Imaginemos que estamos en 2013 o 2014. Hay un Papado con un prestigio boyante, alimentado por los papas del siglo y medio anterior, auténticos referentes morales e intelectuales. A ello hay que sumarle un Francisco que genera la ilusión de ser «el primer Papa latinoamericano», «venido del fin del mundo», ¡¡argentino!!
En esos años, si un candidato a Presidente de Argentina dice, entre otras barbaridades, públicamente:
«El Papa, lo voy a decir de frente, es el representante del maligno en la tierra ocupando el trono de la casa de Dios. Sabías que el papa impulsa el comunismo con todos los desastres que causó y eso va en contra de todas las sagradas escrituras»
Convendremos que ese candidato no es que estuviese electoralmente muerto, es que era un muerto apestado, de esos que obligaban a cremar porque su cercanía contamina.
En cambio, en 2023, ese candidato se enfrenta al sistema y a una feroz campaña en contra con todos los recursos del estado, no solo gana, obtiene casi 12 puntos de diferencia, 14 millones y medio de votos. En la historia reciente del país no se había visto nada parecido.
Da igual el contexto de las impresentables y condenables palabras de Milei, por las que él ya había pedido disculpas. Que fuesen anteriores a su entrada en política era intrascendente para que un sector mayoritario de la Jerarquía eclesiástica supusiese que después de las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, que determinan quien puede presentarse a las elecciones, básicamente superando el 3% de los votos) y la primera vuelta podrían convertirlo en lo que los estadounidenses llaman la «sorpresa de octubre» (posible evento que de un vuelco a las elecciones). Y las convirtieron en un elemento importante de la campaña electoral contra el candidato y sus votantes. Una locura de tesis a la que se sumaban algunos analistas españoles o estadounidenses y otros fuera del país y que fue recogida por el candidato peronista Massa en sus careos televisivos.
Desconozco qué grado de desconexión de la realidad llevó a un montón de clérigos a celebrar una misa «de desagravio», con la presencia de algún obispo, un desagravio que no debieron estimar conveniente realizar durante más de un lustro.
«Bergoglio se ha transformado en un líder como Gandhi, Mandela, Marthin Luther King que transmite valores que pueden unir a la humanidad, debemos darnos cuenta de ello», afirmó el «cura villero» José ‘Pepe’ Di Paola tras la misa contra Milei.
Es cierto que el Papa Francisco también contribuyó a generar expectativas. Aunque algunas veces había manifestado su intención de mantenerse al margen de las elecciones los hechos lo desmentían. Se visibilizaban con el apoyo al sindicalista Grabois (que obtuvo un ridículo 5,86% en las PASO), con los nombramientos de Zaffaroni y Gallardo o concediendo entrevistas en las que llamaba a Milei «Adolfito [Hitler]» o «Flautista de Hamelin» con formas de restricción mental muy jesuíticas.
Lo de «Flautista de Hamelin» lo recogía literlamente uno de los impulsores de la misa contra Milei, el arzobispo de Buenos Aires, Mons. García Cuerva : «No nos dejemos endulzar los oídos con promesas fáciles, cuidado con ‘El flautista de Hamelin’, cuidado con el canto de las sirenas».
Se llegó a lanzar el bulo, recogido por toda la progresía argentina y no-argentina, de que el Papa solo iría a Argentina si ganaba Massa. Y lo lanzaba La Croix. Tuvo que ser desmentido por el Vaticano. ¿En qué cabeza cabe que eso iba a mover un solo voto?, ¿no se veía el efecto boomerang de viralizar ese bulo?
Los sondeos previos al «ballotage» alarmaron a algunos en la Jerarquía eclesiástica. No predecían la paliza electoral de Milei al peronismo pero sí apuntaban a una posible victoria. Así el obispo de San Francisco (Argentina) tuiteaba:
En síntesis: ni el papa, ni tu obispo, tu párroco o tu cura amigo pueden decirte a quien votar. A lo sumo podrán compartir con vos los criterios que surgen de la doctrina católica para orientar una decisión que, hoy por hoy y a todos, nos está resultando muy difícil de tomar. Incluso si esa opción es el voto impugnado o en blanco, legítima expresión del compromiso de un ciudadano con el bien común de su país.
Pero ya estaba hecho. El 19 de noviembre de 2023 se ponía de manifiesto que en un país mayoritariamente católico, para el 55,9% de los electores «lo del Papa» no era un tema relevante y lo de los obispos menos, lo dijese «el papa, tu obispo, tu párroco o tu cura amigo». Da un poco igual la factualidad, porque era con la percepción, en muchos casos creada interesadamente, con lo que tomaba la decisión, y esa era la que era.
Un sector de la «Iglesia» decía que «optaba por los pobres», y los pobres quieren dejar de serlo y optaron por Milei. Lo mismo los que querían defender la educación de sus hijos, la familia, la antropología cristiana o el dercho a la vida. Catorce millones y medio de argentinos «de derecha» votaban por Milei-Villaruel, por motivos variados, unos más liberales y otros más centrados en principios no negociables. Como mínimo sacar al peronismo y a Massa merecía la pena. Porque sí, las cosas sí podían ir peor aunque la alternativa no fuese perfecta y la personalidad estrafalaria del nuevo presidente y su condición de libertario sembraban dudas.
Ayer el Papa telefoneó a Milei, que le invitó a visitar el país y le aseguró que no solo sería recibido como Jefe de Estado, también como líder espiritual de los católicos (o algo así). Con la terrible situación que hereda el nuevo presidente estima que la visita del Santo Padre a la Argentina ayudará a destensar la polarizada sociedad. Creo que esa llamada es importante.
No estoy absolutamente convencido sobre las buenas intenciones de algunos eclesiásticos deseándole al nuevo gobierno de Milei éxito en su gestión. Especialmente porque si consigue sacar a la Argentina adelante, tanto en el plano económico como en el cultural mostrará, que su método, al menos, no es malo en esos aspectos como pronostican. Los hay que viven del pobrerismo y que la ineludible preocupación por los demás no es más que una cuestión ideológica:
Hasta aquí más o menos los hechos que describen una situación preocupante en cuanto a la autoridad de la Iglesia y al mensaje que se transmite desde la Jerarquía de la Iglesia, tanto en el fondo como en la forma. De los temas que les preocupan ni hablamos. Estoy convencido que en otras partes del mundo se ha tomado nota, especialmente en otros países considerados «católicos». Y también en lo que respecta al uso de la figura o de lo que dice o deja de decir el Santo Padre. La irrelevancia ha sido cruel, la desconexión con «el pueblo fiel», brutal. Esa indiferencia no hace presagiar nada bueno. Con perdón, a la mayoría de la gente le importa un bledo.
Yo creo que no es bueno. Pero es lo que hay, ocultarlo o disfrazarlo me parece que no es una alternativa correcta. Hace dos meses tuve ocasión de comentar el caso argentino, y otros, en una Mesa redonda sobre la polarización en la información religiosa, lamento no haberme equivocado.
Y si ya eso es de por sí preocupante, la distribución por edad del voto a Milei les debería preocupar más a los que han apostado por ese juego, hace presagiar un futuro muy distinto al que sueñan.
Cierto que la situación tiene también lecturas positivas que pueden ayudar a tomar decisiones correctas. Por ejemplo, que el sensus fidei se mantiene y no es precisamente sobre los temas que ’sueñan’ algunos. Que la defensa de la familia y la vida ya está totalmente emancipada de «lo que digan los obispos», especialmente de los de un cuerpo episcopal tan poco brillante como el argentino. O que la mayoría de los fieles son autónomos, viven apoyados en montón de sacerdotes que en medio de amenazas de ser misericordiados sinodalmente siguen desarrollando la labor a la que el Señor les llamó. Aunque no hayan oído decir cosas buenas de ellos desde hace años por parte de quien debería.
En cualquier caso, hay muchas alarmas que se han encendido. Rezo para que el Señor le dé sabiduría al que tenga que atenderlas. Siempre estamos a tiempo.
por Juanjo Romero.
INFOCATÓLICA.