El silencio cómplice de la ‘Compañía de Jesús’ que cubrió al depredador sexual jesuita boliviano, mella la credibilidad de la Iglesia

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Los casos de pederastia han estremecido a la Iglesia católica. Bolivia no fue la excepción, porque se conocieron varios en 2007 y 2009 con dos sacerdotes condenados por la justicia civil y uno prófugo.

El lunes 1 de mayo, un medio internacional publicó la historia deleznable del sacerdote jesuita Alfonso Pedrajas Moreno, nacido en Valencia, España, en 1943.

En octubre de 1971, la orden religiosa lo había nombrado subdirector del Colegio Juan XXIII, un internado que en aquellos tiempos rescataba a niños de la pobreza y donde él comenzó a abusar de sus alumnos.

Medio siglo después, el sobrino del sacerdote pederasta descubrió el diario donde describía, a detalle, todas las aberraciones cometidas en Bolivia. Si bien denunció los hechos, no encontró eco en la Fiscalía ni en la Compañía de Jesús, así como tampoco en el director del Colegio Juan XXIII. Ante la negativa acudió al diario español El País, donde después de corroborar algunos hechos, a través de testimonios de algunas víctimas, lo publicaron finalmente.

Al fin salieron a la luz los abusos a niños por parte del respetado religioso ‘Pica’ Pedrajas, la opinión pública estalló de indignación por partida doble. La primera, por los hechos macabros de violaciones sexuales sistemáticas a los internos de la Compañía de Jesús en Cochabamba en las últimas décadas del siglo pasado y, en segunda instancia, por el silencio guardado, a pesar de las denuncias de estudiantes que, por hacerlo, fueron retirados de la institución.

En su diario Pedrajas relata de forma explícita los hechos a sus amigos y a religiosos provinciales, sin embargo, nadie frenó los abusos ni denunciaron a quienes correspondían hacerlo en el debido momento.

Hace unas horas, la Compañía de Jesús en Bolivia pidió perdón y ratificó su compromiso de colaborar con las autoridades que indagan los hechos a tiempo de llevar a cabo dos investigaciones y suspender a cuatro antiguos provinciales que tenían conocimiento de lo sucedido y guardaron silencio. “Los abusos han provocado una herida profunda en las víctimas y las denuncias no pueden ser ignoradas”, dijeron en conferencia de prensa.

Ayer nomás, la mencionada compañía religiosa denunció los abusos cometidos por el fallecido sacerdote en 2009 contra menores en Bolivia, durante su servicio, ante el Ministerio Público y la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia con el objetivo de que se identifique a los encubridores y cómplices de esos delitos. Falta el resarcimiento a las víctimas, que, según el diario del violador, serían 85, y que hoy ya son hombres de una progresiva edad, quienes seguramente padecen los traumas sufridos por semejantes agresiones.

Ayer la Conferencia Episcopal Boliviana (CEB) se pronunció pidiendo perdón a las víctimas y manifestando su voluntad para cooperar con las investigaciones, además de comprometerse a brindarles apoyo.

Queda un profundo pesar en la comunidad religiosa ante el conocimiento de estos hechos y la preocupante situación del silencio cómplice. Actitud que mella no sólo en las víctimas directas y sus familiares, sino en la credibilidad de una institución que debe abrir las puertas para que entre la luz prístina y verdadera y despojarse de las sombras del encubrimiento y así reparar el daño ocasionado.

Editorial El Deber.

Jueves 4 de mayo de 2023.

LA PAZ, BOLIVIA.

EL DEBER.

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