Una fiesta de capa caída… pocos recordaron que este 2024, el Seminario Conciliar de México celebró importantes efemérides. No cae de sopresa, especialmente cuando, desde dentro, se imponen ideologías y obstinaciones conducidas por curas oscuros, obispos lánguidos e intereses de este mundo. Este 6 de diciembre, la fiesta de la Inmaculada en el Seminario Conciliar de México (SCM).
Los seminarios conciliares han sido cantera de pensadores, brillantes teólogos, eminentes filósofos y humanistas. Los del pensamiento perenne, forjados en la línea de la escolástica y el tomismo concibieron al mundo desde una perspectiva intelectual y cultural católica. Tuvieron su época dorada… ahora eclipsados. Están muriendo lentamente; antes, instituciones clásicas del pensamiento católico y universal, reconocibles por su educación y erudición. No sólo semillero de vocaciones, fueron parte de la sociedad, de su vida cultural y espiritual.
Este 2024, el SCM cumplió 335 años. El 28 de noviembre de 1689 nació por un decreto del virrey Gaspar de la Cerda Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve, el Real y Pontificio Seminario Conciliar de México. Y también en este 2024, está asociada la memoria de otro de sus pilares, la del padre Hermilo Camacho (1900-1980).
Generaciones sacerdotales conocieron a este sacerdote por el enorme busto que ilustra este artículo. Muchos leyeron, quizá incomprensible en placa de bronce, el epígrafe latino del Dr. Alfonso Castro Pallares que rezaba:
Attendite! Hermilus Camacho sacerdos, Harum nobilium aedium exstructor, Longa silentia curasque tenaces Gutture levi Quotidie concentibus mulcet.
¿Por qué dedicar un monumento a Hermilo Camacho? Gracias al trabajo y celo pastoral del canónigo, ecónomo y director espiritual, los futuros sacerdotes de la arquidiócesis de México gozan de un Seminario, el de Victoria 21, hoy confundido con esa escuelita que simula una Universidad, la Lumen Gentium.
Fernando Salvador Hermilo Camacho Benítez nació en Almoloya de Alquisiras el 30 de mayo de 1900. Quedó huérfano muy pronto, pero su inclinación por lo sacro fue precoz; monaguillo de Basílica, disfrutó de una beca para realizar sus estudios en el Seminario de México. Se formó en Roma y tuvo una cualidad ahora difícil de encontrar: El don de conocer e interpretar la música sacra como Dios manda.
Por eso, no es raro que, una vez ordenado, Camacho dedicara su ministerio a integrar la gran Schola Cantorum del Seminario y, de hecho, toda su vida ministerial transcurrió entre la docencia y su gran obra: la construcción del edificio actual del Seminario Conciliar de México. Gozó de la inestimable confianza del arzobispo de México, José Mora y del Río. Padre espiritual calificado de “providente”, él mismo se ocupaba de la pulcritud de la celebración de los misterios en todo sentido, desde los ornamentos, pasando por la música y hasta la confección de los misterios. Era una época de esplendor donde no era permitida ninguna payasada o adefesio multicolor.
Hermilo Camacho se ordenó el 27 de julio de 1924, hace 100 años. Un siglo después, ningún homenaje se hizo a tan preclaro sacerdote, pero lo inconcebible es posible: Ese busto del gran Hermilo Camacho no existe más, desapareció. Nadie ha dicho la causa o el por qué fue retirado de los jardines del Seminario. Quizá un rector ingnorante, un formador progre o un espiritual incluyente, influyeron para retirar “ese feo busto” y poner tono al Seminario con esa herejía del ecologismo con más pastito y arbolitos, tumbando un monumento. Aquí la foto en donde consta que no existe más.
Por cierto, dejamos la traducción del epígrafe de don Alfonso Castro, acomodado gracias a otro gran humanista y académico de la Lengua, el Dr. Don Tarsicio Herrera Zapién, quien le dio este ritmo:
¡Escuchad! Hermilo Camacho, sacerdote, Constructor de estos majestuosos claustros, Largos silencios y tenaces trabajos, Por su leve garganta, Cada día atenúa con sus cantos.
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En gran aprieto se vio el arzobispo Aguiar en la escuelita Lumen Gentium. Mientras avanza el tiempo y la renuncia es inminente, el gris e interpelado arzobispo anda en campaña para justificar lo que no ha hecho desde 2018. Este 7 de diciembre, se cumplen 7 años desde su nominación al arzobispado. Para muchos, tal recuerdo pasará sin pena ni gloria.
Fue el pasado viernes 29 de noviembre cuando el prelado del “cambio de época”, sostuvo en diálogo con los alumnos de la Lumen Gentium. Aparte de las loas, zalamerías, besamanos, sonrisas fingidas, abrazos forzados y agradecimientos al punto insoportables, sólo dos alumnos tuvieron la valentía de ser divergentes y pensar distinto a toda esa constelación amaestrada, empezando por su rector, el cuestionadísimo padre Valenti.
Bruno, estudiante de filosofía, tuvo los suficientes para decir lo que es real y evidente exhibiendo la madera de la cual está hecho el arzobispo Aguiar, así de esta manera:
La respuesta del amado pastor sorprende y debería indignar especialmente a quienes hacen un ministerio pastoral plagado de amenazas. De antemano, el arzobispo acepta que tiene escoltas armados a su servicio porque las autoridades los han puesto a su disposición, pero también las pudo haber rechazado. Ya se sabía de la afición de don Carlos por las grandes camionetas, aunque con un chofer, el descaro es ese: guaruras armados. Con esa típica sonrisa sordónica, el primer argumento que pretende es “justificar haciendo menos” lo que Bruno cuestionó en el Seminario Conciliar. “En este mundo que vivimos, hay realidades que nos sorprenden y una de esas es la de la inseguridad personal”, argumenta Aguiar.
Por lo demás, sus explicaciones son tan burdas como ofensivas. La extrema violencia en el país que sufren otros obispos, “pero gracias a Dios, no en la ciudad” son justificante para que personas armadas le ayuden porque, según él, “si no estás acompañado de alguien, estás en peligro de muerte”.
Por lo que se sabe, el arzobispo, en estos años de vida ministerial en la arquidiócesis de México, ha vivido más escondido que un ratón en la sacristía. Su psicosis brota de algo más personal porque él no vive vive para acompañar a las comunidades violentas o estar en peligro por interpelar la realidad. Y es indignante también porque otros obispos en México están al borde de situaciones tan extremas que lo único que tienen por escoltas es la fe, un rosario en la mano y la protección del Espíritu Santo. En la recta final de su ministerio episcopal, tristemente constatamos eso. Un obispo timorato, lejano y apabullado que responde con simplezas grandilocuentes que rayan en la estupidez.
Porque todos en México estamos en peligro de muerte, don Carlos.
Juzque el lector las palabras del pastor todoterreno en su versión blindada.