Este 27 de octubre, Fernando Ocáriz, prelado del Opus Dei desde 2017, llega a México, día especial en coincidencia al celebrar 78 años de vida. Iniciará de manera como lo han hecho sus predecesores desde san Josemaría, con una misa en Basílica de Guadalupe a las 19 hrs tiempo de Ciudad de México.
La visita prevé una intensa agenda difundida ya en los medios oficiales de la prelatura: Encuentros en donde el Opus Dei es más sólido en el país, Monterrey, Guadalajara, Ciudad de México y Aguascalientes, donde operan los centros más importantes regentados por los fieles de la obra, una mayor influencia de su apostolado y de los sectores más pudientes de las principales ciudades del país, especialmente en los tres campi de la exclusiva Universidad Panamericana.
Con 7500 miembros en México, la Obra ha tenido una vitalidad mas bien discreta, pero efectiva. Poco se ha sabido de la forma cómo los miembros mexicanos han aceptado y decidido conducir los destinos del Opus Dei con la nueva configuración ordenada por el Papa Francisco que ha tenido muchas controversias. Ocáriz llegará sin los emblemas propios del obispo prelado desde la última vez en que Javier Echevarría pisó el país en una visita pastoral en 2009 con un itinerario similar que reunió tertulias multitudinarias cuya cereza del pastel fue la dedicación de la parroquia de San Josemaría en la exclusiva zona de Santa Fe, encomendada a los sacerdotes de la prelatura desde el 28 de julio, cuando Norberto Rivera Carrera, en ese entonces arzobispo primado de México, atestiguó la consagración del altar y la dedicación del templo al fundador de la Obra por manos de su tercer sucesor, el obispo Javier Echevarría.
Pero la visita de Ocáriz no sólo tiene el acento de los encuentros con las familias, también tiene un propósito en la reordenación del Opus Dei en México. El 14 de septiembre, el prelado dispuso una nueva conformación suprimiendo la delegación de México y la del Bajío para introducir la comisión regional, figura que forma parte de la compleja organización administrativa del Opus Dei para asistir a los vicarios regionales integrando, además, a las mujeres en la toma de decisiones.
El Opus Dei llegó a México en 1949. Desde entonces su crecimiento ha sido sostenido en sectores pudientes, pero no apabullante entre sectores más humildes. Ha gozado de la amistad de varios obispos mexicanos, entre ellos el cardenal Miguel Darío Miranda, quien recibió y acompañó a san Josemaría en su visita a México en 1970, igualmente del cardenal José Garibi Rivera. Esa visita fue de gran expectativa y cubierta ampliamente por los medios de comunicación, a diferencia de la que este jueves 27 inicia el prelado Ocáriz. Hoy, el Opus Dei goza de una discreta simpatía del Episcopado mexicano, uno de ellos, el arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López e incluso, sacerdotes asociados a la Obra colaboran en labores curiales en diversas diócesis del país y procuran un apostolado en el acompañamiento espiritual de sacerdotes diocesanos como vocación de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, la otra rama de la Obra menos conocida por el público en general sin dejar de lado la vigencia de procesos de canonización, emblemáticos para numerarios y supernumerarios mexicanos, entre ellos, la causa de Guadalupe Ortiz de Landázuri, beatificada en 2019, quien abrió la Obra en México a las mujeres por encomienda de san Josemaría en 1951.
Sin duda, ese “movimiento” visto por san Josemaría en 1928 ha pasado por desafíos que incluso lo empujaban a su extinción; ahora enfrenta retos que ponen a la prelatura en una situación que muchos considerarían de desventaja ante su nueva conformación, pero como diría el vicario regional, el regiomontano Ricardo Furber Cano, en una entrevista a este blog en 2018, “Dios no se ha cortado las manos, no ha perdido su influencia y poder”. Esa es la apuesta por la que se mueve el Opus Dei.