativas espirituales del Bautista, que contribuyó de forma decisiva a crear un clima de especial espera del MESÍAS, que estaba unido a la manifestación del juicio del SEÑOR. Lo que todos los profetas fueron anunciando con distintas imágenes, estaba a punto de cumplirse. Eran unos tiempos de gran tensión espiritual. Los dos discípulos buscaban lo que estaba en el horizonte de su esperanza alimentada por la enseñanza del Bautista. La presencia de JESÚS parecía, y lo era, el salto cualitativo entre lo esperado con cierta tensión interior y la realidad o contenido del cumplimiento de las antiguas promesas. Presentían que estaban viviendo tiempos singulares y en cierta medida definitivos: ya no se darían otros tiempos como aquellos y les tocaba ser testigos de excepción. La breve pregunta de JESÚS fue suficiente para poner en movimiento todo lo acumulado por Gracia en aquellos corazones: “¿qué buscáis?” La vida esta a punto de girar ciento ochenta grados y estaban decididos a que eso fuera así: “MAESTRO, ¿dónde vives?” (Cf. Jn 1,38). La respuesta de Juan y Andrés puso de manifiesto que su instrucción al lado del Bautista había llegado a su punto crítico y estaban dispuestos para recibir una nueva enseñanza. El Bautista vivía en el desierto y su enseñanza estaba en sintonía con aquella vida ascética. JESÚS les dijo a Juan y Andrés: “venid y lo veréis” (Cf. Jn 1,39). El que era el VERBO de DIOS tenía como alojamiento todos los corazones que lo quisieran recibir, y a todos los que lo recibieron los hizo hijos de DIOS” (Cf. Jn 1,12). Juan recordará que aquel acontecimiento sucedió a las cuatro de la tarde (Cf. Jn 1,39) Se habían encontrado con el MAESTRO que podía ofrecerles una instrucción del todo nueva, para la que debían inaugurar un nuevo tiempo en su vida. Ya no era posible un discipulado a tiempo parcial como en el caso del Bautista; ahora el camino se mostraba permanentemente nuevo y sin interrupciones. La búsqueda iniciada se abría a un horizonte sin término temporal, pues lo definitivo empezaba en ese momento.

 

Sombras actuales

Parecía que las tendencias de los tiempos modernos se orientaban a reforzar lo noble del ser humano. Miles de publicaciones orientando hacia la autoayuda, porque se percibe un gran vacío espiritual en las personas. Parece que el complejo de inferioridad presente de múltiples formas puede acabar sugiriendo el suicidio y se hace urgente proponer pautas de autoayuda  para resolver ese tipo de crisis. El horizonte religioso ha perdido diferencias y contrastes, de modo que se proclama que todas las religiones son igual de válidas y buenas; y, más aún, se podría prescindir de cualquier confesionalidad y establecer una religión a la carta, tomando elementos variados de las distintas espiritualidades reconocibles. Por otra parte, la ética está desligada de la espiritualidad, y el código moral puede reducirse al principio universal de “no hagas a los demás, lo que no quieras que te hagan a ti”. Se entiende que para un comportamiento personal en la línea anterior no se necesita a DIOS. La cosa es que en la práctica ese principio aparentemente tan lúcido termina en victimismo, y el sujeto se cree el blanco de todos los agravios mientras uno mismo es del todo inocente. Para esta religiosidad difusa el más allá puede existir pero sin un horizonte claro, pues es fácil considerar la reencarnación, para lo que tampoco se necesita un estadio espiritual permanente y definitivo. La fusión con los distintos elementos de la naturaleza, hace que se establezca una mística con todos ellos aspirando a una reencarnación en un árbol, o un animal cualquiera de elección personal. Esta religión y espiritualidad difusas no se entienden con un DIOS personal, el espacio de soledad se ensancha por momentos, pues sin interlocución trascendente, el individuo se enajena en su propio abismo. Porque tenemos una dimensión espiritual real, al no mantenerla orientada hacia el DIOS verdadero, esa misma dimensión espiritual se convierte en un abismo vacío del todo insoportable. No estamos hechos para la soledad, sino para el encuentro personal con todo su realismo. No estamos hechos para los mundos virtuales o los proyectados metaversos, sino para el contacto presencial y directo con las personas, que son imagen y semejanza de DIOS (Cf. Gen 1,26). No estamos hechos para una introspección ególatra, sino para la adoración al DIOS verdadero, que es el autor de toda existencia. Ninguno de nosotros somos apátridas, sin raíces o genealogía, todos los hombres por el hecho de serlo tenemos un lugar en las raíces bíblicas y encontramos antepasados en las genealogías dadas en la Biblia a modo de antepasados que fueron padres en la Fe. No somos chispas anónimas de una luz universal, también anónima, que por azar nos dio esta vida; somos en realidad, hijos del todo únicos e irrepetibles, salidos de las manos de DIOS, que espera nuestro retorno en libertad, y en el reconocimiento expreso del único SALVADOR, JESUCRISTO.

 

Organización de Nehemías

El gobernador Nehemías realiza la tarea de restauración del Pueblo elegido después del exilio, y su actuación está cifrada a mediados del siglo quinto (a.C). Cualquier acción llevada a cabo en beneficio del Pueblo era entendido como un acto de servicio religioso a YAHVEH. La vuelta del exilio había que realizarla de acuerdo con los principios que habían inspirado la Alianza con YAHVEH, pues de lo contrario se podría reproducir el mismo desastre de las décadas anteriores. Israel mantuvo en el exilio babilónico su condición de Pueblo adherido a la religión de los padres, después de haber examinado y reconocido la principal de las infidelidades: la idolatría. Nehemías el gobernador busca la colaboración estrecha y fundamental de Esdras, el escriba y sacerdote, para instruir al Pueblo en la Ley santa establecida por DIOS, que es garantía para cualquier empresa de reconstrucción. Hacia la mitad de este libro sagrado se recoge la escena, en la que el escriba Esdras, ayudado por un grupo de levitas, proclama y explica el contenido de las Escrituras, que produce en el amplio auditorio reacciones de arrepentimiento y transformación interior. Esdras y los levitas ponen voz a las palabras de la Escritura, que alcanza el corazón de los presentes.

 

Puertas reconstruidas

Nehemías había conseguido la reconstrucción de la muralla que rodeaba y protegía a Jerusalén. Las puertas de la muralla eran puntos estratégicos, que además tenían un especial significado simbólico. Desde la llamada Puerta del Agua, Esdras va a proclamar la lectura del libro de la Ley dado por DIOS a Moisés. El momento adquiría máxima importancia y solemnidad. De nuevo las palabras sagradas del Sinaí vibraban en medio del Pueblo. La estructura moral y espiritual del Pueblo elegido estaba contenida en aquellos rollos, que el sacerdote Esdras se disponía a leer. Nehemías como gobernador tenía conciencia de la soberanía de YAHVEH sobre su Pueblo, por lo  que su Palabra debía ser de nuevo proclamada y escuchada.

 

La asamblea reunida

La asamblea estaba integrada por hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón (Cf. Nem 8,2). En la plaza situada delante de la Puerta del Agua estaba congregada la asamblea de todos los que podían entender las palabras de la Ley, para lo que el autor sagrado refiere que se necesita “uso de razón”, o conciencia de lo que está bien y lo que está mal. Puede resultar una cosa así extremadamente elemental, pero no lo es tanto. El niño sabe cuando dice la verdad y cuando miente; el niño sabe cuando chantajea al padre o a la madre y el daño infringido a otro niño. El mal uso de la razón, o del sentido común, consigue calificar el mal como bien o el asesinato como un derecho. La lectura de la Ley se prolongó desde el alba hasta el mediodía y los oídos del Pueblo estaban atentos al libro de la Ley (Cf. Nhm 8,3).

 

Un servicio litúrgico

El texto nos refiere un comportamiento casi espontáneo de los presentes, que se ponen de pie para escuchar al escriba Esdras situado en un estrado algo elevado para ser visto y escuchado por la multitud. Al disponerse de pie los convocados están diciendo que desean escuchar con toda atención las palabras que DIOS les dirige mediante la lectura de Esdras. El escriba inicia aquella proclamación con una bendición a YAHVEH, y el Pueblo se une a la bendición y alabanza de Esdras levantando las manos y respondiendo, “amén”. El Pueblo se postró ante YAHVEH, porque la palabra proclamada los introducía en el campo de la presencia de DIOS. La diferencia es tangible cuando una lectura sagrada es proclamada por alguien ungido, a otro que refiere unas palabras sagradas de forma mecánica fuera de cualquier sintonía con lo que esta proclamando. DIOS unge de forma especial al ministro que se dispone con todo su corazón a la proclamación de una lectura sagrada. Lo anterior corresponde a lo que damos en llamar gracia de estado. El ministro de la lectura recibe para ese momento una gracia o don especial a favor de la asamblea receptora de esa Palabra. La Palabra proclamada por Esdras concluye con un acto de adoración “rostro en tierra” (Cf. Nhm 8,6).

 

Explicación de la Ley

Los levitas que acompañaban a Esdras explicaban la Ley al Pueblo (Cf. Nhm 8,7). Nuestra comprensión de las cosas presenta distintos filtros, y no somos pura inteligencia que en una sola intuición alcanzamos la completa comprensión de una materia. También las cosas de DIOS están sujetas para nuestro entendimiento a un proceso de asimilación. Los levitas, que acompañaban a Esdras realizan una labor esencial, que en nuestros días llamamos catequesis. Las verdades de Fe deben resonar en nuestro interior de forma suficiente para ser interiorizadas y comprendidas. Cuando lo anterior se produce, entonces, lo interiorizado puede convertirse en principio de acción. Nos mueve la convicción a actuar cuando lo aprendido y asimilado se convierte en algo fundamental. Los procesos de aprendizaje, en las fases iniciales, son penosamente lentos porque se deben construir estructuras básicas, sin las cuales   nada adquiere coherencia, armonía o sentido.

 

Palabras de consolación

“Hoy es un día consagrado al SEÑOR. No estéis tristes ni lloréis, les decían Esdras y Nehemías; pues todo el Pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley” (Cf. Nhm 8,9). La Palabra  al estar ungida por el ESPÍRITU de DIOS “hiere y venda la herida”  (Cf. Slm 147,3); actúa a modo de un rayo láser que provoca una herida al tiempo que la cauteriza. Instantáneamente la Palabra llega al corazón del hombre y le habla en Verdad. Al poner delante de sí el estado de su alma, no puede otra cosa que adoptar una profunda contrición, que es recompensada en ese mismo instante con la paz interior del perdón de DIOS. Ríos de lágrimas podrían discurrir  por los rostros de los presentes, que estaban expresando la profunda transformación que el SEÑOR operaba en sus corazones. Arrepentimiento, misericordia vivida como paz interior, pobreza personal y fortaleza interior para seguir al DIOS de Israel. En medio de aquella amalgama de sentimientos, las palabras de Esdras y Nehemías dan sentido al acontecimiento: “comed manjares y bebed bebidas dulces y compartid con quien no tiene nada, porque este día  está consagrado al SEÑOR. No estéis tristes, pues la alegría del SEÑOR es vuestra fortaleza” (Cf. Nhm 8,10). El tono festivo mueve a la generosidad y la comunión con todos los presentes. El tono de alegría mueve a la generosidad. Los tonos de ánimo agrios mueven a la cerrazón.  La inestabilidad del corazón humano debe estar fortalecido por la alegría que viene de DIOS, y el deseo del autor sagrado declara un principio para la vida en la comunidad cristiana: “que la alegría del SEÑOR sea vuestra fortaleza”.

 

El evangelio de san Lucas

Con regularidad en el tiempo ordinario la Liturgia nos va a ofrecer en este ciclo C la versión del evangelio de san Lucas. La obra de este evangelista comprende también los Hechos de los Apóstoles y las dos van dirigidas al discípulo Teófilo, que nos puede representar a cualquiera de los lectores interesados en esta versión sobre JESÚS, el HIJO de DIOS. Junto con Mateo y Marcos, el evangelio de Lucas, constituye el grupo de los tres sinópticos, llamados así por las correspondencias que en ellos encontramos: los tres narran el bautismo de JESÚS o sus tentaciones en el desierto. Los tres mantienen el mismo esquema para la actividad misionera de JESÚS con un tiempo continuado en la Galilea y un solo viaje a Jerusalén, que nos ha quedado como “la subida a Jerusalén”. Lucas, como Mateo, sigue el esquema del evangelio de san Marcos, y manifiesta tener fuentes propias y una fuente en común con el evangelio de san Mateo. El evangelio de san Lucas y el de san Mateo contienen más de doscientos versículos comunes, que no están en el evangelio de san Marcos. Estos versículos comunes se atribuyen a una fuente común más primitiva que los especialistas denominan fuente “Q”. Estos versículos comunes están distribuidos por los evangelios de Mateo y Lucas de forma diferente de acuerdo con los interese particulares de su composición textual. Después están las fuentes propias de Lucas que le dieron información sobre los pasajes que forman el evangelio de la infancia de JESÚS (cap. 1 y 2); y otros pasajes como el envío de “Los Setenta y dos”, el episodio de Zaqueo (Cf. Lc 19,1-10), la parábola de “El hijo pródigo” (Cf. Lc 15,11ss); o la parábola de “El Buen Samaritano”. Lucas caracteriza su evangelio por la teología que sostiene la oración o el tema del camino; también mantiene rasgos propios en cuanto a las manifestaciones de alegría y mantiene una línea permanente de pobreza espiritual, que no desestima la pobreza material como el ámbito preferencial al que DIOS mira y atiende con su Providencia. La fecha en que este evangelio se considera vigente está alrededor del año ochenta, perteneciente a la segunda generación cristiana. Se había producido la destrucción del Templo y de Jerusalén; y el SEÑOR no había verificado su Segunda Venida. Había que prepararse para unos tiempos y futuro incierto y desconocido: parecía que el SEÑOR dilataría su Segunda Venida mucho más de lo previsto por las comunidades, por lo que el testimonio escrito era de vital importancia.

 

Garantía de los evangelios

Es conveniente saber que de los numerosos evangelios escritos en los dos primeros siglos, las distintas comunidades cristianas seleccionaron los cuatro que hoy componen el canon. Fue el filtro comunitario y el tiempo los que dieron forma al compendio que constituye el Nuevo Testamento fue sancionado definitivamente en el concilio de Trento (1563). Cinco mil fragmentos del Nuevo Testamento y trescientas copias completas comprenden hasta el momento el material básico de estudio para los especialistas, que por lo general están agrupados en equipos interconfesionales. Los grupos de trabajo cuentan con especialistas de distintas iglesias cristianas dando a las conclusiones un gran valor. Son trabajos rigurosos, en los que los participantes domina diversas lenguas muertas para el análisis simultáneo de la documentación extrabíblica pertinente. La investigación no ha terminado, ni mucho menos, pues los hallazgos arqueológicos amplían con el tiempo el campo de estudio con nueva luz para los conocimientos obtenidos con anterioridad. En la actualidad se tiene mayor seguridad sobre los mismos textos de la que poseía san Jerónimo en el siglo cuarto, quien ofreció a la Iglesia una traducción de los textos bíblicos mantenida como oficial durante siglos. El trabajo de san Lucas por ofrecer verdades y hechos tratados con rigor permanece hasta nuestros días: “muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas, que se han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra” (Cf. Lc 1,1-2). El filtro de la trasmisión comparada en las cuatro tradiciones evangélicas otorga fiabilidad añadida al Evangelio. Testigos oculares y oidores fueron los que trasmitieron sobre los hechos, milagro, acontecimiento o discurso. Había más de una persona, y por ello podemos decir sin equivocarnos, que desde el principio la comunidad de creyentes fue testigo de lo que JESÚS dijo e hizo. Escribe Marcos, Mateo, Lucas o Juan, pero el testimonio es comunitario, de tal manera que en los mismos evangelios subyace la Fe de la comunidad cristiana de la primera generación. Este hecho lejos de devaluar el testimonio evangélico lo revaloriza y confiere una nueva garantía.

 

Lucas el recopilador

“He decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su orden, ilustre Teófilo” (Cf. Lc 1,4). La tradición sugiere que Lucas era médico, por lo que no podía ser alguien propenso a dejarse llevar por imaginaciones o fantasías. Lucas afirma que se ha preocupado de investigar concienzudamente la información disponible con objeto de exponer todo el estudio de forma ordenada. El objetivo es fortalecer la Fe de Teófilo, o la Fe de todos los que a lo largo de la historia nos sintamos interpelados por DIOS y busquemos conocer a JESUCRISTO.

 

En la sinagoga de Nazaret

El evangelio de este domingo narra la presencia de JESÚS en la sinagoga de su pueblo, proponiendo su programa mesiánico. San Lucas introduce este episodio haciendo notar que JESÚS recorría las sinagogas de la comarca enseñando. El evangelista de forma sumaria marca un inicio amable de la misión de JESÚS: “JESÚS volvió a Galilea con la fuerza del ESPÍRITU SANTO, y su fama se extendió por toda la región. Iba enseñando en sus sinagogas  alabado por todos” (Cf. Lc 4,14-15). Las sinagogas eran los lugares donde las comunidades locales se reunían para leer las Escrituras y realizar las oraciones comunitarias. El sábado era el día por excelencia para participar del culto sinagogal. Las sinagogas actuales mantienen estos mismos servicios religiosos. Parece que las sinagogas inician su actividad en la época  del exilio en Babilonia, al verse los israelitas privados del Templo y el lugar propio para realizar  el culto debido al SEÑOR. La sinagoga en tiempos de JESÚS era una institución religiosa de capital importancia, hasta el punto que algunas localidades como Magdala, cerca de Cafarnaum, poseían dos sinagogas, como demuestran los descubrimientos arqueológicos del momento. Cada sinagoga poseía los libros que le permitía su capacidad económica, pero en todas estaban presentes los libros de la Torah, o los libros de la ley. En el caso de la sinagoga de Nazaret, una localidad humilde, también estaba el libro del profeta Isaías, que es la profecía más extensa. Según esta introducción de san Lucas, JESÚS se propuso llegar al pueblo que lo vio crecer con la opinión favorable creada por el eco de sus acciones en las localidades vecinas. Por los alrededores, las gentes comentaban de forma muy positiva la misión de JESÚS. Los vecinos del pueblo tenían la imagen de JESÚS que había vivido entre ellos más de veinte años. Ahora el hijo del carpintero manifestaba unas cualidades absolutamente  inesperadas e inéditas en cualquier otro predicador. Allí en Nazaret estaban también sus familiares, y de forma especial su MADRE. La presencia de JESÚS en su pueblo rompe  muchos equilibrios y se desencadenan actitudes cargadas de sombras. Ya comienzan a manifestarse los sentimientos de muchos corazones (Cf. Lc 2,34).

 

Cumplimiento del sábado

JESÚS tenía por costumbre acudir los sábados a la sinagoga, nos dice san Lucas. Como bien sabemos no es la única prescripción relativa al sábado pero es una ocasión especial para reunirse la comunidad judía alrededor de la oración y la Escritura. También los evangelios marcan el nacimiento del Cristianismo a partir de las sinagogas, aunque la iniciativa de JESÚS se quedara en la pretensión. ÉL venía como el ENVIADO del PADRE y tenía todo el derecho a presentarse y manifestarse en el lugar donde se proclamaban e interpretaban las profecías. En este caso el propio JESÚS será el hermeneuta o intérprete del gran profeta Isaías.

 

JESÚS proclama la lectura

Tras la invitación del jefe de la sinagoga, JESÚS se levanta para proclamar la lectura correspondiente, como Esdras un día ante la gran asamblea y ahora significada en el grupo reunido en la sinagoga. El que servía los rollos le dio a JESÚS el libro del profeta Isaías, y JESÚS lo desenrolló para leer uno de los capítulos finales de la profecía (Cf. Is 61,1-2). El texto dice que JESÚS encontró el pasaje donde estaba escrito, pero debemos suponer que no fue  coincidencia ni producto del azar, sino expresa voluntad de JESÚS  para dar lugar un momento de manifestación ante sus vecinos y familiares, pues el tiempo del silencio y la vida oculta había pasado.

 

JESÚS es el UNGIDO del SEÑOR

“El ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MI, porque me ha ungido” (v.17) La unción del SEÑOR reposa sobre JESÚS desde el momento del bautismo en el Jordán de una forma nueva. La misión había comenzado y la presencia del ESPÍRITU SANTO disponía la manifestación al mundo del mensaje universal de salvación. Todos los hombres estamos inscritos en el grupo  detallado por JESÚS. El pecado, la enfermedad, la deficiencia o la limitación pertenecen a la condición humana y la imposibilitan por sí misma para acceder a la Salvación. JESÚS es el MESÍAS esperado, que supera, al mismo tiempo, todas las previsiones sobre ÉL. En la interpretación de estos versículos del profeta Isaías realiza una toma de autoridad sobre el texto, que termina diciendo lo que aquellos paisanos suyos ningún maestro de la Ley se había atrevido: para JESÚS la lectura termina en la proclamación del “Año de Gracia del SEÑOR” (v.19); y no en el versículo siguiente, que menciona el desquite o venganza de nuestro DIOS ( Is 61,2).

 

El Evangelio anunciado a los pobres

“El ESPÍRITU del SEÑOR está sobre MÍ, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva” (v.18). ¿Quiénes son los pobres? Cuestión fundamental en los evangelios especialmente el de Lucas, que a lo largo del mismo irá ofreciendo el perfil del pobre  mencionado en este programa inicial. Para recibir el Evangelio es preciso hacerse pobre o vivir la pobreza: “a los pobres colma de bienes y a los ricos despide vacíos” (Cf. Lc 1,53). Así rezaba MARÍA en “el magnificat”. San Marcos señalaba la conversión como premisa fundamental para recibir el Evangelio: “convertíos y creed en el Evangelio” (Cf. Mc 1,15). El Evangelio o Buena Noticia también lo iremos descubriendo a lo largo de los veinticuatro capítulos de este texto. DIOS ama al hombre pobre y lo hace dentro de una Misericordia Divina de rango infinito (Cf. Lc 15). Este Evangelio de JESÚS da por sentado de forma abierta que la vida del hombre no termina con la muerte: existe una eternidad que DIOS quiere compartir con los hombres.

 

Liberación de los cautivos

JESÚS apunta desde el primer momento que la esclavitud y la libertad se viven principalmente como proceso interior. La liberación es un proceso más o menos largo para que la persona o la sociedad alcancen verdaderos márgenes de libertad. De la esclavitud a la libertad no se pasa de forma mágica, y se ha de recorrer un camino. La esclavitud moral y espiritual tienen causas éticas y espirituales que las provocaron respectivamente. JESÚS viene a predicar una nueva ética personal y social para establecer el Reino de DIOS en este mundo. Sin una ética evangélica el Reino de DIOS no echará raíces en este mundo y la liberación no será posible. El momento presente es claro en este sentido: en la medida que se hace caso omiso al Evangelio, las sombras se ciernen sobre las personas y los grupos sociales. La búsqueda de la felicidad sin DIOS no alcanza su destino.

 

Ojos para ver

Ojos para ver el mundo físico que nos rodea e inteligencia para ver con el espíritu humano las maravillas de DIOS. Esta segunda forma de ceguera es la más preocupante, pues la inteligencia sin la luz de DIOS carece de horizontes y hace que la persona vaya chocando con las realidades que encuentra torpemente en su camino. Un ciego físico que intentara cruzar una plaza transitada por todo tipo de vehículos, y pretendiese hacerlo sin ayuda sería suicida. Esta ayuda representa la heteronomía del Evangelio que debe guiar la conducta moral y espiritual del hombre. El Evangelio es el testimonio de la nueva Alianza que da vista a los hombres ciegos. La tozudez de autonomía personal prescindiendo de la voluntad de DIOS tan solo consigue provocar heridas de toda índole.

 

Opresiones diabólicas

JESÚS viene para dar la libertad a los oprimidos (v.17). Las fuerzas del Maligno tienen su campo de actuación y los hombres no somos capaces de controlar el alcance del misterio de iniquidad. Las modernas explicaciones que descartan la presencia del Maligno no dan razón satisfactoria a los casos casi demostrados en los que los exorcismos son necesarios para  devolver la libertad a los poseídos u oprimidos por el espíritu satánico. No se puede rebajar el realismo con el que los evangelios narran los casos de posesión diabólica. El poder de JESÚS  va a encontrar resistencias formidables en los espíritus satánicos a los que podrá derrotar, porque expulsa a los demonios con el Dedo de DIOS, y si es posible expulsar al Demonio con el poder del ESPÍRITU SANTO, es que el Reino de DIOS ha llegado a nosotros (Cf. Lc 11,20).

 

El Año de Gracia

JESÚS viene a proclamar el “Año de Gracia del SEÑOR” (v.18). En este punto JESÚS concluye el texto de Isaías que anunciaba el tiempo de la Justicia para los impenitentes. JESÚS se permite con esa lectura interpretar y modificar algo que de suyo es inalterable, pero quien posee el ESPÍRITU SANTO sin medida (Cf. Jn 3,34) se siente con la autoridad suficiente para realzar por todos los medios la Misericordia Divina sin restricción alguna. El Año de Gracia es una amnistía general, que pone el contador moral y espiritual de la humanidad a cero, dando comienzo de esta forma a una nueva época. Para que la Divina Misericordia nos pueda ser aplicada a los hombres es necesario que la Divina Justicia ordene nuestras vidas conforme a la Verdad. Sólo DIOS conoce la verdad de cada uno de sus hijos por eso le es posible actuar con infinita Misericordia divina. El Juicio de DIOS es siempre correctivo y salvador en la medida que la persona acepta el Amor Santo de DIOS.

 

La cátedra de JESÚS

En la sinagoga de su pueblo, Nazaret, JESÚS sienta una revelación definitiva: “esta palabra que acabáis de escuchar se cumple hoy” (v.20). Lo que acaba de manifestar JESÚS rebasa cualquier interpretación por audaz que esta pudiera resultar. Aquellos paisanos de Nazaret estaban asistiendo al cumplimiento solemne de las promesas mesiánicas. Resultaba demasiado grande aquella revelación para provenir de JESÚS el hijo de José el carpintero. Los ojos de todos estaban fijos en ÉL, y como ocurrirá en el futuro, las opiniones comenzaron a dividirse con resultado de intento de linchamiento, que JESÚS resolvió de forma sorprendente: JESÚS se volvió, y abriéndose paso entre ellos se alejaba” (v.30). Pero debemos retroceder en la lectura para fijar la atención en el “hoy” manifestado por JESÚS. El tiempo –hoy- de la gran revelación, por la que DIOS va a restaurar todas las cosas se encierra en la persona misma de JESÚS. De nuevo el episodio nos recuerda el anuncio de san Marcos: “el tiempo se ha cumplido y está cerca el Reino de DIOS” (Cf. Mc 1,15).

 

San Pablo a los Corintios. 1Cor 12,12-30

San Pablo tiene que instruir a sus comunidades en las verdades cristianas fundamentales, disponerlos a recibir los dones del ESPÍRITU SANTO para hacerlos crecer en el orden de la Gracia y resolver de forma simultánea el gran problema de la división en medio de dichas  comunidades. En los versículos recogidos en la segunda lectura de este domingo el tema  central versa sobre la unidad de la Iglesia. El cuerpo es uno pero tiene muchos miembros (v.12). Alrededor de esta imagen, san Pablo va impartiendo la doctrina fundamental sobre la Iglesia como Cuerpo de CRISTO. Cada uno de los bautizados por haber sido sumergidos en el ESPÍRITU SANTO entramos a formar parte del glorioso Cuerpo de CRISTO. Estamos unidos a CRISTO y a los hermanos en una misteriosa organicidad, por lo que permanecemos unidos en una insondable fraternidad que no altera para nada la identidad personal de cada uno. DIOS no se repite en lo más mínimo y no es posible encontrar clones espirituales. DIOS conjuga sin inconveniente alguno la unidad y la diversidad. San Pablo al final de este capítulo, de forma retórica, vuelve a recalcar la diversidad de carismas y ministerios: “así los puso DIOS en la Iglesia, primeramente como apóstoles, en segundo lugar como profetas, en tercer lugar como maestros, luego los milagros, luego el don de las curaciones, de asistencia de gobierno, diversidad de lenguas. ¿A caso todos son apóstoles, o todos profetas, o todos  maestros, todos con poder de milagros; todos con carismas de curaciones, todos con el don de lenguas, todos  interpretan? (v.28-30). La mención de distintos ministerios y carismas es suficiente argumento  para mostrar la diversidad dentro de la Iglesia de JESUCRISTO. Estas diferencias dadas por Gracia deberían producir caridad y evitar cualquier tipo de rivalidad y envidia. San Pablo aconsejará en otra parte: considerad a los demás superiores a vosotros mismos (Cf. Flp 2,3).  Siempre el hermano tiene una manifestación del SEÑOR que se distingue frente a los otros, por lo que puede ser apreciado con realismo de modo singular. No sería caer en falsa humildad considerar las actitudes superiores de los hermanos, que lejos de ser un peligro o amenaza, constituye una gran riqueza dentro de la complementariedad cristiana, por la que la comunidad se fortalece. Será fácil encontrar y apreciar aquello que el hermano realiza mejor que uno mismo, y resulta específico dentro de la comunidad cristiana. Una de las razones del invierno o desierto que sufren las parroquias radica en la insensibilidad de los dirigentes para valorar la singularidad de los carismas en las personas, y el ejercicio de los mismos dentro de la fraternidad parroquial. Los que se consideren más capaces dentro de la comunidad parroquial deben cuidar en no ejercer actitudes de competitividad frente a otros que están dispuestos a prestar colaboración. Muchas parroquias languidecen o están a punto de desaparecer porque  a la pregunta ¿dónde está tu hermano?”  ya no hay quien responda.

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