La Guerra Cristera ha suscitado no pocas polémicas. En 1926, la suspensión de culto público llevó al levantamiento para defender la fe frente a los enemigos de la religión. Como afirma Jean Meyer en su clásica obra “La Cristiada”, la guerra de los cristeros fue un “movimiento sin mandos exteriores, capaz de imaginar un programa político racional y positivo, de animar una solidaridad fundamental en el seno del pueblo”, de reacción “contra la revolución mexicana”, resume el historiador francés en el que emerge una conciencia radical en el que sus combatientes toman el nombre de “Ejército de Liberación Nacional” incorporando, incluso, a las mujeres y niños.
Uno de esos fue José Sánchez del Río. Apenas canonizado en 2016, Joselito, nacido en Sahuayo en los albores del siglo en 1913. A los 14, se enlistó en el ejército popular para defender la causa que lo haría mártir el 10 de febrero de 1928.
Ahora, su vida toma la pantalla grande. Al borde de la épica, el retrato de Joselito llega como un testimonio incólume que retrata el adolescente ansioso de morir en combate por una causa clara.
En una producción de Mediaquest que ha tenido una notable recepción, Laura Díaz y Antonio Peláez saben que en el cine se pueden retratar historias más grandes que las de los superhéroes de ficción. En entrevista, este matrimonio puso en manos de la Providencia este ambicioso objetivo y revelan lo que, detrás de las cámaras, significa esta película.
A decir de Peláez, es “una historia que convence y te deja reflexionar, te da esperanza y te invita a ser una mejor persona”… Y hay una meta trascendente. Quizá asociada con las palabras del mismo niño mártir, una película que quiere mostrar que el Cielo no es imposible, pero hay que saber alzar los ojos. Joselito así lo percibió para luchar por la causa de un pueblo perseguido que agotó todo recurso en la Tierra para vislumbrar más allá de lo temporal: “·Nunca había sido tan fácil ganarse el cielo como ahora…”
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